1. Fiel a su cita
anual, el pasado 12 de enero fue publicado en la página web de la Organización
Internacional del Trabajo su informe “Perspectivas sociales y del empleo en elmundo – Tendencias 2017”. El texto puede leerse en su versión íntegra eninglés, con resúmenes ejecutivos en varios idiomas, entre ellos el castellano.
El documento se acompaña de un vídeo en el que algunos economistas de la OIT realizan
una breve y muy gráfica explicación de sus contenidos más destacados, junto con
mapas y cuadros interactivos en los que se puede consultar en qué países es más
elevado el desempleo, en cuáles tiene los trabajadores más posibilidades de
encontrarse en una situación de vulnerabilidad y en los que tienen asimismo más
posibilidades de vivir en situación de pobreza aun cuando realicen una
actividad laboral.
En la presentación
del documento, el director general de la OIT Guy Rider afirmó que “Estamos
enfrentando un doble desafío: reparar los daños causados por la crisis
económica y social mundial y crear empleos de calidad para las decenas de
millones de personas que cada año se incorporan al mercado laboral”, y señaló
algunos de los problemas que analiza y examina el informe: “El crecimiento
económico sigue defraudando y es inferior al esperado, tanto en su nivel como
en su grado de inclusión. Esto dibuja un cuadro inquietante para la economía
mundial y su capacidad de crear empleos suficientes, mucho menos empleos de
calidad. La persistencia de un alto nivel de formas de empleo vulnerable,
asociada a una evidente falta de progresos en la calidad de los empleos – aún
en países donde las cifras agregadas están mejorando – es alarmante. Debemos
garantizar que las ganancias del crecimiento sean compartidas de manera
inclusiva”.
2. El informe pone
de manifiesto que el crecimiento económico a escala mundial sigue siendo “decepcionante”
por no poder dar debida respuesta a las necesidades de creación de empleo, y de
su calidad, para la población que ha quedado en situación de desempleo y
aquella que se incorpora anualmente al mercado de trabajo, de tal manera que la
cantidad y la calidad del empleo, y el reparto inclusivo del crecimiento,
siguen siendo retos importantes a los que la política debe dar respuesta si
quiere atender a las necesidades de la inmensa mayoría de ciudadanos y no sólo
a una inmensa minoría. Muy probablemente los cambios que se avecina en Estados
Unidos, las consecuencias del Brexit en el Reino Unido y los problemas de
varios países emergentes, llevan al informe a manifestar su preocupación por la
“elevada incertidumbre sobre la economía mundial”.
Al igual que en
informes anteriores el documento cuantifica las tasas de desempleo y las
necesidades de creación de empleos para evitar que se siga incrementando aquel,
poniendo de manifiesto que una sola décima de incremento (5,7 a 5,8 %) implica
3,4 millones más de personas desempleadas en todo el mundo, llegándose a la
cifra de 2011 millones de desempleados en 2017 si se mantiene las tendencias
actuales. Para la OIT es especialmente preocupante la situación de los países
emergentes, con particular atención a la situación de Brasil. Respecto a los
llamados países desarrollados, preocupa especialmente el incremento del
desempleo de larga duración o de muy larga duración, por las consecuencias que
dicha inactividad tiene sobre las reales posibilidades de reincorporación al
mundo laboral y su automática conversión en un desempleo estructural. Respecto
a los países en desarrollo, la preocupación no es tanto por la situación de
desempleo (aunque ciertamente no se olvide su importancia) sino por el
importante número de trabajadores que ocupan empleos de muy poca calidad,
siendo especialmente afectados los trabajadores autónomos, los trabajadores
familiares no remunerados y los llamados trabajadores pobres (working poors),
es decir aquellos que aun prestando una actividad laboral no disponen de
recursos económicos suficientes para salir de la situación de pobreza.
En efecto, si la
cantidad preocupa, aún más la calidad del empleo, dado que aquellos
trabajadores que se encuentran en situación de vulnerabilidad suelen ocupar
empleos más precarios, con consecuencias también sobre el grado de protección
social que puedan tener. No niega el informe que se han producido mejoras en
las tasas de personas sometidas a tales condiciones, pero sigue manifestando su
preocupación en cuanto que cerca del 42 % del empleo total en 2017, lo que
supone 1.400 millones de personas, tenga un elevado grado de vulnerabilidad,
porcentaje que se incrementa hasta el 50 % en los países emergentes, y a un 80
% en los países en desarrollo, siendo las dos regiones más afectadas las de
Asia Meridional y África subsahariana.
En todos los
informes elaborados por la OIT, y de los que he dejado debida constancia en
anteriores entradas del blog y cuyos contenidos recuperaré sucintamente más
adelante, hay una especial preocupación por los trabajadores pobres y el ritmo
de disminución de su número a escala mundial, considerando en situación de
pobreza moderada a quienes viven con menos de 3,10 dólares USA en paridad de
poder adquisitivo. Pues bien, el Informe por una parte muestra su satisfacción
por el descenso del porcentaje de personas que se encuentran en tal situación,
que podrá reducirse hasta el 28,7 % en 2017, pero por otra parte se preocupa
por la desaceleración que se observa en la reducción, e incluso se constata que
están nuevamente aumentando en países en desarrollo, a diferencia de lo
ocurrido en países emergentes, previéndose que en aquellos el número de
personas trabajadoras pobres aumente en tres millones anuales durante los dos
próximos años.
3. El incremento
de las desigualdades provoca sin duda alguna un aumento del descontento social
y la posibilidad de conflictos sociales importantes. La tendencia, ya constatada
en informes de años anteriores, se reitera en el informe 2017, con particular
preocupación para las desigualdades por razón de género y el incremento de las
brechas (no únicamente la salarial) entre hombres y mujeres en perjuicio de
estas últimas, recordando en este punto el último Informe Mundial sobre los
salarios 2016/17 en el que se constataba las diferencias existentes “pese a las
legislaciones en materia de remuneración equitativa adoptadas en varios países”.
La falta de empleo decente en buena parte de países en desarrollo y en países
emergentes incentiva el interés (forzado, no se olvide, en la mayor parte de
las ocasiones) en la emigración, poniendo de manifiesto el informe que en el
África subsahariana, América Latina y el Caribe, y África del Norte, la
proporción de personas dispuestas a desplazarse al extranjero es del 32, 30 y
27 % respectivamente.
4. En la última
parte del informe, se constata la necesidad de adoptar medidas que tiendan a
superar las limitaciones estructurales al crecimiento como a evitar, y
corregir, el incremento de las desigualdades, y se insiste, como en informes
anteriores, en apostar por estímulos al crecimiento que se incorporen en las
políticas macroeconómicas, un incremento de la inversión pública que podría
contribuir a la reducción del desempleo y “apaciguar los miedos de un
crecimiento reducido y, por lo mismos, incrementar la demanda de inversión”. No
se olvida el informe, aunque se trate sólo de una referencia colateral en el
marco más amplio del análisis de las tendencias mundiales del impacto que tiene
en desarrollo tecnológico sobre el crecimiento económico y los cambios en el
empleo y la organización de trabajo, anunciando que en el marco de la
iniciativa lanzada sobre el futuro del trabajo será objeto de especial atención
su implicación tanto en la cantidad como en la calidad del empleo.
5. Para que los
lectores y lectoras pueden comparar los planteamientos del Informe 2017 con los
expuestos en los de años anteriores, reproduzco algunos de los comentarios que
efectué en entradas anteriores de los informes de 2014, 2015 y 2016.
A) El 21 de enerose hacía público el informe anual de la OIT sobre “Tendencias mundiales delempleo 2014” con un título, en forma de interrogante, muy claro y expresivo:
“¿Hacia una recuperación sin creación de empleo?”. El informe abunda y
profundiza en la preocupación manifestada en los de años anteriores sobre los
escaso logros en la lucha a escala mundial para reducir los niveles de
desempleo, mejorar la calidad del trabajo y adoptar medidas sociales que
corrijan las cada vez más creciente desigualdades poniendo de manifiesto en su
presentación, a cargo del director del
Instituto de Estudios Laborales de la OIT Raymond Torres, que el sistema
financiero “sigue siendo el talón de Aquiles de la economía mundial”, y que muy
pocos progresos se han realizado “en la reducción de la pobreza y de las formas
vulnerables de empleo como el trabajo informal y la economía irregular”.
Las cifras que
facilita la OIT a escala mundial pueden parecer que están alejadas de las
realidades y problemas que sufren quienes se encuentran en difícil situación en
su parcela laboral, pero en modo alguno lo son cuando tratas de entender cuál
es la realidad que nos encontramos a escala global. Extraigo aquellas que más
me han llamado la atención: “Se calcula que en 2013 el número de personas
desempleadas se situó cerca de los 202 millones, un aumento de casi 5 millones
respecto del año anterior, lo que significa que el empleo está creciendo a un
ritmo más lento que la fuerza de trabajo…. En conjunto, el déficit mundial de
empleo generado relacionado con la crisis desde el inicio de ésta en 2008,
agregando a un número de por sí considerable de buscadores de empleo, sigue
aumentando. En 2013, el déficit ascendió a 62 millones de empleos, incluidos 32
millones de personas más que buscaban trabajo, 23 millones que se desalentaron
y habían dejado de buscar y 7 millones de personas económicamente inactivas que
optaron por no participar en el mercado de trabajo”. La situación de los
jóvenes es especialmente preocupante ya que cerca de 75,4 millones (entre 15 y
24 años) estuvieron desempleados durante el año anterior, un porcentaje del
13,1 %, “un valor tres veces superior al de la tasa de desempleo de los
adultos”, con un incremento del número de personas desempleadas de larga
duración, reducción de la tasa de participación en el marcado laboral con
respecto a la existente al inicio de la crisis, e incremento del número de
personas que tienen un empleo vulnerable, de tal manera que “el empleo por
cuenta propia y el desempeñado por trabajadores familiares auxiliares
representa el 48 % del total del empleo”.
Aunque haya
disminuido de forma notable desde principios del siglo XXI, y es una noticia de
la que sólo cabe felicitarse, el número de trabajadores pobres, es decir
aquellos que a pesar de tener un trabajo no pueden escapar de una situación de
pobreza, los datos siguen siendo muy preocupantes, y además el nuevo Informe
pone de relieve que la reducción parece haberse estancado, de tal manera que
“Se calcula que, en 2013, 375 millones de trabajadores (un 11.9 por ciento del
total de empleados) vivían con menos de 1,25 dólares de los Estados Unidos al
día y 839 millones (o 26.7 del total de empleados) con 2 dólares al día o
menos”.
Por todo ello, la
OIT apuesta tanto por la aplicación de políticas macroeconómicas para la
creación de empleo y un incremento de los presupuestos destinados a las
políticas activas de empleo, al objeto tanto de incorporar más personas al
mercado de trabajo como de mejorar los niveles de calificación y competencias
de las personas en activo.
B) El día 19 de
enero de 2015 se hacía público el informe de la OIT “Perspectivas laborales ysociales en el mundo. Tendencias en 2015”, que en años anteriores se denominaba
“Tendencias mundiales del empleo”. Según la nota oficial de presentación del
documento, este “contiene una previsión de las tasas de desempleo a nivel
mundial y examina los factores subyacentes a estas tendencias, que comprenden
la persistencia de las desigualdades y la caída de la participación de los
salarios. El informe considera los motores del ascenso de la clase media en el
mundo en desarrollo así como el riesgo de conflictividad social, sobre todo en
las regiones donde el desempleo juvenil es alto. Analiza también los factores
estructurales que configuran el mundo del trabajo, como el envejecimiento de la
población y la evolución de las competencias solicitadas por los empleadores”.
Se trata de un
documento de mucho interés y al que todas las personas interesadas en la
temática de las relaciones laborales y sociales debemos prestar atención ya que
proporciona las grandes cifras y datos globales de cuál es el estado de la
cuestión, año a tras año, a escala internacional y europea, siendo de especial
importancia su seguimiento desde el inicio de la crisis en 2008. Una crisis que
no ha acabado para muchas personas, más allá de las cifras sobre creación de
empleo, habiendo afirmado el director general de la OIT, Guy Rider, en la
presentación del Informe, que “la crisis del empleo dista mucho de haber
terminado, de manera que no hay margen para la complacencia”, destacando del
Informe que seguirá incrementándose la desigualdad de ingresos, “con el 10 por
ciento más rico de la población que devengará entre 30 y 40 por ciento del
total de los ingresos, mientras que el 30 % más pobre ganará entre 2 y 7 por
ciento del total de ingresos”.
El Informe sigue
constatando la existencia de amplias brechas laborales y sociales surgidas
durante la crisis, siendo un reto de futuro, muy difícil de alcanzar si no se
adoptan las políticas adecuadas para ello, crear empleos en un número
suficiente no sólo para acoger a quienes se incorporan al mercado de trabajo
sino también para quienes quedaron fuera del mismo en años anteriores, cerca de
61 millones de personas desde 2008, por lo que para colmar aquello que la OIT
ha calificado, con expresión que ha hecho fortuna, “brecha de empleo”, se
calcula que será necesario crear a escala mundial 280 millones de nuevos
empleos en 2019. Pero los datos y las perspectivas con las que trabaja el máximo
foro mundial sociolaboral no son precisamente optimistas, ya que desde el
inicio de la crisis se han incorporado 31 millones de personas a la situación
de desempleo, en la que se encontraban en 2014 201 millones, previéndose un
incremento de 3 millones este año y de 8 millones durante los cuatro
siguientes. La cifra de trabajadores vulnerables (empleo vulnerable se define
por la OIT como la suma de los trabajadores por cuenta propia más los
trabajadores en negocios familiares) se cifra en 1400 millones en el mundo, con
un incremento de 27 millones desde 2012, y uno de cada catorce trabajadores
seguirá viviendo al finalizar este decenio “en condiciones de extrema pobreza”.
Otro dato
importante a destacar del informe es el incremento de las desigualdades en las
economías avanzadas, mientras que el avance en la corrección de estas en las
economías emergentes y en desarrollo se ha ralentizado considerablemente. Para
las economías avanzadas (no en todas ciertamente, pero España sí estaría en el
grupo de las afectadas), de las que se recuerda que “tradicionalmente las
desigualdades han sido muy inferiores a las de los países en desarrollo” se
dice ahora que las desigualdades en los ingresos han empeorado rápidamente
después de la crisis, y en algunos casos se están acercando a niveles
registrados en algunas economías emergentes”. Para intentar corregir las
deficiencias denunciadas en el Informe la OIT apuesta, una vez más como en
anteriores informes, por el impulso de la demanda agregada y la inversión empresarial,
y la reorientación de los sistemas crediticios para apoyar la economía real y
con especial atención a las pequeñas empresas, junto con políticas del mercado
de trabajo y fiscales bien diseñadas. Igualmente, “también hay que afrontar las
persistentes vulnerabilidades sociales vinculadas a la frágil recuperación
laboral, principalmente el elevado desempleo de los jóvenes, el desempleo de
larga duración y el abandono del mercado de trabajo, sobre todo entre las
mujeres. Para ello es preciso emprender reformas del mercado de trabajo
inclusivas con objeto de apoyar la participación, promover la calidad del
empleo y actualizar las calificaciones”.
Tampoco se olvida la OIT de la situación laboral y social de los jóvenes,
con tasas de desempleo que triplican a las de los adultos, con la necesidad de
adoptar medidas formativas y laborales que corrijan la situación actual.
C) Fiel a su cita
anual, el pasado mes de enero fue publicado el Informe de la OIT sobre“Perspectivas sociales y de empleo en el mundo. Tendencias 2016”, que según
puede leerse en la página web “incluye una previsión de los niveles de
desempleo en el mundo y examina la situación en las economías desarrolladas,
emergentes y en desarrollo, con cifras y gráficos detallados. El informe presta
particular atención a la proporción de empleo vulnerable, así como a la
magnitud de la economía informal. Propone además orientaciones políticas para
estimular las oportunidades de trabajo decente en todo el mundo”. En su presentación, su director general Guy
Rider explicó que “La significativa desaceleración de las economías emergentes
junto a una drástica disminución de los precios de las materias primas tiene un
efecto negativo sobre el mundo del trabajo”, así como también que “Muchos
trabajadores y trabajadoras tienen que aceptar empleos mal remunerados, tanto
en las economías emergentes como en las en desarrollo y, cada vez más, en los
países desarrollados. A pesar de la disminución del número de desempleados en
algunos países de la Unión Europea y en Estados Unidos, demasiadas personas aún
no tienen trabajo. Es necesario emprender una acción urgente para estimular las
oportunidades de trabajo decente, o corremos el riesgo de que se intensifiquen
las tensiones sociales”. Para Raymond Torres, Director del Departamento de
Investigación de la OIT, “La inestabilidad del contexto económico asociada con
la volatilidad de los flujos de capital, la persistente disfunción de los
mercados financieros y la insuficiente demanda mundial, siguen afectando a las
empresas y desincentivan las inversiones y la creación de empleo”.
El Informe de 2016
pone de manifiesto el impacto que ha
tenido el debilitamiento de la economía en el aumento del desempleo a
escala mundial, situando su origen en
factores que no son en modo alguno actuales sino que vienen de lejos, como el
descenso de la inversión de capital a largo plazo, el envejecimiento
demográfico, la creciente desigualdad y el debilitamiento de la productividad”,
de tal manera que en 2015 el número de personas desempleadas alcanzó los 197
millones, dado que implica no sólo el crecimiento en un millón del número de
desempleados con respecto a 2014, sino también, y mucho más relevante, de
veintisiete millones con respecto a los años anteriores al inicio de la crisis,
crecimiento que se ha concentrado en gran medida en los países emergentes y en
desarrollo, a diferencia de los avances operados en Estados Unidos y Europa, si
bien el Informe no olvida recordar que el sur de Europa, y por tanto en España,
“… a pesar de ciertas mejoras, las tasa de desempleo han seguido altas”. Las
perspectivas laborales no son precisamente halagüeñas de cara al futuro, antes
las cada vez más importantes incertidumbres económicas, y se vaticina un
crecimiento del desempleo en 2,3 millones este año y 1,1 más en 2017.
No sólo preocupa
el desempleo a la OIT, sino que también es motivo de atención la fragilidad o
vulnerabilidad del empleo que se crea, y por consiguiente la calidad del
trabajo debe ponerse en el punto de mira de las políticas de empleo. Aquí no
incluye la OIT todos los supuestos en los que puede observarse tal fragilidad
(estoy pensando en el trabajo temporal permanente, o en el trabajo a tiempo
parcial involuntario ante la falta de posibilidades de acceder a un empleo a
tiempo completo, aunque sí los califica de subempleo y con especial impacto
entre los jóvenes y las mujeres), sino que se refiere al trabajo por cuenta
propia (en bastantes ocasiones, además, una versión jurídica del falso
autónomo, ya que sus condiciones laborales le acercan en gran medida a un
trabajador por cuenta ajena) y al trabajo familiar no remunerado,
constatando que, a pesar de haberse
producido una ligera disminución desde el inicio de la crisis, todavía supone
el 46 % del empleo total en el mundo, o lo que es lo mismo más de 1.500
millones de personas, con porcentajes que alcanzan el 70 % en el Sur de Asia y
en el África Subsahariana.
Otros datos no
menos destacados del Informe, y ya se había alertado de ellos en años
anteriores sin haber recibido respuesta alguna por la mayor parte de dirigentes
de los países a los que iba dirigido, es la constatación de un crecimiento más
lento y por consiguiente, en cuanto que dicho crecimiento va de la mano con un
aumento de las desigualdades sociales, la menor posibilidad de acceso al nivel
de vida de la clase media en buena parte de los países emergentes y en
desarrollo, circunstancia que “puede alimentar el malestar social”. Además,
también en los países desarrollados se constata por el Informe que la alta tasa
de desempleo entre los hombres jóvenes “es, a menudo, un factor determinante,
en los movimientos políticos y sociales”.
Por cierto,
también se observa este malestar en los países desarrollados, y los datos
reunidos por la OIT ponen de manifiesto que hay motivo más que justificado para
ello, ante el importante aumento de la desigualdad de ingresos, de tal manera
que “mientras que los ingresos más altos continúan creciendo, el 40 por ciento
más pobre de los hogares se ha ido quedando atrás desde el inicio de la crisis
mundial”.
En fin, el Informe
de la OIT constata que el número de trabajadores en situación de pobreza
moderada o casi moderada se ha incrementado desde el año 2000 (entendiendo por
tal situación quienes viven con un ingreso entre 1,90 y 5 $ diarios en términos
de paridad de poder adquisitivo), dato que pone claramente de manifiesto el
deterioro de la remuneración de muchas personas trabajadoras. En este punto, es
necesario resaltar que la calidad de empleo, junto con la cantidad, debe ser un
elemento importante de atención para la mayor parte de países, y no menos el
desarrollo de un sistema de protección social adecuado que cubra las
necesidades de las personas afectadas por situaciones de pérdida de empleo y de
carencia de recursos. Por decirlo con las propias palabras del documento,
“hacer del trabajo decente un pilar central de la estrategia política no sólo
aliviaría la crisis del empleo y mejoraría las diferencias sociales, sino que
también contribuiría a poner al mundo económico en una senda de crecimiento económico
mejor y más sostenible”. Recuérdese aquí el dato recogido en el Informe de 2015
sobre la falta de protección social de muchos trabajadores en el mundo: solo el
5 % de los trabajadores vulnerables tienen acceso a ellos, y el 40 % de los
trabajadores asalariados no están protegidos.
Y en esta compleja
realidad económica y social, ¿qué hay que decir sobre la migración y su impacto
en los mercados de trabajo de los países de acogida, y más en estos momentos en
los que, en concreto en la Unión Europea, hay un intenso debate sobre cómo
afectara la mayor presencia de refugiados? Pues bien, el planteamiento de la
OIT destaca que la migración “es un mecanismo importante para equilibrar la
oferta y demanda de trabajo entre los países”, y que el flujo de refugiados
llegado a Europa hace del todo punto necesario “facilitar su entrada en el
mercado de trabajo lo más rápida y eficazmente posible”, enfatizando algo que
también ha sido destacado desde ámbitos económicos pero que cuesta mucho más de
asumir por buena parte de la población, cual es que “a largo plazo, la
afluencia de migrantes ayudará a suplir la escasez de habilidades en ciertas
áreas, así como a mitigar los riesgos asociados con el estancamiento secular”.
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