viernes, 26 de agosto de 2016

El empleo juvenil en el mundo. Notas al Informe 2016 de la OIT y a documentos tenidos en consideración para su elaboración.




1. Fiel a su cita anual, la OIT hizo público el miércoles 24 de agosto, a las 22:00, su informe “Perspectivassociales de empleo en el mundo: Tendencias del empleo juvenil”. En su páginaweb puede leerse el texto íntegro (en inglés), un resumen del mismo (en varios idiomas), un vídeo en el que los autores del informe, Steven Tobin y Stefan Kuehn, explican sus contenidos más relevantes, y dos cuadros interactivos por medio de los cuales puede conocerse en qué países lostrabajadores jóvenes viven debajo de la línea de pobreza en 2016, y aquellos enlos que es más difícil encontrar trabajo a los jóvenes. Conviene recordar, antes de continuar, que el Informe se refiere a los jóvenes de 15 a 24 años, que en la actualidad representan el 18 % de la población mundial y más del 15 % de su fuerza de trabajo, aunque en ocasiones en el propio texto se amplíe la edad hasta los 29 años.  

Los medios de comunicación se han hecho eco, como era lógico esperar, del Informe, con especial atención a los datos españoles en las informaciones publicadas por prensa y redes sociales de nuestro país. Por ejemplo, en Cinco Días su redactora Raquel Pascual publicaba un artículo el 25 de agosto con el título “LaOIT prevé una fuerte caída del paro juvenil en España”, y en el que puede leerse que “… El caso español es mucho más grave, ya que duplica la tasa media de paro juvenil en la UE28, elevándose hasta el 46%, según los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadística (INE) del segundo trimestre del año. Sin embargo, las últimas previsiones de la OIT incluidas en este informe apuntan a que la reducción del paro juvenil en la UE obedecerá a la evolución positiva que se registrará en algunos países con elevadas tasas de paro como España “donde se esperan considerables reducciones de su tasa de paro juvenil a lo largo de 2017”. Asimismo añade a Italia y Portugal entre los países donde habrá importantes bajadas del desempleo de los jóvenes”. 

Por otra parte, las redactoras del diario electrónico eldiario.es Ana Requena y Belén Carreño publicaron también el 25 de agosto un amplio artículo sobre el informe con el título “España está entre los países europeos donde más trabajadores jóveneshay en riesgo de pobreza”, y que aparecía como primera noticia de la edición del día 26 en el momento en que consulté el diario). Además de efectuar una buena síntesis del documento de la OIT, las periodistas enfatizan aquellos datos que demuestran la complejidad de la situación del empleo, y desempleo, juvenil en España en estos términos: “España es, además, uno de los países del mundo donde es más difícil para un joven encontrar un empleo en 2016. En el mapa elaborado por la OIT, España aparece junto a Grecia e Italia, y en el mismo nivel que Irak, Namibia o Sudáfrica. En todos estos países más del 35% de los jóvenes que buscan trabajo no lo encuentran…. Otro récord que también bate España es el de los jóvenes que ni tienen trabajo ni están formándose. Junto a Grecia e Italia es uno de los países desarrollados donde el número de los llamados 'ni-ni' es más elevado: cerca del 30% de jóvenes se encuentra en esta situación”.

2. En la parte final del Informe se hace referencia a tres textos, dos de ellos adoptados hace varios años por la OIT que deben seguirse teniendo en cuenta a la hora de adoptar nuevas medidas en materia de empleo juvenil, como son la Declaración de la OIT sobre la justicia social para una globalización equitativa, aprobada en 2008 y cuya evaluación ha sido efectuada en la última Conferencia Internacional del Trabajo celebrada el pasado mes de junio, y la Resolución “relativa a la crisisdel empleo juvenil: un llamado a la acción”, adoptada en la 101 ª reunión de la CIT que tuvo lugar en 2012.  También se relaciona la problemática del empleo y desempleo juvenil con la Agenda 2030 de las Naciones Unidas y los objetivos fijados de desarrollo sostenible

A) Sobre el primer documento, del que se ha reafirmado su pleno valor e importancia en el momento presente, conviene señalar que los Estados miembros han confirmado su compromiso para “situar el empleo pleno y productivo y el trabajo decente como elemento central de las políticas económicas y sociales, deberían basarse en los cuatro objetivos estratégicos inseparables, interrelacionados y que se refuerzan mutuamente del empleo, la protección social, el diálogo social y el tripartismo, y los principios y derechos fundamentales en el trabajo, junto con la igualdad de género y la no discriminación también como cuestiones transversales”. En estrecha relación, cabe aquí referirse al tercer documento antes mencionado, la Agenda 2030, cuyo objetivo número 8 es “Promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos”. Para la ONU, “La continua falta de oportunidades de trabajo decente, la insuficiente inversión y el bajo consumo producen una erosión del contrato social básico subyacente en las sociedades democráticas: el derecho de todos a compartir el progreso. La creación de empleos de calidad seguirá constituyendo un gran desafío para casi todas las economías más allá de 2015. Para conseguir el desarrollo económico sostenible, las sociedades deberán crear las condiciones necesarias para que las personas accedan a empleos de calidad, estimulando la economía sin dañar el medio ambiente. También tendrá que haber oportunidades laborales para toda la población en edad de trabajar, con condiciones de trabajo decentes”.

B) El segundo texto es mucho más relevante por su implicación más directa con el empleo y el desempleo juvenil, por lo que recomiendo su lectura íntegra a todas las personas interesadas. En la Resolución aprobada se constataba en 2012 la existencia de casi 75 millones de jóvenes desempleados, subrayando que esa cifra era superior en siete millones a la de 2007 y que cerca de seis millones habían abandonado la búsqueda de un empleo, enfatizando, y la tesis es hoy igualmente muy válida, que la crisis del empleo juvenil “representa un reto mundial, aunque sus características sociales y económicas varían considerablemente, tanto en cuanto a su dimensión como a su naturaleza, entre los distintos países y regiones y dentro de cada uno de ellos”. La importancia de la aplicación del amplio arsenal normativo y de otros textos aprobados por la OIT que afectan directa o indirectamente al empleo juvenil se pone claramente de manifiesto en el amplio anexo de la Resolución de 2012.

Entre los principios rectores que deben guiar la actuación internacional en la materia se subraya la necesidad de tomar en consideración la diversidad de las situaciones nacionales “para elaborar un conjunto de políticas multidimensional, coherente y adaptado a cada contexto”, y que todas las políticas que se adopten deberán tener como norte, para ser efectivas, “corregir los desajustes entre los puestos de trabajo disponibles y las competencias de los jóvenes que limitan el acceso a las oportunidades de empleo”.

Toda la elaboración de la política juvenil en materia de empleo, tanto a escala internacional como nacional, debe otorgar la máxima importancia a su creación, con atención tanto a la cantidad como a la calidad, elaborándose por las autoridades respectivas, junto con la participación de los agentes sociales, “planes de acción nacionales integrados, con plazos definidos y con objetivos medible para el empleo decente”.

En su cuidado análisis de como facilitar la transición entre el mundo educativo y el laboral, algo sin duda de suma importancia, la CIT ya alertaba en 2012 de problemas prácticos que siguen estando hoy en día bien vivos en muchos países desarrollados, y desde luego España no es una excepción; en efecto, el aumento de las pasantías, los aprendizajes profesionales y otras modalidades de adquisición profesional “son valoradas positivamente si con ellas se contribuye a insertar a los jóvenes en el mercado laboral con un trabajo decente, pero al mismo tiempo se alerta de que tales mecanismos “pueden correr el riesgo, en algunos casos, de ser utilizados como una forma de obtener mano de obra barata o de reemplazar a otros trabajadores que ya se encuentren en la empresa”, por lo que se propone con carácter general, para garantizar que respondan a los objetivos teóricos perseguidos, su regulación y control “entre otras mediante la certificación para garantizar que constituyan una auténtica experiencia de aprendizaje y que no se utilice para sustituir a trabajadores de plantilla”. Consecuencia directa del planteamiento anterior, y reiterando lo ya defendido en una Resolución del año 2005, es la petición de aplicación de la legislación laboral a todos los trabajadores jóvenes, “incluidos aquellos que actualmente carecen de protección por encontrarse en relaciones de trabajo encubiertas”.

3. He dedicado especial atención al empleo y desempleo juvenil (ya sea utilizando los criterios de la OIT – 15 a 24 años – de la Unión Europea – 16 a 25 años, con la posibilidad de ampliar en algunos casos, como se plantea en la garantía juvenil – o los de aplicación en el ámbito español, en el que algunas medidas se extienden hasta los 30 años) en varias entradas anteriores al analizar documentos internacionales, europeos, españoles de ámbito estatal y de diferentes autonomías, y me permito ahora remitir a ellos, sólo recordando aquí, por su especial interés a mi parecer, el texto de mi intervención, el 9 de septiembre de 2014, en la Subcomisión creada en el Congreso de los Diputados para el estudio de las mejores prácticas, el seguimiento y propuestas de medidas para el empleo juvenil.

4. Si nos fijamos ahora en el Informe 2016 de la OIT, comprobamos que el mismo está dedicado en su primera parte al examen de los recientes desarrollos en el mercado laboral, con especial atención a algunos indicadores que demostrarán cuál es la situación con la que se enfrenta cada país, como son el desempleo juvenil, la pobreza laboral y el empleo de calidad.

Una segunda parte está dedicada a estudiar y analizar las barreras con las que se encuentran los jóvenes para acceder al mercado laboral y también las desigualdades de género que existen entre hombres y mujeres para poner de manifiesto las mayores dificultades con las que encuentran estas, que no sólo se solucionan, aunque ciertamente sea un paso importante, por su  mejora del nivel educativo, destacando el Informe que dicha mejora no mejora necesariamente las posibilidades de las mujeres de llevar a cabo una “transición con éxito” al mercado de trabajo, especialmente en los países árabes y en el Norte de África. En la presentación del informe, la Directora General Adjunta de Políticas de laOIT, Sra, Deborah Greenfield, declaró que “El alarmante incremento del desempleo juvenil y los altos niveles, igualmente preocupantes, de jóvenes que trabajan pero siguen viviendo en la pobreza muestran lo difícil que será lograr el objetivo mundial de poner fin a la pobreza de aquí a 2030 si no redoblamos nuestros esfuerzos para alcanzar un crecimiento económico sostenible y el trabajo decente. Esta investigación además pone de manifiesto las grandes disparidades entre las mujeres jóvenes y los hombres jóvenes en el mercado laboral que los Estados miembros de la OIT y los interlocutores sociales deben abordar con urgencia”.

Así mismo hay que prestar especial atención al nivel educativo (volveré sobre este punto al final del texto), siendo la mejora del acceso a la educación superior o terciaria uno de los retos más relevantes en el futuro inmediato, en cuanto que el mercado de trabajo está sufriendo cambios estructurales que afectan negativamente a los empleos de media o baja cualificación y positivamente a aquellos que requieren conocimientos altamente cualificados. Justamente un informe presentado en la última CIT sobre la promoción de la justicia social dedica uno de sus apartados al análisis de los cambios en el mundo del trabajo y las transformaciones estructurales que está sufriendo el mismo en los últimos años, con innegables consecuencias para el acceso de los jóvenes, con la incidencia e impacto de “la demografía, las nuevas tecnologías, la organización del trabajo y los nuevos métodos de producción”, poniendo de manifiesto, como ya lo había hecho en informes anteriores sobre el empleo a escala mundial, que  “el mundo se enfrenta al reto formidable de crear 600 millones de nuevos empleos para 2030, la mayoría en países en desarrollo, para poder volver a los niveles de empleo anteriores a la crisis, proporcionar empleo a los 40 millones de mujeres y hombres jóvenes que entran en el mercado de trabajo cada año y aumentar la tasa de actividad de la mujer de acuerdo con las metas internacionales establecidas”. El documento se plantea una serie de preguntas de extraordinaria importancia y que merecerían una entrada monográfica, por lo que sólo las dejo aquí apuntadas: “qué significa el trabajo en nuestras vidas y en nuestra sociedad, y en cómo está cambiando; dónde se están creando empleos; qué factores están impulsando la organización del trabajo y de la producción; qué ajustes podrían necesitarse en los marcos normativos y en las instituciones que gobiernan el cambiante mundo del trabajo”.   

La parte tercera, y final, del informe, está dedicada a formular una consideraciones generales conclusivas, de las que me quedo ahora con una tesis que conviene repetir una y mil veces cuando nos refiramos al mercado de trabajo, y mucho más si cabe cuando lo hacemos para referirnos a quienes se incorporan en los primeros estadios de su vida laboral: los retos con los que se enfrentan tanto quienes conciben las políticas públicas como quienes las aplican afectan no sólo a la cantidad del empleo que se crea sino también a su calidad; o dicho por mi parte en  términos más claros y con carácter general: no vale sólo decir que se ha creado un número determinado de empleos si no se explica inmediatamente después, por ejemplo, si se trata de un trabajo a tiempo completo o parcial, o si se trata de un contrato laboral de duración indeterminada o por tiempo determinado, y en este último caso cuál es su duración, o también en qué sectores de actividad, y en que grupos y/o 

El seguimiento conjunto de la cantidad y la calidad del empleo es especialmente importante en los llamados países emergentes y en vía de desarrollo, donde, tal como se pone de manifiesto en el Informe, el reto fundamental es mejorar la calidad del trabajo al que pueden aspirar la mayoría de jóvenes, “que están ya trabajando pero en régimen de subempleo o de trabajo informal”. La tasa de participación laboral de las mujeres jóvenes es, a escala global, del 37,6 %, mientras que la de los hombres es del 53,9 %, es decir una “brecha porcentual” de 16 ;6 puntos, algo inferior al 17,8 % existente en el año 2000 pero que pone de manifiesto el largo camino que aún queda por recorrer en este ámbito. El informe enfatiza que la diferencia “es particularmente marcada en Asia del Sur, los países árabes y África del Norte, donde en 2016 las tasas de actividad de las mujeres jóvenes son 32,9, 32,3 y 30,2 puntos porcentuales inferiores a las de los hombres jóvenes, respectivamente”.

5. El excelente resumen del Informe 2016 destaca en primer lugar que se reavivan las preocupaciones sobre el crecimiento económico mundial y que el desempleo juvenil se incrementa por primera vez a escala mundial tras la reducción experimentada en el período comprendido entre 2012 y 2015, de tal manera que el número de jóvenes desempleados alcanzará los 71 millones de personas, un 13, 1 %, más de medio millón de aumento con respecto a 2015 y muy cerca de la tasa máxima de desempleo juvenil, 13,3 %, alcanzada en 2013.

El hecho de que la mayor tasa se encuentre en los países desarrollados (9.8 %, 14,5%) no significa en modo alguno, y creo que está bien claro, que la preocupación por el desempleo juvenil en los países emergentes y en vías de desarrollo deba ser inferior, sino que se concentra en el elevado número de jóvenes que trabajan al margen de los circuitos regulares, ya sea en economía informal o más ampliamente irregular.

Otro dato relevante para entender mejor la realidad actual y las preocupaciones de los jóvenes ante su futuro es que en los países desarrollados son ellos los que sufren, más que los adultos, el riesgo de sufrir una situación de pobreza relativa aunque dispongan de un empleo (nuevamente la referencia a los llamados trabajadores pobres o working poors), siendo así que los datos de 2014 utilizados en el informe demuestran que quienes vivían con menos de 60 % del ingreso medio de la población era un 12,6 % de los jóvenes y un inferior 9,6 % de los adultos.

6. La difícil situación de una parte importante de los jóvenes ha incrementado aquello que el documento califica de “inclinación a migrar”. Es cierto, señalo ahora, que últimamente hemos venido hablando, y mucho, de las migraciones derivadas de conflictos bélicos y de sus secuelas sobre un número importante de ciudadanos y ciudadanas de los países afectados (Siria sería el ejemplo más significativo), y que las fronteras entre migraciones por razones meramente económicos y aquellas que se producen por otras circunstancias son en más de una ocasión borrosas, pero no es menos cierto que sigue habiendo una parte de la población que migra, y que dispone de los recurso económicos para hacerlo, por motivos básicamente de índole económica, de mejora de su situación profesional o de su estatus en el mercado laboral, o simplemente a la búsqueda de un empleo que resulta difícil encontrar en su país, y que este colectivo es ciertamente importante entre los jóvenes, destacándose en el Informe 2016 que en 2015 “casi 51 millones de migrantes internacionales tenían entre 15 y 29 años de edad, y que “el 20 por ciento de la población del mundo en esa franja etaria se mostraba dispuesta a mudarse permanentemente a otro país”. Migraciones, conviene recordarlo, que se dan de forma preferente, pero no exclusiva, de países en desarrollo a países desarrollados, constatándose que poco más de la mitad de los 51 millones de migrantes jóvenes (ya hemos visto aquí que el concepto de joven es más amplio que el utilizado en el Informe para referirse al empleo y desempleo juvenil) “residía en economía desarrolladas”.  

7. Por fin, el  documento dedica especial atención a los niveles educativos de los jóvenes y a las dificultades con que se encuentran una parte nada menospreciable de los mismos para acceder a los niveles educativos mínimamente necesarios para poder incorporarse al mercado laboral, con la consecuencia posterior de que pueden verse encuadrados, por su falta de empleo, en aquella categoría de jóvenes que ha sido definida sociológicamente como ”Ni-Ni”, es decir aquellos que ni estudian ni trabajan, grupo que el informe, refiriéndose a una encuesta realizada en 28 Estados, cuantifica en “casi el 25 %., con tendencia al crecimiento. Respecto a la tasa de actividad de los jóvenes, el descenso entre aquellos de 15 a 19 años experimentada en los últimos años no debe valorarse como negativa si se constata que una parte importante de dicha disminución es consecuencia de una mayor presencia y mantenimiento de aquellos en el ámbito educativo, aunque este crecimiento sea mucho menor en países en desarrollo y suponga un mayor riesgo para los jóvenes de quedar atrapados en situación de pobreza. Coincido, pues, con el Informe cuando afirma que el aumento, global, de la participación de los jóvenes en el sistema educativo “debe ser considerado como un avance positivo pues la educación permite a los jóvenes ampliar sus competencias y conocimientos con miras a obtener mejores empleos en el futuro”. Por el contrario, sí es preocupante que la caída en la tasa de actividad de los jóvenes (del 53,6 % en el año 2000 al 45,8 % en 2016) se concentre en los jóvenes de 20 a 29 años de edad (nuevamente un concepto de joven distinto del utilizado con carácter general en el Informe) por sus dificultades para encontrar empleo.

Buena lectura del Informe.         

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