1. El martes 19 de
noviembre se celebrará en la Universidad Carlos III de Madrid, una jornada de
estudio sobre “Trabajo decente y Objetivos de Desarrollo Sostenible en el Centenariode la OIT". En dicha jornada, que contará con la presencia de cualificadas y
cualificados miembros de la academia (profesoras María Emilia Casas, Dulce Cairós y Gema Quintero, y profesores Fernando García y Antonio Baylos) se analizarán
los objetivos y mestas socio-laborales contempladas en los ODS de la Agenda2030 de las Naciones Unidas.
Igualmente, tendrá
lugar la presentación, a cargo del director de la Oficina de la OIT en España
Joaquín Nieto, de la “Iniciativa interuniversitaria OIT para el trabajo
decente, los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) y la justicia social”,
que según se explica en la página web de la Oficina, pretende dar continuidad a
la relación entre el OIT y el mundo académico iniciada con los debates y jornadas
de estudio sobre la Iniciativa sobre el futuro del trabajo puesta en marcha por
dicha organización internacional en 2017.
La Iniciativa,
lanzada por el Departamento de Investigación (Research) de la OIT y la Oficina
de la organización para España, pretende, tal como se explica en la “nota
conceptual” remitida a todas las Universidades que han firmado, o están en
trámite de hacerlo, memorandos de entendimiento o convenios de colaboración con
la OIT, “dar cauces de participación a la colaboración entre la OIT y el mundo
académico, que permitan disponer de la amplia e interesante producción
académica que existe en España, que
constituye un patrimonio sumamente valioso para la comprensión de los cambios
que viene experimentando el mundo del trabajo”. Sus objetivos son “Conformar un
espacio interuniversitario en el que se promueva la investigación y difusión de
conocimiento científico sobre el trabajo decente, los objetivos de desarrollo
sostenible y la justicia social”, y “Desarrollar un enfoque interdisciplinario
en las investigaciones que se produzcan en el marco de la Iniciativa”.
La Iniciativa se
propone profundizar en líneas de investigación que afecten especialmente al mundo
del trabajo en la sociedad cambiante en la que vivimos y en donde cada vez son
más relevantes cuestiones tales como “las transformaciones tecnológicas y
digitales, los cambios en la organización de la producción y del trabajo, la
transición energética y ecológica para hacer frente al cambio climático, las
tendencias demográficas desiguales en un mundo desigual, y las crecientes
demandas en favor de la igualdad de género”. Entre
las actividades que promoverá la Iniciativa se encuentra la celebración de
nuevos debates y jornadas de trabajo, así como la organización de la primera
edición del “Congreso interuniversitario OIT”.
Entre las numerosas
línea de investigación prioritarias propuestas se encuentran las de “desigualdades
e inclusión social”, y “protección social y fiscalidad”, y si hago referencia
concretas a estas dos, sin menospreciar en modo algunos las restantes propuestas,
es justamente porque en el orden del día de la próxima Conferencia Internacional
del Trabajo serán objeto de discusión (puntos IV y V. “Las desigualdades en el
mundo del trabajo, Discusión general”, y “Discusión recurrente sobre el
objetivo estratégico de la protección social – seguridad social – con arreglo
al seguimiento de la OIT sobre la justicia social para una globalización
equitativa”).
Justamente, el
Informe de las Naciones Unidas de 2019 sobre el grado de cumplimiento de losODS
pone claramente el acento en la problemática de la desigualdad, desde una
perspectiva global y no únicamente de índole laboral, haciéndolo con datos muy
significativos a la par que preocupantes: “Otra gran problemática de nuestro
tiempo es el aumento de la desigualdad entre y dentro de los países. La
pobreza, el hambre y las enfermedades siguen concentrándose en los grupos de
personas y países más pobres y vulnerables. Más del 90% de las muertes maternas
ocurren en países de ingresos bajos y medios. Tres cuartas partes de todos los
niños con retraso de crecimiento viven en Asia meridional y África
subsahariana. Las personas que viven en estados vulnerables tienen un riesgo
dos veces mayor de carecer de saneamiento básico y aproximadamente cuatro veces
mayor de carecer de servicios básicos de agua potable que las personas en
situaciones no vulnerables. Los jóvenes tienen un riesgo tres veces mayor de
estar desempleados que los adultos. Las mujeres y las niñas realizan una parte
desproporcionada del trabajo doméstico no remunerado y no cuentan con autonomía
en la toma de decisiones”.
Sobre los debates
y jornadas celebrados sobre la iniciativa para el futuro del trabajo centré mi
atención en especial en dos anteriores entradas del blog, a las que ahora me
permito remitir a las personas interesadas: “La iniciativa sobre el futuro deltrabajo y el Memorando de entendimiento suscrito el 24 de enero entre la UAB yla OIT. Una herramienta para potenciar los derechos sociales”, y “Tras el Congreso OIT/Sevilla (7 y 8 de febrero) sobre el futuro del trabajo.Sigamos debatiendo y haciendo propuestas para un mundo mejor”.
2. La organización
del evento ha tenido la amabilidad, que le agradezco, de invitarme a participar
para hablar sobre aquello que es el título de la presente entrada, es decir la
Declaración del Centenario de la OIT y los ODS.
Dicha invitación
me parece una excelente oportunidad para analizar, obviamente de forma más
detallada que en mi intervención oral, las relaciones entre dicha declaración y
los ODS, en el bien entendido que el punto de referencia central sobre el que
debe girar la exposición es el del trabajo decente, recuperando cuando lo he
considerado necesario algunas tesis e ideas expuestas en anteriores
aportaciones propias, y destacando los contenidos más relevantes, a efectos de
relacionarlas, de la Declaración y de los ODS, en especial obviamente aquellos
que guardan relación, de manera más o menos directa, con el mundo del trabajo.
Por ello, el
primer bloque de mi exposición se centra sobre el trabajo decente, al que la
propia Oficina de la OIT en España dedicó especial atención en una notaexplicativa sobre el mismo con ocasión de la celebración el pasado 7 de octubre
del día del trabajo decente, poniendo de manifiesto que forma parte de los compromisos adoptados por toda la
comunidad internacional en el marco de los ODS, y que es necesario seguir insistiendo
en la importancia de adoptar las medidas adecuadas para su aplicación y
desarrollo, ya que “todavía hoy, en 2019, hay que superar enormes desafíos para
alcanzar el trabajo decente para todas las personas del mundo del trabajo, que
constituye el Objetivo nº 8 de los mencionados ODS”, y subrayando que los
objetivos marcados en la Declaración del Cententario, y que deben ser compartidas
con las demás instituciones multilaterales, “están incluidas en los ODS de la
Agenda 2030 de la ONU, en particular en el Objetivo nº 8…”.
Y que en efecto,
queda mucho por hacer se constata en un muy reciente informe publicado por la
OIT, el 31 de octubre, que lleva por título “Time to act for SGD 8. Integrating decent work, sustainedgrowth and environmental integrity”. El informe fue presentado previamente ante el
Foro político de alto nivel de las Naciones Unidas sobre el desarrollo
sostenible, celebrado en Nueva York del 8 al 19 de julio, y en el documento se
recoge, según se explica en la nota oficial de presentación, que “ la mayoría
de los países todavía tienen un largo camino que recorrer para lograr un trabajo
decente e inclusivo para todos”.
Según el informe, en muchos lugares del mundo, el avance hacia la consecución
del ODS 8 está ralentizándose, por lo que “Es imperativo acelerar los
esfuerzos, a fin de lograr cambios transformadores que respalden las tres
dimensiones del ODS 8 relativas al crecimiento económico sostenido, inclusivo y
sostenible”. Queda ciertamente mucho por
hacer ya que la evidencia empírica pone de manifiesto, por citar dos datos
significativos, que el desempleo es muy elevado en muchos países, y que siguen
existiendo diferencias importantes en materia de igualdad salarial entre hombres
y mujeres., alertando el documento de la necesidad de poner en marcha medidas
estructurales de transformación,
diversificación e innovación en los ámbitos productivos de lograr a largo plazo
un crecimiento de la productividad, mejorar los niveles de renta y las oportunidades
para alcanzar un trabajo decente, teniendo bien presente la importancia del
cambio tecnológico y el impacto del cambio climático.
En el informe se
destaca que “Los objetivos del ODS núm. 8 están estrechamente entrelazados con
los objetivos de la OIT. Así, la referencia al "empleo pleno y productivo
y trabajo decente para todos" toma prestada la terminología del Programa
de Trabajo decente de la OIT (1999), mientras que la Declaración del Centenario
de la OIT toma prestado la frase de ODS 8 de "promover un crecimiento
económico sostenido, inclusivo y sostenible" en su estrategia para un
enfoque centrado en las personas sobre el futuro del trabajo. Haciendo hincapié
en las necesidades de la sociedad y del medio ambiente, esta estrategia abre
una vía de transformación. hacia el crecimiento económico y el
desarrollo".
La conclusión del
Informe es la siguiente: “es esencial acelerar el avance hacia el ODS 8. Para
ello, se necesita una agenda política amplia e integrada que tenga en cuenta
las interrelaciones dinámicas entre el ODS 8 y otros objetivos. El programa de
trabajo decente de la OIT y su enfoque integrado de las políticas de empleo,
las normas, las instituciones laborales y el diálogo social son puntos de
referencia clave. La comunidad internacional debe avanzar por un camino de
transformación y equilibrio hacia el trabajo decente, el crecimiento sostenible
y la integridad del medio ambiente. El fortalecimiento del compromiso con el
sistema multilateral es de la mayor urgencia si la visión de un
"crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible" debe
hacerse realidad. Deberían redoblarse los esfuerzos nacionales e
internacionales para diseñar y financiar y aplicar políticas innovadoras que
apoyen el progreso hacia el ODS 8.
3. ¿Qué es
el trabajo decente? Hace ya casi veinte años, el entonces director general de
la OIT, Juan Somavía, presentaba la Memoria a la Conferencia Internacional del
Trabajo de 1999, que llevaba por título “Trabajo decente”,
en cuyo prólogo se afirmaba que proponía “una finalidad primordial para la OIT
en estos momentos de transición mundial, a saber, la disponibilidad de un
trabajo decente para los hombres y las mujeres del mundo entero. Es la
necesidad más difundida, que comparten los individuos, las familias y las comunidades
en todo tipo de sociedad y nivel de desarrollo. El trabajo decente es una
reivindicación mundial con la que están confrontados los dirigentes políticos y
de empresa de todo el mundo. Nuestro futuro común depende en gran parte de cómo
hagamos frente a ese desafío”.
A partir de
entonces han sido numerosos los documentos elaborados sobre el trabajo decente,
conceptuado en términos generales como “el trabajo productivo para los hombres
y mujeres en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana”, y
ya concretado en los programas de trabajo decente (PTD) por países, que reposan
sobre los cuatro pilares que son la creación de empleo y el desarrollo de las
empresas, la protección social, las normas y derechos en el trabajo, y la
gobernanza y diálogo social.
La necesidad
de tener en consideración la realidad económica y social de cada país en la
puesta en marcha de los PTD, al mismo tiempo que garantizando su cobertura a
escala mundial, ha sido reiteradamente subrayada en los estudios e informes de
la OIT, de los que ahora me interesar destacar, la “Guía práctica para laincorporación sistemática del trabajo y empleo decente”, y remito a su atenta lectura a todas las
personas interesadas en la que se pone de manifiesto, muy correctamente a mi
parecer, que “Mientras que, por una parte, es necesario crear un entorno
mundial favorable al empleo y al trabajo decente, por otra parte también hace
falta fomentar y apoyar la acción en los niveles local y comunitario a fin de
beneficiar a la mayor parte de la fuerza de trabajo de todos los países,
cualquiera que sea su nivel de desarrollo, y en particular de los países en
desarrollo, en los cuales debería prestarse especial atención a la necesidad de
mejorar la economía informal, el sector agrícola y las microempresas y pequeñas
empresas”.
El reto de
todas las políticas sobre el empleo y trabajo decente, sigue señalando la guía
con acierto, es el de “generar un cambio de paradigma en nuestro pensamiento,
de forma que consideremos los resultados que nuestras políticas y programas
pueden tener en el empleo y el trabajo decente antes de su formulación, a fin
de minimizar los efectos adversos y de potenciar al máximo los resultados
positivos”, enfatizando que “se trata de una dificultad a la que también
tuvimos que hacer frente durante el proceso de incorporación de las cuestiones
de género, pero que se ha superado poco a poco, como lo demuestra el hecho de
que la perspectiva de género se utiliza ahora habitualmente en la formulación
de las políticas y los programas”.
Me refiero a continuación a la acogida del concepto de trabajo decente en
la Agenda 2030 de la ONU.
En efecto, el concepto
de trabajo decente ha sido incluido, y con fuerza, entre los objetivos de la
Agenda 2030 de la ONU para el desarrollo sostenible, definida esta en su
preámbulo como “un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la
prosperidad”, enfatizando que “Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y las
169 metas que anunciamos hoy demuestran la magnitud de esta ambiciosa nueva
Agenda universal. Con ellos se pretende retomar los Objetivos de Desarrollo del
Milenio y conseguir lo que estos no lograron. También se pretende hacer
realidad los derechos humanos de todas las personas y alcanzar la igualdad
entre los géneros y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas. Los
Objetivos y las metas son de carácter integrado e indivisible y conjugan las
tres dimensiones del desarrollo sostenible: económica, social y ambiental”.
Con respecto
al objetivo 8, el Informe antes citado de la OIT destaca que varias metas
fijadas en el mismo tiene especial importancia por su relación con el respeto y
cumplimiento de los principios y derechos fundamentales en el trabajo,
básicamente los apartados 5 a 8, aun cuando también en varios de los restantes
objetivos encontramos relación con tales principios y derechos, como por
ejemplo el número 1 que está centrado en la reducción de la pobreza y en la
garantía de una adecuada protección social. Repárese, pues, que la actividad de
la OIT para la consecución de las metas fijadas en el objetivo 8 no se detienen
únicamente en dicho texto, sino que se extienden a otras muchas, y que
requerirá (obsérvese su relación con la gobernanza y el diálogo social),
“disponer de un marco de instituciones, organizaciones, leyes y políticas, y de
una cultura de diálogo social que permitan gobernar el mundo del trabajo y el
funcionamiento de los mercados laborales”.
En efecto,
la Agenda 2030 sobre desarrollo sostenible tiene como Objetivo 1 poner fin a la
pobreza en todas sus formas en todo el mundo, fijándose como objetivos concreto
“1.1 Para 2030, erradicar la pobreza extrema para todas las personas en el
mundo, actualmente medida por un ingreso por persona inferior a 1,25 dólares de
los Estados Unidos al día 1.2 Para 2030, reducir al menos a la mitad la
proporción de hombres, mujeres y niños de todas las edades que viven en la
pobreza en todas sus dimensiones con arreglo a las definiciones nacionales 1.3
Poner en práctica a nivel nacional sistemas y medidas apropiadas de protección
social para todos, incluidos niveles mínimos, y, para 2030, lograr una amplia
cobertura de los pobres y los vulnerables”. Por otra parte, su objetivo 8 es el
de promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el
empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos, con mención expresa
a “8.3 Promover políticas orientadas al desarrollo que apoyen las actividades
productivas, la creación de empleo decente, el emprendimiento, la creatividad y
la innovación, y alentar la oficialización y el crecimiento de las
microempresas y las pequeñas y medianas empresas, entre otras cosas mediante el
acceso a servicios financieros 8.5 Para 2030, lograr el empleo pleno y
productivo y garantizar un trabajo decente para todos los hombres y mujeres,
incluidos los jóvenes y las personas con discapacidad, y la igualdad de
remuneración por trabajo de igual valor 8.8 Proteger los derechos laborales y
promover un entorno de trabajo seguro y protegido para todos los trabajadores,
incluidos los trabajadores migrantes, en particular las mujeres migrantes y las
personas con empleos precarios”. Probablemente, lo dejo apuntado, el logro del
trabajo decente para los trabajadores migrante sea uno de los retos más
acuciante, tanto presente como de inmediato futuro.
4. Pasemos ya al
examen del contenido de la Declaración del Centenario y de los ODS que más directamente
guardan a mi parecer relación con aquella. Vayamos por partes y analicemos en
primer lugar el contenido de la Declaración del Centenario.
La 108ª
Conferencia Internacional del Trabajo, celebrada del 10 al 21 de junio en la
sede de la OIT en Ginebra, aprobó el último día de la reunión dicha Declaración.
Para el Director general, Guy Rider, se trata de “una hoja de ruta, una brújula
que nos guiará al futuro de esta organización, puesto que el futuro del trabajo
es el futuro de nuestra organización".
Junto a la
Declaración se aprobó una Resolución por la que se pide al Consejo de Administración
“que examine, lo antes posible, propuestas para incluir las condiciones de
trabajo seguras y saludables en el marco de la OIT relativo a los principios y
derechos fundamentales en el trabajo”, le invita a que “pida al Director
General que tenga debidamente en cuenta la Declaración para que sus prioridades
se reflejen en el contenido y la estructura de las propuestas de Programa y
Presupuesto para 2020-2021 y futuros bienios, que serán sometidas a la
consideración del Consejo de Administración, asignando los recursos adecuados a
tal fin”, así como le exhorta “a finalizar lo antes posible el proceso de
ratificación del Instrumento de Enmienda de 1986 a la Constitución de la OIT a
fin de consolidar definitivamente la democratización del funcionamiento y de la
composición de los órganos rectores de la OIT”, y finalmente le invita a que
“pida al
Director General que
presente al Consejo de Administración propuestas
destinadas a promover una
mayor coherencia en el marco del
sistema multilateral”.
Según puede leerse
en la nota de prensa de la última sesión, “La Declaración está orientada al
futuro del trabajo con arreglo a un enfoque centrado en el ser humano. Hace
hincapié en la promoción de los beneficios que la transformación del mundo del
trabajo brinda a las personas, sobre la base del fortalecimiento de las
instituciones laborales, a fin de velar por una protección adecuada de todos
los trabajadores, la promoción de un desarrollo duradero, inclusivo y
sostenible, y el fomento del empleo pleno y productivo. Entre las esferas de
acción específicas que se han establecido cabe destacar: el cumplimiento eficaz
de la igualdad de género en materia de oportunidades y de trato, la promoción
de un sistema eficaz de aprendizaje permanente y de enseñanza de calidad para
todos, el acceso universal a protección social general sostenible, el respeto
de los derechos fundamentales de los trabajadores, el derecho a un salario
mínimo adecuado, el establecimiento de límites máximos del tiempo de trabajo,
el fomento de la seguridad y la salud en el trabajo, la formulación de
políticas que promuevan el trabajo decente y la productividad, a aplicación de
políticas y medidas que garanticen la privacidad y la protección de la
información personal, y que permitan dar respuesta a los retos y las
oportunidades del mundo del trabajo en relación con la transformación digital
del trabajo, incluido el que se realiza a través de plataformas en línea”.
Si comparamos eltexto final aprobado con el “proyecto de declaración” hecho público el 13 de mayo a mi parecer, el texto final ha reforzado la
vinculación de todas las políticas de la OIT con el trabajo decente y ha
incluido en el paraguas de protección a todos los colectivos vulnerables. En el
“debe”, cabe indicar que ha desaparecido la referencia expresa contenida en el
proyecto a que “la seguridad y salud en el trabajo es un principio y derecho
fundamental en el trabajo, que se añade a todos los principios y derechos que
se enuncian en la Declaración de la OIT relativa a los principios y derechos
fundamentales en el trabajo (1998)”, habiendo sido sustituida por una
referencia mucho más genérica a que “las
condiciones de trabajo seguras y saludables son fundamentales para el trabajo
decente”.
Es
especialmente importante la exhortación que la Declaración hace a los Estados
miembros para que fortalezcan las instituciones del trabajo a fin de ofrecer
una protección adecuada a todos los trabajadores y “la reafirmación de la
continua pertinencia de la relación de trabajo como medio para proporcionar
seguridad y protección jurídica a los trabajadores, reconociendo el alcance de
la informalidad y la necesidad de emprender acciones efectivas para lograr la
transición a la formalidad”, frente al texto mucho más genérico contenido
en el proyecto de un fortalecimiento “en un contexto marcado por formas de
trabajo nuevas y emergentes”. También me parece relevante la exhortación a
poner en práctica “políticas y medidas que permitan asegurar una protección
adecuada de la privacidad y de los datos personales y responder a los retos y
las oportunidades que plantea la transformación digital del trabajo, incluido
el trabajo en plataformas, en el mundo del trabajo”. (La negrita es mía).
Es sin duda, a mi
parecer, el bloque II de la Declaración donde se encuentra el contenido que
guarda relación con los ODS, y muy especialmente con el número 8 relativo al
trabajo decente. Por su importancia, lo reproduzco a continuación, destacando en
negrita las modificaciones incorporadas con respecto al proyecto de declaración.
“La
Conferencia declara que:
A. Al
ejercer su mandato constitucional, tomando en consideración las profundas
transformaciones en el mundo del trabajo, y al desarrollar su enfoque del
futuro del trabajo centrado en las personas, la OIT debe orientar sus esfuerzos
a:
i) asegurar
una transición justa a un futuro del trabajo que contribuya al desarrollo
sostenible en sus dimensiones económica, social y ambiental;
ii)
aprovechar todo el potencial del progreso tecnológico y el crecimiento de la
productividad, inclusive mediante el diálogo social, para lograr trabajo
decente y desarrollo sostenible y asegurar así la dignidad, la realización
personal y una distribución equitativa de los beneficios para todos;
iii)
promover la adquisición de competencias, habilidades y calificaciones para
todos los trabajadores a lo largo de la vida laboral como responsabilidad
compartida entre los gobiernos y los interlocutores sociales a fin de:
— subsanar
los déficits de competencias existentes y previstos;
— prestar
especial atención a asegurar que los sistemas educativos y de formación
respondan a las necesidades del mercado de trabajo, teniendo en cuenta la
evolución del trabajo, y
— mejorar la
capacidad de los trabajadores de aprovechar las oportunidades de trabajo
decente;
iv)
formular políticas eficaces destinadas a crear empleo pleno, productivo y
libremente elegido y oportunidades de trabajo decente para todos y en particular
facilitar la transición de la educación y la formación al trabajo, poniendo
énfasis en la integración efectiva de los jóvenes en el mundo del trabajo;
v) fomentar
medidas que ayuden a los trabajadores de edad a ampliar sus opciones,
optimizando sus oportunidades de trabajar en condiciones buenas, productivas y
saludables hasta la jubilación, y permitir un envejecimiento activo;
vi) promover
los derechos de los trabajadores como elemento clave para alcanzar un
crecimiento inclusivo y sostenible, prestando especial atención a la libertad
de asociación y la libertad sindical y al reconocimiento efectivo del derecho
de negociación colectiva como derechos habilitantes;
vii) lograr
la igualdad de género en el trabajo mediante un programa transformador,
evaluando periódicamente los progresos realizados, que:
— asegure la
igualdad de oportunidades, la participación equitativa y la igualdad de trato,
incluida la igualdad de remuneración entre mujeres y hombres por un trabajo de
igual valor;
— posibilite
una repartición más equilibrada de las responsabilidades familiares;
— permita
una mejor conciliación de la vida profesional y la vida privada, de modo que
los trabajadores y los empleadores acuerden soluciones, inclusive en relación
con el tiempo de trabajo, que tengan en cuentan sus necesidades y beneficios
respectivos, y
— promueva
la inversión en la economía del cuidado;
viii)
asegurar la igualdad de oportunidades y de trato en el mundo del trabajo
para las personas con discapacidad, así como para otras personas en
situación de vulnerabilidad;
ix) apoyar
el papel del sector privado como fuente principal de crecimiento económico y
creación de empleo promoviendo un entorno favorable a la iniciativa
empresarial y las empresas sostenibles, en particular las microempresas y
pequeñas y medianas empresas, así como las cooperativas y la economía social
y solidaria, a fin de generar trabajo decente, empleo productivo y mejores
niveles de vida para todos;
x) apoyar el
papel del sector público como empleador relevante y proveedor de servicios
públicos de calidad;
xi)
fortalecer la administración y la inspección del trabajo;
xii)
asegurar que las modalidades de trabajo y los modelos empresariales y de
producción en sus diversas formas, también en las cadenas nacionales y
mundiales de suministro, potencien las oportunidades para el progreso social y
económico, posibiliten el trabajo decente y propicien el empleo pleno,
productivo y libremente elegido;
xiii)
erradicar el trabajo forzoso y el trabajo infantil, promover el trabajo decente
para todos y fomentar la cooperación transfronteriza, inclusive en áreas o
sectores de alta integración internacional;
xiv)
promover la transición de la economía informal a la economía formal, prestando
la debida atención a las zonas rurales;
xv) adoptar
y ampliar sistemas de protección social que sean adecuados y sostenibles y
estén adaptados a la evolución del mundo del trabajo;
xvi)
profundizar e intensificar su labor sobre migración laboral internacional en
respuesta a las necesidades de los mandantes y asumir una función de liderazgo
en materia de trabajo decente en la migración laboral;
xvii)
intensificar la participación y cooperación en el sistema multilateral a fin de
reforzar la coherencia de las políticas, en consonancia con el reconocimiento
de que:
— el trabajo
decente es clave para el desarrollo sostenible, así como para reducir la
desigualdad de ingresos y acabar con la pobreza, prestando especial atención a
las zonas afectadas por conflictos, desastres y otras emergencias humanitarias,
y
— en un
contexto de globalización, la no adopción por un país de condiciones de trabajo
humanas constituiría más que nunca un obstáculo al progreso en todos los demás
países.
B. El
diálogo social, incluida la negociación colectiva y la cooperación
tripartita, es un fundamento esencial de todas las actividades de la OIT y
contribuye al éxito de la elaboración de políticas y la toma de decisiones en
sus Estados Miembros.
C. La
cooperación efectiva en el lugar de trabajo es una herramienta que contribuye a
que los lugares de trabajo sean seguros y productivos, de tal manera que se
respeten la negociación colectiva y sus resultados sin menoscabar el papel de
los sindicatos.
D. Las
condiciones de trabajo seguras y saludables son fundamentales para el trabajo
decente.”
Por fin, cabe
también destacar que la Declaración
recoge que “En virtud de su mandato constitucional, la OIT debe
asumir una función importante en el sistema multilateral mediante el
fortalecimiento de su cooperación y el establecimiento de acuerdos
institucionales con otras organizaciones a fin de promover la coherencia entre las
políticas en cumplimiento de su enfoque del futuro del trabajo centrado en las
personas, reconociendo los vínculos sólidos, complejos y cruciales que existen
entre las políticas sociales, comerciales, financieras, económicas y
medioambientales”.
La
importancia de la Declaración del Centenario ha sido advertida rápidamente por
la Asamblea General de las Naciones Unidas, que en su reunión de este año ha aprobado,
el 16 de septiembre, una Resolución sobre la misma , en la que reconoce su especial relevancia
“al objeto de fundamentar la labor del sistema de las Naciones Unidas
encaminada a configurar un enfoque del futuro del trabajo centrado en las
personas”.
En la parte
introductoria de la resolución se constatan los cambios que está experimentando
el mundo del trabajo y su impacto sobre “los mercados laborales, el trabajo
decente y los empleos del futuro”, y se reconoce también, y lo destaco por su
directa relación con la temática abordada en esta entrada, que “el logro del
empleo pleno y productivo y del trabajo decente para todos es uno de los
elementos clave de un crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible que
facilitan la consecución de los objetivos de desarrollo convenidos
internacionalmente, incluidos los Objetivos de Desarrollo Sostenible, y que
requiere una orientación multidimensional que incluya a los Gobiernos, el
sector privado, la sociedad civil, las organizaciones no gubernamentales, las
organizaciones de empleadores y trabajadores, las organizaciones
internacionales y, en particular, los organismos especializados, fondos y
programas del sistema de las Naciones Unidas y las instituciones financieras
internacionales”.
5. Toca
ahora recordar, siquiera sea con brevedad, cuáles son los ODS que guardan
relación más o menos directa con la líneas y objetivos marcados por la
Declaración del Centenario, en el bien entendido que todos los Objetivos
guardan relación entre sí. Desde esa perspectiva global, el informe de lasNaciones Unidas sobre el grado de desarrollo y cumplimiento de tales objetivos correspondientea 2018, constataba que “si bien en general las personas viven mejor que lo
hacían hace una década, el progreso para asegurar que nadie se quede atrás no
ha sido lo suficientemente rápido como para cumplir con las metas de la Agenda
2030. De hecho, la tasa de progreso mundial no está logrando seguirle el ritmo
a la Agenda para cumplir con sus ambiciones: es necesario que los países y las
partes interesadas a todos los niveles tomen medidas inmediatas y aceleradas”.
Algo más
optimista se muestra el Informe de 2019, recientemente publicado, en el que se
da debida cuenta, con datos concretos, que “que se está avanzando en algunas
áreas críticas y que se observan algunas tendencias favorables”, si bien al
mismo tiempo “identifica muchas áreas que necesitan una atención colectiva
urgente”, por lo que constata que “es evidente que se necesita una respuesta
mucho más profunda, rápida y ambiciosa para generar la transformación social y económica
necesaria para alcanzar nuestros objetivos para el año 2030. Por los logros
alcanzados, sabemos lo que funciona. Por eso, este informe destaca las áreas
que pueden impulsar el progreso en todos los 17 ODS: la financiación; la
resiliencia; las economías sostenibles e inclusivas; instituciones más
eficaces; las medidas locales; un mejor uso de los datos; y un aprovechamiento de
la ciencia, la tecnología y la innovación con mayor enfoque en la transformación
digital”.
Guardan
dicha relación a mi parecer los objetivos siguientes: 1. Erradicar la pobreza
en todas sus formas en todo el mundo. 4. Garantizar una educación de calidad
inclusiva y equitativa, y promover las oportunidades de aprendizaje permanente
para todos. 5. Alcanzar la igualdad entre los géneros y empoderar a todas las
mujeres y niñas. 8. Fomentar el crecimiento económico sostenido, inclusivo y
sostenible, el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos. 9.
Desarrollar infraestructuras resilientes, promover la industrialización
inclusiva y sostenible, y fomentar la innovación.
Pues bien el
Informe ONU 2018 constataba, sobre el objetivo 1, que, con datos de 2016, “solo
el 45 % de la población mundial estaba realmente cubierta por al menos una
prestación de protección social en efectivo”, y el de 2019 que el 55 % de la población mundial no tiene
acceso a la protección social. Sobre el objetivo 5, que según dato recabados de
90 países, entre 2000 y 2016 “las mujeres dedicaron aproximadamente tres veces
más horas a trabajos domésticos y no remunerados que los hombres (Informe
2018), y que mientras que la fuerza de trabajo femenina en el mundo es del 39
%, el porcentaje se reduce al 27 % cuando se trata de cargos directivos
(Informe 2019). Con respecto al objetivo 8, la preocupación por la situación laboral
de los jóvenes, la necesidad de reducir el empleo informal y corregir la desigualdad
de los mercados laborales es común a ambos informes. El de 2018 destacaba que a
escala mundial en el año 2016 el sector informal “alberga al 61 % de todos los
trabajadores”, y que si se exceptuaba el sector agrícola, el porcentaje quedaba
“reducido” al 51 %, mientras que el de 2019 enfatiza que el salario medio por
hora de los hombres es superior en un 12 % al de las mujeres, y formula una importante
reflexión general de mucho más largo alcance: “A nivel mundial, el PIB real per
cápita y la productividad laboral han aumentado y el desempleo ha vuelto a caer
a los niveles anteriores a la crisis financiera. Sin embargo, la lentitud del
crecimiento en general está generando un replanteamiento de las políticas
económicas y sociales para alcanzar los objetivos de transformación del
Objetivo 8: alcanzar las metas de crecimiento económico en los países menos
adelantados; aumentar las oportunidades de empleo, en particular para los
jóvenes; disminuir las desigualdades entre las regiones, los grupos de edad y
los sexos; minimizar el empleo informal; y promover ambientes laborales seguros
y protegidos para todos los trabajadores”.
6. Para
concluir mi exposición, hago referencia a un documento de indudable importancia
para subrayar que la estrecha relación entre los objetivos y las actividades de
la OIT y los ODS se encuentra ya tres años antes de la aprobación de la
Declaración del centenario, y se trata de la memoria presentada por el Director
General a la 105ª reunión de la CIT (201), con el título “La iniciativa paraponer fin a la pobreza. La OIT y la agenda 2030”.
En su
introducción, Guy Rider destacaba que la Agenda 2030 es el instrumento del que
se ha dotado la comunidad internacional “para
culminar con éxito uno de los cometidos centrales que se encomendaron a la OIT
en el momento de su fundación: convertir a la pobreza en un recuerdo del pasado”,
subrayando con indudable orgullo que en dicha agenda se recogen “en una medida considerable los elementos esenciales
del Programa de Trabajo Decente” en materia de empleo, protección social,
derechos y normas, y diálogo social, en el bien entendido de que “el grado real
de coincidencia entre el Programa de Trabajo Decente y la Agenda 2030 ha de
determinarse con respecto a la totalidad de los objetivos interrelacionados y a
las 169 metas en que éstos se sustentan. Integrados, estos objetivos y metas constituyen
las prioridades mundiales en materia de justicia social y una oportunidad de
primer orden para la OIT”, destacando la estrecha relación entre las diversas
iniciativas puesta en marcha por la OIT en relación con su centenario y varios
de los ODS, y que dado el ámbito de aplicación universal de la Agenda 2030 ello
significa que “esta confluencia de esfuerzos nacionales e internacionales
tendrá que afrontar una gran diversidad de situaciones en cada uno de los
Estados Miembros”, y muy especialmente que para que el objetivo de lograr el
empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos (número 8 ) puede
irse desarrollando de forma gradual y progresiva se requerirá “disponer de un
marco de instituciones, organizaciones, leyes y políticas y de una cultura de
diálogo social que permitan gobernar el mundo del trabajo y el funcionamiento
de los mercados laborales”.
Ahora bien,
tal como muy bien destaca el Informe el alcance pleno de las responsabilidades
de la OIT se extiende a otras metas fijadas en los ODS que, por su indudable
interés, me permito reproducir y que como se comprobará inmediatamente son más
numerosos que aquellos que he referenciado con anterioridad.
“-- poner en
práctica sistemas de protección social, con inclusión de niveles mínimos, que figura
en el ODS 1 sobre la erradicación de la pobreza;
-- adquirir
competencias técnicas y profesionales, que figura en tres metas previstas en el ODS 4
sobre la educación y el aprendizaje durante toda la vida;
-- poner fin
a todas las formas de discriminación contra todas las mujeres y las niñas y reconocer y
valorar los cuidados no remunerados y el trabajo doméstico, que figura en el ODS 5
sobre la igualdad de género;
-- las metas
sobre: los trabajadores rurales, en el ODS 2 sobre la agricultura sostenible; los
trabajadores de la salud, en el ODS 3 sobre vida sana y bienestar; los
trabajadore de la
educación, en el ODS 4; y los trabajadores migrantes, en el ODS 10 sobre la reducción de
la desigualdad;
-- la
promoción del empleo en el sector industrial y de la integración de las
pequeñas empresas
industriales y de otras empresas en las cadenas de valor, que figuran en el ODS 9 sobre
las infraestructuras, la industrialización y la innovación;
-- adoptar
políticas, en especial fiscales, salariales y de protección social, y lograr progresivamente
una mayor igualdad, que figuran en el ODS 10; y
-- promover
el Estado de derecho y proteger las libertades fundamentales, que figuran en el ODS 16
sobre sociedades pacíficas e inclusivas”.
En la citada CIT
de 2016 se aprobó la Resolución sobre “El avance de la justicia social mediante
el trabajo decente. Evaluación del impacto de la Declaración de la OIT sobre la
justicia social para una globalización equitativa y conclusiones sobre la
acción futura”, en la que se enfatizaba con acierto que el trabajo decente “se
reconoce ahora ampliamente como un objetivo mundial”, y que algunas de las
normas aprobadas en los últimos años encuentran su punto de referencia en la
citada Declaración, como son la Recomendación (2012) sobre los pisos de
protección social, el Protocolo (2014) relativo al Convenio sobre el trabajo
forzoso de 1930, y la Recomendación (2015) sobre la transición de la economía
informal a la formal”, así como también que en todos los programas puestos en marcha
en los distintos Estados se ha tratado de incluir los cuatro objetivos
estratégicos, además también de la igualdad de género y la no discriminación
“como cuestiones transversales”.
Es probablemente
en esta Resolución donde mejor se sintetiza qué políticas debe llevarse a cabo
para lograr aquellos objetivos y principios estratégicos, en el marco de una
realidad caracterizada por profundos cambios tecnológicos, sociales,
demográficos, económicos y ambientales, y que por su importancia me permito
ahora reproducir: “a) el empleo mediante la creación de un entorno
institucional y económico propicio para que las empresas sean productivas,
rentables y sostenibles, junto con una economía social sólida y un sector
público viable, a fin de fomentar un crecimiento incluyente, empleo y
oportunidades de ingresos; b) la protección social — seguridad social y
protección de los trabajadores — a fin de garantizar a todos una distribución
equitativa de los frutos del progreso; c) el diálogo social y el tripartismo
como medio esencial para el logro efectivo de los cuatro objetivos estratégicos
a nivel nacional, regional e internacional; d) los principios y derechos
fundamentales en el trabajo, que son universales e inmutables, así como su
importancia particular como derechos y como condiciones propicias, en
particular la libertad sindical y de asociación y la negociación colectiva; e)
la igualdad de género y la no discriminación también como cuestiones
transversales en cada uno de los cuatro objetivos estratégicos”.
Buena lectura.
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