viernes, 2 de mayo de 2025

Cuando el cine es la vida real, o incluso más. A propósito de “La historia de Souleymane”

 

El primero de mayo era, sin duda, un día ideal para ir al cine. Bueno, ir al cine es siempre una buena decisión..., siempre y cuando la película te aporte algo, ya sea en el plano cultural, social o simplemente, y en ocasiones no es poco, de sana diversión.

Y era ideal, vinculando el día del trabajo con una película sobre el mundo laboral de un trabajador “invisible”, de aquellos que vemos cada día por las calles (desde luego en las grandes ciudades nadie podrá decir que no los ha visto en sus bicicletas, patinetes, motos – muy pocas – e incluso en el transporte público) y de los que desconocemos en gran medida su vida real, tanto personal como laboral.

Bueno, me corregirán quienes tiene como obligación legal velar por el cumplimiento de la normativa laboral y de protección social, y también quienes son responsables de velar por la seguridad y el orden público, y también por la normativa sobre el acceso regular a nuestro territorio nacional: “nosotros y nosotras sí sabemos de su vida y de sus problemas”, y tienen gran parte de razón.

Por ello, me pareció oportuno ir a ver una película tan galardonada en 2024 (Premios César (Francia): 8 nominaciones, incluyendo Mejor película; Festival de Cannes: 2 premios. 3 nominaciones; Premios del Cine Europeo (EFA): 2 premios; Festival de Gijón: Mejor actor. 3 nominaciones), y de la que casi todas y todos los críticos de cine hablaban muy bien de ella (en la página web de filmaffinity   era puntuada con un 7,3 y de las 15 críticas profesionales 14 la puntuaban muy bien y solo 1 la dejaba en una valoración intermedia) que guardaba relación directa con el mundo del trabajo. Y no me refiero al que pudiéramos llamar “clásico”, sino a aquel que en algunas ocasiones he oído decir de él que es muy “flexible” y  permite “adaptar y conciliar tu vida personal y laboral”, cuando la realidad es, y la película si hace algo es confirmarlo aún mucho más, distinta, diferente, y quienes la conocen de primera mano serán más duros, o más realistas que yo, y dirán, dicen, que es completamente distinta y diferente, porque esa flexibilidad puede convertirse rápidamente en explotación (o autoexplotación obligada) y en carencia de vida personal, pues la irregularidad horaria no la permite.

Y a todo esto, y con estas idas y vueltas de anotaciones personales sobre el mundo laboral, y debe ser porque acabo de leer un muy interesante documento sobre el XV Congreso internacional Adapt2025   , dedicado a “El trabajo y el no trabajo hoy. Repensar el trabajo desde una perspectiva disciplinaria”, a celebrar el próximo mes de noviembre, y cuyo objetivo, tal como se expone en el documento preparado para facilitar el envío de resúmenes de quienes deseen presentar un artículo, es “ofrecer una visión capaz de superar las rígidas oposiciones entre lo que hoy se considera trabajo y lo que no lo es, adoptando un enfoque internacional, comparado e interdisciplinario”, me he olvidado de decirles qué película fui a ver, salvo que hayan ido directamente a la lectura de este artículo y no se haya fijado en su título, Se trata de “la historia de Souleymane”.

Que dos diarios con tan diferente perspectiva como son eldiario.es y El Mundo, la hayan elogiado, confirma a mi parecer la calidad de la película y el papel fundamental de su protagonista. Por ello , les recomiendo la lectura, del primero, del artículo de Javier Zurro    “De 'rider' sin papeles a ser el mejor actor de Europa, la increíble peripecia de Abou Sangaré”, acompañado del amplio subtítulo “El actor, de origen guineano, se ha convertido en un fenómeno gracias a 'La historia de Souleymane', filme que cuenta el día a día de un repartidor. Su papel le ha ayudado a conseguir la nacionalidad francesa “. Del segundo, el artículo de Luís Martínez “Abou Sangare, el actor que soñaba con ser mecánico de camiones: "Ser indocumentado es como no existir... Pero existimos", acompañado también de un amplio subtítulo “El joven protagonista guineano de la irrefutable 'La historia de Souleymane' se ha convertido en la revelación del año después de ganar premios en Cannes, en los Cesar y en los Premios del Cine Europeo”.

Aquello que vemos en la película, a un ritmo ciertamente frenético y que te mantiene plenamente interesado hasta el final, un final del que no voy a hacerles un spoiler, pero sí puedo decir, para quienes no la hayan visto, que es tan frio y real como toda la película, es la historia de un buen número de personas que trabajan, y viven, de esa forma, en muchas ciudades de países llamados desarrollados. O sea, concretando, y para no irme aún más por los Cerros de Úbeda, el trabajo de repartidor, aunque ya sé que es mal cool seguir hablando de riders ( la expresión más curiosa, por decirlo de alguna forma, es la que encontré hace varios años en un capítulo de la serie Years & Years de la plataforma HBO, “mejoradores del estilo de vida"   ) , en situación de irregularidad administrativa (algunos los llaman “ilegales”) , y pendiente de la tramitación de su petición de asilo ante la OFRA (oficina francesa de protección a los refugiados y apátridas) .

Si quienes estén leyendo este artículo ven el tráiler de la película  ya dispondrán de una buena síntesis de su contenido. Es la historia de un joven guineano que busca obtener el derecho de asilo en Francia. Mientras tanto, está trabajando como repartidor (ryder, mensajero, mejorador del estilo de vida...), sin contrato (no tiene empleador) y sin papeles.

Oiga, me preguntarán quienes no conozcan bien la vida laboral real de muchas de las personas repartidoras, ¿cómo puede trabajar si no tiene contrato, no tiene empleador, y además es irregular (algunos lo llamarán ilegal). Aquí, les podrían remitir al trabajo cotidiano (en Francia, España, Italia...) de la Inspección de Trabajo (y Seguridad Social en España) y a las muy numerosas actas de infracción levantadas a empresas para las que los repartidores trabajan como (aparentemente) autónomos, por incumplimiento de la normativa aplicable. También les podría remitir a quienes conocen de primera mano una realidad algo más que residual y que se explica perfectamente en la película: el alquiler de una cuenta (obviamente sin documentación por en medio) de quien la tiene regular a otro compañero o compañera (no voy a utilizar los términos amigo o amiga porque no se ajustarían en absoluto a la realidad) que no puede tenerla justamente por encontrarse en situación irregular, con un porcentaje de abono económico al titular de la cuenta que en más de una ocasión es, como decimos los juristas, leonino, que en el lenguaje menos técnicos viene a significar que ese acuerdo es ventajoso, o muy ventajoso, para sólo una de las partes, y ya pueden adivinar cuál es.

Claro, si esa persona que realiza el trabajo de reparto no dispone de “documentación en regla”, siempre está al albur de una posible detención por las fuerzas y cuerpos de seguridad y posible devolución (retorno) a su país de origen..., siempre que sea, de acuerdo a la normativa comunitaria, un país seguro.  Aquí hay que hacer un inciso jurídico, con innegable trascendencia social y recordar el art. 17 de lo que todavía es una Propuesta de Reglamento del Parlamento Europeo y del Consejo“por el que se establece un sistema común para el retorno de los nacionales deterceros países en situación irregular en la Unión” , presentado el 11 de marzo, cuyo apartado 1) dispone que “El retorno con arreglo al artículo 4, párrafo primero, punto 3, letra g), de nacionales de terceros países en situación irregular requiere la celebración de un acuerdo o convenio con un tercer país. Dicho acuerdo o convenio solo podrá celebrarse con un tercer país cuando se respeten las normas y principios internacionales en materia de derechos humanos, de conformidad con el Derecho internacional, incluido el principio de no devolución”.

Y como nuestro repartidor ha presentado la solicitud de asilo y desea, obviamente, que se la concedan para poder encontrarse en situación regular (algunos la llaman legal), busca de qué forma puede obtenerla, y se pone en manos de ¿un profesional?, probablemente de su país, aunque no podemos saberlo exactamente, para “construir” un relato de sus peripecias, de sus dificultades, de las razones, políticas, que le obligaron a salir de su países y que justificarían su petición de asilo, y se va aprendiendo de memoria mientras trabaja (en ocasiones parece una persona que está preparando oposiciones, si no fuera por el tipo de trabajo que está llevando a cabo mientras “estudia y memoriza”).

Y es ese relato, el que, en la última parte de la película, explica, casi de memoria, a quien realiza la entrevista en la OFRA, hasta que esta persona, de forma muy correcta y educada (no sé si siempre será así, pero desde luego sería lo más deseable) le dice que esa “historia” se la han contado ya con anterioridad en varias ocasiones (supongo que el “preparador” no habría reparado en que preparar una misma historia para todos sus “clientes” iba a tener este resultado, ¿o quizá no le importaba demasiado?) y  le pide que le cuente su historia real, el motivo de abandono de su país y las razones verdaderas para presentar la solicitud de asilo.

Y a partir de aquí, ya no sigo, para que sean quienes aún no hayan visto la película (estrenada en España el 30 de abril) quienes valoren el final, tan real, eso sí, y ya lo he dicho antes, como la vida misma.

O sea, vamos a recapitular para que todo lo anteriormente expuesto no quede diluido en mis opiniones personales expuestas con anterioridad:

Una película dura, real, también con dosis de solidaridad entre quienes se encuentran en la misma situación que el repartidor irregular, y también de ayuda hacia estos por parte de colectivos sociales.

Una película que nos narra la situación laboral de una persona que trabaja irregularmente, con unas condiciones laborales que hacen palidecer las normas, internacionales, comunitarias, estatales, sobre el trabajo decente.

Una película que demuestra como se actúa y como se intenta obtener la regularidad por parte de una persona en situación irregular, y como responde (sabe más, dice el refrán español, el diablo por viejo que por diablo) el personal encargado de la tramitación, con entrevista incluida, de la solicitud.

Una película, en suma, que nos habla, nos interpela, sobre la normativa laboral y sobre la de extranjería, en este caso concreto en Francia, y que es perfectamente extrapolable a España, y mas aún ante la próxima entrada en vigor del Reglamento de extranjería, el 20 de mayo, y la conflictividad que ha generado respecto a la solicitud de asilo y su afectación a la posibilidad de regularizar la situación irregular en España, e incluso ha merecido ya la presentación de una proposición no de ley de SUMAR por la que se solicita que el Congreso de los Diputados inste al Gobierno “a la eliminación de los obstáculos que ahora mismo existen en el Reglamento de Extranjería para el acceso al arraigo por parte de quienes hayan sido solicitantes de protección internacional”

En fin, que recomiendo, en general, que vayan a ver la película, en especial quienes tengan sensibilidad social, aunque no sé si incluir en este grupo a quienes su vida real laboral y aquello que ocurre en la película están estrechamente unidos, es decir las y los miembros de la ITSS, de las oficinas de extranjería y las fuerzas y cuerpos de seguridad, ya que podrían considerar que ver la película es la prolongación de su trabajo cotidiano, y no les faltaría razón.

Cuando salí del cine, y en un corto recorrido hasta mi domicilio, vi pasar a algunos repartidores. Me pregunté si algún día irán a ver la película, y me asaltó inmediatamente una duda ¿tendrán tiempo, y dinero, para ello? ¿tendrán ganar de ver reflejada en gran medida su vida real laboral en la pantalla? Intuyo que la respuesta será negativa, pero quien sabe si puedo equivocarme.

Y ahora sí que acabo este artículo. No puedo decir “buena lectura”, a salvo de los artículos mencionados antes, pero si “buena visión” o “buena película”. Y a esperar el análisis del maestro jurista y cinéfilo, el profesor y amigo Juan López Gandía  , del que siempre podemos aprender (remito a una entrada lejana en el tiempo, de 2020, pero de especial interés: “Cine y mundo del trabajo. Un libro que hay que leer (y muchísimas películas que hay que ver). “La fábrica y la oficina: una representación del trabajo en el cine”, del (maestro) jurista y cinéfilo Juan López Gandía, (y recopilación de comentarios propios)” 

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