1. En 1999, la
Asamblea General de las Naciones Unidas designó el 12 de agosto como el Día
Internacional de la Juventud, siguiendo las recomendaciones de la Conferencia
Mundial de Ministros de la Juventud celebrada en Lisboa el año anterior.
Tal como se
explica en la página web de la ONU dedicada a este evento, “se trata de una
celebración anual que busca promover el papel de la juventud como socia
esencial en los procesos de cambio y generar un espacio para generar conciencia
sobre los desafíos y problemas a los que estos se enfrentan”, que sirve para “celebrar
y dar voz a la juventud, sus acciones y sus iniciativas de los jóvenes”, y cuya
celebración anual “adoptará la forma de un debate similar a un podcast
organizado por jóvenes para jóvenes, junto con otros actos organizados de
manera independiente en todo el mundo para destacar la importancia del
compromiso de los jóvenes en la vida y los procesos políticos, económicos y
sociales”.
La Organización
Internacional del Trabajo dedica anualmente un informe a las tendencias del
empleo juvenil, y de varios de los publicados hasta el presente me he ocupado
en entradas anteriores del blog. Una breve reseña del difundido este año, junto
en el momento de inicio de la crisis sanitaria fue publicado en una entrada defecha 14 de marzo dedicadaa la problemática laboral de los repartidores de empresas de la economía deplataformas (en su inmensa mayoría jóvenes), en el que manifestaba lo siguiente:
“No hay que olvidar tampoco la preocupación manifestada por organizaciones
internacionales como la OIT sobre las relaciones de trabajo en la economía de
plataformas y que afectan fundamentalmente a los jóvenes. De ello se hace eco
el muy reciente Informe “Tendencias mundiales del empleo juvenil 2020. Latecnología y el futuro de los empleos” En el informe se muestra especial
preocupación porque “la mala calidad de los empleos de muchos jóvenes se
manifiesta en las condiciones de trabajo precarias, la falta de protección
jurídica y social, y las limitadas oportunidades de formación y de progresión
profesional. … Incluso en los países europeos más ricos, que suelen tener un
alto porcentaje de trabajadores asalariados, la prevalencia de nuevas formas de
trabajo –a menudo formas menos seguras de empleo entre los jóvenes– ha
aumentado rápidamente en los últimos años, sin duda a partir de una base muy
pequeña, como consecuencia de la expansión de la economía de plataformas…”. Por
ello, y en relación con el impacto de la tecnología sobre el empleo, se
enfatiza la necesidad de políticas “para generar un número suficiente de
empleos decentes, a fin de dotar a los jóvenes de las competencias necesarias
para esos empleos, asegurar que gocen de protección social y que tengan
derechos en el trabajo, y alentarles a afiliarse a organizaciones de
trabajadores y de empleadores, de tal manera que puedan estar representados en
el diálogo tripartito…”.
2. Ante la dramática situación sanitaria vivida a
escala mundial desde el mes de marzo (recordemos que la OMS declaró la pandemia
de la Covid-19 el 11 de marzo) la OIT, junto con otras agencias asociadas a la
Iniciativa Global para el Empleo Decente de los Jóvenes ha llevado a cabo una
encuesta a escala mundial sobre el impacto de la Covid-19 en diversos aspectos
de la vida de los jóvenes, realizada en los meses de abril y mayo y publicada
el 11 de agosto, con el título “Los jóvenes y la pandemia de la Covid-19:efectos en los empleos, la educación, los derechos y el bienestar mental”
Se basa en 12.605
respuestas recibidas de personas entre 18 y 34 años de edad, en el bien entendido,
y así se explica en el apartado dedicado a la descripción de la muestra y
métodos de muestreo, que a los efectos del Informe el término jóvenes “hace
referencia al grupo de edad de 18 a 29 años, mientras que el grupo de edad de
30 a 34 años se utiliza como población de comparación”, siendo relevante
destacar que el 10,4 % de los jóvenes que respondieron a la encuesta estaba
incluido en el grupo de los “ninis”, es
decir en el de aquellos que no estaban trabajando ni estudiando, y tampoco
recibían formación.
Se subraya en el
documento que la encuesta mundial “tuvo por objeto reflejar los efectos
inmediatos de la pandemia en las vidas de los jóvenes (de 18 a 29 años) en lo
que respecta al empleo, la educación, el bienestar mental, los derechos y el
activismo social. Se recibieron más de 12.000 repuestas de 112 países, y una
gran parte provino de jóvenes instruidos y con acceso a Internet. La población
de la encuesta es representativa de los estudiantes y de los trabajadores
jóvenes que han alcanzado un nivel de educación superior, que juntos representan
aproximadamente una cuarta parte de los jóvenes en los países de la muestra”.
Por ello, creo que los resultados pudieran ser
aún más preocupantes si la muestra hubiera podido recoger más fielmente
al conjunto de la población juvenil, ya que, si bien en su conjunto
representa a jóvenes de todas las regiones,
fundamentalmente concentra la atención en “(los) provenientes de los países de
ingresos medios y altos y de las zonas urbanas o suburbanas”, y dado pues que “sólo
el 1,3 % de los encuestados provenía de países de ingresos bajos… los
resultados y comparaciones con este grupo de países deberían considerarse con
cautela”.
Recordemos que la IniciativaGlobal para el Empleo Decente de los Jóvenes fue lanzada en febrero de 2016 y
se conceptúa genéricamente como “una plataforma única de colaboración y
asociación con el fin de unir esfuerzos para hacer frente al reto del empleo
juvenil y ayudar a los Estados Miembros en la asignación y la entrega de un
objetivo fundamental de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”.
Sobre el concepto
general de “trabajo decente” me permito remitir a la entrada dedicada a este en
las normas y documentos de la OIT, que recogió el texto de la intervención
preparada para mi intervención en el Congreso Interuniversitario OIT sobre el
futuro del Trabajo, que tuvo lugar en Sevilla los días 7 y 8 de febrero de 2019,
y más concretamente en la Conversación II dedicada al "Trabajo decente
para todos". .
Encuentra su origen en la Memoria presentada por el entonces Director General
de la OIT, Juan Somavia, a la Conferencia Internacional de1999, que llevaba por
título “Trabajo decente”, en cuyo prólogo se afirmaba que proponía “una
finalidad primordial para la OIT en estos momentos de transición mundial, a
saber, la disponibilidad de un trabajo decente para los hombres y las mujeres
del mundo entero. Es la necesidad más difundida, que comparten los individuos,
las familias y las comunidades en todo tipo de sociedad y nivel de desarrollo.
El trabajo decente es una reivindicación mundial con la que están confrontados
los dirigentes políticos y de empresa de todo el mundo. Nuestro futuro común
depende en gran parte de cómo hagamos frente a ese desafío”.
3. Es muy recomendable
a mi parecer la lectura íntegra del documento para conocer el impacto real, y duro, de la Covid-19 sobre los jóvenes en todos
los ámbitos objeto del estudio, si bien el resumen ejecutivo ya permite tener
un excelente conocimiento de las conclusiones alcanzadas, siendo una de ellas especialmente
preocupante aunque ciertamente no desconocida: si no se toman medidas urgentes.
“es probable que los jóvenes sufran impactos graves y duraderos a causa de la pandemia”.
Más preocupante a mi parecer, y quizás sea donde debe ponerse especial atención
en todos los países en los que existe, y España desde luego no es una
excepción, es el de las brechas digitales existentes y que se ha puesto aún más
de manifiesto si cabe durante esta crisis por el impacto que ha tenido sobre
los jóvenes en los terrenos de la enseñanza y la formación vinculadas al uso y
disposición de plataformas tecnológicas adecuadas y a la preparación de
docentes y alumnado.
4. El informe pasa
revista, por el orden referenciado en el título, a los cuatro ámbitos a los que
dedica su atención, y se centra primeramente, pues, en el del empleo, es decir
tanto en su mantenimiento o pérdida como en las condiciones económicas y en la
productividad, para pasar más adelante a su afectación a los proceso educativos
y formativos. Centro mi atención en estos dos contenidos del informe.
Estas son los
datos más significativos:
“Uno de cada seis
jóvenes de entre 18 y 29 años (el 17,4 por ciento) había dejado de trabajar desde
el inicio de la pandemia… Entre quienes dejaron de trabajar figuran los jóvenes
que ya habían perdido sus empleos (el 6,9 por ciento), así como aquéllos que
señalaron que estaban trabajando pero que habían trabajado cero horas desde el
inicio de la crisis (el 10,5 por ciento)”, siendo más afectados por la pérdida
de empleo los jóvenes de 18 a 24 años. Dicha pérdida fue debida en un 54 % al
cierre de la empresa para la que prestaban servicios, y un 32,4 % por la
finalización del contrato de duración determinada (es bien sabido que esta
modalidad contractual tiene una elevada incidencia entre la población juvenil),
y afectó con mucha mayor intensidad a ocupaciones asociadas con niveles bajos
de cualificación formal (“prestación de apoyo administrativo, los servicios, las
ventas y la artesanía y oficios conexos”) en las que los jóvenes tienen mayor
presencia. El informe pone de manifiesto, al objeto de explicar este impacto en
el empleo juvenil, que “el confinamiento y las medidas de distanciamiento
social pueden explicar la mayor incidencia de la interrupción del trabajo entre
los trabajadores con ocupaciones en las que las funciones pueden exigir un
contacto frecuente con los clientes (i.e., las ventas) o la prestación de
servicios complementarios o de apoyo administrativo que dependen de que una
empresa siga abierta”.
¿Se han reducido
los ingresos de aquellos jóvenes que han continuado trabajando durante la
crisis? La respuesta es afirmativa por las consecuencias económicas derivadas
de la reducción de horas de trabajo para muchos de ellos, de tal manera que a
escala mundial el promedio de aquella reducción fue del 23 % de las horas de
trabajo y con una afectación negativa para el 45 % de los jóvenes en sus
ingresos. La disminución de tales ingresos puede tener unas consecuencias
colaterales importantes respecto a la vida educativa y laboral de la persona
trabajadora afectada, subrayando el informe que “Los trabajadores jóvenes que
siguen estudiando y que se enfrentan a una reducción de sus ingresos tal vez no
puedan finalizar sus estudios, mientras que todas las personas que trabajan
menos pueden tener dificultades para compensar la experiencia laboral y los
ingresos que han perdido”.
Muy significativa
es la diferencia del impacto entre quienes prestan sus servicios en el sector
privado y aquellos que lo hacen en el sector
público, ya que la reducción de ingresos afectó al 64 % de quienes
trabajan en el primero y en porcentaje bastante inferior, 23 % al segundo, lo
que pone de manifiesto, lo apunta con prudencia el informe pero creo que es muy
claro y evidente, que el impacto diferencial puede estar vinculado “con el
cierre temporal de las empresas o con el cese de actividad” (en el sector
privado).
No es de extrañar,
pero la confirmación por los datos disponibles vuelve a demostrar las
importantes diferencias por regiones a escala mundial, y dentro de cada una de
ellas entre las poblaciones según el nivel de ingresos, que el impacto de la
reducción de horas de trabajo, de ingresos y de productividad se constate en mayor
medida en países de ingresos medios-bajo y bajos, que puede ponerse sin duda en
relación con un dato muy correctamente apuntado a mi parecer en el informe, cual
es que tales diferencias de impacto entre los grupos de países “puede implicar
una prevalencia del empleo formal combinado con sistemas de seguros de
desempleo y de redes de seguridad social ágiles”.
Además, no cabe
olvidar el impacto de género que la crisis tiene, si bien este informe es muy
cauteloso al respecto con los datos disponibles y solo apunta el impacto que pueden
tener en la menor productividad de las jóvenes factores de índole no laboral “como
el incremento del trabajo doméstico o de cuidados”, aún cuando recuerda con carácter
general que otros informes han puesto ya de manifiesto la negativa afectación
sobre el empleo femenino y expone que “dado que la experiencia de crisis
económicas pasadas indica que las recesiones han tenido a menudo un impacto
diferencial en los resultados en materia de empleo para las mujeres y los
hombres …., se precisa un mayor grado de detalle a fin de comprender el impacto
en función del género de la pandemia de la COVID-19”.
Hay una parte de
la población juvenil encuestada que indicó un incremento de las horas de
trabajo durante el período de la encuesta, un 17 %, con una destacada presencia
de la población de nivel de educación superior, y que sus preocupaciones se
manifestaron respecto al número de horas extraordinarias trabajadas y las
dificultades reales existentes para la desconexión del trabajo y la vida personal,
apuntado el informe, con bastantes probabilidades de acertar a mi parecer, que
si bien la encuesta no diferenció entre el teletrabajo y el trabajo en una
plataforma digital u otras modalidades de trabajo, “el aumento de las horas de
trabajo señalado puede indicar dificultades para desconectar del trabajo”, dato
que ineludiblemente debe ponerse en estrecha relación con el del que el 72 % de
los encuestados trabajaban en su domicilio, a tiempo completo o parcial, desde
el inicio de la crisis sanitaria.
Por último,
respecto a las políticas adoptadas por los poder públicos para atenuar o mitigar
el impacto de la crisis y para facilitar el mantenimiento o nueva puesta en marcha
de la actividad empresarial, debe significarse que llegaron en mayor medida a
quienes seguían trabajando que a los que habían cesado en su actividad, dato
que pone nuevamente de manifiesto la importancia de evitar que un elevado
número de jóvenes pueda quedar excluido de la vida laboral, y muy probablemente
también de la educativa y formativa, sin perspectivas de una incorporación al
mundo del trabajo.
Las medidas
instrumentadas han sido objeto de especial atención en informes de la OIT sobre
la crisis, analizados en entradas anteriores del blog, y han sido puestas en
prácticas por la mayor parte de países, entre ellos obviamente España: se trata
de apoyo a los ingresos (ej.: prestaciones por desempleo), medidas de flexibilidad
interna (suspensiones contractuales, reducción de la jornada de trabajo), políticas
de apoyo a la formación y aprendizaje, exenciones fiscales y también en las cotizaciones a la Seguridad
Social.
5. Sobre el
impacto de la crisis en el ámbito de la educación y la formación, al que se
dedica el segundo bloque del informe, hay un dato especialmente relevante y que
conviene subrayar de entrada: desde el inicio de la pandemia “cuatro de cada
cinco estudiantes encuestados (el 79 por ciento) había visto interrumpidos sus
estudios o formación”. El documento se pregunta sobre las consecuencias que puede
tener tal interrupción en los proceso educativos y formativos, y también sobre
las consecuencias posteriores de cara a su incorporación al mercado de trabajo,
a las condiciones laborales y a los ingresos.
Más concretamente,
la paralización educativa y formativa fue total para el 13 % de los jóvenes,
sin que tuvieran actividad alguna docente y de evaluación, con diferencias muy
apreciables según el nivel de ingresos de los países, ya que “el 44 por ciento
de los estudiantes jóvenes en los países de ingresos bajos, el 20 por ciento en
los países de ingresos medios-bajos, y el 4 por ciento en los países de ingresos
altos señalaron que no habían recibido ningún curso”, datos que ponen de
manifiesto el riesgo de afectación negativa para los colectivos afectados, que
puede implicar la imposibilidad de regresar a los estudios ya sea por no disponibilidad
de recursos económicos familiares para ello, ya por la necesidad de ponerse a
trabajar justamente para contribuir a cubrir tales necesidades.
He dicho con
anterioridad que la brecha digital es una de las más importantes constataciones
que se extrae por quienes han elaborado el informe sobre las consecuencias de
la pandemia, y la concreción de esta afirmación general pasa por acudir a los
datos disponibles sobre el aprendizaje en línea que ha debido ponerse en marcha
con toda rapidez, es decir con actividades docentes a través de las distintas
plataformas tecnológicas. En el gráfico 10 (pág. 26) podrán apreciar los
lectores y lectoras las importantes diferencias existentes según el nivel de
ingresos del país por lo que respecta a la realización de actividades educativas
y formativas como la realización de tareas a domicilio por el alumnado, clases
por video y la realización de pruebas de evaluación en línea, que a escala
mundial han cubierto unos porcentajes de jóvenes del 36, 57 y 43 %,
respectivamente, siendo especialmente impactante el dato de que la clases
mediante sesiones telemáticas fueron recibidas solo por un 18 % de jóvenes de países de ingresos bajos, mientras
que el porcentaje fue muy superior en los de ingresos medios-bajos (55 %),
medios-altos (54 %) y altos (65 %).
Era importante sin
duda conocer la percepción de los jóvenes sobre cómo habían aprendido durante
esos dos meses de la pandemia, es decir si el proceso educativo había sido
mejor, igual o peor que en las condiciones existentes antes de la crisis. Los
datos no abonan precisamente al optimismo, ya que un 65 % manifestaron que su aprendizaje había sido menor, no
existiendo diferencias relevantes según las diversas regiones mundiales, y si
bien sí existe diferencias entre quienes vieron impedida totalmente la
actividad presencial de aquellos que pudieron seguir recibiendo esta modalidad
educativa (70 y 45 %), no deja de ser significativo que un porcentaje cercano a
la mitad en el segundo grupo manifestara su visión negativa del proceso de
aprendizaje durante el periodo de crisis.
Todo ello lleva a
los autores del informe a subrayar algo que todos quienes estamos en el mundo
educativo sabemos que se ha producido con ocasión de la crisis: que, aun cuando
la enseñanza a distancia cada vez esta adquiriendo más visos de normalidad
(voluntaria o impuesta, ya es otra cuestión), “el impacto que la transición
abrupta ha tenido en el aprendizaje sólo parece haberse amortiguado de una manera
moderada”.
No solo la falta
de material tecnológico necesario para poder desarrollar la actividad educativa
por vía telemática se apunta como un elemento a tomar en consideración para
valorar esta visión general poco positiva del cambio, sino también es reseñable
la falta de competencias digitales en docentes y alumnado que ha obligado a un
proceso de aprendizaje intensivo en muy poco tiempo y con resultados desiguales,
sin olvidar la importancia de disponer de materiales adecuados de trabajo para
dicha modalidad educativa, y no menos relevante que tanto los docentes como los
estudiantes dispongan del espacio adecuado para llevar a cabo la actividad. Y
desde luego, y comparto plenamente su tesis, los autores alertan sobre un
efecto negativo de la actual crisis en los procesos educativos y formativos,
cual es “la ausencia de trabajo en grupo y de contacto social, ambos componentes
esenciales del proceso de aprendizaje”. Ahora bien, no todo ha de ser negativo
ni mucho menos, y el informe destaca que el 35 % de los jóvenes “logró mantener
o mejorar su aprendizaje” (19 y 16 %, respectivamente).
En definitiva, incertidumbre
y temor (ante el inmediato futuro) son dos palabras muy presentes en todas las
respuestas de los jóvenes dadas las sombras existentes sobre como completar los
proceso educativos y formativos y que llevan a que el 14 % indicaran que se
encontraban con posibilidades reales de sufrir ansiedad o depresión, que se vinculaban
no sólo al cierre de los centros educativos sino también a la falta de contacto
social (presencial creo que sería el términos más correcto en este caso) con
sus compañeros y compañeras. Se constata que el bienestar mental “es menor entre
las mujeres jóvenes y los jóvenes de menor edad, de entre 18 y 24 años”, que
los jóvenes cuya educación o trabajo se había interrumpido o había cesado
totalmente “tenían casi dos veces más probabilidades de sufrir probablemente
ansiedad o depresión que los que continuaron trabajando o aquellos cuya
educación siguió su curso”, datos que ponen en evidencia “los vínculos
existentes entre el bienestar mental, el éxito educativo y la integración en el
mercado de trabajo”.
Esta problemática no
ha impedido, no obstante, que un porcentaje importante de jóvenes, cercano a la
mitad de las personas encuestadas, hayan seguido formándose y buscando a través
de las redes cursos que permitieran mejorar sus aptitudes en ámbitos que pudieran
no estar directamente relacionados con los estudios que están cursando pero que
se trata de competencias transversales válidas para cualquier actividad, como
son curso de idiomas, de tecnologías de la información y comunicación,
mecanismos de solución de problemas y
cómo trabajar en equipo.
6. Tras abordar el
impacto de la pandemia sobre el estado de salud y el ejercicio de sus derechos por
parte de las personas encuestadas, el documento formula algunas conclusiones y
también algunas propuestas o medidas de política de empleo juvenil, que no por
ser ya conocidas en gran medida no dejan de tener su importancia si fueran
efectivamente puestas en práctica, que van desde las de índole económica general
hasta la más concretas referidas a colectivo especialmente vulnerables por la
crisis
Prestaciones por
desempleo para todas las personas que se encuentren imposibilitadas de trabajar
por haber cerrado la empresa o haber visto extinguido su contrato temporal;
reincorporación al mercado de trabajo mediante medidas de estímulo a la
contratación por parte empresarial o bien de ayudas para el autoempleo; inversiones
en sectores productivos que tengan viabilidad futura para absorber el empleo de
jóvenes, y dedicar especial atención a los que se hayan visto más especialmente
afectados por la crisis (a los que me he referido con anterioridad); medidas de
flexibilidad interna que permitan mantener el empleo, ya sea de forma total
aunque suspendido temporalmente, ya mediante reducción de la jornada de
trabajo, y en ambos casos con apoyo vía protección social; articular de forma
efectiva la presencia juvenil en todos los foros en los que se debate sobre las
medidas a adoptar, velando para que puedan ejercer todos sus derechos políticos
y sociales, concretándose en el documento que “La interacción entre los actores
del diálogo social y las instituciones como los consejos económicos y sociales
es fundamental para aumentar la representación de los jóvenes en la formulación
de políticas nacionales sobre los jóvenes y de planes nacionales de acción
sobre el empleo juvenil, y en la adopción de otras medidas gubernamentales en
apoyo de los empleos decentes para los jóvenes”; también es relevante a mi
parecer, aunque se ubique en el apartado siguiente, la de mejorar y modernizar
los servicios de asesoramiento laboral y de orientación profesional, a fin y
efecto de “ayudar a los jóvenes a planificar una trayectoria laboral y profesional
en las industrias y sectores que tienen la capacidad para absorber una
afluencia de jóvenes licenciados”.
En políticas
educativas y formativas se enfatiza, entre otras medidas, la que ya he destacado
con anterioridad, cuál es el aumento de la inversión en soluciones digitales
para el desarrollo de competencias prácticas, y “mejorar el acceso al aprendizaje en línea,
a distancia y combinado, y desarrollar la capacidad de los docentes,
instructores, directores y gerentes para ofrecer dicho aprendizaje, centrándose
en particular en la educación y formación
técnica y profesional (EFTP) y en las instituciones y programas de desarrollo
de competencias”. Obviamente, también se insiste en la mejora de los
equipamientos informáticos y de los materiales dirigidos a tal modelo
educativo, al objeto de facilitar acceso real y efectivo a “oportunidades
alternativas de aprendizaje”.
7. Concluyo estas
notas sobre el Informe de la OIT cuya lectura vuelvo a recomendar, y lo hago
transcribiendo, por su importancia, el párrafo final del texto, que es tanto un
deseo como una petición para avanzar no en la “nueva normalidad” sino en una “normalidad
mejor”: “Todos necesitamos velar por que los jóvenes puedan ejercer plenamente
su derecho a tomar parte activa en la toma de decisiones. Los jóvenes ya están
esforzándose por reconstruir sus sociedades. Al apoyarles por igual y de una
manera colaborativa, podemos asegurar una reconstrucción mejor, más rápida y
más sólida”.
Buena lectura.
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