sábado, 4 de diciembre de 2021

Las desigualdades y el mundo del trabajo en el centro de los debates de la segunda parte de la Conferencia Internacional del Trabajo.

 

1. Se está celebrando desde el 25 de noviembre, y nuevamente de forma virtual debido a la crisis sanitaria, la segunda parte de la 109ª reunión anual de la Conferencia Internacional del Trabajo, con fecha de finalización prevista para el 11 de diciembre.

La primera parte dela reunión tuvo lugar del 28 de mayo al 11 de junio, con la presentación por el director general de la OIT, Guy Rider, de una Memoria muy relevante sobre el mundo del trabajo y el impacto de la crisis que estamos viviendo desde marzo de 2020, que fue objeto de detallada atención por mi parte en esta entrada , y de la que permito recuperar ahora, ya que su contenido sigue completamente vigente, unos fragmentos:

“Siempre partiendo de los objetivos marcados en la Declaración del Centenario, y por ello reiterando en buena medida, y adaptándola o modificándola cuando sea necesario, el documento aborda en primer lugar las “medidas urgentes para promover una recuperación centrada en las personas”, que pasan primeramente por  un crecimiento económico y de empleo inclusivos, entre cuyas medidas creo que debe destacarse la de “ofrecer incentivos a los empleadores para que retengan a los trabajadores a pesar del descenso de la actividad empresarial debido a la crisis, por ejemplo, mediante el trabajo compartido, semanas de trabajo más cortas, subsidios salariales, exenciones temporales del pago de impuestos y de cotizaciones a la seguridad social, así como el acceso a medidas de apoyo a las empresas condicionadas a la retención de los trabajadores”.

Respecto a la protección de todos los trabajadores, la OIT recupera sus líneas básicas de actuación a lo largo de toda su historia, poniendo el acento en “… el respeto de los principios y derechos fundamentales en el trabajo; un salario mínimo adecuado, establecido por ley o negociado; límites máximos al tiempo de trabajo; la eliminación del trabajo infantil y del trabajo forzoso, y la seguridad y salud en el trabajo, teniendo en cuenta en particular los desafíos que plantea la pandemia de COVID-19”.

No menos relevante es que el avance tecnológico en el mundo laboral debe ir de la mano con el respeto de la normas internacionales del trabajo y de la conciliación de la vida laboral y la vida privada; muy importante igualmente es la defensa de “la continua pertinencia de la relación de trabajo como medio para proporcionar seguridad y protección jurídica a los trabajadores, reconociendo el alcance de la informalidad y la urgente necesidad de emprender acciones efectivas para lograr la transición a la formalidad”, y el logro del acceso universal a una protección social “integral y adecuada, con pisos de protección social, que asegure como mínimo que, durante el ciclo de vida, todas las personas que lo necesiten tengan acceso a una seguridad básica del ingreso y a la atención de salud esencial”.

En fin, qué les parece en los tiempos que corren (¿se mantendrá en el texto final?) la mención a “fortalecer el papel esencial que ejerce el sector público en el apoyo al buen funcionamiento de la economía y la sociedad, reconociendo en particular la importante función que desempeñan los sistemas públicos de salud y del cuidado en tiempos de crisis sanitaria y en la prevención de futuras pandemias”.

Recordemos también que fue objeto de debate el documento preparado sobre la protección social, titulado “Forjar el futuro de la protección social para un mundo del trabajocentrado en las personas” , con varios puntos  propuestos para el debate  .

Un texto, cuya relectura cobra si cabe aún mayor interés en España debido a los debates existentes sobre la reforma de contenidos muy importantes del sistema de Seguridad Social y que de momento se han plasmado en el Proyecto de Ley degarantía del poder adquisitivo de las pensiones y de otras medidas de refuerzode la sostenibilidad financiera y social del sistema público de pensiones , que fue aprobado por el Pleno de Congreso de los Diputados el 2 de diciembre y remitido al Senado para continuar la tramitación parlamentaria hasta su definitiva aprobación y publicación en el BOE, en cuya exposición de motivos se destaca la trascendencia política y social del texto en estos términos:

“El pasado 19 de noviembre de 2020 el pleno del Congreso de los Diputados aprobó el Informe de evaluación y reforma del Pacto de Toledo en el que, por tercera vez desde su aprobación inicial en 1995, se recogen un conjunto de recomendaciones que reivindican la centralidad del sistema público de pensiones dentro del entramado institucional que conforma nuestro Estado social y marca las líneas de actuación para la defensa y mejora del citado sistema en los próximos años.

La relevancia de este gran acuerdo político es extraordinaria en, al menos, cuatro planos. Para empezar, la renovación del Pacto de Toledo supone el reforzamiento de las señas de identidad de nuestra Seguridad Social despejando las incertidumbres que derivan de la magnitud del reto demográfico provocado por la jubilación de la generación del baby boom y de la orientación fallida de la reforma de 2013; y recuperando la senda de la mejor tradición reformista en este ámbito que tiene como último hito la reforma consensuada de 2011”.

El documento presentado a la CIT aporta un dato tan significativo, a fin y efecto de subrayar la importancia de adoptar las medidas necesarias para garantizar una adecuada protección social, como es el de que el derecho humano a la seguridad social todavía quejo lejos de una buena parte de la población mundial, ya que “sólo el 45 por ciento de dicha población cuenta con una cobertura efectiva de al menos una protección social, mientras que 55  por ciento restante – unos 4.000 millones de personas – carece de protección”, algo que demuestra el muy largo camino que queda por recorrer hasta alcanzar la protección social universal tal como se plantea en la Agenda 2030 de la ONU.

Para lograr los objetivos marcados, el documento propone ocho medidas que deben orientar la actividad de la OIT de cara a 2030, desde un planteamiento general previo en el que se destaca la importancia de “generar una mejor compresión de la importancia de la solidaridad para corregir las deficiencias de cobertura y financiación, y mejorar la sostenibilidad financiera de los sistemas de protección social”. Siendo relevantes sin duda todos ellos, me parece especial importancia el séptimo, que reproduzco a continuación:

“Adaptar los sistemas de protección social después de la crisis y en el contexto del futuro del trabajo a fin de prestar apoyo y protección a los trabajadores y empleadores en sus transiciones vitales y laborales, capacitarlos para aprovechar las nuevas oportunidades y facilitar al mismo tiempo la recuperación de la crisis de la COVID-19. Se prestará especial atención a las transiciones de la escuela al trabajo y del trabajo a la jubilación, las transiciones en el mercado de trabajo y la movilidad laboral, la migración laboral, la crianza y el cuidado de los hijos, la rehabilitación y reinserción laboral, las transiciones justas hacia economías y sociedades ambientalmente sostenibles y las transiciones de la economía informal a la economía formal. Además, la Oficina prestará apoyo a los mandantes para promover una mayor coherencia con otros ámbitos de política como el empleo, el mercado de trabajo, la política sectorial, las competencias, los salarios, la política fiscal y otros ámbitos de política social. Ello podría implicar lo siguiente: transformar las medidas de emergencia ad hoc de protección social en sistemas sostenibles de protección social; elaborar orientaciones para garantizar que las plataformas digitales cumplen la legislación nacional sobre seguridad social de los países de residencia o empleo de los trabajadores; prestar asistencia a las empresas para garantizar el acceso a protección social a los trabajadores que realizan tareas en sus cadenas de suministro; formular políticas y medidas para proteger a los trabajadores y sus familias afectados por crisis económicas, catástrofes naturales, crisis sanitarias y perturbaciones de otro tipo (por ejemplo el cambio climático y la degradación del medio ambiente); formular políticas y medidas de protección social para facilitar una transición justa hacia economías y sociedades ambientalmente sostenibles; y concertar e implementar acuerdos bilaterales y multilaterales en materia de seguridad social, reforzando las medidas unilaterales e incluyendo disposiciones de protección social en los acuerdos laborales bilaterales”.

2. La segundaparte de la 109ª reunión  se centra en dos debates y discusiones de carácter general, ambos sin duda muy importantes: el primero sobre las desigualdades y el mundo del trabajo, y el segundo sobre las competencias y el aprendizaje permanente.

Mi atención se centra principalmente en esta entrada en el documento que es el obligado punto de referencia para los debates y discusiones sobre la primera temática abordada, es decir las desigualdades y el mundo del trabajo, cuya última versión data del 20 de octubre , y para el que la Oficina Internacional del Trabajo propuso estos tres puntospara discusión :

“¿Cómo han evolucionado las desigualdades entre los países y dentro de ellos durante los dos últimos decenios y cuáles han sido las consecuencias económicas y sociales de esta evolución?

¿Cuáles han sido las principales causas de las desigualdades dentro y fuera del mercado de trabajo? ¿Qué políticas y medidas eficaces con perspectiva de género han introducido los Estados Miembros para reducir las desigualdades dentro de los países y promover el crecimiento de la productividad, asegurando al mismo tiempo una distribución equitativa, en particular a través de las políticas e instituciones del mercado de trabajo, la protección social y la política fiscal? ¿En qué medida se deberían ajustar esas políticas y medidas teniendo en cuenta las enseñanzas extraídas de la crisis generada por la COVID- 19? ¿Cuál es la mejor combinación de políticas para reducir las desigualdades, promover un crecimiento inclusivo y un desarrollo sostenible, en particular en el contexto de la recuperación tras la pandemia?

A la luz del mandato de la OIT, ¿qué medidas deberían adoptar los mandantes de la OIT y la Oficina, a nivel nacional e internacional, inclusive a través de alianzas de colaboración y coherencia de las políticas, para reducir las desigualdades y promover un crecimiento inclusivo y un desarrollo sostenible, como lo preconiza la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en un mundo del trabajo en transformación que se ha visto gravemente afectado por la pandemia de COVID-19?”.

3. No obstante, creo importante, siquiera sea de forma muy esquemática, mencionar algunos contenidos destacados del documento que está siendo debatido en el segundo bloque, el dedicado a “Configurar las competencias y el aprendizaje permanente para el futuro deltrabajo   , presentado el 15 de julio, y con cuatro cuestionessometidas a debate  , de las que destaco la segunda:

“¿Cómo configurar y, de ser necesario, modernizar los elementos fundamentales de los sistemas de competencias, a saber, las políticas, la gobernanza, la previsión de las necesidades, la financiación y la ejecución, al tiempo que se afrontan los cambios y perturbaciones provocados por la pandemia de COVID-19, a fin de: a) asegurar un acceso más equitativo y efectivo a un aprendizaje permanente de calidad para desarrollar las capacidades productivas y dar acceso al empleo pleno, productivo y libremente elegido y al trabajo decente para todas las personas; b) reducir la inadecuación y la infrautilización de las competencias, así como la segregación de género; c) facilitar una participación más efectiva de los principales actores (docentes, formadores, centros de EFTP y mandantes tripartitos); d) aprovechar el potencial que ofrecen las nuevas tecnologías para promover el aprendizaje digital y la digitalización de los sistemas de competencias y hacerlos accesibles a todos; e) reconocer todas las formas de aprendizaje formal y, según proceda, las formas de aprendizaje informal y no formal; f) promover el desarrollo de las competencias fundamentales (incluidas las habilidades humanas y sociales), y g) fomentar una cultura y una mentalidad adecuadas que favorezcan este proceso de transformación?

En el documento se destaca la importancia de la permanente adecuación y perfeccionamiento de las competencias, y del reciclaje profesional, en todas las etapas de la vida  y no solo durante el período central de la actividad laboral, considerándolo como una condición previa y una factor de aceleración para que las personas  “tengan acceso a oportunidades de trabajo decente y para posibilitar una transición fluida al mercado de trabajo y dentro del propio mercado de trabajo”, prestando especial atención a las necesidades de aquellos grupos que más lo necesitan, que se identifican en el documento como “las mujeres, las personas con  empleo precario y todos los grupos desfavorecidos y vulnerables”, y adaptándose a las necesidades más concretas de los diversos territorios, en el bien entendido que, se subraya, “los sistemas de educación y formación existentes en todo el mundo se enfrentan al imperativo común de replantear, adoptar e implementar el aprendizaje permanente como principio organizativo de la educación y el desarrollo de competencias, en cuyo marco el diálogo social desempeña una función fundamental en todas las etapas del desarrollo y aplicación de esas políticas y programas”.

También se pone de manifiesto la muy estrecha relación que guardan el desarrollo de competencias, la educación de calidad y el aprendizaje permanente para el empleo y el trabajo decente con los compromisos políticos adquiridos por todos los Estados miembros con la aprobación de loa Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030, con especial atención a la reconfiguración de los sistemas de educación y formación para el mundo cada vez más cambiante en el que vivimos, algo que requiere sin duda, se enfatiza en el documento, “invertir en la capacidad de los docentes y formadores aprovechando las tecnologías digitales y los métodos innovadores y apoyando sus derechos y la mejora de las condiciones de trabajo”.

4. Es muy recomendable la lectura del documento “Las desigualdades y el mundo del trabajo”, tanto por la calidad de su contenido y de las fuentes bibliográficas utilizadas, como por los muy numerosos datos e informaciones que facilita sobre la realidad laboral a escala mundial, en muchas ocasiones desconocida.

Sobre las aportaciones del grupo de trabajadores para el debate puede leerse la nota informativa preparada por la Confederación Sindical Mundial  en la que, tras efectuar una síntesis del documento, se formulan propuestas para enriquecer el debate, siendo destacadas a mi entender las que subrayan la importancia de mejorar la distribución de la riqueza.  

El proyecto de conclusiones  fue presentado el 4 de diciembre y será objeto de debate y, en su caso, aprobación, la próxima semana.

En el documento de trabajo se pone de manifiesto que al examinar las muy variadas formas de desventajas que se dan en el mundo del trabajo, “todo parece indicar que la pandemia mundial tiende a agravar las desigualdades y las divisiones de manera totalmente insólita”, con importantes diferencias en términos de segmentaciones por niveles de retribución, de protección social y de empleo, “entre hombres y mujeres, personas de edad y jóvenes, y pueblos indígenas, migrantes, personas con discapacidad y otros grupos”.

El objetivo del documento, así se expone en su introducción, “es destacar la importancia crucial del trabajo —teniendo en cuenta la constelación de condiciones del mercado de trabajo, los derechos de los trabajadores, las instituciones laborales y el desempeño económico y empresarial— para llegar a entender la desigualdad. A lo largo del texto se hace hincapié en la desigualdad de los ingresos porque es la clave para entender cómo las personas y sus familias obtienen su sustento, dado que la gran mayoría de los ingresos de los hogares del mundo proceden, de una u otra forma, del trabajo remunerado. Se analizan, desde la óptica de la desigualdad de los ingresos, los distintos factores del mercado de trabajo que determinan los niveles relativos de ingresos y la calidad de las oportunidades de empleo, prestando atención a las divisiones interseccionales que persisten entre los grupos que componen la fuerza de trabajo, en particular las que se basan en el género, la edad, la educación, el estatus migratorio, la raza y el origen étnico, la discapacidad y el grupo indígena o tribal, así como entre los trabajadores de la economía formal y los de la economía informal”.

Un dato muy importante, y completamente desconocido, me atrevo a afirmar, para gran parte de la población mundial, es que hay 477 millones de personas indígenas, alrededor del 6 % de la población mundial, con el dato muy preocupante de que el 19 % se encuentran en situación de pobreza extrema; otro no menos importante, aunque mucho más conocido, es que la población rural representa aún casi la mitad de la población mundial, concretamente el 48 %. 

Más conocidos, pero no por ello deben dejarse de resaltar ya que demuestran claramente la diversidad del mundo del trabajo por lo que respecta tanto a las condiciones laborales como de protección social, son los datos de que nada mas ni nada menos que el 61,2 % de la población ocupada a escala mundial, el 61,2 % del total desempeña su actividad en la economía informal, , y que dentro de este gran grupo  “los trabajadores independientes (con o sin empleados asalariados) representan el 47,7 por ciento de los trabajadores del sector informal, los trabajadores asalariados el 36,2 por ciento y los trabajadores familiares auxiliares el 16,1 por ciento”, con especial afectación por lo que respecta a los (inferiores) ingresos obtenidos por las mujeres, aportándose el dato muy significativo de que “una mujer en la economía informal gana, en promedio, el 47 por ciento del salario mensual de un hombre en el empleo formal, un hombre con empleo asalariado en la economía informal gana el equivalente al 66 por ciento, mientras que una mujer con empleo asalariado formal gana, de media, el 79 por ciento de lo que ganaría un hombre en la misma situación”. El impacto de la economía informal también es muy significativo cuando examinamos los datos del nivel de pobreza, ya que, excluyendo al sector de la agricultura, mientras que dicho nivel es del 15,1 % en el empleo formal, se duplica hasta llegar al 31,3 % en el empleo informal.

Reitera el documento una tesis ya expuesta en anteriores informes y que no parece que haya sido tomada muy en consideración, al menos hasta el inicio de la crisis sanitaria, cual es que los niveles de desigualdad son excesivos y por ello “socavan los progresos sociales, ambientales y económicos”, o dicho de otra forma, pero con contenido sustancialmente idéntico, los altos niveles de desigualdad de ingreso “erosionan la cohesión social y aumentan el riesgo de inestabilidad y conflictos sociales”, enfatizándose algo que hemos vivido muy recientemente, cual es que “en algunos países con crecientes niveles de desigualdad —en especial cuando esta va aparejada a un estancamiento de los ingresos medios— el malestar social ha alcanzado a las clases medias y el pacto social ha empezado a quebrarse; esto ha socavado la confianza de la población en las políticas y las instituciones y, a veces, ha llegado incluso a provocar disturbios sociales. En casos más extremos, la persistencia de las desigualdades y de la discriminación”.

Igualmente, se pone el acento en el carácter “previo” de las desigualdades entre personas, y grupos, antes de acceder al mercado de trabajo, ya que para muchas personas la experiencia de la desigualdad “comienza con el nacimiento o a una edad temprana, con oportunidades desiguales de acceso a la atención sanitaria, la alfabetización o una educación de calidad debido a la pobreza, el género, la situación familiar u otros factores, como la falta de condición o personalidad jurídica, que más tarde se traduce casi inevitablemente en menos oportunidades de empleo e ingresos más bajos”.

Con respecto a la desigualdad de ingresos el estudio constata que América Latina y África son las dos regiones menos igualitarias del mundo, y que en Asia es menor debido al crecimiento económico en China e India, algo que no es óbice para que la reducción de la pobreza haya ido acompañada de una mayor dispersión de los ingresos desde el decenio de 1990, así como también que los niveles de desigualdad de ingresos, desde el decenio de 1980, “aumentaron mucho mas en América del Norte que en Europa”, si bien en general con una erosión progresiva de la clase media, aportándose datos de la OCDE que ponen de relieve que “la proporción media de personas que viven en hogares de ingresos medianos (definidos como los hogares que perciben entre el 75 y el 200 por ciento de la mediana del ingreso nacional) disminuyó del 64 por ciento a mediados del decenio de 1980 al 61 por ciento a mediados del decenio de 2010”.   

5. Desde la perspectiva laboral, el capítulo del estudio que sin duda concitará mayor interés para todas las personas interesadas en el mundo del trabajo, es el segundo, en el que se examina cuál es el papel que cumple este en la desigualdad, centrándose en “la distribución desigual del trabajo y los ingresos del trabajo; el alcance de la desigualdad y discriminación de género en el mundo del trabajo; el alcance de la informalidad como una de las causas principales de desigualdad; los niveles y las diferencias de productividad entre las empresas; los déficits de protección social, y la incidencia de los acuerdos contractuales en las desigualdades”, alertando ya inicialmente de cuáles son los grupos o colectivos que se han visto especialmente perjudicados por el impacto de la COVID-19 sobre el mercado de trabajo, como han sido los trabajadores con empleos mal remunerados y precarios o los trabajadores independientes con ingresos bajos, las mujeres por la asunción mayoritaria de las tareas de cuidados, y  trabajadores de la economía informal, que en realidad son, se subraya en el informe, “la mayoría de los trabajadores de los países de renta baja”. Además, dentro de cada uno de estos grupos ha habido subgrupos que se han visto especialmente perjudicados, como han sido los jóvenes, migrantes y personas de comunidades étnicas o indígenas”, y concretando aún más ha habido especial afectación negativa a quienes tenían un nivel de formación bajo.

Al referirse a la problemática de las personas que están fuera, involuntariamente, del mundo del trabajo, el documento no opera sólo con el dato de las tasas de desempleo, sino que presta también atención a las personas trabajadoras que desearían trabajar más horas y también a quienes querrían trabajar pero no buscan empleo activamente o no están disponibles para trabajar, siendo pues “fuerza potencial”. Ello permite reflejar mucho más adecuadamente el número y porcentaje de personas que desean cambiar su situación laboral, siendo un total de 473 millones, un 13,1 % de la población mundial, un porcentaje sensiblemente superior al de la tasa de desempleo (5 %) (165, 119 y 188 millones de personas respectivamente).

El estudio dedica un amplio apartado a la desigualdad y discriminación por razón de género en el mercado de trabajo, calificando ambas situaciones de  “un fenómeno universal” y recordando, con sustento tanto en las normas internacionales aprobadas como en los numerosos estudios llevados a cabo al respecto, que aun cuando se ha avanzado mucho en materia de educación, sigue existiendo la brecha de género en el empleo, con estos datos muy significativos: “la probabilidad de las mujeres de acceder al empleo era 26,0 puntos porcentuales menor que la de los hombres. Sin embargo, en una encuesta por muestreo de alcance mundial realizada en 2018, la mayoría de las mujeres (70 por ciento) expresaron el deseo de tener un empleo remunerado 163. A escala mundial, en las tres últimas décadas la brecha de género en el empleo se ha reducido menos de 2 puntos porcentuales. Esa brecha sigue siendo muy grande en los Estados Árabes, África Septentrional y Asia Meridional, regiones que registran valores superiores a los 50 puntos porcentuales”. La brecha salarial entre hombres y mujeres oscila entre el 13 % y 21 % según se trate de países de ingreso bajo y de ingreso mediano-alto, con interseccionalidades que pueden afectar aún más negativamente a una parte de la población femenina, como es el caso de las mujeres indígenas y migrantes.

6. El documento muestra también su preocupación por el impacto negativo que pueden tener las nuevas (¿o no tan nuevas?) formas de prestación laboral en la llamada economía de plataformas. Sin dejar de desconocer los aspectos positivos que pueden tener esas formas de trabajo, en especial el trabajo en plataformas online, para una parte de la población que tiene más dificultades para acceder a los mercados regulares de trabajo, se enfatiza desde el plano negativo, y visto lo que está ocurriendo en la realidad laboral del día a día en numerosos países no le falta en absoluto razón, que “las nuevas formas de acuerdos contractuales pueden contribuir a aumentar las desigualdades en el mercado de trabajo, ya que por lo general ofrecen a los trabajadores una protección laboral limitada, cuya naturaleza y alcance varían en función del tipo de contrato, y dejan a muchos trabajadores con poca protección en el mercado de trabajo y frente a las circunstancias adversas de la vida”. 

Dicho sea incidentalmente, cabe recordar que el día 8 de diciembre la Comisión Europea tiene previsto presentar la propuesta de Directiva sobre la mejora de las condiciones de los trabajadores y trabajadoras de empresas de plataforma digitales, habiéndose solicitado por parte de varios ministros y ministras responsable de trabajo en diversos Estados de la UE, por la Confederación Europea de Sindicatos, y por varios grupos del Parlamento Europeo, en una carta abierta dirigida a la presidencia de la Comisión    que “debe establecer una presunción de laboralidad que establezca el estatuto del trabajador como punto de partida. La carga de la prueba debe transferirse del trabajador a la empresa de plataforma. Merecen la pena ser mencionadas experiencias anteriores de países europeos en los que se han dado pasos en esta dirección. Esto significa que los trabajadores de las empresas de plataforma digitales son en principio empleados, a menos que las plataformas digitales puedan demostrar que son trabajadores por cuenta propia. Esto supondría un cambio con respecto a la situación actual, en la que existe una presunción de trabajo por cuenta propia por la que los trabajadores de plataformas digitales están deliberadamente clasificados de forma errónea como trabajadores por cuenta propia y tienen que demostrar que existe una relación laboral”.

Las diferencia salariales entre trabajadores con contratos indefinidos y contratos de duración determinadas son también subrayadas en el documento, Si para España se constatan en el análisis del decir del salario del empleo principal, tal como expuse en una entrada anterior , a escala mundial la OIT afirma que hay una diferencia “inexplicable”; de hasta el 30 %, aun habiendo tenido ya en consideración las diferencias edad, educación, ocupación y sector de actividad”. 

7. La síntesis, y propuestas, se encuentra en el capítulo IV, que lleva por título “Hacia un crecimiento que beneficie a todos en condiciones de equidad y dignidad: respuesta propuesta por la OIT a la desigualdad”, en el que, reiterando tesis ya expuestas en  los capítulos anteriores, se manifiesta, con plena razón a mi parecer, que “no existen soluciones universales, y las respuestas políticas deberán ser específicas para cada país, teniendo en cuenta las diferentes opciones y las situaciones existentes a nivel nacional, que difieren considerablemente entre los países según su nivel de desarrollo o la región en la que se encuentren”, y siendo el último párrafo del documento un muy claro ejemplo de la importancia que debe conferirse a la reducción de la desigualdad si se quiere avanzar en el objetivo de mejorar las condiciones de vida de toda la población y de disponer de un trabajo decente y digno para todas las personas trabajadoras: “Reducir las desigualdades es una cuestión de voluntad, que depende de las decisiones que se tomen; y el coste de la inacción aumenta cada día. En las últimas décadas se han tomado decisiones de política que han exacerbado, incluso de manera involuntaria, diferentes formas de desigualdad. La crisis de la COVID-19 ha puesto de manifiesto —y en muchos casos ha profundizado— algunas de estas desigualdades preexistentes, lo que a su vez está socavando la capacidad de los países para generar respuestas y adaptarse a la crisis. En muchos países, las desigualdades y sus devastadoras consecuencias para las personas están poniendo en peligro la sostenibilidad social y económica. En muchos lugares, los costes sociales y económicos de la inacción aumentan cada día. Actuar contra las desigualdades se ha convertido en un asunto de la máxima urgencia”.

Igualmente, me parece importante reseñar el apartado 22 del proyecto de conclusiones, por el mensaje claro y contundente que pretende transmitir:

“Para reducir las desigualdades, alcanzar la justicia social y asegurar que nadie se quede atrás, es necesario actuar simultáneamente en varios ámbitos de política, y deberían evitarse los enfoques fragmentados y aislados. La reducción de las desigualdades en el contexto de una recuperación inclusiva y centrada en las personas exige intervenciones combinadas, coordinadas y coherentes a distintos niveles, atendiendo a las circunstancias específicas de los países. La reducción de las desigualdades también exige reconocer que existe una interconectividad entre las naciones y los pueblos. El fortalecimiento bilateral, regional y multilateral de la [solidaridad y la] cooperación también debe formar parte integral de una estrategia exitosa para afrontar las desigualdades”.

Buena lectura.

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