1. la 113ª reuniónde la Conferencia Internacional del Trabajo tendrá lugar en Ginebra del 2 al 13 de junio.
Se abordarán, tal como se indica en la nota de prensa de presentación “importantes cuestiones relacionadas con el mundo del trabajo, como posibles
nuevas normas internacionales sobre la protección de los trabajadores contra
los peligros biológicos en el entorno de trabajo, el trabajo decente en la
economía de plataformas y enfoques innovadores para promover transiciones de la
economía informal a la formal”.
Mi atención se
centra en la Memoria que presenta el Director General de laOIT, Gilbert F. Houngbo , que lleva por título justamente el
que aparece en el de la presente entrada: “Empleos, derechos y crecimiento: fortalecer
el nexo”. Se trata de la tercera Memoria que presente, tras su nombramiento en
octubre de 2022, y la sintetiza en su prefacio, en el que expone que
“se reafirma que
la justicia social depende del fortalecimiento de la relación entre el empleo,
los derechos y el crecimiento. También se argumenta que esa profunda relación
se apoya en valores e instituciones democráticos, que son los que aseguran la
rendición de cuentas, la participación, la equidad y, lo que es crucial, la
participación democrática”.
Destaco a
continuación los contenidos que considero más relevantes (la negrita es mía)
2. El primer
capítulo lleva por título “Viejas cuestiones para una nueva era turbulenta”.
Esa “era turbulenta” se ejemplifica con lo que la Memoria califica de “un
tiempo de descontento”, que se manifiesta de tal forma que “no se trata solo
del medio ambiente, la tecnología o la inflación, sino de las personas
afectadas por esos cambios, que están destapando las tensiones que se han ido
acumulando a lo largo de años de transformación económica y de fricciones
geopolíticas, a través de varias manifestaciones”. Con claridad, y poniendo de
manifiesto el problema principal con el que se enfrentan muchas de esas
personas, constata que “... gran parte de la insatisfacción de las personas con
la situación política actual se deriva de un sentimiento de desamparo y
soledad”, que se ve aún más exacerbada “por una serie de apremiantes
desafíos, como el aumento del costo de la vida, las medidas de austeridad y el
incremento de la deuda, todo lo cual agrava la ya difícil situación económica
de muchas personas y reduce el margen presupuestario de los Gobiernos para
aliviarla. Y, de forma más acusada, se siente en el mundo del trabajo
actual, con un déficit crónico de empleos decentes y un acceso desigual a estos”.
La pregunta sobre
la que gira toda la Memoria es cómo forjar un vínculo más fuerte entre el empleo,
los derechos y el crecimiento, estableciendo primeramente tres premisas de las
que debe partirse en dicho análisis.
En primer lugar, subraya
que “el crecimiento económico —en particular, el derivado del aumento de la
productividad— es ampliamente considerado como una condición necesaria para
crear empleo productivo y puestos de trabajo decentes, pero nunca ha sido
suficiente por sí solo. El crecimiento puede ser un arma de doble filo, que
a veces exacerba las desigualdades, daña el medio ambiente, debilita las
comunidades e incluso socava la democracia y los derechos laborales” ...,
aunque no tenga que ser así y por ello deben adoptarse políticas y medidas
adecuadas al respecto.
En segundo lugar,
y no es sino reforzar el ADN de la OIT, es el reconocimiento del “pleno valor
social del trabajo decente”, con una amplia mención de apoyo en el Informe de
la Comisión Mundial sobre el futuro del trabajo “Trabajar para un futuro más
prometedor”, al que dediqué especial atención en la entrada “El trabajo decente en las normas y
documentos de la OIT” , en la que manifesté que “me parece acertada la idea-eje central sobre la que
se articula el documento, cuál es la de tratarse de un programa centrado en las
personas para el futuro del trabajo, desagregada en tres ideas-eje más
concretas, cuales son invertir en las capacidades de las personas, en las
instituciones del trabajo, y en el trabajo decente y sostenible, con un
objetivo que sigue siendo el que presidió la creación de la OIT y las acciones
que ha venido desarrollando desde entonces, cual es que “a cambio de la
contribución de los trabajadores al crecimiento y la prosperidad se les
garantiza una participación equitativa en ese progreso, se respetan sus
derechos y se les protege contra algunos de los aspectos más espinosos de la
economía de mercado”.
En fin, la tercera
premisa, y que el Director General afirma, con razón a mi parecer, que “se da por
sentada con demasiada frecuencia”, es “el apoyo que prestan los valores democráticos
a las partes interesadas facilitando la capacidad necesaria para implementar
políticas y sosteniendo los procesos e instituciones que propician su
colaboración y participación”. Se defiende la importancia del diálogo
social, y para que sea eficaz y constructivo, es necesario, obvio es
recordarlo cuando todavía hay países en los que se incumplen, “respetar derechos
fundamentales como la libertad sindical y de asociación y la negociación
colectiva, independientemente del sistema político imperante”.
3. El capítulo 2
lleva por título “Los vínculos se debilitan”, y se basa en los documentos e
investigaciones llevadas a cabo por la OIT sobre el nexo entre el empleo, los
derechos y crecimiento, partiendo de un punto de partida no precisamente
agradable desde la perspectiva de la cohesión social; “... desafortunadamente,
hay algunos indicios de que ese nexo se está debilitando”.
¿En qué se basa
tal afirmación? En apretada síntesis, y siempre partiendo de tales documentos e
investigaciones, se expone, y recordemos que la reflexión es de ámbito mundial,
que si bien el crecimiento económico “es un medio fundamental para garantizar
más puestos de trabajo, un mayor nivel de ingresos y una reducción de las
desigualdades”, en el momento presente el problema es que “... está creando
menos empleo a largo plazo”, y que gran parte del mismo “se debe a incrementos
demográficos, no necesariamente a economías más sólidas”, enfatizando un
aspecto que me parece esencial: “... en muchos países en desarrollo las
personas deben aceptar empleos en la economía informal debido a las limitadas oportunidades
de empleo en la economía formal. La verdadera cuestión entonces es cómo asegurar
que el crecimiento genere empleo en la economía formal” (remito a la
entrada “Trabajo decente: El necesario tránsito de la informalidad a la
formalidad. A propósito del Informe presentado a la próxima Conferencia
Internacional del Trabajo” ).
Al debilitamiento
entre el crecimiento y el empleo, se une también el que se da entre dicho
crecimiento y los derechos. No rezuma precisamente optimismo la Memoria en este
punto, ya que, tras reafirmar que los análisis realizados por la OIT “han
confirmado reiteradamente los beneficios económicos de los derechos de libertad
de asociación, libertad sindical y negociación colectiva, especialmente desde
la adopción de la Declaración de la OIT sobre la justicia social para una
globalización equitativa (2008), en su versión enmendada en 2022” ,
inmediatamente se expone que “... a pesar del cúmulo de expectativas y datos
empíricos, hay indicios de que los derechos laborales han sufrido menoscabo
en muchos lugares del mundo durante un periodo de crecimiento económico
sostenido”, aportando una amplia batería de datos que justifican tal
afirmación respecto a los derechos antes enunciados, como también ha ocurrido
por lo que respecta a los progresos en la eliminación del trabajo infantil y el
trabajo forzoso, con un dato que debería sonrojar en plena época del desarrollo
tecnológico: “en 2021, 27,6 millones de personas estaban sometidas a trabajo
forzoso, es decir, 3,5 personas de cada mil en todo el mundo. Hace diez años esa
cifra era de 3,4 personas por cada mil. Aunque esa variación puede parecer proporcionalmente
pequeña, en términos absolutos significa que el número de personas sometidas
a trabajo forzoso aumentó en 2,7 millones”.
¿Apunta la Memoria
las razones de este debilitamiento? Sí, de forma clara e indubitada, ya que,
tras afirmar que puede haber muchas razones y motivos, siendo los más
determinantes “el deterioro del Estado de derecho y, con respecto a las
libertades civiles y los derechos humanos, una reducción del espacio
democrático y un debilitamiento de las instituciones democráticas, así como el
creciente poder empresarial”. Si
prestamos atención a la realidad actual, política y social, de muchos países,
no podemos, creo, sino estar de acuerdo con estas tesis.
Por fin, hay que
analizar, y así lo hace la Memoria, el debilitamiento producido entre el empleo
y los derechos, completando lo dicho con anterioridad con una explicación de
cómo están en cuestión tales derechos en la realidad cotidiana del mundo de trabajo,
siendo un aspecto fundamental, y obsérvese la importancia que la OIT confiere a
este dato, es “el aumento en términos absolutos del número de trabajadores
en la economía informal, lo que explica que apenas haya variado la tasa de
informalidad global, incluso durante la fase de fuerte recuperación tras la
pandemia”.
De otra parte, y cómo
ya se ha expuesto en documentos anteriores sobre la clarificación de qué debe
entenderse por empleo y desempleo (véase la Resolución aprobada en 2023 por la
Conferencia Internacional de Estadísticos del Trabajo ) , se pone el acento en que “la actual definición de desempleo es estricta y
debe complementarse con otras mediciones de la subutilización de la fuerza de
trabajo a fin de comprender todo su alcance y las múltiples dificultades para
acceder a un empleo que afrontan los diferentes grupos”, de tal forma que “a
fin de reflejar todas las formas de subutilización de la fuerza de trabajo, la
comunidad estadística internacional emplea una tasa compuesta de subutilización
de la fuerza de trabajo, que no solo abarca el desempleo sino también el
subempleo por insuficiencia de horas y la participación en la fuerza de trabajo
potencial (es decir, estar fuera de la fuerza de trabajo, pero disponible para
trabajar o en busca de empleo)”.
Otros factores que influyen en el debilitamiento entre el empleo y los derechos, tal como se ha puesto de manifiesto en numerosos documentos e investigaciones anteriores, son la persistencia de brechas salariales, que existen tanto entre países como entre grupos de trabajadores en un mismo país; las jornadas de trabajo excesivamente largas que “siguen siendo la realidad de millones de personas en el mundo”, y, como la otra cara de la anterior, la insuficiencia o rigidez de las horas de trabajo que también sufren muchas personas; las insuficiencias de la protección en materia de seguridad y salud en el trabajo, que, subraya la Memoria, “reviste particular importancia a la luz del cambio climático y el creciente número de episodios conexos de fenómenos meteorológicos extremos que plantean considerables peligros para la salud de aproximadamente un 70 por ciento de la fuerza de trabajo mundial” (remito a la entrada “Duración del tiempo de trabajo y cambio climático. Notas previas para un primer debate. A propósito del XXV Congreso de la Asociación Española de Derecho del Trabajo y Seguridad Social” y a la entrada “Más aportaciones, normativas, judiciales y doctrinales, de indudable interés, sobre el cambio climático y su impacto en el mundo laboral (a propósito del XXXV Congreso nacional de la Asociación Española de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social)”
4. La Memoria
dedica el capítulo 3 a “Una cuestión de elección: los cambios transformadores
ofrecen la oportunidad de favorecer un trinomio dinámico”, siendo tales cambios,
a los que se pasa revista de forma detallada, la tecnología, el clima, la
demografía y el comercio”, haciéndolo para poner de relieve que los efectos que
de ellos se derivan “no están predeterminados”, y que provocarán unos u otros
efectos sobre la vida de las personas dependiendo de “la elección que hagamos
con respecto a las decisiones de índole política, las medidas en materia de
adopción de políticas, el establecimiento o la reforma de instituciones y los
procesos democráticos que orienten la toma de decisiones”.
A) Respecto a la tecnología,
se destacan las importantes diferencias entre los países de ingresos altos y
los de ingresos bajos (la utilización de internet es del 93 y 27 %, respectivamente),
con lo que ello supone de limitaciones para beneficiarse de las nuevas tecnologías,
“como la inteligencia artificia generativa”. Asimismo, la creación de nuevas
plataformas y formas de producción y de trabajo, aportándose el dato de que “la
OIT estima que las plataformas digitales de trabajo representan entre el 3 y el
5 por ciento del empleo en la mayoría de los países, lo que genera
oportunidades de trabajo, pero también plantea desafíos en lo que respecta a
las condiciones de trabajo y la calidad del empleo” (recordemos que uno de los
puntos inscritos en el orden del día es la primera discusión normativa sobre el trabajo decente en la economía de
plataforma . Se menciona igualmente el impacto producido por el incremento del trabajo a
distancia, aún cuando se constata que “sigue siendo más bien un privilegio de
los países de ingresos altos y de determinados sectores y profesiones”.
La tesis central
de la Memoria, que se alinea con la defendida en muchos estudios e informes
sobre la tecnología, es que esta “debería centrarse en la forma de asegurar que
su utilización contribuya a la creación de empleo, la protección de los
derechos, el respeto de la dignidad, la mejora de la productividad y el fomento
de la confianza” (me permito remitir a la entrada “Nuevas reflexiones y
aportaciones sobre el impacto de la Inteligencia Artificial en general y en el
mundo del trabajo en particular” )
B) A continuación,
la Memoria se detiene en el análisis del cambio demográfico, con aportación de
datos que deben merecer especial atención en general, y al mundo del trabajo en
particular, como por ejemplo que para 2030 “habrá más personas mayores de 60
años que niños menores de 10 años”, y con dos tendencias contrapuestas que
afectarán sin duda a mi parecer, a las
tendencias migratorias a medio plazo: “un aumento de la población joven en
algunas regiones y un envejecimiento de la población en otras, como
consecuencia de la disminución de las tasas de fecundidad y de una mayor
longevidad”.
C) En relación con
el cambio climático, se pone de manifiesto que “si no se adoptan medidas
adecuadas, de aquí a 2030 entre 68 y 135 millones de personas más se podrían
ver sumidas en la pobreza como consecuencia del cambio climático”, y que “los
desplazamientos provocados por los desastres de origen climático fuerzan la
migración nacional e internacional y abocan a más trabajadores a la economía informal,
sin protección social ni capacidad para ejercer sus derechos fundamentales”. Se
rechaza contundentemente que las políticas climáticas estrictas obstaculicen el
crecimiento, ya que la realidad es que “si no se combate el cambio climático se
producirán perturbaciones mucho mayores en la economía y el mercado de trabajo.
Y la experiencia ha demostrado claramente que unas políticas bien concebidas
que promuevan la innovación pueden generar nuevas tecnologías, productos y
mercados que ofrezcan nuevas oportunidades de crecimiento del empleo y de trabajo
decente”, con una afirmación que merece especialmente destacarse en una entrada
como esta y que se refiere al mundo del trabajo: “el cambio climático no es
sólo una cuestión ambiental y económica, también amenaza los derechos humanos y
laborales”.
D) Por último, la
Memoria se detiene en el comercio y globalización para poner de manifiesto los desafíos
con los que se enfrente y las medidas que hay que adoptar para revertir la situación
en beneficio de toda la población trabajadora y de la mayor parte de empresas,
en especial de las de pequeña y mediana dimensión. Como aspectos negativos se
expone que “La falta de coordinación de las políticas comerciales —en un
entorno más marcado por la competencia a corto plazo que por la cooperación a
largo plazo— puede desestabilizar las cadenas de suministro, erosionar los mercados
de trabajo y minar la confianza de los inversores. Y, lo que es peor, los
enfoques antagónicos sobre la globalización, que con demasiada frecuencia han
pasado por alto las prioridades sociales y medioambientales, podrían fracturar
la interdependencia económica y exacerbar las desigualdades, dejando a los
trabajadores y los sectores de actividad expuestos a las peores consecuencias”.
En una clara
crítica a las medidas adoptadas por el gobierno de Estados Unidos, se afirma
que “Nadie sabe aún con certeza qué impacto tendrá la última serie de aumentos
arancelarios, pero la historia ha demostrado que la disminución de los
intercambios comerciales suele frenar el crecimiento. Y, aunque el crecimiento
inducido por el comercio no es necesariamente una fuente de creación de empleo
decente o un medio para promover los derechos de los trabajadores, no contar
con un sistema de comercio bien gestionado conlleva el enorme riesgo de que los
países se distancien aún más y de que las desigualdades aumenten entre los
países y dentro de ellos”.
La Memoria enfatiza
los esfuerzos de la OIT para liderar un llamamiento a un comercio generador de
empleo decente que beneficie a las personas, de tal forma que “el aumento
sustancial de cláusulas sociales y laborales en los acuerdos comerciales pone
de manifiesto la creciente toma de conciencia de que el comercio debe asentarse
en bases sociales sólidas”.
5. El capítulo IV
se dedica en primer lugar a “Actores y poder”, con muy especial atención a la
importancia que tienen los agentes sociales “en un mundo del trabajo
fragmentado”, el papel central que han ocupado, junto con los gobiernos, “en la
promoción del progreso económico y social durante el último siglo”, y la
consagración en las normas internacionales del trabajo de su desempeño de “una
función única y determinante en la protección del nexo entre el empleo, los derechos
y el crecimiento”, dando un valor relevante al diálogo social tripartito “para
la armonización de los objetivos económicos, sociales y políticos”, algo que
requiere sin duda alguna de organizaciones de empleadores y de trabajadores “sólidas,
independientes y representativas”. Constata las diferencias existentes a escala
mundial sobre las notas anteriores, debido a los cambios políticos, económicos,
sociales y culturales con incidencia en el mundo del trabajo. Sirvan como
ejemplo estos cambios que se exponen en la memoria:
Con respecto a las
organizaciones sindicales, “Existen varios factores que pueden influir en el
atractivo de la afiliación para los interlocutores sociales, en general, y los
trabajadores, en particular. La transición de economías centradas en la producción
a economías orientadas a los servicios ha reducido los puestos de trabajo en
sectores donde las tasas de sindicación eran tradicionalmente elevadas. El
empleo en el sector de los servicios, en particular en la economía informal, a
menudo está más fragmentado, lo que dificulta la organización de los
trabajadores. La globalización de las cadenas de suministro ha supuesto que la
producción se disgregue en distintos países, lo que ha dispersado a los
trabajadores en jurisdicciones que compiten entre sí, ha complicado la
solidaridad transfronteriza y ha reducido la influencia de sus organizaciones.
Además, los puestos de trabajo a tiempo parcial, temporales y en la economía de
plataformas digitales a menudo no ofrecen la seguridad en el empleo ni las prestaciones
que hacen atractiva la afiliación sindical. Asimismo, los trabajadores jóvenes
y los pertenecientes a algunas categorías específicas, como los trabajadores
rurales, a veces están menos familiarizados con las ventajas que conlleva la
afiliación a un sindicato o no consideran que les pueda beneficiar teniendo en
cuenta su situación laboral”.
Para el mundo
empresarial, “las organizaciones empresariales y de empleadores tienen
dificultades para mantener y ampliar su número de afiliados en un contexto de
cambios económicos, informalidad y nuevos modelos empresariales. Muchas han
respondido a ese desafío fusionándose con cámaras de comercio o formando
alianzas estratégicas y abordando cuestiones empresariales de una forma más
integral. Otras han ampliado su número de afiliados incorporando a pymes, sectores
emergentes y empresas del sector informal, lo que refuerza su pertinencia”.
La tesis central
de la Memoria, en suma, es que “fomentar una participación representativa para
abordar las necesidades y aspiraciones de las diferentes categorías de
trabajadores y empleadores en todos los segmentos de los mercados laborales,
así como de los agentes económicos y sociales, sigue siendo posiblemente el
mayor desafío para restablecer el nexo entre empleo, derechos y crecimiento que
sustenta el contrato social y legitima los sistemas de gobernanza política”, y
que para superarlo “... es necesario que los sindicatos y las organizaciones
empresariales y de empleadores adapten sus estrategias, interactúen con un
abanico más amplio de empleadores y de trabajadores, y encuentren nuevas maneras
de demostrar el valor que aportan en un panorama económico cambiante”.
Más adelante, la
Memoria presta especial atención al “desafío de la concentración del mercado y
del poder de mercado”, subrayando que en la era de la revolución digital en la
que vivimos, el crecimiento no está beneficiando a todo el mundo, y con
sufrimiento especial para las pymes, poniendo de relieve por una parte que “el
monopsonio en el mercado laboral es fruto del dominio de unos pocos «compradores»
de mano de obra en una zona geográfica o sector específico, lo que les otorga poder
de mercado para fijar salarios inferiores a los que prevalecerían en un mercado
competitivo”, y por otra que la concentración en las cadenas mundiales de
suministro “... lleva a que unas pocas empresas impongan sus condiciones en
toda la cadena de suministro o a que la producción se concentre en unos pocos
países sin que exista una razón imperiosa para ello”. Una concentración del
poder empresarial que, se afirma con claridad, “está socavando la vitalidad
económica y la prosperidad compartida”.
6. No todo ha de
ser una mirada negativa, y justamente después de todo el análisis anterior
llega el capítulo 5, con el título claramente significativo de “la democracia
como elemento cohesionador fundamental en el nexo entre el crecimiento, el
empleo y los derechos”.
Se centra la
Memoria en poner énfasis en las razones que explican que con el fomento de los
valores democráticos “se presta apoyo a los mecanismos capaces de alterar los
incentivos económicos que aportan mayor prosperidad a más personas. Estos
canalizan más inversiones hacia los bienes y servicios públicos, como la
atención de la salud, y estimulan la innovación, el emprendimiento y unos
niveles de productividad más elevados, factores —todos ellos— que propician el
crecimiento económico”. Igualmente, las democracias también fomentan la paz
social “a través del diálogo social con las organizaciones de empleadores y
trabajadores”.
Se trata de poner
en marcha, ya que los beneficios de un sistema democráticos no están garantizados
por sí mismos, “un nuevo compromiso con los valores democráticos”, que ponga el
acento en aquello que preocupa a la mayor parte de la ciudadanía, ya que si no
se hace de esta forma puede seguir incrementándose la “cultura del descontento”
y el debilitamiento de la cuestión social. Hay que dar respuesta, en suma, a
las preocupaciones existentes, y no corregidas, sobre “la falta de puestos
de trabajo decentes e ingresos justos; la reducida existencia de entornos
competitivos estables para las empresas; el persistente bloqueo político; la
incapacidad de acometer reformas económicas a largo plazo, y la sensación de
que las condiciones son desiguales”.
El compromiso con
los valores democráticos es un proceso de “aprendizaje continuo”, ya que (y
piénsese en la situación actual) es necesario “aprovechar el pleno potencial de
los mercados abiertos y competitivos para impulsar la innovación, el
crecimiento y las oportunidades de empleo, velando al mismo tiempo por la
protección de quienes se han quedado atrás”, en cuanto que “sin salvaguardias
sólidas —como la reglamentación en materia de competencia leal y antimonopolio,
un régimen tributario equitativo y políticas que promuevan la igualdad de
oportunidades y la distribución equitativa de la riqueza— existe el riesgo
de que los valores y las instituciones democráticos queden invalidados por un
reducido número de élites económicas”. Porque
el crecimiento sostenible, como defiende la OIT y se reconoce en muchos textos
constitucionales, “no sólo consiste en aumentar la producción, sino también en garantizar
que la prosperidad sea compartida, que los derechos estén protegidos y que
nadie se quede atrás”.
7. Último, pero no
menos importante, capítulo con el que se cierra la Memoria, el 6, en el que se
formula la pregunta de ¿qué hacemos ahora?, en el que, a modo de cierre, se
hacen afirmaciones que son también, así me lo parece, deseos de conseguir una
sociedad más justa y cohesionada. Termino con ellos, recomendado por supuesto a
todas las personas interesadas la lectura íntegra del texto:
“Lograr la
justicia social sigue siendo una responsabilidad que nos compete a todos, a
nivel individual, nacional y mundial. Desde una perspectiva mundial, las
alianzas deben basarse en valores democráticos. Para apoyar ese objetivo, se
necesita cooperación, lo que incluye la cooperación bilateral, la cooperación
Sur-Sur, la cooperación en el seno de las Naciones Unidas y la cooperación
multilateral. Nuestra Coalición Mundial para la Justicia Social brinda una importante
plataforma para esa cooperación, aprovechando la experiencia centenaria de la
OIT en la movilización de compromisos políticos, inversiones y acciones
concretas. Tenemos las ideas, disponemos de marcos y sabemos lo que funciona,
pero necesitamos traducir los compromisos en acción y ejecución”.
Buena lectura.
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