1. Fiel a
su cita anual, el lunes 22 de enero (a partir de las 20:00) fue publicado en la
página web de la Organización Internacional del Trabajo su informe
“Perspectivas sociales y del empleo en el mundo – Tendencias 2018”. El texto
puede leerse en su versión íntegra en inglés, con resúmenes ejecutivos envarios idiomas, entre ellos el castellano, y se acompaña de un vídeo en el que
se muestran las previsiones sobre el mercado laboral mundial en 2018, y también
de un buscador de datos con varios apartados específicos (Desempleo, Empleo, Empleo
por sectores, Empleo vulnerable, Empleadores, Asalariados, Fuerza de trabajo, Fuera
de la fuerza de trabajo).
En la
presentación del Informe, el Director General de la OIT, Guy Rider, manifestó
que “Aun cuando el desempleo mundial se ha estabilizado, los déficits de
trabajo decente siguen estando muy extendidos: la economía mundial todavía no
crea empleos suficientes. Es necesario desplegar esfuerzos adicionales a fin de
mejorar la calidad del empleo para las personas que trabajan y garantizar que
las ganancias del crecimiento sean distribuidas equitativamente”. En la nota de
prensa oficial de presentación, se pone de manifiesto que “A medida que la
economía mundial se recupera, la población activa continúa aumentando, y por
ello en 2018 el desempleo mundial debería mantenerse al mismo nivel del año
pasado”.
El
informe, que al igual que los de años anteriores debe ser leído con mucha atención
por todas las personas interesadas en el estudio de los mercados de trabajo y
las relaciones laborales, tanto por la excelente información facilitada a
escala mundial como por las reflexiones y propuestas que quienes lo han
redactado formulan, consta de diversos capítulos (tras el resumen ejecutivo):
en primer lugar, se aborda con carácter
general el empleo mundial y las tendencias sociales, para inmediatamente
proceder a su análisis en las diversas zonas regionales (África, América,
Estados Árabes, Asia y Pacífico, Europa y Asia Central). Sigue a continuación
el estudio de las transformaciones estructurales y sus implicaciones para la
calidad futura del empleo, con subepígrafes dedicados a las tendencias a largo
plazo del empleo sectorial, la variación sectorial del régimen de empleo y de
las condiciones de trabajo, y los cambios previsto en las condiciones de empleo
debido a las tendencias sectoriales del empleo. Por último, y no menos
importante, el Informe aborda el examen del envejecimiento
de la población y los futuros retos que plantea para el mercado laboral. Se
adjuntan una serie de apéndices (A) Agrupaciones de países por región y nivel
de ingresos. B. Estimaciones y proyecciones del mercado de trabajo. C. Cambios en las estimaciones y proyecciones:
Tendencias Modelos Econométricos (MTE) 2017 versus 2016. D. Países, fuentes y períodos utilizados en el
análisis de las condiciones de empleo a nivel sectorial. E. Estadísticas
sociales y del mercado laboral por región de la OIT).
2. Antes
de abordar los que son, a mi parecer, los contenidos más relevantes del
Informe, me permito sugerir la lectura de otro documento de indudable interés
para conocer la realidad social del mundo actual, cual es el presentado por
Oxfam el mismo día 22 de enero, con ocasión de la reunión mundial de Davos, con
el significativo título de “Premiar el trabajo, no la riqueza”, y un subtítulo
no menos claro de aquello que debe conseguirse: “Para poner fin a la crisis de
desigualdad, debemos construir una economía para los trabajadores, no para los
ricos y poderosos”, en el que aporta datos estadísticos que ponen de manifiesto
la extrema desigualdad existente entre una ínfima minoría y la mayor parte de
la población, con cifras tan claras como que entre 2006 y 2015 “los salarios aumentaron una
media del 2 % anual, mientras que la riqueza de
los milmillonarios se incrementó en un 13 %, seis veces más”, o que los
según datos del Credit Suisse “42 personas poseen actualmente la misma riqueza
que los 3.700 millones de personas más pobres del mundo”, o las referencias a
otros documentos relevantes como por ejemplo el Informe sobre la desigualdad
publicado por el World Inequality Lab, que muestra que “el 1 % más rico ha
recibido el 27 % de todo el crecimiento de los ingresos generado entre 1980 y
2016, mientras que el 50 % más pobre de la población mundial apenas ha recibido
la mitad, un 12 % de todo el aumento de ingresos”, y afirmaciones tan
contundentes como que la desigualdad impacta especialmente sobre las mujeres,
ya que el modelo económico neoliberal les ha perjudicado más que a los hombres,
“recortando servicios públicos, bajando
los impuestos a los más ricos y estableciendo una carrera a la baja en salarios
y condiciones laborales”.
Con
mención a diversos estudios de la OIT, los autores del informe Oxfam constatan
que “cada vez más, tener un trabajo no significa escapar de la pobreza”, y en
los países emergentes o en desarrollo se calcula que un tercio de la población
laboral vive en situación económica de pobreza, con impacto especial en la
población joven.
El
documento no se queda sólo en las críticas, sino que formula diversas
propuestas para corregir la situación, tanto las que pasan por “regular,
reestructurar y rediseñar nuestras economías y el funcionamiento de las
empresas”, como las dirigidas a “hacer uso de las políticas fiscales
(recaudación y gasto) para redistribuir y lograr una mayor justicia”. Entre las
propuestas destacan, por ejemplo, las de establecer objetivos concretos, con
planes específicos y de acción para reducir la desigualdad”, de tal manera que
los gobiernos “deben aspirar a que los ingresos del conjunto del 10 % más rico
de la población no superen los ingresos conjuntos del 40 % más pobre”, siendo este
objetivo “un indicador revisado del objetivo 10 sobre desigualdad de los
Objetivos de Desarrollo Sostenible”, así como también el de establecer techos a
los beneficios de los accionistas y “promover una ratio salarial por la que los
directivos de las empresas no ganen más de 20 veces el salario mediano de sus
empleados, preferiblemente menos”, o formalizar de manera progresiva la
economía informal “para garantizar la protección de todos los trabajadores y
trabajadoras”, o adopción de medidas para garantizar que las empresas paguen a
sus proveedores “unos precios que permitan a su vez garantizar salarios dignos
a las y los trabajadores a lo largo de sus cadenas de suministro”.
Igualmente
es muy recomendable la lectura del último número de la revista de reflexión y
debate “Gaceta Sindical” (nº 29, diciembre 2017), editada por la ConfederaciónSindical de Comisiones Obreras y dedicada a “Empleo, precariedad y nuevosentornos laborales”, con ricas y variadas aportaciones desde los ámbitos
sindicales, jurídicos, económicos y sociológicos. Por su estrecha relación con
el Informe 2018 de la OIT hay que referirse al artículo de Joaquín Nieto,
director de la Oficina de la OIT para España, que lleva por título “Tendencias
laborales y el futuro del trabajo”, y en el que aborda los retos actuales antes
los que se enfrenta el mundo del trabajo, enfatizando que ante todos ellos “el
horizonte del trabajo decente para todos y todas sigue siendo un imperativo para la
convivencia y el bienestar de nuestras sociedades; el reto que tenemos por
delante es hacerlo efectivo. La transición justa a través del diálogo social es
la forma más eficaz de afrontar los cambios desde una perspectiva inclusiva y
conformar el futuro del trabajo que queremos”.
Dicho sea
incidentalmente, es una satisfacción poder explicar que el miércoles 24 se firmaun convenio entre mi Universidad y la OIT para abordar justamente el futuro deltrabajo. En la nota de prensa oficial de la UAB, publicada el 19 de enero,
puede leerse lo siguiente: “El acuerdo, impulsado por la Facultad de Derecho,
nace con la intención de establecer un marco general para promover aspectos
vinculados con el mundo del trabajo. El trabajo decente, la protección social o
las relaciones laborales son algunas de las temáticas que contempla el
Memorando, nombre por el que se conoce el convenio. La firma de este acuerdo
prevé que sirva como preludio para la realización de cursos, estudios,
celebración de seminarios ... Precisamente, la firma de este convenio llega en
un contexto cercano a la celebración del centenario de la Organización
Internacional del Trabajo. La agencia, fundada en 1919, es un organismo
especializado de las Naciones Unidas que se encarga de velar por los
"derechos laborales, fomentar oportunidades de trabajo decente, mejorar la
protección social y fortalecer el diálogo para abordar los temas relacionados
con el trabajo".
3. El
informe 2018 de la OIT constata que el crecimiento económico a escala mundial
ha sido del 3.6 % en 2017, en cuatro décimas superior al del año anterior,
debido a la expansión operada en todos los países, tanto en los desarrollados
como en los emergentes y en desarrollo. No obstante este crecimiento, el número
de personas desempleadas no se reducirá, debido al incremento de las que se
incorporan al mundo del trabajo, calculándose que el desempleo seguirá
afectando a más de 192 millones de personas, con una previsión negativa de
incremento de 1,3 millones para 2019, dato que demuestra la importancia de
adopción de medidas que favorezcan la creación de empleo (estable y de calidad)
a escala internacional.
Además, el
desempleo es sólo una de las caras negativas del mercado laboral, ya que
también lo es el empleo vulnerable (identificado por la OIT como aquel que
incluye a los trabajadores por cuenta propia y a los trabajadores familiares
auxiliares), que supone cerca del 40 % de la población mundial trabajadora, es
decir unos 1.400 millones de personas, con un porcentaje altísimo en países en
desarrollo (76 %) y no menos preocupante
en los emergentes (46 %), con previsión negativa de incremento anual de 17
millones para 2018 y 2019.
Otra parte
del rostro poco agraciado del mercado laboral es el de las personas
trabajadoras pobres, en el que sólo se ha producido un limitado avance, en
términos de reducción de quienes se encuentran en tal situación, en el último
año, y que al igual que ocurría con el empleo vulnerable, afecta sobremanera a
los países en desarrollo y a los emergentes. La reducción de la pobreza laboral
extrema, dato positivo, no va acompañada de la de la pobreza laboral moderada,
de tal manera que el Informe calcula que en 2017 cera de 430 millones de
personas trabajadoras de países emergentes y en desarrollo vivían con ingresos
de entre 1,90 y 3,10 dólares estadounidenses.
4. El
mundo del trabajo tiene grandes diferencias según la zona regional que se tome
en consideración, diferencias que también se refieren a los problemas concretos
que deben afrontar. Sirva como ejemplo que en los países desarrollados la
preocupación por el desempleo (siempre en términos agregados) no debe ser un
elemento central de los debates, ya que la tasa del 5,5 % prevista para 2018
seria la más baja desde el inicio de la crisis económica y social en 2007, además
de ser el sexto año de descenso continuado, pero sí lo deben ser otros
relativos tanto a la cantidad como a la calidad del empleo, como son “una tasa
elevada de subutilización de la mano de obra, un amplio porcentaje de trabajadores desanimados y una creciente
incidencia del empleo a tiempo parcial involuntario”, mientras que, por poner
un ejemplo con datos cuantitativos semejantes pero muy diferentes problemáticas
laborales, en los países en desarrollo, aun cuando la tasa de desempleo sea,
incluso, algo inferior, a la de los países desarrollados (5, 3%), los auténticos
problemas del mercado de trabajo serían “la persistencia del empleo de mala
calidad y de la pobreza laboral”.
5. ¿Mercados
de trabajo desiguales por razón de genero y de edad? La respuesta es afirmativa
si hemos de hacer caso a los abundantes datos aportados en el informe sobre la
desigualdad experimentada por las mujeres y también por las personas jóvenes
menores de 25 años. Para las primeras, el llamado “déficit de participación en
el mercado laboral (siempre con datos agregados) es de 26 puntos con respecto a
los hombres; participación, que no implica menor desigualdad en el acceso
efectivo al empleo o de estar ocupada en un sector de actividad y en una
categoría o grupo profesional de menor entidad que aquellos en los que prestan
servicios los varones. Para los jóvenes, su tasa de desempleo está cercana al
13 %, es decir tres veces mas elevada que la de los adultos, que es del 4.3 %.
Un dato especialmente importante para comprender la problemática de la
inmigración, y que afecta de lleno a España, es la tasa de desempleo de los
jóvenes en la zona regional de África del Norte (Marruecos, Argelia, Túnez,
Libia, Egipto y Sudán), que alcanza el 30 %.
6. El
incremento de las desigualdades provoca sin duda alguna un aumento del
descontento social y la posibilidad de conflictos sociales importantes. La
tendencia, constatada en informes de años anteriores, ha experimentado un leve
descenso de un punto con respecto a 2017, si bien nuevamente debe destacarse
que las convulsiones políticas en África del Norte han provocado que el índice
de descontento social se haya elevado hasta el 26 % es decir cuatro puntos por
encima del global. Datos aportados en el informe sobre la situación del empleo
y desempleo según las diversas zonas regionales tomadas en consideración,
auguran a mi parecer que no decrecerá el número de migrantes de África del
Norte y también del África subsahariana hacia Europa, con España en el primer
punto de mira de muchos de ellos. En efecto, respecto a África del Norte, una
de las conclusiones del estudio es que “A nivel mundial, la región registra la
tasa de desempleo más alta debido a las grandes carencias de empleo para los
jóvenes y las mujeres, quienes están significativamente sobrerrepresentados
entre los desempleados”, y por lo que respecta al África subsahariana, “Más de uno de cada tres trabajadores vive en
condiciones de pobreza extrema, mientras que casi tres de cada cuatro
trabajadores ocupan un empleo vulnerable”.
7. Un amplio
capítulo del Informe está destinado a la transformación estructural que se está
operando en el trabajo, y por consiguiente también en el mercado laboral, y cuáles son sus implicaciones para la
calidad del trabajo, siempre planteada por la OIT desde cómo facilitar a toda
persona trabajadora un empleo digno y decente. Hay una constatación
generalizada de desplazamiento, o reasignación, de trabajadores entre sectores
productivos como consecuencia de diversos factores económicos y sociales que
afectan a nuestras sociedades, entre los que se listan “los avances tecnológicos,
la acumulación de capital, la globalización, la tecnología y las políticas
gubernamentales”, en el bien entendido que el sector servicios seguirá
experimentando incrementos (en los países desarrollados supone el 75 % de la
población trabajadora, y más
concretamente un 41 % en los servicios de mercado) y el sector de la
agricultura mantendrá su tendencia descendente, siendo en este sector muy
importantes las diferencias porcentuales entre los países en desarrollo (que
ocupan al 70 % de su población trabajadora en la agricultura), aquellos con
rentas medias bajas (40 ), los de rentas medias altas (16 %) y los países
desarrollados ( 3%)
La llamada
“desindustrialización precoz”, es decir el menor crecimiento de la actividad
industrial en los países con menores ingresos con ocasión de la reasignación de
factores de producción, lleva a la OIT a ser prudente, y manifestar dudas, con
respecto al posible cambio positivo de la calidad del empleo en el tránsito del
sector agrícola al de servicios, ya que en estos últimos hay una buena gama de
empleo cuyas condiciones laborales son inferiores a los de la industria, en el
bien entendido que esta problemática también afecta a los países desarrollados
y puede provocar un incremento del empleo a tiempo parcial y el subempleo por
insuficiencia de horas de trabajo.
De ahí que
la OIT tenga un punto de preocupación a mi parecer incluso algo superior al
manifestado en Informes de años anteriores, al afirmar que “el rumbo previsto
de la transformación estructural parece tener escasas posibilidades de suscitar
mejoras generalizadas de las condiciones de trabajo”, que “la mejora de las
condiciones de trabajo depende de la capacidad de los trabajadores para
encontrar empleos con mejores condiciones de trabajo en los sectores a los que
están pasando, lo que no está garantizado en absoluto”, que un incremento de
número de trabajadores que pasen de la agricultura a los servicios no implica
necesariamente un descenso en la incidencia de la informalidad laboral, y
poniendo de manifiesto que “para obtener los resultados de la transformación
estructural en materia de trabajo decente primero se habrán de emprender iniciativas
políticas firmes que impulsen la formalización, el empleo de calidad y la
productividad en el sector de los servicios”. Así se explica más detalladamente
en el Informe 2018, cuando aborda la problemática de los países desarrollados:
“…ciertas pautas de cambio estructural pueden dar lugar a una mayor proporción
del empleo temporal y a tiempo parcial, la informalidad y los empleos de baja
productividad, y, como tales, requieren atención. Por ejemplo, en muchos países
desarrollados se está produciendo un desplazamiento del empleo de la industria
manufacturera a los servicios, donde el empleo a tiempo parcial suele ser más
importante y a menudo se contrata involuntariamente, debido a la falta de
oportunidades de empleo a tiempo completo y permanente. Al mismo tiempo, el
sector de los servicios se apoya cada vez más en nuevas formas de empleo, como
el trabajo compartido, el trabajo a llamada y el autoempleo dependiente. Estas
nuevas formas de empleo, aunque pueden ofrecer una mayor flexibilidad y
autonomía que los empleos manufactureros, también pueden estar relacionadas con
el empeoramiento de las condiciones de trabajo en general, ya que a menudo se
caracterizan por una mayor incidencia de las modalidades de trabajo no
convencionales, una mayor intensidad del trabajo, horarios de trabajo excesivos
y un acceso limitado o nulo a la protección social”.
8. El último
capítulo del Informe está dedicado al examen del envejecimiento de la población
y los futuros retos que plantea para el mercado laboral, constatándose que el
aumento de la esperanza de vida y la caída de la tasa de natalidad “han
desacelerado considerablemente el crecimiento de la población mundial; se prevé
que esta trayectoria continúe en los próximos decenios”, con el indudable
impacto sobre el aumento de la edad media de la población trabajadora
(actualmente es de 40 años) y sobre las partidas presupuestarias que serán
necesario destinar para cubrir las pensiones de jubilación, siendo especialmente importante (obsérvese
bien que no digo problemática) la situación en los países desarrollados, para
los que la OIT calcula que en 2030 “habrá cerca de cinco personas de 65 años o
más por cada diez personas en la fuerza de trabajo, un aumento con respecto a
las 3,5 de 2017”.
Los retos
que deberán abordarse en el futuro inmediato serán los de facilitar una pensión
digna a toda personas jubilada (el informe utiliza la expresión “mantener fuera
de la pobreza a la población jubilada), y adaptar las condiciones de trabajo a
una población cuya edad promedio se irá incrementando gradualmente (en la
terminología del informe se habla de “promover resultados en materia de trabajo
decente para una fuerza de trabajo en creciente envejecimiento y ayudar a los
trabajadores de edad a adaptarse a la transformación del mundo del trabajo”. En
la presentación del informe, el director interino del departamento de
investigación de la OIT, Sangheon Lee, puso de manifiesto que “Además del
desafío que representa un número creciente de jubilados para los sistemas de
pensión, una fuerza de trabajo cada más vieja también podría tener un impacto
directo sobre los mercados laborales. El envejecimiento podría mermar la
productividad y ralentizar los ajustes del mercado laboral después de las
crisis económicas”. En el informe se
constatan los retos con los que se enfrentan las personas trabajadoras de edad,
y sus respectivos países, en estos términos: “Garantizar un acceso adecuado a
la cobertura de las pensiones representa hoy en día un grave problema, que
probablemente se verá agravado de manera significativa a la luz del rápido
envejecimiento de la población descrito anteriormente. De hecho, en todo el
mundo, cerca de un tercio de todas las personas mayores de edad no tienen
derecho a una pensión (OIT, 2017h) y, entre las que sí la tienen, el 52% se
enfrentan a una cobertura insuficiente (OIT, 2014b). Además, sólo un poco más
de la mitad de las personas de edad por encima de la edad legal de jubilación
(51,5%) perciben una pensión de vejez (es decir, prestaciones periódicas en
metálico) y la proporción disminuye al 45,6% si se excluye a China”.
9. Para que
los lectores y lectoras pueden comparar los planteamientos del Informe 2018 con
los expuestos en los de años anteriores, reproduzco algunos de los comentarios
que efectué en entradas anteriores de los informes de 2014, 2015, 2016 y 2017.
A) El 21 de
enero se hacía público el informe anual de la OIT sobre “Tendencias mundialesdel empleo 2014”, con un título, en forma de interrogante, muy claro y
expresivo: “¿Hacia una recuperación sin creación de empleo?”. El informe abunda
y profundiza en la preocupación manifestada en los de años anteriores sobre los
escaso logros en la lucha a escala mundial para reducir los niveles de
desempleo, mejorar la calidad del trabajo y adoptar medidas sociales que
corrijan las cada vez más creciente desigualdades poniendo de manifiesto en su
presentación, a cargo del director del
Instituto de Estudios Laborales de la OIT Raymond Torres, que el sistema
financiero “sigue siendo el talón de Aquiles de la economía mundial”, y que muy
pocos progresos se han realizado “en la reducción de la pobreza y de las formas
vulnerables de empleo como el trabajo informal y la economía irregular”.
Las cifras
que facilita la OIT a escala mundial pueden parecer que están alejadas de las
realidades y problemas que sufren quienes se encuentran en difícil situación en
su parcela laboral, pero en modo alguno lo son cuando tratas de entender cuál
es la realidad que nos encontramos a escala global. Extraigo aquellas que más
me han llamado la atención: “Se calcula que en 2013 el número de personas
desempleadas se situó cerca de los 202 millones, un aumento de casi 5 millones
respecto del año anterior, lo que significa que el empleo está creciendo a un
ritmo más lento que la fuerza de trabajo…. En conjunto, el déficit mundial de
empleo generado relacionado con la crisis desde el inicio de ésta en 2008,
agregando a un número de por sí considerable de buscadores de empleo, sigue
aumentando. En 2013, el déficit ascendió a 62 millones de empleos, incluidos 32
millones de personas más que buscaban trabajo, 23 millones que se desalentaron y
habían dejado de buscar y 7 millones de personas económicamente inactivas que
optaron por no participar en el mercado de trabajo”. La situación de los
jóvenes es especialmente preocupante ya que cerca de 75,4 millones (entre 15 y
24 años) estuvieron desempleados durante el año anterior, un porcentaje del
13,1 %, “un valor tres veces superior al de la tasa de desempleo de los
adultos”, con un incremento del número de personas desempleadas de larga
duración, reducción de la tasa de participación en el marcado laboral con
respecto a la existente al inicio de la crisis, e incremento del número de
personas que tienen un empleo vulnerable, de tal manera que “el empleo por
cuenta propia y el desempeñado por trabajadores familiares auxiliares
representa el 48 % del total del empleo”.
Aunque haya
disminuido de forma notable desde principios del siglo XXI, y es una noticia de
la que sólo cabe felicitarse, el número de trabajadores pobres, es decir
aquellos que a pesar de tener un trabajo no pueden escapar de una situación de
pobreza, los datos siguen siendo muy preocupantes, y además el nuevo Informe
pone de relieve que la reducción parece haberse estancado, de tal manera que
“Se calcula que, en 2013, 375 millones de trabajadores (un 11.9 por ciento del
total de empleados) vivían con menos de 1,25 dólares de los Estados Unidos al
día y 839 millones (o 26.7 del total de empleados) con 2 dólares al día o
menos”.
Por todo
ello, la OIT apuesta tanto por la aplicación de políticas macroeconómicas para
la creación de empleo y un incremento de los presupuestos destinados a las
políticas activas de empleo, al objeto tanto de incorporar más personas al
mercado de trabajo como de mejorar los niveles de calificación y competencias
de las personas en activo.
B) El día 19
de enero de 2015 se hacía público el informe “Perspectivas laborales y socialesen el mundo. Tendencias en 2015”, que en años anteriores se denominaba
“Tendencias mundiales del empleo”. Según la nota oficial de presentación del
documento, este “contiene una previsión de las tasas de desempleo a nivel
mundial y examina los factores subyacentes a estas tendencias, que comprenden
la persistencia de las desigualdades y la caída de la participación de los
salarios. El informe considera los motores del ascenso de la clase media en el
mundo en desarrollo así como el riesgo de conflictividad social, sobre todo en
las regiones donde el desempleo juvenil es alto. Analiza también los factores
estructurales que configuran el mundo del trabajo, como el envejecimiento de la
población y la evolución de las competencias solicitadas por los empleadores”.
Se trata de
un documento de mucho interés y al que todas las personas interesadas en la
temática de las relaciones laborales y sociales debemos prestar atención ya que
proporciona las grandes cifras y datos globales de cuál es el estado de la
cuestión, año a tras año, a escala internacional y europea, siendo de especial
importancia su seguimiento desde el inicio de la crisis en 2008. Una crisis que
no ha acabado para muchas personas, más allá de las cifras sobre creación de
empleo, habiendo afirmado el director general de la OIT, Guy Rider, en la
presentación del Informe, que “la crisis del empleo dista mucho de haber
terminado, de manera que no hay margen para la complacencia”, destacando del
Informe que seguirá incrementándose la desigualdad de ingresos, “con el 10 por
ciento más rico de la población que devengará entre 30 y 40 por ciento del
total de los ingresos, mientras que el 30 % más pobre ganará entre 2 y 7 por
ciento del total de ingresos”.
El Informe
sigue constatando la existencia de amplias brechas laborales y sociales
surgidas durante la crisis, siendo un reto de futuro, muy difícil de alcanzar
si no se adoptan las políticas adecuadas para ello, crear empleos en un número
suficiente no sólo para acoger a quienes se incorporan al mercado de trabajo
sino también para quienes quedaron fuera del mismo en años anteriores, cerca de
61 millones de personas desde 2008, por lo que para colmar aquello que la OIT
ha calificado, con expresión que ha hecho fortuna, “brecha de empleo”, se
calcula que será necesario crear a escala mundial 280 millones de nuevos
empleos en 2019. Pero los datos y las perspectivas con las que trabaja el
máximo foro mundial sociolaboral no son precisamente optimistas, ya que desde
el inicio de la crisis se han incorporado 31 millones de personas a la
situación de desempleo, en la que se encontraban en 2014 201 millones,
previéndose un incremento de 3 millones este año y de 8 millones durante los
cuatro siguientes. La cifra de trabajadores vulnerables (empleo vulnerable se
define por la OIT como la suma de los trabajadores por cuenta propia más los
trabajadores en negocios familiares) se cifra en 1400 millones en el mundo, con
un incremento de 27 millones desde 2012, y uno de cada catorce trabajadores
seguirá viviendo al finalizar este decenio “en condiciones de extrema pobreza”.
Otro dato
importante a destacar del informe es el incremento de las desigualdades en las
economías avanzadas, mientras que el avance en la corrección de estas en las
economías emergentes y en desarrollo se ha ralentizado considerablemente. Para
las economías avanzadas (no en todas ciertamente, pero España sí estaría en el
grupo de las afectadas), de las que se recuerda que “tradicionalmente las
desigualdades han sido muy inferiores a las de los países en desarrollo” se
dice ahora que las desigualdades en los ingresos han empeorado rápidamente
después de la crisis, y en algunos casos se están acercando a niveles
registrados en algunas economías emergentes”. Para intentar corregir las
deficiencias denunciadas en el Informe la OIT apuesta, una vez más como en
anteriores informes, por el impulso de la demanda agregada y la inversión
empresarial, y la reorientación de los sistemas crediticios para apoyar la
economía real y con especial atención a las pequeñas empresas, junto con
políticas del mercado de trabajo y fiscales bien diseñadas. Igualmente,
“también hay que afrontar las persistentes vulnerabilidades sociales vinculadas
a la frágil recuperación laboral, principalmente el elevado desempleo de los
jóvenes, el desempleo de larga duración y el abandono del mercado de trabajo,
sobre todo entre las mujeres. Para ello es preciso emprender reformas del
mercado de trabajo inclusivas con objeto de apoyar la participación, promover
la calidad del empleo y actualizar las calificaciones”. Tampoco se olvida la OIT de la situación
laboral y social de los jóvenes, con tasas de desempleo que triplican a las de
los adultos, con la necesidad de adoptar medidas formativas y laborales que
corrijan la situación actual.
C) Fiel a su
cita anual, el pasado mes de enero fue publicado el Informe de la OIT sobre
“Perspectivas sociales y de empleo en el mundo. Tendencias 2016”, que según
puede leerse en la página web “incluye una previsión de los niveles de
desempleo en el mundo y examina la situación en las economías desarrolladas,
emergentes y en desarrollo, con cifras y gráficos detallados. El informe presta
particular atención a la proporción de empleo vulnerable, así como a la
magnitud de la economía informal. Propone además orientaciones políticas para
estimular las oportunidades de trabajo decente en todo el mundo”. En su presentación, su director general Guy
Rider explicó que “La significativa desaceleración de las economías emergentes
junto a una drástica disminución de los precios de las materias primas tiene un
efecto negativo sobre el mundo del trabajo”, así como también que “Muchos
trabajadores y trabajadoras tienen que aceptar empleos mal remunerados, tanto
en las economías emergentes como en las en desarrollo y, cada vez más, en los
países desarrollados. A pesar de la disminución del número de desempleados en
algunos países de la Unión Europea y en Estados Unidos, demasiadas personas aún
no tienen trabajo. Es necesario emprender una acción urgente para estimular las
oportunidades de trabajo decente, o corremos el riesgo de que se intensifiquen
las tensiones sociales”. Para Raymond Torres, Director del Departamento de
Investigación de la OIT, “La inestabilidad del contexto económico asociada con
la volatilidad de los flujos de capital, la persistente disfunción de los
mercados financieros y la insuficiente demanda mundial, siguen afectando a las
empresas y desincentivan las inversiones y la creación de empleo”.
El Informe
de 2016 pone de manifiesto el impacto que ha
tenido el debilitamiento de la economía en el aumento del desempleo a
escala mundial, situando su origen en
factores que no son en modo alguno actuales sino que vienen de lejos, como el
descenso de la inversión de capital a largo plazo, el envejecimiento
demográfico, la creciente desigualdad y el debilitamiento de la productividad”,
de tal manera que en 2015 el número de personas desempleadas alcanzó los 197
millones, dado que implica no sólo el crecimiento en un millón del número de
desempleados con respecto a 2014, sino también, y mucho más relevante, de
veintisiete millones con respecto a los años anteriores al inicio de la crisis,
crecimiento que se ha concentrado en gran medida en los países emergentes y en
desarrollo, a diferencia de los avances operados en Estados Unidos y Europa, si
bien el Informe no olvida recordar que el sur de Europa, y por tanto en España,
“… a pesar de ciertas mejoras, las tasa de desempleo han seguido altas”. Las
perspectivas laborales no son precisamente halagüeñas de cara al futuro, antes
las cada vez más importantes incertidumbres económicas, y se vaticina un
crecimiento del desempleo en 2,3 millones este año y 1,1 más en 2017.
No sólo
preocupa el desempleo a la OIT, sino que también es motivo de atención la
fragilidad o vulnerabilidad del empleo que se crea, y por consiguiente la
calidad del trabajo debe ponerse en el punto de mira de las políticas de
empleo. Aquí no incluye la OIT todos los supuestos en los que puede observarse
tal fragilidad (estoy pensando en el trabajo temporal permanente, o en el
trabajo a tiempo parcial involuntario ante la falta de posibilidades de acceder
a un empleo a tiempo completo, aunque sí los califica de subempleo y con especial
impacto entre los jóvenes y las mujeres), sino que se refiere al trabajo por
cuenta propia (en bastantes ocasiones, además, una versión jurídica del falso
autónomo, ya que sus condiciones laborales le acercan en gran medida a un
trabajador por cuenta ajena) y al trabajo familiar no remunerado,
constatando que, a pesar de haberse
producido una ligera disminución desde el inicio de la crisis, todavía supone
el 46 % del empleo total en el mundo, o lo que es lo mismo más de 1.500
millones de personas, con porcentajes que alcanzan el 70 % en el Sur de Asia y
en el África Subsahariana.
Otros datos
no menos destacados del Informe, y ya se había alertado de ellos en años
anteriores sin haber recibido respuesta alguna por la mayor parte de dirigentes
de los países a los que iba dirigido, es la constatación de un crecimiento más
lento y por consiguiente, en cuanto que dicho crecimiento va de la mano con un
aumento de las desigualdades sociales, la menor posibilidad de acceso al nivel
de vida de la clase media en buena parte de los países emergentes y en
desarrollo, circunstancia que “puede alimentar el malestar social”. Además,
también en los países desarrollados se constata por el Informe que la alta tasa
de desempleo entre los hombres jóvenes “es, a menudo, un factor determinante,
en los movimientos políticos y sociales”.
Por cierto,
también se observa este malestar en los países desarrollados, y los datos
reunidos por la OIT ponen de manifiesto que hay motivo más que justificado para
ello, ante el importante aumento de la desigualdad de ingresos, de tal manera
que “mientras que los ingresos más altos continúan creciendo, el 40 por ciento
más pobre de los hogares se ha ido quedando atrás desde el inicio de la crisis
mundial”.
En fin, el
Informe de la OIT constata que el número de trabajadores en situación de
pobreza moderada o casi moderada se ha incrementado desde el año 2000
(entendiendo por tal situación quienes viven con un ingreso entre 1,90 y 5 $
diarios en términos de paridad de poder adquisitivo), dato que pone claramente
de manifiesto el deterioro de la remuneración de muchas personas trabajadoras.
En este punto, es necesario resaltar que la calidad de empleo, junto con la
cantidad, debe ser un elemento importante de atención para la mayor parte de
países, y no menos el desarrollo de un sistema de protección social adecuado
que cubra las necesidades de las personas afectadas por situaciones de pérdida
de empleo y de carencia de recursos. Por decirlo con las propias palabras del
documento, “hacer del trabajo decente un pilar central de la estrategia
política no sólo aliviaría la crisis del empleo y mejoraría las diferencias
sociales, sino que también contribuiría a poner al mundo económico en una senda
de crecimiento económico mejor y más sostenible”. Recuérdese aquí el dato
recogido en el Informe de 2015 sobre la falta de protección social de muchos
trabajadores en el mundo: solo el 5 % de los trabajadores vulnerables tienen
acceso a ellos, y el 40 % de los trabajadores asalariados no están protegidos.
Y en esta
compleja realidad económica y social, ¿qué hay que decir sobre la migración y
su impacto en los mercados de trabajo de los países de acogida, y más en estos
momentos en los que, en concreto en la Unión Europea, hay un intenso debate
sobre cómo afectara la mayor presencia de refugiados? Pues bien, el
planteamiento de la OIT destaca que la migración “es un mecanismo importante
para equilibrar la oferta y demanda de trabajo entre los países”, y que el
flujo de refugiados llegado a Europa hace del todo punto necesario “facilitar
su entrada en el mercado de trabajo lo más rápida y eficazmente posible”,
enfatizando algo que también ha sido destacado desde ámbitos económicos pero
que cuesta mucho más de asumir por buena parte de la población, cual es que “a
largo plazo, la afluencia de migrantes ayudará a suplir la escasez de
habilidades en ciertas áreas, así como a mitigar los riesgos asociados con el
estancamiento secular”
D) Fiel a su
cita anual, el pasado 12 de enero fue publicado en la
página web de la Organización Internacional del Trabajo su informe
“Perspectivas sociales del empleo en el mundo. Tendencias 2017”. El texto
se acompaña de un vídeo en el que algunos economistas de la OIT realizan una
breve y muy gráfica explicación de sus contenidos más destacados, junto con
mapas y cuadros interactivos en los que se puede consultar en qué países es más
elevado el desempleo, en cuáles tiene los trabajadores más posibilidades de
encontrarse en una situación de vulnerabilidad y en los que tienen asimismo más
posibilidades de vivir en situación de pobreza aun cuando realicen una
actividad laboral.
En la
presentación del documento, el director general de la OIT Guy Rider afirmó que
“Estamos enfrentando un doble desafío: reparar los daños causados por la crisis
económica y social mundial y crear empleos de calidad para las decenas de
millones de personas que cada año se incorporan al mercado laboral”, y señaló
algunos de los problemas que analiza y examina el informe: “El crecimiento
económico sigue defraudando y es inferior al esperado, tanto en su nivel como
en su grado de inclusión. Esto dibuja un cuadro inquietante para la economía
mundial y su capacidad de crear empleos suficientes, mucho menos empleos de
calidad. La persistencia de un alto nivel de formas de empleo vulnerable,
asociada a una evidente falta de progresos en la calidad de los empleos – aún
en países donde las cifras agregadas están mejorando – es alarmante. Debemos
garantizar que las ganancias del crecimiento sean compartidas de manera inclusiva”.
El informe
pone de manifiesto que el crecimiento económico a escala mundial sigue siendo
“decepcionante” por no poder dar debida respuesta a las necesidades de creación
de empleo, y de su calidad, para la población que ha quedado en situación de desempleo
y aquella que se incorpora anualmente al mercado de trabajo, de tal manera que
la cantidad y la calidad del empleo, y el reparto inclusivo del crecimiento,
siguen siendo retos importantes a los que la política debe dar respuesta si
quiere atender a las necesidades de la inmensa mayoría de ciudadanos y no sólo
a una inmensa minoría. Muy probablemente los cambios que se avecina en Estados
Unidos, las consecuencias del Brexit en el Reino Unido y los problemas de
varios países emergentes, llevan al informe a manifestar su preocupación por la
“elevada incertidumbre sobre la economía mundial”.
Al igual que
en informes anteriores el documento cuantifica las tasas de desempleo y las
necesidades de creación de empleos para evitar que se siga incrementando aquel,
poniendo de manifiesto que una sola décima de incremento (5,7 a 5,8 %) implica
3,4 millones más de personas desempleadas en todo el mundo, llegándose a la
cifra de 2011 millones de desempleados en 2017 si se mantiene las tendencias
actuales. Para la OIT es especialmente preocupante la situación de los países
emergentes, con particular atención a la situación de Brasil. Respecto a los
llamados países desarrollados, preocupa especialmente el incremento del
desempleo de larga duración o de muy larga duración, por las consecuencias que
dicha inactividad tiene sobre las reales posibilidades de reincorporación al
mundo laboral y su automática conversión en un desempleo estructural. Respecto
a los países en desarrollo, la preocupación no es tanto por la situación de
desempleo (aunque ciertamente no se olvide su importancia) sino por el
importante número de trabajadores que ocupan empleos de muy poca calidad,
siendo especialmente afectados los trabajadores autónomos, los trabajadores
familiares no remunerados y los llamados trabajadores pobres (working poors),
es decir aquellos que aun prestando una actividad laboral no disponen de
recursos económicos suficientes para salir de la situación de pobreza.
En efecto,
si la cantidad preocupa, aún más la calidad del empleo, dado que aquellos
trabajadores que se encuentran en situación de vulnerabilidad suelen ocupar
empleos más precarios, con consecuencias también sobre el grado de protección
social que puedan tener. No niega el informe que se han producido mejoras en
las tasas de personas sometidas a tales condiciones, pero sigue manifestando su
preocupación en cuanto que cerca del 42 % del empleo total en 2017, lo que
supone 1.400 millones de personas, tenga un elevado grado de vulnerabilidad,
porcentaje que se incrementa hasta el 50 % en los países emergentes, y a un 80
% en los países en desarrollo, siendo las dos regiones más afectadas las de
Asia Meridional y África subsahariana.
En todos los
informes elaborados por la OIT hay una especial preocupación por los trabajadores
pobres y el ritmo de disminución de su número a escala mundial, considerando en
situación de pobreza moderada a quienes viven con menos de 3,10 dólares USA en
paridad de poder adquisitivo. Pues bien, el Informe por una parte muestra su
satisfacción por el descenso del porcentaje de personas que se encuentran en
tal situación, que podrá reducirse hasta el 28,7 % en 2017, pero por otra parte
se preocupa por la desaceleración que se observa en la reducción, e incluso se
constata que están nuevamente aumentando en países en desarrollo, a diferencia
de lo ocurrido en países emergentes, previéndose que en aquellos el número de
personas trabajadoras pobres aumente en tres millones anuales durante los dos
próximos años.
En la última
parte del informe, se constata la necesidad de adoptar medidas que tiendan a
superar las limitaciones estructurales al crecimiento como a evitar, y
corregir, el incremento de las desigualdades, y se insiste, como en informes
anteriores, en apostar por estímulos al crecimiento que se incorporen en las
políticas macroeconómicas, un incremento de la inversión pública que podría
contribuir a la reducción del desempleo y “apaciguar los miedos de un
crecimiento reducido y, por lo mismos, incrementar la demanda de inversión”. No
se olvida el informe, aunque se trate sólo de una referencia colateral en el
marco más amplio del análisis de las tendencias mundiales del impacto que tiene
en desarrollo tecnológico sobre el crecimiento económico y los cambios en el
empleo y la organización de trabajo, anunciando que en el marco de la
iniciativa lanzada sobre el futuro del trabajo será objeto de especial atención
su implicación tanto en la cantidad como en la calidad del empleo.
Buena lectura.
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