martes, 23 de enero de 2018

Las tendencias mundiales del empleo. Notas al Informe 2018 de la OIT (y otros documentos) y recordatorio de los informes de los cuatro años anteriores.



1. Fiel a su cita anual, el lunes 22 de enero (a partir de las 20:00) fue publicado en la página web de la Organización Internacional del Trabajo su informe “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo – Tendencias 2018”. El texto puede leerse en su versión íntegra en inglés, con resúmenes ejecutivos envarios idiomas, entre ellos el castellano, y se acompaña de un vídeo en el que se muestran las previsiones sobre el mercado laboral mundial en 2018, y también de un buscador de datos con varios apartados específicos (Desempleo, Empleo, Empleo por sectores, Empleo vulnerable, Empleadores, Asalariados, Fuerza de trabajo, Fuera de la fuerza de trabajo).

En la presentación del Informe, el Director General de la OIT, Guy Rider, manifestó que “Aun cuando el desempleo mundial se ha estabilizado, los déficits de trabajo decente siguen estando muy extendidos: la economía mundial todavía no crea empleos suficientes. Es necesario desplegar esfuerzos adicionales a fin de mejorar la calidad del empleo para las personas que trabajan y garantizar que las ganancias del crecimiento sean distribuidas equitativamente”. En la nota de prensa oficial de presentación, se pone de manifiesto que “A medida que la economía mundial se recupera, la población activa continúa aumentando, y por ello en 2018 el desempleo mundial debería mantenerse al mismo nivel del año pasado”.

El informe, que al igual que los de años anteriores debe ser leído con mucha atención por todas las personas interesadas en el estudio de los mercados de trabajo y las relaciones laborales, tanto por la excelente información facilitada a escala mundial como por las reflexiones y propuestas que quienes lo han redactado formulan, consta de diversos capítulos (tras el resumen ejecutivo): en primer lugar,  se aborda con carácter general el empleo mundial y las tendencias sociales, para inmediatamente proceder a su análisis en las diversas zonas regionales (África, América, Estados Árabes, Asia y Pacífico, Europa y Asia Central). Sigue a continuación el estudio de las transformaciones estructurales y sus implicaciones para la calidad futura del empleo, con subepígrafes dedicados a las tendencias a largo plazo del empleo sectorial, la variación sectorial del régimen de empleo y de las condiciones de trabajo, y los cambios previsto en las condiciones de empleo debido a las tendencias sectoriales del empleo. Por último, y no menos importante, el Informe aborda el examen del envejecimiento de la población y los futuros retos que plantea para el mercado laboral. Se adjuntan una serie de apéndices (A) Agrupaciones de países por región y nivel de ingresos. B. Estimaciones y proyecciones del mercado de trabajo.  C. Cambios en las estimaciones y proyecciones: Tendencias Modelos Econométricos (MTE) 2017 versus 2016.  D. Países, fuentes y períodos utilizados en el análisis de las condiciones de empleo a nivel sectorial. E. Estadísticas sociales y del mercado laboral por región de la OIT).

2. Antes de abordar los que son, a mi parecer, los contenidos más relevantes del Informe, me permito sugerir la lectura de otro documento de indudable interés para conocer la realidad social del mundo actual, cual es el presentado por Oxfam el mismo día 22 de enero, con ocasión de la reunión mundial de Davos, con el significativo título de “Premiar el trabajo, no la riqueza”, y un subtítulo no menos claro de aquello que debe conseguirse: “Para poner fin a la crisis de desigualdad, debemos construir una economía para los trabajadores, no para los ricos y poderosos”, en el que aporta datos estadísticos que ponen de manifiesto la extrema desigualdad existente entre una ínfima minoría y la mayor parte de la población, con cifras tan claras como que entre  2006 y 2015 “los salarios aumentaron una media del 2 % anual, mientras que la riqueza de  los milmillonarios se incrementó en un 13 %, seis veces más”, o que los según datos del Credit Suisse “42 personas poseen actualmente la misma riqueza que los 3.700 millones de personas más pobres del mundo”, o las referencias a otros documentos relevantes como por ejemplo el Informe sobre la desigualdad publicado por el World Inequality Lab, que muestra que “el 1 % más rico ha recibido el 27 % de todo el crecimiento de los ingresos generado entre 1980 y 2016, mientras que el 50 % más pobre de la población mundial apenas ha recibido la mitad, un 12 % de todo el aumento de ingresos”, y afirmaciones tan contundentes como que la desigualdad impacta especialmente sobre las mujeres, ya que el modelo económico neoliberal les ha perjudicado más que a los hombres, “recortando servicios  públicos, bajando los impuestos a los más ricos y estableciendo una carrera a la baja en salarios y condiciones laborales”.

Con mención a diversos estudios de la OIT, los autores del informe Oxfam constatan que “cada vez más, tener un trabajo no significa escapar de la pobreza”, y en los países emergentes o en desarrollo se calcula que un tercio de la población laboral vive en situación económica de pobreza, con impacto especial en la población joven.

El documento no se queda sólo en las críticas, sino que formula diversas propuestas para corregir la situación, tanto las que pasan por “regular, reestructurar y rediseñar nuestras economías y el funcionamiento de las empresas”, como las dirigidas a “hacer uso de las políticas fiscales (recaudación y gasto) para redistribuir y lograr una mayor justicia”. Entre las propuestas destacan, por ejemplo, las de establecer objetivos concretos, con planes específicos y de acción para reducir la desigualdad”, de tal manera que los gobiernos “deben aspirar a que los ingresos del conjunto del 10 % más rico de la población no superen los ingresos conjuntos del 40 % más pobre”, siendo este objetivo “un indicador revisado del objetivo 10 sobre desigualdad de los Objetivos de Desarrollo Sostenible”, así como también el de establecer techos a los beneficios de los accionistas y “promover una ratio salarial por la que los directivos de las empresas no ganen más de 20 veces el salario mediano de sus empleados, preferiblemente menos”, o formalizar de manera progresiva la economía informal “para garantizar la protección de todos los trabajadores y trabajadoras”, o adopción de medidas para garantizar que las empresas paguen a sus proveedores “unos precios que permitan a su vez garantizar salarios dignos a las y los trabajadores a lo largo de sus cadenas de suministro”.

Igualmente es muy recomendable la lectura del último número de la revista de reflexión y debate “Gaceta Sindical” (nº 29, diciembre 2017), editada por la ConfederaciónSindical de Comisiones Obreras y dedicada a “Empleo, precariedad y nuevosentornos laborales”, con ricas y variadas aportaciones desde los ámbitos sindicales, jurídicos, económicos y sociológicos. Por su estrecha relación con el Informe 2018 de la OIT hay que referirse al artículo de Joaquín Nieto, director de la Oficina de la OIT para España, que lleva por título “Tendencias laborales y el futuro del trabajo”, y en el que aborda los retos actuales antes los que se enfrenta el mundo del trabajo, enfatizando que ante todos ellos “el horizonte del trabajo decente para todos y todas  sigue siendo un imperativo para la convivencia y el bienestar de nuestras sociedades; el reto que tenemos por delante es hacerlo efectivo. La transición justa a través del diálogo social es la forma más eficaz de afrontar los cambios desde una perspectiva inclusiva y conformar el futuro del trabajo que queremos”.

Dicho sea incidentalmente, es una satisfacción poder explicar que el miércoles 24 se firmaun convenio entre mi Universidad y la OIT para abordar justamente el futuro deltrabajo. En la nota de prensa oficial de la UAB, publicada el 19 de enero, puede leerse lo siguiente: “El acuerdo, impulsado por la Facultad de Derecho, nace con la intención de establecer un marco general para promover aspectos vinculados con el mundo del trabajo. El trabajo decente, la protección social o las relaciones laborales son algunas de las temáticas que contempla el Memorando, nombre por el que se conoce el convenio. La firma de este acuerdo prevé que sirva como preludio para la realización de cursos, estudios, celebración de seminarios ... Precisamente, la firma de este convenio llega en un contexto cercano a la celebración del centenario de la Organización Internacional del Trabajo. La agencia, fundada en 1919, es un organismo especializado de las Naciones Unidas que se encarga de velar por los "derechos laborales, fomentar oportunidades de trabajo decente, mejorar la protección social y fortalecer el diálogo para abordar los temas relacionados con el trabajo".

3. El informe 2018 de la OIT constata que el crecimiento económico a escala mundial ha sido del 3.6 % en 2017, en cuatro décimas superior al del año anterior, debido a la expansión operada en todos los países, tanto en los desarrollados como en los emergentes y en desarrollo. No obstante este crecimiento, el número de personas desempleadas no se reducirá, debido al incremento de las que se incorporan al mundo del trabajo, calculándose que el desempleo seguirá afectando a más de 192 millones de personas, con una previsión negativa de incremento de 1,3 millones para 2019, dato que demuestra la importancia de adopción de medidas que favorezcan la creación de empleo (estable y de calidad) a escala internacional.

Además, el desempleo es sólo una de las caras negativas del mercado laboral, ya que también lo es el empleo vulnerable (identificado por la OIT como aquel que incluye a los trabajadores por cuenta propia y a los trabajadores familiares auxiliares), que supone cerca del 40 % de la población mundial trabajadora, es decir unos 1.400 millones de personas, con un porcentaje altísimo en países en desarrollo (76 %) y  no menos preocupante en los emergentes (46 %), con previsión negativa de incremento anual de 17 millones para 2018 y 2019.

Otra parte del rostro poco agraciado del mercado laboral es el de las personas trabajadoras pobres, en el que sólo se ha producido un limitado avance, en términos de reducción de quienes se encuentran en tal situación, en el último año, y que al igual que ocurría con el empleo vulnerable, afecta sobremanera a los países en desarrollo y a los emergentes. La reducción de la pobreza laboral extrema, dato positivo, no va acompañada de la de la pobreza laboral moderada, de tal manera que el Informe calcula que en 2017 cera de 430 millones de personas trabajadoras de países emergentes y en desarrollo vivían con ingresos de entre 1,90 y 3,10 dólares estadounidenses.   

4. El mundo del trabajo tiene grandes diferencias según la zona regional que se tome en consideración, diferencias que también se refieren a los problemas concretos que deben afrontar. Sirva como ejemplo que en los países desarrollados la preocupación por el desempleo (siempre en términos agregados) no debe ser un elemento central de los debates, ya que la tasa del 5,5 % prevista para 2018 seria la más baja desde el inicio de la crisis económica y social en 2007, además de ser el sexto año de descenso continuado, pero sí lo deben ser otros relativos tanto a la cantidad como a la calidad del empleo, como son “una tasa elevada de subutilización de la mano de obra, un amplio porcentaje de  trabajadores desanimados y una creciente incidencia del empleo a tiempo parcial involuntario”, mientras que, por poner un ejemplo con datos cuantitativos semejantes pero muy diferentes problemáticas laborales, en los países en desarrollo, aun cuando la tasa de desempleo sea, incluso, algo inferior, a la de los países desarrollados (5, 3%), los auténticos problemas del mercado de trabajo serían “la persistencia del empleo de mala calidad y de la pobreza laboral”.

5. ¿Mercados de trabajo desiguales por razón de genero y de edad? La respuesta es afirmativa si hemos de hacer caso a los abundantes datos aportados en el informe sobre la desigualdad experimentada por las mujeres y también por las personas jóvenes menores de 25 años. Para las primeras, el llamado “déficit de participación en el mercado laboral (siempre con datos agregados) es de 26 puntos con respecto a los hombres; participación, que no implica menor desigualdad en el acceso efectivo al empleo o de estar ocupada en un sector de actividad y en una categoría o grupo profesional de menor entidad que aquellos en los que prestan servicios los varones. Para los jóvenes, su tasa de desempleo está cercana al 13 %, es decir tres veces mas elevada que la de los adultos, que es del 4.3 %. Un dato especialmente importante para comprender la problemática de la inmigración, y que afecta de lleno a España, es la tasa de desempleo de los jóvenes en la zona regional de África del Norte (Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto y Sudán), que alcanza el 30 %.

6. El incremento de las desigualdades provoca sin duda alguna un aumento del descontento social y la posibilidad de conflictos sociales importantes. La tendencia, constatada en informes de años anteriores, ha experimentado un leve descenso de un punto con respecto a 2017, si bien nuevamente debe destacarse que las convulsiones políticas en África del Norte han provocado que el índice de descontento social se haya elevado hasta el 26 % es decir cuatro puntos por encima del global. Datos aportados en el informe sobre la situación del empleo y desempleo según las diversas zonas regionales tomadas en consideración, auguran a mi parecer que no decrecerá el número de migrantes de África del Norte y también del África subsahariana hacia Europa, con España en el primer punto de mira de muchos de ellos. En efecto, respecto a África del Norte, una de las conclusiones del estudio es que “A nivel mundial, la región registra la tasa de desempleo más alta debido a las grandes carencias de empleo para los jóvenes y las mujeres, quienes están significativamente sobrerrepresentados entre los desempleados”, y por lo que respecta al África subsahariana,  “Más de uno de cada tres trabajadores vive en condiciones de pobreza extrema, mientras que casi tres de cada cuatro trabajadores ocupan un empleo vulnerable”.

7. Un amplio capítulo del Informe está destinado a la transformación estructural que se está operando en el trabajo, y por consiguiente también en el mercado laboral,  y cuáles son sus implicaciones para la calidad del trabajo, siempre planteada por la OIT desde cómo facilitar a toda persona trabajadora un empleo digno y decente. Hay una constatación generalizada de desplazamiento, o reasignación, de trabajadores entre sectores productivos como consecuencia de diversos factores económicos y sociales que afectan a nuestras sociedades, entre los que se listan “los avances tecnológicos, la acumulación de capital, la globalización, la tecnología y las políticas gubernamentales”, en el bien entendido que el sector servicios seguirá experimentando incrementos (en los países desarrollados supone el 75 % de la población trabajadora,  y más concretamente un 41 % en los servicios de mercado) y el sector de la agricultura mantendrá su tendencia descendente, siendo en este sector muy importantes las diferencias porcentuales entre los países en desarrollo (que ocupan al 70 % de su población trabajadora en la agricultura), aquellos con rentas medias bajas (40 ), los de rentas medias altas (16 %) y los países desarrollados ( 3%)

La llamada “desindustrialización precoz”, es decir el menor crecimiento de la actividad industrial en los países con menores ingresos con ocasión de la reasignación de factores de producción, lleva a la OIT a ser prudente, y manifestar dudas, con respecto al posible cambio positivo de la calidad del empleo en el tránsito del sector agrícola al de servicios, ya que en estos últimos hay una buena gama de empleo cuyas condiciones laborales son inferiores a los de la industria, en el bien entendido que esta problemática también afecta a los países desarrollados y puede provocar un incremento del empleo a tiempo parcial y el subempleo por insuficiencia de horas de trabajo.

De ahí que la OIT tenga un punto de preocupación a mi parecer incluso algo superior al manifestado en Informes de años anteriores, al afirmar que “el rumbo previsto de la transformación estructural parece tener escasas posibilidades de suscitar mejoras generalizadas de las condiciones de trabajo”, que “la mejora de las condiciones de trabajo depende de la capacidad de los trabajadores para encontrar empleos con mejores condiciones de trabajo en los sectores a los que están pasando, lo que no está garantizado en absoluto”, que un incremento de número de trabajadores que pasen de la agricultura a los servicios no implica necesariamente un descenso en la incidencia de la informalidad laboral, y poniendo de manifiesto que “para obtener los resultados de la transformación estructural en materia de trabajo decente primero se habrán de emprender iniciativas políticas firmes que impulsen la formalización, el empleo de calidad y la productividad en el sector de los servicios”. Así se explica más detalladamente en el Informe 2018, cuando aborda la problemática de los países desarrollados: “…ciertas pautas de cambio estructural pueden dar lugar a una mayor proporción del empleo temporal y a tiempo parcial, la informalidad y los empleos de baja productividad, y, como tales, requieren atención. Por ejemplo, en muchos países desarrollados se está produciendo un desplazamiento del empleo de la industria manufacturera a los servicios, donde el empleo a tiempo parcial suele ser más importante y a menudo se contrata involuntariamente, debido a la falta de oportunidades de empleo a tiempo completo y permanente. Al mismo tiempo, el sector de los servicios se apoya cada vez más en nuevas formas de empleo, como el trabajo compartido, el trabajo a llamada y el autoempleo dependiente. Estas nuevas formas de empleo, aunque pueden ofrecer una mayor flexibilidad y autonomía que los empleos manufactureros, también pueden estar relacionadas con el empeoramiento de las condiciones de trabajo en general, ya que a menudo se caracterizan por una mayor incidencia de las modalidades de trabajo no convencionales, una mayor intensidad del trabajo, horarios de trabajo excesivos y un acceso limitado o nulo a la protección social”.

8. El último capítulo del Informe está dedicado al examen del envejecimiento de la población y los futuros retos que plantea para el mercado laboral, constatándose que el aumento de la esperanza de vida y la caída de la tasa de natalidad “han desacelerado considerablemente el crecimiento de la población mundial; se prevé que esta trayectoria continúe en los próximos decenios”, con el indudable impacto sobre el aumento de la edad media de la población trabajadora (actualmente es de 40 años) y sobre las partidas presupuestarias que serán necesario destinar para cubrir las pensiones de jubilación,  siendo especialmente importante (obsérvese bien que no digo problemática) la situación en los países desarrollados, para los que la OIT calcula que en 2030 “habrá cerca de cinco personas de 65 años o más por cada diez personas en la fuerza de trabajo, un aumento con respecto a las 3,5 de 2017”.

Los retos que deberán abordarse en el futuro inmediato serán los de facilitar una pensión digna a toda personas jubilada (el informe utiliza la expresión “mantener fuera de la pobreza a la población jubilada), y adaptar las condiciones de trabajo a una población cuya edad promedio se irá incrementando gradualmente (en la terminología del informe se habla de “promover resultados en materia de trabajo decente para una fuerza de trabajo en creciente envejecimiento y ayudar a los trabajadores de edad a adaptarse a la transformación del mundo del trabajo”. En la presentación del informe, el director interino del departamento de investigación de la OIT, Sangheon Lee, puso de manifiesto que “Además del desafío que representa un número creciente de jubilados para los sistemas de pensión, una fuerza de trabajo cada más vieja también podría tener un impacto directo sobre los mercados laborales. El envejecimiento podría mermar la productividad y ralentizar los ajustes del mercado laboral después de las crisis económicas”.  En el informe se constatan los retos con los que se enfrentan las personas trabajadoras de edad, y sus respectivos países, en estos términos: “Garantizar un acceso adecuado a la cobertura de las pensiones representa hoy en día un grave problema, que probablemente se verá agravado de manera significativa a la luz del rápido envejecimiento de la población descrito anteriormente. De hecho, en todo el mundo, cerca de un tercio de todas las personas mayores de edad no tienen derecho a una pensión (OIT, 2017h) y, entre las que sí la tienen, el 52% se enfrentan a una cobertura insuficiente (OIT, 2014b). Además, sólo un poco más de la mitad de las personas de edad por encima de la edad legal de jubilación (51,5%) perciben una pensión de vejez (es decir, prestaciones periódicas en metálico) y la proporción disminuye al 45,6% si se excluye a China”.

9. Para que los lectores y lectoras pueden comparar los planteamientos del Informe 2018 con los expuestos en los de años anteriores, reproduzco algunos de los comentarios que efectué en entradas anteriores de los informes de 2014, 2015, 2016 y 2017.  

A) El 21 de enero se hacía público el informe anual de la OIT sobre “Tendencias mundialesdel empleo 2014”, con un título, en forma de interrogante, muy claro y expresivo: “¿Hacia una recuperación sin creación de empleo?”. El informe abunda y profundiza en la preocupación manifestada en los de años anteriores sobre los escaso logros en la lucha a escala mundial para reducir los niveles de desempleo, mejorar la calidad del trabajo y adoptar medidas sociales que corrijan las cada vez más creciente desigualdades poniendo de manifiesto en su presentación,  a cargo del director del Instituto de Estudios Laborales de la OIT Raymond Torres, que el sistema financiero “sigue siendo el talón de Aquiles de la economía mundial”, y que muy pocos progresos se han realizado “en la reducción de la pobreza y de las formas vulnerables de empleo como el trabajo informal y la economía irregular”.

Las cifras que facilita la OIT a escala mundial pueden parecer que están alejadas de las realidades y problemas que sufren quienes se encuentran en difícil situación en su parcela laboral, pero en modo alguno lo son cuando tratas de entender cuál es la realidad que nos encontramos a escala global. Extraigo aquellas que más me han llamado la atención: “Se calcula que en 2013 el número de personas desempleadas se situó cerca de los 202 millones, un aumento de casi 5 millones respecto del año anterior, lo que significa que el empleo está creciendo a un ritmo más lento que la fuerza de trabajo…. En conjunto, el déficit mundial de empleo generado relacionado con la crisis desde el inicio de ésta en 2008, agregando a un número de por sí considerable de buscadores de empleo, sigue aumentando. En 2013, el déficit ascendió a 62 millones de empleos, incluidos 32 millones de personas más que buscaban trabajo, 23 millones que se desalentaron y habían dejado de buscar y 7 millones de personas económicamente inactivas que optaron por no participar en el mercado de trabajo”. La situación de los jóvenes es especialmente preocupante ya que cerca de 75,4 millones (entre 15 y 24 años) estuvieron desempleados durante el año anterior, un porcentaje del 13,1 %, “un valor tres veces superior al de la tasa de desempleo de los adultos”, con un incremento del número de personas desempleadas de larga duración, reducción de la tasa de participación en el marcado laboral con respecto a la existente al inicio de la crisis, e incremento del número de personas que tienen un empleo vulnerable, de tal manera que “el empleo por cuenta propia y el desempeñado por trabajadores familiares auxiliares representa el 48 % del total del empleo”.

Aunque haya disminuido de forma notable desde principios del siglo XXI, y es una noticia de la que sólo cabe felicitarse, el número de trabajadores pobres, es decir aquellos que a pesar de tener un trabajo no pueden escapar de una situación de pobreza, los datos siguen siendo muy preocupantes, y además el nuevo Informe pone de relieve que la reducción parece haberse estancado, de tal manera que “Se calcula que, en 2013, 375 millones de trabajadores (un 11.9 por ciento del total de empleados) vivían con menos de 1,25 dólares de los Estados Unidos al día y 839 millones (o 26.7 del total de empleados) con 2 dólares al día o menos”.

Por todo ello, la OIT apuesta tanto por la aplicación de políticas macroeconómicas para la creación de empleo y un incremento de los presupuestos destinados a las políticas activas de empleo, al objeto tanto de incorporar más personas al mercado de trabajo como de mejorar los niveles de calificación y competencias de las personas en activo.

B) El día 19 de enero de 2015 se hacía público el informe “Perspectivas laborales y socialesen el mundo. Tendencias en 2015”, que en años anteriores se denominaba “Tendencias mundiales del empleo”. Según la nota oficial de presentación del documento, este “contiene una previsión de las tasas de desempleo a nivel mundial y examina los factores subyacentes a estas tendencias, que comprenden la persistencia de las desigualdades y la caída de la participación de los salarios. El informe considera los motores del ascenso de la clase media en el mundo en desarrollo así como el riesgo de conflictividad social, sobre todo en las regiones donde el desempleo juvenil es alto. Analiza también los factores estructurales que configuran el mundo del trabajo, como el envejecimiento de la población y la evolución de las competencias solicitadas por los empleadores”.

Se trata de un documento de mucho interés y al que todas las personas interesadas en la temática de las relaciones laborales y sociales debemos prestar atención ya que proporciona las grandes cifras y datos globales de cuál es el estado de la cuestión, año a tras año, a escala internacional y europea, siendo de especial importancia su seguimiento desde el inicio de la crisis en 2008. Una crisis que no ha acabado para muchas personas, más allá de las cifras sobre creación de empleo, habiendo afirmado el director general de la OIT, Guy Rider, en la presentación del Informe, que “la crisis del empleo dista mucho de haber terminado, de manera que no hay margen para la complacencia”, destacando del Informe que seguirá incrementándose la desigualdad de ingresos, “con el 10 por ciento más rico de la población que devengará entre 30 y 40 por ciento del total de los ingresos, mientras que el 30 % más pobre ganará entre 2 y 7 por ciento del total de ingresos”.

El Informe sigue constatando la existencia de amplias brechas laborales y sociales surgidas durante la crisis, siendo un reto de futuro, muy difícil de alcanzar si no se adoptan las políticas adecuadas para ello, crear empleos en un número suficiente no sólo para acoger a quienes se incorporan al mercado de trabajo sino también para quienes quedaron fuera del mismo en años anteriores, cerca de 61 millones de personas desde 2008, por lo que para colmar aquello que la OIT ha calificado, con expresión que ha hecho fortuna, “brecha de empleo”, se calcula que será necesario crear a escala mundial 280 millones de nuevos empleos en 2019. Pero los datos y las perspectivas con las que trabaja el máximo foro mundial sociolaboral no son precisamente optimistas, ya que desde el inicio de la crisis se han incorporado 31 millones de personas a la situación de desempleo, en la que se encontraban en 2014 201 millones, previéndose un incremento de 3 millones este año y de 8 millones durante los cuatro siguientes. La cifra de trabajadores vulnerables (empleo vulnerable se define por la OIT como la suma de los trabajadores por cuenta propia más los trabajadores en negocios familiares) se cifra en 1400 millones en el mundo, con un incremento de 27 millones desde 2012, y uno de cada catorce trabajadores seguirá viviendo al finalizar este decenio “en condiciones de extrema pobreza”.

Otro dato importante a destacar del informe es el incremento de las desigualdades en las economías avanzadas, mientras que el avance en la corrección de estas en las economías emergentes y en desarrollo se ha ralentizado considerablemente. Para las economías avanzadas (no en todas ciertamente, pero España sí estaría en el grupo de las afectadas), de las que se recuerda que “tradicionalmente las desigualdades han sido muy inferiores a las de los países en desarrollo” se dice ahora que las desigualdades en los ingresos han empeorado rápidamente después de la crisis, y en algunos casos se están acercando a niveles registrados en algunas economías emergentes”. Para intentar corregir las deficiencias denunciadas en el Informe la OIT apuesta, una vez más como en anteriores informes, por el impulso de la demanda agregada y la inversión empresarial, y la reorientación de los sistemas crediticios para apoyar la economía real y con especial atención a las pequeñas empresas, junto con políticas del mercado de trabajo y fiscales bien diseñadas. Igualmente, “también hay que afrontar las persistentes vulnerabilidades sociales vinculadas a la frágil recuperación laboral, principalmente el elevado desempleo de los jóvenes, el desempleo de larga duración y el abandono del mercado de trabajo, sobre todo entre las mujeres. Para ello es preciso emprender reformas del mercado de trabajo inclusivas con objeto de apoyar la participación, promover la calidad del empleo y actualizar las calificaciones”.  Tampoco se olvida la OIT de la situación laboral y social de los jóvenes, con tasas de desempleo que triplican a las de los adultos, con la necesidad de adoptar medidas formativas y laborales que corrijan la situación actual.

C) Fiel a su cita anual, el pasado mes de enero fue publicado el Informe de la OIT sobre “Perspectivas sociales y de empleo en el mundo. Tendencias 2016”, que según puede leerse en la página web “incluye una previsión de los niveles de desempleo en el mundo y examina la situación en las economías desarrolladas, emergentes y en desarrollo, con cifras y gráficos detallados. El informe presta particular atención a la proporción de empleo vulnerable, así como a la magnitud de la economía informal. Propone además orientaciones políticas para estimular las oportunidades de trabajo decente en todo el mundo”.  En su presentación, su director general Guy Rider explicó que “La significativa desaceleración de las economías emergentes junto a una drástica disminución de los precios de las materias primas tiene un efecto negativo sobre el mundo del trabajo”, así como también que “Muchos trabajadores y trabajadoras tienen que aceptar empleos mal remunerados, tanto en las economías emergentes como en las en desarrollo y, cada vez más, en los países desarrollados. A pesar de la disminución del número de desempleados en algunos países de la Unión Europea y en Estados Unidos, demasiadas personas aún no tienen trabajo. Es necesario emprender una acción urgente para estimular las oportunidades de trabajo decente, o corremos el riesgo de que se intensifiquen las tensiones sociales”. Para Raymond Torres, Director del Departamento de Investigación de la OIT, “La inestabilidad del contexto económico asociada con la volatilidad de los flujos de capital, la persistente disfunción de los mercados financieros y la insuficiente demanda mundial, siguen afectando a las empresas y desincentivan las inversiones y la creación de empleo”.

El Informe de 2016 pone de manifiesto el impacto que ha  tenido el debilitamiento de la economía en el aumento del desempleo a escala mundial, situando su  origen en factores que no son en modo alguno actuales sino que vienen de lejos, como el descenso de la inversión de capital a largo plazo, el envejecimiento demográfico, la creciente desigualdad y el debilitamiento de la productividad”, de tal manera que en 2015 el número de personas desempleadas alcanzó los 197 millones, dado que implica no sólo el crecimiento en un millón del número de desempleados con respecto a 2014, sino también, y mucho más relevante, de veintisiete millones con respecto a los años anteriores al inicio de la crisis, crecimiento que se ha concentrado en gran medida en los países emergentes y en desarrollo, a diferencia de los avances operados en Estados Unidos y Europa, si bien el Informe no olvida recordar que el sur de Europa, y por tanto en España, “… a pesar de ciertas mejoras, las tasa de desempleo han seguido altas”. Las perspectivas laborales no son precisamente halagüeñas de cara al futuro, antes las cada vez más importantes incertidumbres económicas, y se vaticina un crecimiento del desempleo en 2,3 millones este año y 1,1 más en 2017.

No sólo preocupa el desempleo a la OIT, sino que también es motivo de atención la fragilidad o vulnerabilidad del empleo que se crea, y por consiguiente la calidad del trabajo debe ponerse en el punto de mira de las políticas de empleo. Aquí no incluye la OIT todos los supuestos en los que puede observarse tal fragilidad (estoy pensando en el trabajo temporal permanente, o en el trabajo a tiempo parcial involuntario ante la falta de posibilidades de acceder a un empleo a tiempo completo, aunque sí los califica de subempleo y con especial impacto entre los jóvenes y las mujeres), sino que se refiere al trabajo por cuenta propia (en bastantes ocasiones, además, una versión jurídica del falso autónomo, ya que sus condiciones laborales le acercan en gran medida a un trabajador por cuenta ajena) y al trabajo familiar no remunerado, constatando  que, a pesar de haberse producido una ligera disminución desde el inicio de la crisis, todavía supone el 46 % del empleo total en el mundo, o lo que es lo mismo más de 1.500 millones de personas, con porcentajes que alcanzan el 70 % en el Sur de Asia y en el África Subsahariana.

Otros datos no menos destacados del Informe, y ya se había alertado de ellos en años anteriores sin haber recibido respuesta alguna por la mayor parte de dirigentes de los países a los que iba dirigido, es la constatación de un crecimiento más lento y por consiguiente, en cuanto que dicho crecimiento va de la mano con un aumento de las desigualdades sociales, la menor posibilidad de acceso al nivel de vida de la clase media en buena parte de los países emergentes y en desarrollo, circunstancia que “puede alimentar el malestar social”. Además, también en los países desarrollados se constata por el Informe que la alta tasa de desempleo entre los hombres jóvenes “es, a menudo, un factor determinante, en los movimientos políticos y sociales”.

Por cierto, también se observa este malestar en los países desarrollados, y los datos reunidos por la OIT ponen de manifiesto que hay motivo más que justificado para ello, ante el importante aumento de la desigualdad de ingresos, de tal manera que “mientras que los ingresos más altos continúan creciendo, el 40 por ciento más pobre de los hogares se ha ido quedando atrás desde el inicio de la crisis mundial”.

En fin, el Informe de la OIT constata que el número de trabajadores en situación de pobreza moderada o casi moderada se ha incrementado desde el año 2000 (entendiendo por tal situación quienes viven con un ingreso entre 1,90 y 5 $ diarios en términos de paridad de poder adquisitivo), dato que pone claramente de manifiesto el deterioro de la remuneración de muchas personas trabajadoras. En este punto, es necesario resaltar que la calidad de empleo, junto con la cantidad, debe ser un elemento importante de atención para la mayor parte de países, y no menos el desarrollo de un sistema de protección social adecuado que cubra las necesidades de las personas afectadas por situaciones de pérdida de empleo y de carencia de recursos. Por decirlo con las propias palabras del documento, “hacer del trabajo decente un pilar central de la estrategia política no sólo aliviaría la crisis del empleo y mejoraría las diferencias sociales, sino que también contribuiría a poner al mundo económico en una senda de crecimiento económico mejor y más sostenible”. Recuérdese aquí el dato recogido en el Informe de 2015 sobre la falta de protección social de muchos trabajadores en el mundo: solo el 5 % de los trabajadores vulnerables tienen acceso a ellos, y el 40 % de los trabajadores asalariados no están protegidos.

Y en esta compleja realidad económica y social, ¿qué hay que decir sobre la migración y su impacto en los mercados de trabajo de los países de acogida, y más en estos momentos en los que, en concreto en la Unión Europea, hay un intenso debate sobre cómo afectara la mayor presencia de refugiados? Pues bien, el planteamiento de la OIT destaca que la migración “es un mecanismo importante para equilibrar la oferta y demanda de trabajo entre los países”, y que el flujo de refugiados llegado a Europa hace del todo punto necesario “facilitar su entrada en el mercado de trabajo lo más rápida y eficazmente posible”, enfatizando algo que también ha sido destacado desde ámbitos económicos pero que cuesta mucho más de asumir por buena parte de la población, cual es que “a largo plazo, la afluencia de migrantes ayudará a suplir la escasez de habilidades en ciertas áreas, así como a mitigar los riesgos asociados con el estancamiento secular”

D) Fiel a su cita anual, el pasado 12 de enero fue publicado en la página web de la Organización Internacional del Trabajo su informe “Perspectivas sociales del empleo en el mundo. Tendencias 2017”. El texto se acompaña de un vídeo en el que algunos economistas de la OIT realizan una breve y muy gráfica explicación de sus contenidos más destacados, junto con mapas y cuadros interactivos en los que se puede consultar en qué países es más elevado el desempleo, en cuáles tiene los trabajadores más posibilidades de encontrarse en una situación de vulnerabilidad y en los que tienen asimismo más posibilidades de vivir en situación de pobreza aun cuando realicen una actividad laboral.

En la presentación del documento, el director general de la OIT Guy Rider afirmó que “Estamos enfrentando un doble desafío: reparar los daños causados por la crisis económica y social mundial y crear empleos de calidad para las decenas de millones de personas que cada año se incorporan al mercado laboral”, y señaló algunos de los problemas que analiza y examina el informe: “El crecimiento económico sigue defraudando y es inferior al esperado, tanto en su nivel como en su grado de inclusión. Esto dibuja un cuadro inquietante para la economía mundial y su capacidad de crear empleos suficientes, mucho menos empleos de calidad. La persistencia de un alto nivel de formas de empleo vulnerable, asociada a una evidente falta de progresos en la calidad de los empleos – aún en países donde las cifras agregadas están mejorando – es alarmante. Debemos garantizar que las ganancias del crecimiento sean compartidas de manera inclusiva”. 

El informe pone de manifiesto que el crecimiento económico a escala mundial sigue siendo “decepcionante” por no poder dar debida respuesta a las necesidades de creación de empleo, y de su calidad, para la población que ha quedado en situación de desempleo y aquella que se incorpora anualmente al mercado de trabajo, de tal manera que la cantidad y la calidad del empleo, y el reparto inclusivo del crecimiento, siguen siendo retos importantes a los que la política debe dar respuesta si quiere atender a las necesidades de la inmensa mayoría de ciudadanos y no sólo a una inmensa minoría. Muy probablemente los cambios que se avecina en Estados Unidos, las consecuencias del Brexit en el Reino Unido y los problemas de varios países emergentes, llevan al informe a manifestar su preocupación por la “elevada incertidumbre sobre la economía mundial”.

Al igual que en informes anteriores el documento cuantifica las tasas de desempleo y las necesidades de creación de empleos para evitar que se siga incrementando aquel, poniendo de manifiesto que una sola décima de incremento (5,7 a 5,8 %) implica 3,4 millones más de personas desempleadas en todo el mundo, llegándose a la cifra de 2011 millones de desempleados en 2017 si se mantiene las tendencias actuales. Para la OIT es especialmente preocupante la situación de los países emergentes, con particular atención a la situación de Brasil. Respecto a los llamados países desarrollados, preocupa especialmente el incremento del desempleo de larga duración o de muy larga duración, por las consecuencias que dicha inactividad tiene sobre las reales posibilidades de reincorporación al mundo laboral y su automática conversión en un desempleo estructural. Respecto a los países en desarrollo, la preocupación no es tanto por la situación de desempleo (aunque ciertamente no se olvide su importancia) sino por el importante número de trabajadores que ocupan empleos de muy poca calidad, siendo especialmente afectados los trabajadores autónomos, los trabajadores familiares no remunerados y los llamados trabajadores pobres (working poors), es decir aquellos que aun prestando una actividad laboral no disponen de recursos económicos suficientes para salir de la situación de pobreza.

En efecto, si la cantidad preocupa, aún más la calidad del empleo, dado que aquellos trabajadores que se encuentran en situación de vulnerabilidad suelen ocupar empleos más precarios, con consecuencias también sobre el grado de protección social que puedan tener. No niega el informe que se han producido mejoras en las tasas de personas sometidas a tales condiciones, pero sigue manifestando su preocupación en cuanto que cerca del 42 % del empleo total en 2017, lo que supone 1.400 millones de personas, tenga un elevado grado de vulnerabilidad, porcentaje que se incrementa hasta el 50 % en los países emergentes, y a un 80 % en los países en desarrollo, siendo las dos regiones más afectadas las de Asia Meridional y África subsahariana.

En todos los informes elaborados por la OIT hay una especial preocupación por los trabajadores pobres y el ritmo de disminución de su número a escala mundial, considerando en situación de pobreza moderada a quienes viven con menos de 3,10 dólares USA en paridad de poder adquisitivo. Pues bien, el Informe por una parte muestra su satisfacción por el descenso del porcentaje de personas que se encuentran en tal situación, que podrá reducirse hasta el 28,7 % en 2017, pero por otra parte se preocupa por la desaceleración que se observa en la reducción, e incluso se constata que están nuevamente aumentando en países en desarrollo, a diferencia de lo ocurrido en países emergentes, previéndose que en aquellos el número de personas trabajadoras pobres aumente en tres millones anuales durante los dos próximos años.


En la última parte del informe, se constata la necesidad de adoptar medidas que tiendan a superar las limitaciones estructurales al crecimiento como a evitar, y corregir, el incremento de las desigualdades, y se insiste, como en informes anteriores, en apostar por estímulos al crecimiento que se incorporen en las políticas macroeconómicas, un incremento de la inversión pública que podría contribuir a la reducción del desempleo y “apaciguar los miedos de un crecimiento reducido y, por lo mismos, incrementar la demanda de inversión”. No se olvida el informe, aunque se trate sólo de una referencia colateral en el marco más amplio del análisis de las tendencias mundiales del impacto que tiene en desarrollo tecnológico sobre el crecimiento económico y los cambios en el empleo y la organización de trabajo, anunciando que en el marco de la iniciativa lanzada sobre el futuro del trabajo será objeto de especial atención su implicación tanto en la cantidad como en la calidad del empleo. 

Buena lectura. 

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