1.El 21 de mayo de
2019 publiqué una entrada en el blog titulada “En el centenario de la OIT. Unamirada cercana en el tiempo a su política sobre las migraciones laborales” en el que reproduje un fragmento de un artículo publicado con ese mismo título
en la Revista de Trabajo y Seguridad Social del CEF (núm. 434, mayo 2019)
dedicada a dicho Centenario.
En el citado
artículo me referí al Informe de la OIT “Estimaciones mundiales sobre lostrabajadores migrantes internacionales”, cuya segunda edición se publicó a
principios del mes de diciembre de 2018 , y destaqué los aspectos más relevantes
del mismo a mi parecer, en estos términos:
“La OIT estima que
164 millones de personas son trabajadores migrantes, un aumento del 9 por
ciento desde 2013, cuando la cifra era de 150 millones. 96 millones son hombres, mientras que 68
millones son mujeres. Esto representa un incremento de la proporción de
trabajadores migrantes de sexo masculino, de 56 por ciento a 58 por ciento,
entre 2013 y 2017, y una disminución de dos puntos porcentuales en la participación
de las mujeres, de 44 por ciento a 42 por ciento, durante el mismo período de
tiempo.
Alrededor de 87
por ciento de los trabajadores migrantes pertenecen al grupo de edad más
productivo, entre 25 y 64 años. Los
trabajadores migrantes constituyen 18,5 por ciento de la fuerza de trabajo de
los países de ingreso alto, pero solo entre 1,4 y 2,2 de los países de ingreso
más bajo. De 2013 a 2017, la concentración de trabajadores migrantes en los
países de ingreso alto disminuyó de 74,7 a 67, 9 por ciento, mientras que la
proporción en los países de ingreso mediano alto aumentó, algo que el Informe
argumenta que podría ser atribuido al desarrollo económico de estos últimos.
De los 164
millones de trabajadores migrantes, 111,2 millones (67,9 por ciento) viven en
países de ingreso alto, 30,5 millones (18,6 por ciento) en países de ingreso
mediano-alto, 16,6 millones (10,1 por ciento) en países de ingreso mediano-bajo
y 5,6 millones (3,4 por ciento) en países de ingreso bajo. “Cerca de 61 por
ciento de los trabajadores migrantes se encuentran en tres subregiones: 23,0
por ciento en América del Norte, 23,9 por ciento en Europa Septentrional,
Meridional y Occidental y 13,9 por ciento en los países árabes. Otras regiones
que también reciben un gran número de migrantes – más del 5 por ciento –
incluyen a Europa Oriental, África Subsahariana, Asia Sudoriental y el
Pacífico, y Asia Central y Occidental. Por el contrario, África del Norte acoge
menos de 1 por ciento de los trabajadores migrantes”.
2. Pues bien, la
OIT acaba de publicar, el 30 de junio, la tercera edición de su informe “Estimaciones
mundiales de la OIT sobre los trabajadores y las trabajadoras migrantes. Resultados
y metodología” (texto íntegro en inglés ,
amplio resumen ejecutivo en castellano ), acompañado de una nota de prensa y de un vídeo https://www.ilo.org/global/about-the-ilo/multimedia/video/institutional-videos/WCMS_809232/lang--es/index.htm en donde se sintetizan los
principales datos obtenidos
Es importante
destacar primeramente el concepto de trabajador migrante internacional que se
utiliza en el texto, cual es toda persona migrante en edad de trabajar que “en
un periodo de referencia específico formaban parte de la fuerza de trabajo del
país de residencia habitual, ya sea en ocupación o desocupación. A efectos del
presente informe, el término “migrantes internacionales” se refiere a los
residentes habituales de un determinado país nacidos en el extranjero (o
ciudadanos extranjeros cuando no se dispone del lugar de nacimiento). El término
“migrantes en edad de trabajar” es un subconjunto de los migrantes internacionales,
compuesto por quienes tienen 15 años o más”.
En la citada nota
y en el informe se indica que los datos son del año 2019, es decir anterior a
la crisis de la Covid-19 y que por tanto pueden servir como punto de referencia
“para analizar los posibles cambios provocados (por esta crisis) en trabajos
futuros”. Además, en la primera se destaca que los resultados de 2019 muestran
que los trabajadores migrantes internacionales “representaron alrededor del
cinco por ciento de la fuerza de trabajo mundial, convirtiéndolos en una parte
integral de la economía mundial”, y que “… muchos trabajadores migrantes con
frecuencia ocupan empleos temporales, informales o no protegidos, lo cual los
expone a un riesgo mayor de inseguridad, despidos y el deterioro de las
condiciones de trabajo. La crisis de COVID-19 ha agravado estas
vulnerabilidades, sobre todo para las trabajadoras migrantes, ya que están sobrerrepresentadas
en empleos mal remunerados y poco calificados, y tienen un acceso limitado a la
protección social y menores oportunidades de acceso a los servicios de apoyo”.
Se recogen las declaraciones de Manuela Tomei, Directora del Departamento de
Condiciones de Trabajo e Igualdad de la OIT, en las que afirma, con fundamento
de causa, que “La pandemia ha revelado la precariedad de su situación. Los
trabajadores migrantes, con frecuencia, son los primeros en ser despedidos,
tienen dificultades para acceder al tratamiento y muchas veces están excluidos
de las respuestas políticas nacionales a la COVID-19”.
3. Al igual que
efectué con el segundo informe, destaco a continuación los datos más relevantes
que aparecen en el tercero. Todos los datos que reproduzco se encuentran en el
resumen ejecutivo, y una explicación bastante más amplia de todos ellos aparece
en el texto íntegro del Informe.
Se calcula en 272
millones el número de personas migrantes internacionales en el mundo, de las
cuales 245 millones están en edad de trabajar (15 años o mayores). El mismo
año, el número total de trabajadores migrantes internacionales fue de 169 millones.
La estimación de 2019 indica un aumento de 5 millones de personas (3,0 por
ciento) desde la estimación de 2017 de 164 millones, y un aumento de 19
millones (12,7 por ciento) desde la estimación de 2013 de 150 millones.
Los trabajadores migrantes
representan a escala mundial el 4,9 por ciento de la fuerza de trabajo de los
países de destino, llegándose hasta el 41.4 por ciento en los Estados Árabes, y
su tasa de participación en la fuerza de trabajo es del 69,0 por ciento,
superior en más de ocho puntos a la de los no migrantes, 60,4 por ciento. El
porcentaje de trabajadores es del 58,5, y el de las trabajadoras del 41,5 por
ciento, destacándose que la tasa de participación femenina en el mercado de
trabajo es casi dieciocho puntos por debajo de la de los trabajadores (59,9 y
77,5 por ciento, respectivamente).
Sin embargo, es
relevante que la contribución de las mujeres migrantes a la fuerza de trabajo
femenina en los países de destino (5,2 por ciento) supera a la de los hombres
migrantes (4,6 por ciento) a la fuerza de trabajo masculina, dato que el
Informe relacionad “con la disparidad significativamente mayor de la participación
en la fuerza de trabajo entre las mujeres migrantes y las no migrantes (13,1
puntos porcentuales) con respecto a la de hombres migrantes y los no migrantes (3,4
puntos porcentuales)”.
Desde los primeros
datos disponibles, de 2013, la participación de los migrantes en la fuerza de
trabajo ha ido descendiendo, desde el 72,7 % de las personas migrantes en edad
de trabajar en 2013 hasta el 69,0 por ciento en 2019; el descenso también
afecta a la población no migrante y los estudios de la OIT lo atribuyen tanto a
los cambios demográficos y tecnológicos como a las políticas de mercado de
trabajo y de inmigración, si bien se subraya que puede haber factores adicionales
que afecten a la población trabajadora migrante, “como la discriminación en el
mercado de trabajo y los obstáculos para encontrar empleo, un dominio del
idioma insuficiente, y problemas relacionados con las limitaciones en el
reconocimiento de sus competencias y calificaciones en los países de destino”.
Lógicamente, un
muy mayoritario porcentaje de la población migrante se encuentra en la franja
de edad de población trabajadora, representando el 86,5 por ciento la
comprendida entre los 15 y 64 años, con porcentajes mucho más reducidos para
las personas jóvenes (15 a 24 años) y mayores de 65 años, 10.0 y 3,6 respectivamente.
A destacar que sí ha experimentando aumento la presencia juvenil respecto a
informes anteriores (en 2017 era del 8,3 por ciento) y que se ha reducido la de
personas de edad avanzada (era del 5,2 por ciento en 2017). Se apunta en el
informe como un dato a tener en cuenta no solo a efectos estadísticos sino
también para la planificación de las políticas de empleo, que el aumento de la
migración juvenil podría deberse “a las elevadas tasas de desocupación juvenil
en los países en desarrollo y al fenómeno del aumento de la población joven”.
¿Dónde trabaja la
población migrante? Es mayoritaria la presencia en el sector servicios, seguida
de lejos por la industria y mucho más lejos por la agricultura (66,2, 26,7 y
7,1 por ciento), si bien aquí sí es especialmente importante prestar atención a
las diferencias existentes entre la población masculina y la femenina. Entre
los hombres, la presencia en el sector industrial es más de nueve puntos
superior a la media (35,6) y casi diez puntos inferior a la de los servicios
(56,4), siendo muy ligeramente superior en la agricultura (7,9). Por el
contrario, la presencia femenina en servicios es casi catorce puntos superior
(79,9), mientras cae doce puntos en industria (14,2) y algo más de un punto en
agricultura (5,9). Con respecto a los datos de la primera estimación disponible,
de 2013, el informe actual subraya como se ha reducido considerablemente la
presencia femenina en la agricultura, trasladándose ese descenso al incremento
en el sector servicios, mientras que en los hombres en particularmente reseñable
el incremento de dieciséis puntos en el sector industrial.
Para el Informe, y
creo que su parecer es muy acertado, “Una mayor presencia de mujeres en los
servicios puede explicarse en parte por una demanda creciente de trabajadoras
en la economía del cuidado, incluyendo la salud y el trabajo doméstico. Estos
subsectores, tienen una fuerza de trabajo predominantemente femenina y una gran
dependencia de las trabajadoras migrantes. Los hombres están más presentes en
la industria, y encuentran trabajo en los subsectores de las manufacturas y la
construcción”. Con respecto al importante incremento de la población masculina
migrante en el sector industrial, se apunta que la causa podría estar “en la
creciente demanda de trabajadores en este sector en los países de ingresos mediano
bajo y mediano alto”.
No es de extrañar,
y la historia se repite, que más de dos tercios de la población trabajadora
migrante se concentre en países de ingreso alto (113,9 millones) y que el 19,5
por ciento lo esté en países de ingreso mediano alto (19,5), sumando entre
ambos grupos el 86,9 por ciento de dicha población y dejando el resto a países de
ingreso mediano bajo (9,5) e ingreso bajo (3,6). El dato más relevante con
respecto a informes anteriores es el progresivo aumento de población migrante
en países de ingreso mediano alto (desde el 11,7 de 2013 al 19,5 en 2019) y la disminución
en los de ingreso alto ( del 74,7 al 67,4), apuntándose en el informe que ello
podría guardar relación “con el mayor número de oportunidades de empleo en los países
de ingreso mediano alto, los cambios demográficos y la evolución de las
políticas migratorias”.
Más concretamente,
por regiones a escala mundial, la población migrante se distribuye así: Europa
y Asia Central, 37,7%; las Américas, 35,6%; Estados Árabes, 14,3%; Asia y el
Pacífico, 14,2%; y África, 8,1%. La concentración mayor en solo en tres
subregiones: “Septentrional, Meridional y Occidental, el 22,8 por ciento, en América
del Norte, y el 12,6 por ciento en los Estados Árabes”, acogiendo en total al
60,6 por ciento de los trabajadores migrantes en 2019. Por último, cabe reseñar
que el Informe destaca que “En estas tres subregiones, la distribución de los trabajadores
migrantes hombres es uniforme, pero las trabajadoras migrantes mujeres están más
fuertemente concentradas en América del Norte (24,9 por ciento) y en Europa
Septentrional, Meridional y Occidental (29,4 por ciento). Solo el 6,0 por
ciento de las trabajadoras migrantes está en los Estados Árabes, lo que podría
atribuirse en parte a las limitadas oportunidades de empleo que esta región les
ofrece fuera de la economía del cuidado (incluido el trabajo doméstico)”.
Buena lectura.
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