¡Cuánto me gusta la
tecnología, pero qué noticias tan tristes te puede hacer llegar en segundos! Martes,
26 de mayo, 7:30 de la mañana, preparándome para iniciar un nuevo día de
actividad laboral ordinaria, con la preparación de las últimas clases del curso
y la preparación de los artículos pendientes y comprometidos, aquellos que vas
preparando poco a poco y a los que tienes que dar un buen empujón final para
que puedan ver la luz…, aunque poco después te preguntes en más de una ocasión
para qué han servido si el gobierno de turno modifica la legislación de
referencia (por este motivo les digo a mis amigos y amigas de Historia del Derecho,
expertos en las relaciones laborales del siglo XIX y gran parte del XX, que
viven más tranquilos que los laboralistas del siglo XXI). Llega un whatsapp de
mi buen amigo sevillano, y del Sevilla, José Manuel Gómez, con esta lapidaria
frase: “Manuel Ramón ha muerto esta mañana”. Poco después, otro buen amigo
sevillano, y del Betis, Jesús Cruz, me informa también de la triste noticia.
Cuando recibes noticias
como esta, te cambia la cara y te cambia todo: aquello que ibas a hacer durante
el día, aquellos problemas que tienes y que crees que son muy importantes,
aquello, aquello…. Porque “aquello” ha dejado paso a una dura realidad, la
muerte de un gran jurista, pero sobre todo de una gran persona y de un gran
amigo. Y te pones a pensar en todo lo vivido y pasado, porque la muerte de
cualquier persona con la que mantienes relaciones te lleva a recordar los
momentos vividos con ella, y por muchos minutos te olvidas del presente y del
futuro, de ese presente y de ese futuro que ya no tiene una persona que nos ha
dejado hace sólo unos pocos minutos. Después, cuando te vas lentamente
recuperando emocionalmente de la noticia del fallecimiento de un amigo, te pones
inmediatamente a pensar, y estoy seguro que todos los que conocimos a Manuel
Ramón lo habremos hecho ya, en qué actos de homenaje a su persona, al gran
jurista que era, deberemos realizar en el próximo futuro, ese futuro que
todavía tenemos algunos aunque ahora algo más nublado por su pérdida.
Pero, tiempo habrá,
desgraciadamente, para hablar de esos actos, de esos muy merecidos homenajes.
Hoy sólo quiero recordar a la persona que conocí en un acto en la Facultad de
Derecho de la Universidad de Barcelona en 1987, con ocasión de la celebración
de una jornada de estudio sobre la regulación del derecho de huelga, ese derecho
tan denostado y vilipendiado por muchos pero cuyo ejercicio en más de una y
dos, y tres ocasiones, ha servido para avanzar en la defensa y reconocimiento
de derechos sociales y laborales. Manuel Ramón se incorporaba como catedrático
a la Universidad Autónoma de Barcelona, donde además de poner en marcha una
escuela de buenos laboralistas asumió importantes responsabilidades de gestión
tanto en la Facultad de Derecho como en la dirección de la UAB, y desde
entonces nuestra relación fue agradable, intensa y fructífera.
Ningún laboralista catalán se olvidará de que un
sevillano, y del Betis, contribuyó decisivamente a poner en marcha a partir de
1992 las jornadas anuales catalanas de Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social, una reunión obligada no sólo para el iuslaboralismo catalán sino para
gran parte de expertos del mundo del trabajo (profesores, jueces, graduados
sociales) de toda España. Justamente hace poco más de un año celebramos en la
Facultad de Derecho de la UAB las XXV jornadas, con una entrañable cena de
amigos y amigas con Manuel Ramón en la que se le hizo entrega de un regalo con
ocasión de ese aniversario y de todo su esfuerzo dedicado a la preparación, y
éxito, de dichas Jornadas desde su inicio. Esta mañana releía el texto de mi
intervención en el acto de clausura de las XXV Jornadas y suscribiría punto por
punto todo lo dicho en febrero de 2014, muy especialmente la frase de que me
animé a publicar su texto por “las cariñosas palabras que algunas personas
participantes en las Jornadas me dirigieron al acabar el acto, y muy especialmente
las de un muy buen amigo, y maestro de muchos laboralistas entre los que me
incluyo, el profesor Manuel Ramón Alarcón Caracuel”.
La memoria se detiene
ahora en octubre de 1993 con mi acceso a la Cátedra de Derecho del Trabajo y de
la Seguridad Social de la Universidad de Girona, con la presidencia del
tribunal ostentada por el profesor Alarcón, Universidad en la que viví muy intensamente
durante quince años y durante los cuales siempre conté con su apoyo, tanto desde
la Universidad Pompeu Fabra a la que se incorporó después de su paso por la UAB
como más adelante desde la Universidad de Sevilla. Siempre que le llamamos para
impartir una conferencia vino a la Facultad de Derecho de la UdG (primero a los
“módulos prefabricados”, neolengua para no referirse a “barracones”, en
Fontajau, y después a la magna Faculta ubicada en Montilivi, a pocos metros del
que me gustaría que fuera el próximo año un estadio de primera, y al que Manuel
Ramón sin duda le hubiera gustado mucho acudir para ver y animar a su Betis).
Y así llegó mi
incorporación a la UAB en diciembre de 2007, y nuevamente con la satisfacción de
ver al profesor Manuel Ramón Alarcón como presidente de la Comisión encargada
de juzgar y proveer una cátedra de Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social, la segunda ya que la primera está ocupada, y con todo merecimiento, por
el profesor, y amigo de toda la vida académica, Francisco Pérez Amorós.
Seguimos manteniendo estrechas relaciones, y sentí una gran satisfacción por su
nombramiento en diciembre de 2010 como magistrado de la Sala de lo Social del
Tribunal Supremo. En su tarea como magistrado, Manuel Ramón ha sentado
doctrina, y nunca mejor utilizada esta palabra, por sus brillantes aportaciones
a la renovación del Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social desde
planteamientos siempre firmes y convincentes de defensa de los valores sociales
y democráticos del Estado de Derecho mencionado en el artículo 1 de la
Constitución democrática de 1978. Me permitirá mi amigo bloguero Antonio Baylos
que le tome prestadas unas palabras de su último post, dedicado también a
Manuel Ramón Alarcón, ya que coincido plenamente con las mismas: “En su fecunda
labor en la sala de lo social de ese tribunal, MRA ha dejado asimismo su huella
en muchas sentencias que han forjado la mejor doctrina judicial en materia
social. Brillante en sus argumentaciones y muy convincente en sus
razonamientos, MRA ha influido muy decisivamente en las líneas interpretativas
de la Sala de lo Social más favorables a garantizar los derechos individuales y
colectivos derivados del trabajo, y más en concreto en la re-escritura de
aspectos importantes de la reforma laboral del 2012 que el Tribunal Supremo ha
tenido que enmendar o que reorientar a través de su última y muy importante
jurisprudencia”.
Mis últimos recuerdos de
Manuel Ramón me llevan al 13 de febrero de este año, al acto de homenaje al
maestro de muchos laboralistas, y entre ellos a Manuel Ramón, el profesor Miguel
Rodríguez-Piñero. La organización de la jornada de estudio y debate, más
concretamente el amigo Jesús Cruz, me pidió que moderara la primera mesa
redonda de la jornada, y tuve la suerte de moderar no sólo a Manuel Ramón sino
también a otros juristas de reconocido prestigio de la escuela sevillana como
María Fernanda Fernández, Salvador del Rey y Jaime Castiñeira. ¡Quién me iba a
decir en 1987 que en 2015 iba a moderar esta mesa, y que iba a pedirle a Manuel
Ramón que respetara el tiempo asignado para la intervención de cada ponente,
aunque no deseara hacerlo porque era un placer escucharlo! En fin, una semana
después tuve oportunidad de saludarle nuevamente aunque con mucha brevedad en
la XXVI Jornadas catalanas celebradas en la UPF, y una de las cosas que
lamentaré en la vida es no haber podido escuchar su conferencia de clausura de
las Jornadas, pero la actividad docente en la UAB no me lo permitió.
Manuel Ramón unió
Andalucía y Cataluña, pasando por Madrid. Dije con ocasión de una tesis
doctoral en la UAB hace varios años que la escuela sevillana de Derecho del
Trabajo y de la Seguridad Social creada por Miguel Rodríguez-Piñero había
echado raíces también en Cataluña y que había incorporado a brillante
profesorado de la Universidad Complutense, y es obvio que estaba refiriéndome a
mis amigos Francisco Pérez Amorós, Julia López López, Agnès Pardell Veà y Vicente Martínez
Abascal, y que había llegado por avión y continuado en tren, y que sólo faltaba
para hacer el recorrido geográfico de dicha escuela, desde Girona a Sevilla,
que dispusiéramos del AVE. Hoy, en mayo de 2015, ese deseo se ha convertido en
realidad y es algo más que un símbolo de esa muy estrecha relación que existe
entre la mayor parte del profesorado de las universidades de toda Cataluña con
la escuela sevillana.
Hoy tengo actividad
docente ordinaria con mis estudiantes, ya lógicamente nerviosos por estar a las
puertas de los últimos procesos de evaluación del curso académico. Hoy es un
día difícil para mí, porque explicar el Derecho del Trabajo, y más
concretamente los despidos colectivos y el papel de la Administración y de la Jurisdicción
Social, pensando que una persona que tanto contribuyó a la jurisprudencia del
TS que estoy analizando es, será, muy complicado, pero habrá que seguir haciéndolo
justamente porque es mi obligación y es también la forma de que el alumnado tenga
plena constancia de los valores democráticos que encarnaron la actividad
docente y judicial del profesor Alarcón.
El pasado domingo, 24 de mayo,
fue un día histórico en el ámbito deportivo para los seguidores del Betis. Su
equipo, dirigido nuevamente por Pepe Mel, subió, ha vuelto a subir, a los
cielos de la primera división. Sé que Manuel Ramón estaba ya muy mal de salud,
pero estoy seguro de que en su fuero interno quería aguantar al máximo para ver
a su equipo de toda la vida tocar nuevamente el cielo, y así fue.
Probablemente, seguro, Manuel Ramón haya podido irse de este mundo con ese
entrañable recuerdo, y nos ha dejado a todos sus amigos otro entrañable
recuerdo, el de un gran jurista y una gran persona. Nos toca ahora a quienes
estamos en la tierra continuar con el trabajo que el inició, y ten por seguro
Manuel Ramón que así lo haremos.
Hasta siempre.
3 comentarios:
Bonitas y muy emotivas palabras, maestro. El discurso, la conferencia de clausura, de Alarcón en las últimas jornadas catalanas en la UPF fueron absolutamente brillantes, cargadas de fervor y pasión, pero con el rigor jurídico que le caracterizaba... Y nos dejó un mensaje: la necesidad de interpretar el derecho laboral para favorcer a la parte más débil; que no olvidemos nunca, a pesar de las reformas, su carácter tuitivo del trabajador, inescindible del mismo, por que está en la esencia y creación del derecho laboral. Nunca lo olvidaremos.
Desde luego, no voy a hablar de Derecho Laboral en este blog. Pero sí quiero dejar constancia de que el profesor Alarcón fue también un gran gestor. Bueno, pues yo le recuerdo hace muchísimos años en una conferencia donde "se metió" con los posgrados y defendió que esto se estaba convirtiendo en una broma. Dijo algo que nunca he olvidado: sus alumnos de grado trabajaban mucho más que los de posgrado, que ya entraban en la estética del trabajito y la asistencia (cosa que no permitíríamos en los estudiantes de la antes llamada licenciatura).
Y, por supuesto, un magnífico y afable carácter, que pude disfrutar gracias a MAría José Feijoo.
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