miércoles, 18 de enero de 2023

Las desigualdades se incrementan, y el mundo del trabajo las sufre cada vez más a escala internacional (OIT y Oxfam Intermon dixit, ¿y el Foro Económico Mundial?).

 

1. Fiel a su cita anual llega el Foro Económico Mundial de Davos durante la semana de 16 al 20 de enero  No menos fiel a su cita anual, para ponerle rostro a la realidad de millones de personas, muy  distinta de la de quienes se reúnen en la ciudad suiza, se publica el Informe anual de Oxfam Intermon, con un título que habla por sí solo: “La ley del más rico. Gravar la riqueza extremapara acabar con la desigualdad” . Y también fiel a su cita anual llega el siempre muy esperado Informe anual de la OIT “Perspectivas sociales y de empleo en el mundo” (texto íntegro en inglés   , amplio resumen en español )

Hace poco menos de dos años dediqué mi atención a los tres eventos, una vez finalizada la reunión del FEM, en el artículo “Crisis sanitaria, económica y social. De la reunión(virtual) del Foro de Davos (enero 2021), y a la espera de la presencial enSingapur (mayo), a los datos y problemas (reales) del mundo del trabajo.Lecturas recomendadas de Informes de la OIT y de Oxfam Intermon”.   Citaba las declaraciones del entonces Director General de la OIT, Guy Rider, que siguen siendo plenamente válidas en la actualidad..., aunque solo sea para constatar que, desgraciadamente, no se va a escala mundial por el camino que deseaba: ““Nos enfrentamos a una disyuntiva: una opción conduce a una recuperación dispar y no sostenible, con una desigualdad e inestabilidad cada vez mayores, susceptibles de agravar la crisis. La otra lleva a una recuperación centrada en las personas, con el fin de reconstruir mejor y promover el empleo, los ingresos y la protección social, así como los derechos de los trabajadores y el diálogo social. Si queremos una recuperación duradera, sostenible e integradora, este es el camino que deben seguir los responsables políticos.”. Y digo que no es la ruta actual la deseada por el Informe de 2021 de la OIT ya que ello se constata en el presentado el pasado 16 de enero.   

También había merecido mi atención el Foro de Davos desde el discurso muy crítico del Papa Francisco a la reunión de 2018, en el artículo “Pues no, el papa Francisco nose calló en Davos”  publicado en el blog de Cristianismo y Justicia   , en el que terminaba con una petición que mucho me temo que tampoco ha tenido éxito: “Lean el mensaje, vale la pena, señores y señoras asistentes a Davos, y aplíquenlo en su actividad política, económica y social cotidiana. Pero esto, lo dice quien firma, y no pasa, de momento, de ser sólo un deseo, que, eso sí, con el esfuerzo y la lucha de muchas personas, puede convertirse en realidad”.

Y este año el Foro de Davos se reúne teniendo como lema “Cooperación en un mundo fragmentado”. En un amplio artículo publicado en la página web del BBVA  se recogen los cinco ejes sobre los que se desarrollará su actividad: “1) Las crisis energéticas y alimentarias en el contexto de un nuevo sistema para la energía, el clima y la naturaleza. 2) La economía de alta inflación, bajo crecimiento y alta deuda en el contexto de un nuevo sistema para la inversión, el comercio y la infraestructura. 3) Los obstáculos de la industria en el contexto de un nuevo sistema para aprovechar las tecnologías para la innovación y la resiliencia del sector privado. 4) Las vulnerabilidades sociales en el contexto de un nuevo sistema de trabajo, habilidades y cuidados. 5) Los riesgos geopolíticos en el contexto de un nuevo sistema de diálogo y cooperación en un mundo multipolar”. El seguimiento de los documentos presentados y de sus debates puede hacerse a través de su página web 

Ya conocemos qué tesis sostuvo el Presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, en su intervención el día 17  En la citada página web de La Moncloa se encuentra muy detalladamente toda la actividad del Presidente en Davos, de la que cabe destacar a mi parecer unas frases de su discurso: “España estará a la altura del desafío", ha afirmado el presidente. "Mi país, mi Gobierno, estará en primera línea con aquellas naciones comprometidas en luchar por un mundo impulsado por la colaboración social y la responsabilidad medioambiental, y no por la fragmentación y el cortoplacismo", ha destacado, detallando que España lo hará comprometiéndose con las cuatro principales amenazas a las que el mundo se enfrenta actualmente: el impacto de la pandemia, la guerra en Ucrania, la crisis energética y la seguridad alimentaria”.

2. Y mientras la élite (más de 2700 personas según los datos facilitados por la organización( se reúnen en Davos, Oxfam Intermon, como “mosca cojonera” (lean este excelente artículo de Javier Cercas  ), recuerda que las desigualdades se han incrementado en el mundo desde el inicio de la pandemia provocada por la Covid-19, y formula propuestas para seguir defendiendo la necesidad de su reducción mediante una imposición adecuada a los “ultra ricos” que puede ser “la vía para lograr un mundo más justo, sostenible y sin pobreza”. Aquí están, en muy apretada y muy valiosa síntesis, los contenidos más relevantes del Informe, apoyados en informaciones debidamente constatadas, que son el punto de partida para las propuestas que se formulan en la última parte del documento:

“Desde 2020, el 1% más rico ha acaparado casi dos terceras partes de la nueva riqueza generada en el mundo, casi el doble que el 99 % restante”.

• La fortuna de los milmillonarios aumenta en 2700 millones de dólares cada día,6 mientras que los salarios de al menos 1700 millones de trabajadoras y trabajadores, más que la población de India, crecen por debajo de lo que sube la inflación.

• En 2022, las empresas energéticas y de alimentación duplicaron con creces sus beneficios, distribuyendo 257 000 millones de dólares en dividendos a sus ricos accionistas; todo ello mientras más de 800 millones de personas se iban a la cama con hambre cada noche.

• Por cada dólar recaudado en impuestos a nivel global, tan sólo 4 centavos se recaudan sobre la riqueza, y la mitad de los milmillonarios del mundo vive en países donde no se aplica ningún impuesto de sucesiones a la riqueza que heredan sus descendientes.

• Si se aplicara un impuesto a la riqueza de hasta el 5 % a los multimillonarios y milmillonarios podrían recaudarse 1,7 billones de dólares anualmente, lo que permitiría a 2000 millones de personas salir de la pobreza, además de financiar un plan mundial para acabar con el hambre”.

Añadamos a estos datos, y más adelante serán más detallados al abordar el Informe de la OIT, que el estudio de Oxfam subraya que en el año 2022 cerca de 1.700 millones de personas trabajadoras vieron incrementarse su salario en menor cuantía que el crecimiento de la inflación, “lo que redujo su capacidad para comprar alimentos o pagar las facturas energéticas”, y, sin entrar en su análisis ya que el informe se centra en temas fiscales, pone de manifiesto que “para romper este círculo de concentración de la riqueza sin fin en manos de los milmillonarios, los Gobiernos deben abordar cada una de las vías en las que el actual modelo económico está diseñado a su favor, incluida la legislación laboral, la privatización de los recursos públicos y la remuneración de los altos ejecutivos de las grandes corporaciones”.

3. Como cada año, se ha elaborado un informe específico para España, a cargo de Iñigo Macias-Aymar   y con la participación de un amplio grupo de personas colaboradoras, con un título que también es harto significativo de su contenido: “Sobre mucho mes al final del sueldo. Señales de una nueva estructurade la desigualdad en España” 

Tras un amplio y detallado análisis de las desigualdades en España se formulan recomendaciones dignas de interés y de ser tomadas en consideración. “impulsar una política de rentas equilibrada. Reforzar el impuesto a los beneficios extraordinarios. Luchas contra la elusión y la evasión fiscal. Reformar el impuesto de sociedades. Mejoras en la gobernanza empresarial y apoyo a la pequeña y mediana empresa”.

En el ámbito más concreto de las relaciones de trabajo, y en sintonía con propuestas presentadas recientemente por organizaciones sindicales, se postula la promoción de acuerdos sectoriales o intraempresa “que faciliten la recuperación (salarial) mediante acuerdos plurianuales con objetivos concretos de aumentos vinculados a la evolución de los márgenes empresariales”; recuperación, que no es otra cosas que decir “incremento adecuado” del Indicador Público de Rentas de Efectos Múltiples (IPREM), a fin y efecto de que aquellas personas que lo perciben no vean mermado su poder adquisitivo; una regulación que posibiliten el incremento del número de unidades familiares que pueden percibir el Ingreso Mínimo Vital, incluyendo, como novedad propuesta, el “reconocimiento del derecho a esta prestación de las familias en situación administrativa irregular con menores a cargo”; la apuesta por una política de empleo, y en esta línea soy del parecer que avanza la nueva Ley de Empleo (aun Proyecto, ya que queda pendiente la tramitación en el Senado), que ponga especial acento en la formación y recualificación de las  personas mas vulnerables, aquellas que tienen “menor cualificación y oportunidades de acceso al mercado de trabajo”; nuevas reformas laborales que vayan en la línea de mejorar las condiciones de trabajo de las personas trabajadoras que prestan sus servicios en contratas y subcontratas, y un control estricto del cumplimiento de la normativa sobre contratación; en fin, y con impacto no sólo en el ámbito laboral pero sí ciertamente con una fuerte presencia en el mismo, se pide, sin esperar a la aprobación de la propuesta de Directiva de la Unión Europea que se encuentra actualmente en tramitación, una ley española de “debida diligencia en derechos humanos y medioambientales para las empresas”, normativa sobre la que hay una reciente aportación doctrinal de indudable interés a cargo del profesor  David Lantarón “«Geolocalizando» a España en el contexto de la lucha porlos Derechos Humanos en el entorno de las cadenas mundiales de suministro  , publicada en el blog de net21.org / ; por no hablar de una propuesta que ya tiene largo recorrido teórico y muy poca aplicación en la realidad empresarial, cuál es la de establecer “en el marco de las políticas retributivas aprobadas por los accionistas, ratios máximas que no puedan superarse entre el salario del primer ejecutivo y el salario más bajo y ser aprobado posteriormente por la junta de accionistas”.

4. Desde la perspectiva académica que no se queda en  una torre de marfil sino que se acerca a la realidad política, económica y social, y también desde la reflexión social, los documentos que estoy analizando se enriquecen con la reciente publicación del último número de la revista Gaceta Sindical de la Confederación Sindical de Comisiones Obreras (núm. 39, diciembre 2022), dedicado monográficamente a “Geopolítica y dinámicas del capitalismo global” (véase un breve resumen en este enlace ). En la presentación, el director de la Revista, Jorge Aragón, explica que tiene por objetivo “tiene como objetivo aportar información, análisis y reflexiones sobre algunos aspectos relevantes de la compleja etapa histórica de “transición” que vivimos, tanto en el escenario internacional como europeo, y las posibles consecuencias de las políticas y estrategias que se adopten, en un presente marcado por la “incertidumbre”.  

En la Revista se incluyen numerosos artículos de interés para el mundo del trabajo, de los que permito destacar dos de ellos:

Uno, referido concretamente a España, a cargo de Carlos Martín   , director del gabinete económico confederal de CCOO, “Hoja de ruta para el éxito de España en un mundo reglobalizado”, que pone el acento en la necesidad de una ley de vivienda y en el impacto de la revolución digital.

Otro, de carácter más global a cargo de la economista Lucia Velasco   “El capitalismo de control y el futuro del empleo. Digitalización, inteligencia artificial y opresión”, en el que pide urgentemente un debate “con luz y taquígrafos sobre el capitalismo de control  que se está blanqueando en el futuro del trabajo”, habiendo pedido previamente algo que se está cada vez más planteando a escala internacional: “los sistemas de inteligencia artificial tienen el potencial de mejorar los lugares de trabajo, pero para garantizar un uso fiable en ello significa principalmente abordar los riesgos éticos que ya se están planteando y abrir un diálogo entre todas las partes interesadas”, además de insistir en que las personas trabajadores “tienen derecho a una explicación completa de como se utilizan los datos sobre ellos”, al igual que sus representantes. 

5. Una “incertidumbre” que es analizada, con la precisión y rigurosidad que caracterizan a sus análisis, por el destacado sociólogo brasileño Boaventura de Sousa Santos”, en un artículo publicado en 2016 y que sigue teniendo plena relevancia en el momento presente, y que muy probablemente haya incrementado su valor tras la pandemia, “La incertidumbre: entre el miedo y la esperanza”  del que reproduzco un fragmento que enlaza directamente, en la reflexión política, económica y social, con el Informe mundial de Oxfam Intermon, y en el plano más directamente vinculado al mundo del trabajo con el Informe 2023 de la OIT: “Un porcentaje cada vez mayor de la población mundial vive corriendo riesgos inminentes contra los cuales no existen seguros o, si los hay, son financieramente inaccesibles, como el riesgo de muerte en conflictos armados en que no participan activamente; el de contraer enfermedades causadas por sustancias peligrosas usadas de manera masiva, legal o ilegalmente; el riesgo de la violencia provocada por prejuicios raciales, sexistas, religiosos o de otro tipo; el de saqueo de sus escasos recursos, sean salarios o pensiones, en nombre de políticas de austeridad sobre las que no tienen ningún control; el riesgo de expulsión de sus tierras o sus casas por imperativos de políticas de desarrollo de las que nunca se beneficiarán; el de precariedad en el empleo y el colapso de expectativas suficientemente estabilizadas para planificar la vida personal y familiar en contra de la retórica propagandística de la autonomía y la iniciativa emprendedora.

En contrapartida, grupos sociales cada vez más minoritarios en términos demográficos acumulan un poder económico, social y político cada vez mayor, casi siempre basado en el dominio del capital financiero. Esta polarización viene de lejos, pero hoy es más transparente y tal vez más virulenta...”.

6. ¿Cuáles son las líneas maestras, los contenidos más destacados del Informe OIT 2023 que nos permiten acercarnos a la realidad mundial del mundo del trabajo? Destaco a continuación aquellas que creo de mayor interés, y recuerdo que los informes de años anteriores fueron analizados en “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo – Tendencias 2020. Notas al informe de la OIT y amplio  recordatorio de los anteriores (2014 a 2019)”,  , “El papel de las plataformas digitales en la transformación del mundo deltrabajo. Notas al Informe OIT 2021”  , y para 2022 “El incremento de las desigualdades durante la crisis. OIT,FOESSA, INTERMON-OXFAM. Lecturas recomendadas   . Del informe del pasado año, ya en fase de recuperación tras la pandemia, pero publicado poco antes de la invasión rusa de Ucrania y por consiguiente sin poder valorar el impacto político, económico y social, recupero sus conclusiones más significativas, para que los lectores y lectoras puedan compararlas con las plasmadas en el Informe del año en curso:

“En primer lugar que muchos de los logros en materia de trabajo decente conseguidos antes de la pandemia se han visto considerablemente afectados, y que “los déficits de trabajo decente preexistentes están mermando las perspectivas de una recuperación sostenible en muchas regiones”.

En segundo término, y en concreto sobre el impacto de la crisis, partiendo las últimas previsiones de crecimiento económico, se calcula que el total de horas trabajadas a escala mundial en 2022 se mantendrá casi un 2 por ciento por debajo de su nivel prepandémico una vez ajustado al crecimiento de la población, “lo que corresponde a un déficit equivalente a 52 millones de puestos de trabajo a tiempo completo (tomando como referencia una semana laboral de 48 horas)”. Seguiremos estando por debajo de la tasa de empleo de 2011, calculándose que en el presente año se sitúe en el 55,9 %, un 1.4 % inferior.

En tercer lugar, el desigual impacto de la crisis y afectación más negativa y grave para las naciones en desarrollo, que ya presentaban “mayores niveles de desigualdad, condiciones laborales más diversas y sistemas de protección social más débiles incluso antes de la pandemia”. Ello, no obstante, se produce un impacto negativo de la crisis en todas las regiones mundiales, subrayándose en el documento que “en general, los indicadores clave del mercado de trabajo aún no han vuelto a los niveles anteriores a la pandemia en ninguna de las regiones: África, las Américas, los Estados Árabes, Asia y el Pacífico, y Europa y Asia Central”.

En cuarto lugar, que la economía informal, que había sido en muchos países un amortiguador en crisis anteriores, no lo ha sido en la presente por su impacto en todos los sectores económicos, y que además se ha constituido en un freno para que las personas y empresas que operan en ella se vieran beneficiadas de las ayudas públicas, ya que “las empresas informales han tenido menos posibilidades de acceder a las líneas de crédito formales o al apoyo gubernamental relacionado con la COVID-19”.

En quinto lugar, el impacto que provoca en la reconfiguración de las relaciones económicas y laborales, dados los cambios producidos por el incremento de la actividad en línea, el incremento de costes comerciales y su repercusión en las cadenas de producción y la “renacionalización” de algunas de las actividades anteriormente externalizadas.

En sexto lugar, la OIT alerta del incremento de las desigualdades tecnológicas, que no solo afectan ni mucho menos al ámbito laboral, y del crecimiento de la brecha de género, así como de su afectación especial a jóvenes que se vieron afectados en su etapa educativa por la crisis de 2008 y que ahora sufren, en sus primeras fases de vida laboral, la actual, y se preocupa, como no podría ser de otra forma, por el impacto que todo ello tiene no sólo sobre la cantidad sino también sobre la calidad del trabajo, poniendo en riesgo el objetivo perseguido de un trabajo decente y digno.

Por fin, en séptimo lugar, y en esta muy apretada y totalmente subjetiva síntesis del documento que he realizado, la OIT enfatiza la necesidad de abordar la crisis y sus secuelas desde los cuatro pilares que son el santo y seña de sus últimos documentos y por supuesto también de la Declaración de su Centenario: el crecimiento económico y el desarrollo inclusivos; la protección de todos los trabajadores; la protección social universal, y el diálogo social”.

7.El Informe de 2023 va acompañado de un vídeo de presentación y de una amplia nota de prensa titulada “Los trabajadores podrían verse obligados a aceptar empleos de menorcalidad como consecuencia de la desaceleración económica”, y acompañada del subtítulo “el insuficiente aumento del empleo a escala mundial y la dificultad para fomentar el empleo decente pueden poner en riesgo la justicia social” El director general, Gilbert F. Houngbo, a buen seguro que habrá utilizado el Informe en su intervención en Davos para poner de manifiesto que “En un mundo fragmentado donde la paz duradera está en peligro, es crucial para nosotros elevar el debate sobre la justicia social porque sin ella no hay paz duradera, no hay crecimiento económico sostenido ni creación de riqueza” 

Sus conclusiones más relevantes, en las que hay que prestar especial atención a las diferencias existentes entre los países de ingresos altos, medianos y bajos, son las siguientes:

“...El déficit mundial de empleo ascendió a 473 millones de personas en 2022, lo que corresponde a una tasa de incidencia de déficit de empleo del 12,3 por ciento”. La OIT acuña una nueva medida (déficit mundial de empleo), que califica como “la necesidad insatisfecha de empleo en el mundo”, que comprende tanto a las personas desempleadas (205 millones, tasa del 5,8 por ciento de desempleo) y de otras personas que “aun teniendo una necesidad insatisfecha de empleo, no forman parte de la población activa al no cumplir los criterios para inscribirse en la categoría de desempleados” (268 millones) que tiene especial impacto entre las mujeres, cuyo déficit de empleo es del 15,5 % frente al 10,5 % de los hombres, y ello “a pesar de que hombres y mujeres presentan tasas de desempleo similares”, pudiendo relacionarse este dato con la diferencia existente en la tasa mundial de actividad, negativa de casi 25 puntos para las mujeres con respecto a los hombres (47,4 y 72,3 %, respectivamente).

La importancia del trabajo informal sigue siendo muy elevada a escala mundial, ya que si bien se había reducido en el período anterior a la pandemia, el crecimiento posterior del empleo le ha dado un nuevo impulso, calculándose en el Informe que cerca de 2.000 millones de trabajadores tienen un empleo informal en el mundo, con la evidente disminución de cobertura laboral y de protección social que ello significa, que aún se pone más de manifiesto en el dato de que “solo el 47 % de la población mundial está efectivamente cubierta por una prestación social, lo que significa que más de 4.000 millones de personas siguen careciendo de esta forma de protección”, que evidentemente impacta de forma negativa mucho más en los países de ingresos medianos y bajos, algo que lleva al Informe a constatar que muchas personas trabajadoras “no dejarán de trabajar, sino que se verán obligadas a buscar empleo en le economía informal a medida que se desacelere la actividad económica”, y nuevamente con especial afectación negativa a las mujeres, en cuanto que “cuatro de cada cinco puestos de trabajo de mujeres creados en 2022 eran informales, frente a solo dos de cada tres puestos de hombres”.

Es justamente este incremento de la informalidad el que va de la mano con salarios bajos y poco interés empresarial en la formación de ese personal, algo que obviamente no ocurre en aquellas empresas, sectores y países, en donde las relaciones laborales tienen un adecuado marco normativo, unas organizaciones sindicales y empresariales potentes, y unas autoridades que se encargan de velar eficientemente por el respeto de la normativa, tanto de la legal como de la convencional.  Formación, cualificación y preparación profesional que cada vez es más necesaria ante la rapidez del cambio tecnológico y que lleva al Informe, como ya se ha hecho en los de años anteriores, a resaltar la importancia de su potenciación, con la aportación de un dato que es merecedor de atención, al mismo tiempo que de preocupación: “en el mundo actual, dos tercios de los trabajadores jóvenes carecen de competencias básicas, circunstancia que coarta sus oportunidades laborales y los obliga a aceptar formas de empleo de menor calidad”

No menos preocupante es el dato de haber 214 millones de personas, o lo que es lo mismo el 6,4 % de las personas empleadas, que eran “personas trabajadoras pobres” y en situación de pobreza extrema (ingresos inferiores a 1,90 dólares EE. UU al día por persona en condiciones de paridad en el poder adquisitivo). Son estos datos, y muchos otros recogidos en el Informe, los que llevan a constatar a quienes lo han elaborado que “persisten en todo el mundo importantes déficits de trabajo decente que quebrantan la justicia social”, que también afectan a los jóvenes, en especial a quienes no curan estudios ni tampoco llevan a cabo una actividad laboral, y a las personas de edad avanzada (mucho más protegidas, con medidas laborales y de protección social en los países de ingresos altos).

Entre los factores que afectan al freno del crecimiento del empleo y al incremento de las desigualdades se destacan tanto el impacto de la pandemia como el incremento del precio de las materias primas y que impacta considerablemente en el coste de la vida, y estrechamente relacionada con la anterior, o más bien causa directa de la misma, la crisis geopolítica que tiene su epicentro actual en la guerra de Ucrania. Ahora bien, si estos factores son cercanos en el tiempo, no conviene olvidar que hay otros de carácter estructural y sobre los que se está llamando la atención desde hace mucho tiempo: el cambio climático, el envejecimiento de la población en los países desarrollados y con la preocupación por parte de sus gobiernos de captar la migración más cualificada, y el cambio tecnológico, del que se afirma con evidente espíritu crítico, y sin desconocer su potencial favorable para la creación de determinado empleo, que “aún no ha cumplido las optimistas predicciones sobre su potencial para acelerar el crecimiento de la productividad y aligerar las tareas más ingratas del trabajo”.   

Si en el informe de 2022 se ponía el acento en la diferencia existente entre el crecimiento del empleo, por una parte, y la no recuperación del número de horas trabajadas antes de la pandemia, por otra, los datos del Informe 2023 van en la misma dirección, ya que el ligero crecimiento previsto del empleo, 1 %, no va a contribuir al crecimiento del número de horas trabajadas, que en 2022 se mantuvo  “un 1,4 por ciento por debajo del cuarto trimestre de 2019”, cifra que representa “el equivalente a 41 millones de puestos de trabajo a tiempo completo (de 48 horas semanales). Tampoco va a contribuir a la disminución del desempleo, que en 2022 todavía estaba 13 millones por encima de los datos de 2019.

Déficit de puestos de trabajo que también afecta a la calidad del empleo, tanto por el crecimiento de la informalidad como por la disminución del poder adquisitivo de los salarios frente al crecimiento de la inflación, así como por las irregularidades en la distribución de los tiempos de trabajo y las consiguientes dificultades para conciliar vidas familiares, personal y familiares. Dicho sea incidentalmente, sobre esta problemática en España, ciertamente con reflexiones y datos anteriores a la importante, y claramente positiva a mi parecer, reforma laboral de 2021, es de mucho interés el artículo de la profesora Helena Ysás Molinero, “La precariedad en el empleo en España: apuntes sobre sus principalescondicionantes jurídicos”  , cuyo resumen nos permite conocer ya de forma muy acertada su contenido: “La precariedad en el empleo tiene múltiples dimensiones, tanto en cuanto a su descripción, como a su explicación y posibles acciones para revertirla. El presente texto repasa algunos de los principales factores de carácter jurídico que permiten entender la extensión y profundidad del fenómeno, centrando la atención en cuatro elementos configuradores de la relación de trabajo, como son la duración del contrato (contratación temporal), la duración de la jornada (contratación a tiempo parcial), el salario, y la distribución de la jornada de trabajo (su planificación). La regulación de algunos de estos aspectos aporta elementos para entender las distintas formas de precariedad: la insuficiencia e inestabilidad en los ingresos y la inseguridad respecto al desarrollo de las carreras profesionales, así como la imprevisibilidad del tiempo de trabajo y su repercusión sobre los tiempos de vida. La recopilación de algunos datos permite dibujar el alcance de la precariedad laboral en España, y, en consecuencia, pone en contexto la necesidad de cambios normativos para que la regulación legal no contribuya a la precarización de las relaciones de trabajo. Si bien ha de reconocerse que la precariedad solo puede entenderse plenamente a partir de determinantes que escapan a la lógica jurídica y, en consecuencia, éstos serán determinantes para su reversión, no es menos cierto que la regulación laboral tiene capacidad para limitar su extensión”.

Las reflexiones de la profesora Ysàs encajan perfectamente con muchos de los problemas que se viven a escala mundial y que contribuyen a cuestionar la calidad del empleo y la obtención del objetivo perseguido por la OIT, el empleo decente, en el bien entendido, y aquí el Informe se detiene con detalle, al igual que los anteriores, sobre las diferencias regionales, y también sobre el impacto que la pandemia ha tenido sobre la reorganización de las cadenas mundiales de suministros, de tal manera que la desaceleración de la demanda que se ha producido en países de ingreso altos ha tenido indudable impacto en los de ingresos medianos y bajos, ya que “se calcula que, en promedio, el 11,3 por ciento de los puestos de trabajo de la muestra de 24 países de ingresos medianos sobre los que se dispone de datos –excluidos los sectores de la agricultura y los servicios no mercantiles– dependen de las cadenas mundiales de suministro que los vinculan con los países de ingresos altos (véase el anexo D). En algunas economías más pequeñas, la proporción supera con creces el 20 por ciento”. La perdida de importancia del volumen de empleo en dichas cadenas, al menos en los países en los que se lleva a cabo una buena parte de la actividad, lleva al Informe a plantear, con evidente apoyo argumental, que el crecimiento del empleo en aquellos puede irse desviando hacia aquellas actividades en las que la calidad media del empleo puede disminuir.

Más empleo, mejor calidad, e incremento de la productividad, en el marco de políticas económicas y sociales respetuosas con el medio ambiente y socialmente responsables, son factores que van unidos, por lo que no es de extrañar en absoluto la especial preocupación manifestada en el Informe por el descenso de aquella, subrayándose que “en los dos últimos decenios se ha producido una desaceleración gradual del crecimiento de la productividad, más abrupta en las economías avanzadas, pero cada vez más perceptible también en las principales economías emergentes”, alertando igualmente del crecimiento de la concentración industrial en determinados sectores y el reparto muy poco repartido de las mejoras obtenidas por las innovaciones tecnológicas, y unido todo ello a la incertidumbre provocada por las crisis políticas que han debilitado las inversiones, con lo que ello ha conllevado de traslación del impacto desde los países desarrollados al resto, considerado por el Informe, con razón, de “un asunto muy preocupante, ya que el crecimiento de la productividad es imprescindible para abordar las crisis actuales simultáneas de poder adquisitivo, de bienestar y de sostenibilidad ecológica”. .  

La OIT y el Foro Económico Mundial parecen haberse puesto de acuerdo en  los títulos, que no en buena parte de sus contenidos, de su informe y de su reunión anual. Si para el  Informe está dedicado a la fragmentación del espacio político mundial. De ahí que en el ámbito de sus aportaciones laborales y de protección social, la OIT subraye la necesidad de potenciar el AceleradorMundial de Empleo y la Protección Social para transiciones justas”,    lanzado por las Naciones Unidas, la promoción durante este año de la “Coalición Mundial para la Justicia Social”   , y seguir insistiendo en la importancia del diálogo social. Estas propuestas del Informe, con las que cierro la presente entrada, quedan muy bien reflejadas en este fragmento del resumen: “Con el triple propósito de acelerar los avances en la reducción del déficit mundial de empleo, reforzar la calidad de los puestos de trabajo y proteger los ingresos reales, será necesario renovar la coordinación de las políticas y el diálogo social. El fortalecimiento del contrato social mundial también deberá integrar objetivos a más largo plazo, tratando de abordar las amenazas del cambio climático y de resolver al mismo tiempo los déficits de desarrollo y nivel de vida, en parte mediante un crecimiento más rápido de la productividad. Los gobiernos e interlocutores sociales deberían aprovechar el momento para ensanchar su colaboración con ese fin”.

Buena lectura.

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