1. Fiel a su cita anual,
la OIT hizo público el miércoles 24 de agosto, a las 22:00, su informe “Perspectivassociales de empleo en el mundo: Tendencias del empleo juvenil”. En su páginaweb puede leerse el texto íntegro (en inglés), un resumen del mismo (en varios
idiomas), un vídeo en el que los autores del informe, Steven
Tobin y Stefan Kuehn, explican sus contenidos más relevantes, y dos cuadros
interactivos por medio de los cuales puede conocerse en qué países lostrabajadores jóvenes viven debajo de la línea de pobreza en 2016, y aquellos enlos que es más difícil encontrar trabajo a los jóvenes. Conviene recordar,
antes de continuar, que el Informe se refiere a los jóvenes de 15 a 24 años,
que en la actualidad representan el 18 % de la población mundial y más del 15 %
de su fuerza de trabajo, aunque en ocasiones en el propio texto se amplíe la
edad hasta los 29 años.
Los medios de
comunicación se han hecho eco, como era lógico esperar, del Informe, con
especial atención a los datos españoles en las informaciones publicadas por
prensa y redes sociales de nuestro país. Por ejemplo, en Cinco Días su
redactora Raquel Pascual publicaba un artículo el 25 de agosto con el título “LaOIT prevé una fuerte caída del paro juvenil en España”, y en el que puede
leerse que “… El caso español es mucho más grave, ya que duplica la tasa media
de paro juvenil en la UE28, elevándose hasta el 46%, según los datos oficiales
del Instituto Nacional de Estadística (INE) del segundo trimestre del año. Sin
embargo, las últimas previsiones de la OIT incluidas en este informe apuntan a
que la reducción del paro juvenil en la UE obedecerá a la evolución positiva
que se registrará en algunos países con elevadas tasas de paro como España
“donde se esperan considerables reducciones de su tasa de paro juvenil a lo
largo de 2017”. Asimismo añade a Italia y Portugal entre los países donde habrá
importantes bajadas del desempleo de los jóvenes”.
Por otra parte, las
redactoras del diario electrónico eldiario.es Ana Requena y Belén Carreño
publicaron también el 25 de agosto un amplio artículo sobre el informe con el
título “España está entre los países europeos donde más trabajadores jóveneshay en riesgo de pobreza”, y que aparecía como primera noticia de la edición
del día 26 en el momento en que consulté el diario). Además de efectuar una
buena síntesis del documento de la OIT, las periodistas enfatizan aquellos
datos que demuestran la complejidad de la situación del empleo, y desempleo,
juvenil en España en estos términos: “España es, además, uno de los países del
mundo donde es más difícil para un joven encontrar un empleo en 2016. En el
mapa elaborado por la OIT, España aparece junto a Grecia e Italia, y en el
mismo nivel que Irak, Namibia o Sudáfrica. En todos estos países más del 35% de
los jóvenes que buscan trabajo no lo encuentran…. Otro récord que también bate
España es el de los jóvenes que ni tienen trabajo ni están formándose. Junto a
Grecia e Italia es uno de los países desarrollados donde el número de los
llamados 'ni-ni' es más elevado: cerca del 30% de jóvenes se encuentra en esta
situación”.
2. En la parte final del
Informe se hace referencia a tres textos, dos de ellos adoptados hace varios
años por la OIT que deben seguirse teniendo en cuenta a la hora de adoptar
nuevas medidas en materia de empleo juvenil, como son la Declaración de la OIT
sobre la justicia social para una globalización equitativa, aprobada en 2008 y
cuya evaluación ha sido efectuada en la última Conferencia Internacional del
Trabajo celebrada el pasado mes de junio, y la Resolución “relativa a la crisisdel empleo juvenil: un llamado a la acción”, adoptada en la 101 ª reunión de la
CIT que tuvo lugar en 2012. También se
relaciona la problemática del empleo y desempleo juvenil con la Agenda 2030 de
las Naciones Unidas y los objetivos fijados de desarrollo sostenible
A) Sobre el primer
documento, del que se ha reafirmado su pleno valor e importancia en el momento
presente, conviene señalar que los Estados miembros han confirmado su
compromiso para “situar el empleo pleno y productivo y el trabajo decente como
elemento central de las políticas económicas y sociales, deberían basarse en
los cuatro objetivos estratégicos inseparables, interrelacionados y que se
refuerzan mutuamente del empleo, la protección social, el diálogo social y el
tripartismo, y los principios y derechos fundamentales en el trabajo, junto con
la igualdad de género y la no discriminación también como cuestiones
transversales”. En estrecha relación, cabe aquí referirse al tercer documento
antes mencionado, la Agenda 2030, cuyo objetivo número 8 es “Promover el
crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y
productivo y el trabajo decente para todos”. Para la ONU, “La continua falta de
oportunidades de trabajo decente, la insuficiente inversión y el bajo consumo
producen una erosión del contrato social básico subyacente en las sociedades
democráticas: el derecho de todos a compartir el progreso. La creación de
empleos de calidad seguirá constituyendo un gran desafío para casi todas las
economías más allá de 2015. Para conseguir el desarrollo económico sostenible,
las sociedades deberán crear las condiciones necesarias para que las personas
accedan a empleos de calidad, estimulando la economía sin dañar el medio
ambiente. También tendrá que haber oportunidades laborales para toda la
población en edad de trabajar, con condiciones de trabajo decentes”.
B) El segundo texto es
mucho más relevante por su implicación más directa con el empleo y el desempleo
juvenil, por lo que recomiendo su lectura íntegra a todas las personas
interesadas. En la Resolución aprobada se constataba en 2012 la existencia de
casi 75 millones de jóvenes desempleados, subrayando que esa cifra era superior
en siete millones a la de 2007 y que cerca de seis millones habían abandonado
la búsqueda de un empleo, enfatizando, y la tesis es hoy igualmente muy válida,
que la crisis del empleo juvenil “representa un reto mundial, aunque sus
características sociales y económicas varían considerablemente, tanto en cuanto
a su dimensión como a su naturaleza, entre los distintos países y regiones y
dentro de cada uno de ellos”. La importancia de la aplicación del amplio
arsenal normativo y de otros textos aprobados por la OIT que afectan directa o
indirectamente al empleo juvenil se pone claramente de manifiesto en el amplio anexo
de la Resolución de 2012.
Entre los principios
rectores que deben guiar la actuación internacional en la materia se subraya la
necesidad de tomar en consideración la diversidad de las situaciones nacionales
“para elaborar un conjunto de políticas multidimensional, coherente y adaptado
a cada contexto”, y que todas las políticas que se adopten deberán tener como
norte, para ser efectivas, “corregir los desajustes entre los puestos de
trabajo disponibles y las competencias de los jóvenes que limitan el acceso a
las oportunidades de empleo”.
Toda la elaboración de la
política juvenil en materia de empleo, tanto a escala internacional como
nacional, debe otorgar la máxima importancia a su creación, con atención tanto
a la cantidad como a la calidad, elaborándose por las autoridades respectivas,
junto con la participación de los agentes sociales, “planes de acción
nacionales integrados, con plazos definidos y con objetivos medible para el
empleo decente”.
En su cuidado análisis de
como facilitar la transición entre el mundo educativo y el laboral, algo sin
duda de suma importancia, la CIT ya alertaba en 2012 de problemas prácticos que
siguen estando hoy en día bien vivos en muchos países desarrollados, y desde
luego España no es una excepción; en efecto, el aumento de las pasantías, los
aprendizajes profesionales y otras modalidades de adquisición profesional “son
valoradas positivamente si con ellas se contribuye a insertar a los jóvenes en
el mercado laboral con un trabajo decente, pero al mismo tiempo se alerta de
que tales mecanismos “pueden correr el riesgo, en algunos casos, de ser
utilizados como una forma de obtener mano de obra barata o de reemplazar a
otros trabajadores que ya se encuentren en la empresa”, por lo que se propone
con carácter general, para garantizar que respondan a los objetivos teóricos
perseguidos, su regulación y control “entre otras mediante la certificación
para garantizar que constituyan una auténtica experiencia de aprendizaje y que
no se utilice para sustituir a trabajadores de plantilla”. Consecuencia directa
del planteamiento anterior, y reiterando lo ya defendido en una Resolución del
año 2005, es la petición de aplicación de la legislación laboral a todos los
trabajadores jóvenes, “incluidos aquellos que actualmente carecen de protección
por encontrarse en relaciones de trabajo encubiertas”.
3. He dedicado especial
atención al empleo y desempleo juvenil (ya sea utilizando los criterios de la
OIT – 15 a 24 años – de la Unión Europea – 16 a 25 años, con la posibilidad de
ampliar en algunos casos, como se plantea en la garantía juvenil – o los de
aplicación en el ámbito español, en el que algunas medidas se extienden hasta
los 30 años) en varias entradas anteriores al analizar documentos internacionales,
europeos, españoles de ámbito estatal y de diferentes autonomías, y me permito
ahora remitir a ellos, sólo recordando aquí, por su especial interés a mi
parecer, el texto de mi intervención, el 9 de septiembre de 2014, en la
Subcomisión creada en el Congreso de los Diputados para el estudio de las
mejores prácticas, el seguimiento y propuestas de medidas para el empleo
juvenil.
4. Si nos fijamos ahora
en el Informe 2016 de la OIT, comprobamos que el mismo está dedicado en su
primera parte al examen de los recientes desarrollos en el mercado laboral, con
especial atención a algunos indicadores que demostrarán cuál es la situación
con la que se enfrenta cada país, como son el desempleo juvenil, la pobreza
laboral y el empleo de calidad.
Una segunda parte está
dedicada a estudiar y analizar las barreras con las que se encuentran los jóvenes
para acceder al mercado laboral y también las desigualdades de género que existen
entre hombres y mujeres para poner de manifiesto las mayores dificultades con
las que encuentran estas, que no sólo se solucionan, aunque ciertamente sea un
paso importante, por su mejora del nivel
educativo, destacando el Informe que dicha mejora no mejora necesariamente las
posibilidades de las mujeres de llevar a cabo una “transición con éxito” al
mercado de trabajo, especialmente en los países árabes y en el Norte de África.
En la presentación del informe, la Directora General Adjunta de Políticas de laOIT, Sra, Deborah Greenfield, declaró que “El alarmante incremento del
desempleo juvenil y los altos niveles, igualmente preocupantes, de jóvenes que
trabajan pero siguen viviendo en la pobreza muestran lo difícil que será lograr
el objetivo mundial de poner fin a la pobreza de aquí a 2030 si no redoblamos
nuestros esfuerzos para alcanzar un crecimiento económico sostenible y el
trabajo decente. Esta investigación además pone de manifiesto las grandes
disparidades entre las mujeres jóvenes y los hombres jóvenes en el mercado
laboral que los Estados miembros de la OIT y los interlocutores sociales deben
abordar con urgencia”.
Así mismo hay que prestar
especial atención al nivel educativo (volveré sobre este punto al final del
texto), siendo la mejora del acceso a la educación superior o terciaria uno de
los retos más relevantes en el futuro inmediato, en cuanto que el mercado de
trabajo está sufriendo cambios estructurales que afectan negativamente a los
empleos de media o baja cualificación y positivamente a aquellos que requieren
conocimientos altamente cualificados. Justamente un informe presentado en la
última CIT sobre la promoción de la justicia social dedica uno de sus apartados
al análisis de los cambios en el mundo del trabajo y las transformaciones
estructurales que está sufriendo el mismo en los últimos años, con innegables
consecuencias para el acceso de los jóvenes, con la incidencia e impacto de “la
demografía, las nuevas tecnologías, la organización del trabajo y los nuevos
métodos de producción”, poniendo de manifiesto, como ya lo había hecho en
informes anteriores sobre el empleo a escala mundial, que “el mundo se enfrenta al reto formidable de
crear 600 millones de nuevos empleos para 2030, la mayoría en países en
desarrollo, para poder volver a los niveles de empleo anteriores a la crisis,
proporcionar empleo a los 40 millones de mujeres y hombres jóvenes que entran
en el mercado de trabajo cada año y aumentar la tasa de actividad de la mujer
de acuerdo con las metas internacionales establecidas”. El documento se plantea
una serie de preguntas de extraordinaria importancia y que merecerían una
entrada monográfica, por lo que sólo las dejo aquí apuntadas: “qué significa el
trabajo en nuestras vidas y en nuestra sociedad, y en cómo está cambiando;
dónde se están creando empleos; qué factores están impulsando la organización
del trabajo y de la producción; qué ajustes podrían necesitarse en los marcos
normativos y en las instituciones que gobiernan el cambiante mundo del trabajo”.
La parte tercera, y
final, del informe, está dedicada a formular una consideraciones generales
conclusivas, de las que me quedo ahora con una tesis que conviene repetir una y
mil veces cuando nos refiramos al mercado de trabajo, y mucho más si cabe
cuando lo hacemos para referirnos a quienes se incorporan en los primeros
estadios de su vida laboral: los retos con los que se enfrentan tanto quienes
conciben las políticas públicas como quienes las aplican afectan no sólo a la
cantidad del empleo que se crea sino también a su calidad; o dicho por mi parte
en términos más claros y con carácter
general: no vale sólo decir que se ha creado un número determinado de empleos
si no se explica inmediatamente después, por ejemplo, si se trata de un trabajo
a tiempo completo o parcial, o si se trata de un contrato laboral de duración
indeterminada o por tiempo determinado, y en este último caso cuál es su
duración, o también en qué sectores de actividad, y en que grupos y/o
El seguimiento conjunto
de la cantidad y la calidad del empleo es especialmente importante en los
llamados países emergentes y en vía de desarrollo, donde, tal como se pone de
manifiesto en el Informe, el reto fundamental es mejorar la calidad del trabajo
al que pueden aspirar la mayoría de jóvenes, “que están ya trabajando pero en
régimen de subempleo o de trabajo informal”. La tasa de participación laboral
de las mujeres jóvenes es, a escala global, del 37,6 %, mientras que la de los
hombres es del 53,9 %, es decir una “brecha porcentual” de 16 ;6 puntos, algo
inferior al 17,8 % existente en el año 2000 pero que pone de manifiesto el
largo camino que aún queda por recorrer en este ámbito. El informe enfatiza que
la diferencia “es particularmente marcada en Asia del Sur, los países árabes y
África del Norte, donde en 2016 las tasas de actividad de las mujeres jóvenes
son 32,9, 32,3 y 30,2 puntos porcentuales inferiores a las de los hombres
jóvenes, respectivamente”.
5. El excelente resumen
del Informe 2016 destaca en primer lugar que se reavivan las preocupaciones
sobre el crecimiento económico mundial y que el desempleo juvenil se incrementa
por primera vez a escala mundial tras la reducción experimentada en el período
comprendido entre 2012 y 2015, de tal manera que el número de jóvenes
desempleados alcanzará los 71 millones de personas, un 13, 1 %, más de medio
millón de aumento con respecto a 2015 y muy cerca de la tasa máxima de desempleo
juvenil, 13,3 %, alcanzada en 2013.
El hecho de que la mayor
tasa se encuentre en los países desarrollados (9.8 %, 14,5%) no significa en
modo alguno, y creo que está bien claro, que la preocupación por el desempleo
juvenil en los países emergentes y en vías de desarrollo deba ser inferior,
sino que se concentra en el elevado número de jóvenes que trabajan al margen de
los circuitos regulares, ya sea en economía informal o más ampliamente
irregular.
Otro dato relevante para
entender mejor la realidad actual y las preocupaciones de los jóvenes ante su
futuro es que en los países desarrollados son ellos los que sufren, más que los
adultos, el riesgo de sufrir una situación de pobreza relativa aunque dispongan
de un empleo (nuevamente la referencia a los llamados trabajadores pobres o
working poors), siendo así que los datos de 2014 utilizados en el informe
demuestran que quienes vivían con menos de 60 % del ingreso medio de la
población era un 12,6 % de los jóvenes y un inferior 9,6 % de los adultos.
6. La difícil situación
de una parte importante de los jóvenes ha incrementado aquello que el documento
califica de “inclinación a migrar”. Es cierto, señalo ahora, que últimamente
hemos venido hablando, y mucho, de las migraciones derivadas de conflictos
bélicos y de sus secuelas sobre un número importante de ciudadanos y ciudadanas
de los países afectados (Siria sería el ejemplo más significativo), y que las
fronteras entre migraciones por razones meramente económicos y aquellas que se
producen por otras circunstancias son en más de una ocasión borrosas, pero no
es menos cierto que sigue habiendo una parte de la población que migra, y que
dispone de los recurso económicos para hacerlo, por motivos básicamente de
índole económica, de mejora de su situación profesional o de su estatus en el
mercado laboral, o simplemente a la búsqueda de un empleo que resulta difícil
encontrar en su país, y que este colectivo es ciertamente importante entre los
jóvenes, destacándose en el Informe 2016 que en 2015 “casi 51 millones de
migrantes internacionales tenían entre 15 y 29 años de edad, y que “el 20 por
ciento de la población del mundo en esa franja etaria se mostraba dispuesta a
mudarse permanentemente a otro país”. Migraciones, conviene recordarlo, que se dan
de forma preferente, pero no exclusiva, de países en desarrollo a países
desarrollados, constatándose que poco más de la mitad de los 51 millones de
migrantes jóvenes (ya hemos visto aquí que el concepto de joven es más amplio
que el utilizado en el Informe para referirse al empleo y desempleo juvenil) “residía
en economía desarrolladas”.
7. Por fin, el documento dedica especial atención a los
niveles educativos de los jóvenes y a las dificultades con que se encuentran
una parte nada menospreciable de los mismos para acceder a los niveles
educativos mínimamente necesarios para poder incorporarse al mercado laboral,
con la consecuencia posterior de que pueden verse encuadrados, por su falta de
empleo, en aquella categoría de jóvenes que ha sido definida sociológicamente
como ”Ni-Ni”, es decir aquellos que ni estudian ni trabajan, grupo que el
informe, refiriéndose a una encuesta realizada en 28 Estados, cuantifica en “casi
el 25 %., con tendencia al crecimiento. Respecto a la tasa de actividad de los
jóvenes, el descenso entre aquellos de 15 a 19 años experimentada en los
últimos años no debe valorarse como negativa si se constata que una parte
importante de dicha disminución es consecuencia de una mayor presencia y
mantenimiento de aquellos en el ámbito educativo, aunque este crecimiento sea
mucho menor en países en desarrollo y suponga un mayor riesgo para los jóvenes
de quedar atrapados en situación de pobreza. Coincido, pues, con el Informe
cuando afirma que el aumento, global, de la participación de los jóvenes en el
sistema educativo “debe ser considerado como un avance positivo pues la
educación permite a los jóvenes ampliar sus competencias y conocimientos con
miras a obtener mejores empleos en el futuro”. Por el contrario, sí es
preocupante que la caída en la tasa de actividad de los jóvenes (del 53,6 % en
el año 2000 al 45,8 % en 2016) se concentre en los jóvenes de 20 a 29 años de
edad (nuevamente un concepto de joven distinto del utilizado con carácter
general en el Informe) por sus dificultades para encontrar empleo.
Buena lectura del
Informe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario