lunes, 21 de junio de 2021

OIT. Llamamiento mundial a la acción, y un mensaje claro y directo del Papa Francisco contra las desigualdades.

 

1. El viernes 18 de junio finalizó la primera parte de la 109ª Conferencia Internacional del Trabajo, que se celebra por primera vez en su historia en formato virtual por la crisis sanitaria que todavía nos afecta.

Durante más de diez días se han llevado a cabo los trabajos de las Comisiones, se ha celebrado una cumbre sobre el mundo del trabajo y se ha aprobado un “Llamamiento Mundial a laAcción”,  en el que, tal como puede leerse en la nota de prensa en la que se da cuenta de dicha aprobación “se esbozan medidas para crear una recuperación de la pandemia centrada en las personas y evitar que las economías y las sociedades queden marcadas a largo plazo”. 

La propuesta de documento había sido publicada como anexo a la Memoria presentada por el Director General de la OIT. Guy Rider, a la CIT, y mereció mi atención, junto con un análisis detallado del contenido de la Memoria, en la entrada “La COVID y el mundo del trabajo. Notas a la Memoria del Director General de la OIT en la 109ª reunión de la CIT”  

En la citada Resolución se enfatiza que la pandemia ha puesto de manifiesto “la interdependencia de todos los miembros de la sociedad y de todos los países”, y que ha exacerbado la pobreza y las desigualdades sociales, con especial afectación a las personas más desfavorecidas y vulnerables, “en particular a las que trabajan en la economía informal y en formas de trabajo inseguras”.

Especial preocupación muestra el documento por la difícil situación de muchas mujeres, por estar sobrerrepresentadas en los sectores más afectados (se subraya la importancia de que las estrategias que se adopten tengan una clara perspectiva de género), y de muchos jóvenes cuya educación, formación y empleo se ha visto gravemente perturbado por esta crisis y con el impacto negativo que ello puede tener para su futuro.

Se llama a la acción concertada de gobiernos, organizaciones empresariales y sindicales, y de la comunidad internacional para evitar un deterioro y retroceso en los avances hacia los objetivos de desarrollo sostenible (Agenda 2030 de las Naciones Unidas), enfatizándose la importancia de garantizar el acceso a la vacunación a todas las personas sin distinción, y se pide acelerar la aplicación de la Declaración aprobada con ocasión del Centenario de la OIT (2019) “a través de medidas que incremente su visibilidad y aumenten las inversiones”, debiendo ello convertirse “en una prioridad esencial de las políticas públicas, la acción de las empresas y la cooperación internacional”.

En la Resolución, y enlaza plenamente, como no creo que pudiera ser de otra forma, con la Declaración del Centenario, se incluyen propuestas para lograr un “crecimiento económico y empleo inclusivos” (llamando, por ejemplo, a la adopción de medidas en sectores que tienen un gran potencial para generar oportunidades de trabajo decente, tan deseado por la OIT, como son “la economía del cuidado, la educación y el desarrollo de infraestructuras”), con especial énfasis en una de las medidas que los documentos de la OIT considera prioritaria para avanzar hacia el trabajo decente, cual es la reducción de la informalidad laboral y acelerar el tránsito hacia la economía formal, “en particular para la creación, preservación y formalización de empresas y puestos de trabajo decentes, prestando la debida atención a la economía rural”, y por ello se destaca la defensa de la relación de trabajo, que ha de seguir siendo “pertinente como medio para proporcionar seguridad y protección jurídica a todos los trabajadores”.

Sigue siendo importante, diría por mi parte que mucho más tras las crisis, la ratificación y posterior aplicación efectiva de las normas internacionales del trabajo, y ello es conveniente destacado en el documento, recordando que incluye “.. el respeto a los principios y derechos fundamentales en el trabajo; un salario mínimo adecuado establecido por ley o negociado; límites máximos al tiempo de trabajo y la seguridad y salud en el trabajo, teniendo en cuenta los desafíos que plantea la pandemia de COVID-19”.

En fin, no menos importante es seguir avanzando en los objetivos marcados en la Recomendación 202 de 2012   sobre los pisos de protección social para todos los trabajadores, de tal manera que durante la vida de una persona, y cuando lo necesite, “tenga acceso a una seguridad básica del ingres y a la atención de salud esencial, reconociendo que el derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental es más importante que nunca”.

Por último, querría destacar la importancia que el documento concede a aquello que el santo y seña, el ADN, de la OIT, que es el diálogo social. Este, tanto de carácter bipartito como tripartito, ha jugado un papel importante para enfrentarse a la crisis, y debe seguir siendo fundamental para facilitar el cumplimiento de los objetivos marcados en la Declaración, “entre otras cosas mediante consultas de los Gobiernos con los interlocutores sociales acerca de la elaboración y aplicación de políticas y planes nacionales de recuperación que aborden la necesidad de preservar y crear puestos de trabajo decentes, mantener la continuidad de las actividades empresariales e invertir en sectores y ámbitos prioritarios, tanto públicos como privados, a fin de propiciar una recuperación generadora de empleo”.

Como estrategia institucional de cara al inmediato futuro, se anuncia que la OIT colaborará con otras instituciones multilaterales “con miras a organizar un gran foro de políticas, cuyas modalidades deberá determinar el Consejo de Administración, como medio para articular una respuesta global firme y coherente que ayude a los Estados Miembros a poner en práctica estrategias de recuperación centradas en las personas que sean inclusivas, sostenibles y resilientes, en particular mediante iniciativas conjuntas y acuerdos institucionales reforzados entre las organizaciones internacionales y regionales”.

2. Los días 17 y 18 de junio se celebró la cumbre sobre el mundo del trabajo. Según se explica en una nota oficial de prensa  “… intervinieron líderes mundiales y representantes de organizaciones de trabajadores y empleadores, así como de las Naciones Unidas. Entre ellos se encontraban el Papa Francisco, el Presidente de la República de Corea, Moon Jae-in, el Primer Ministro de Portugal, António Costa, el Presidente de Estados Unidos, Joe Biden y el Presidente de la República Democrática del Congo, Félix Tshisekedi. La Cumbre se centró en la necesidad de dar una respuesta global a la crisis de la COVID-19 y en la acción necesaria para construir un futuro laboral mejor”.

Especial importancia tiene a mi parecer el mensaje enviado por el Papa Francisco el día 17   , siempre muy atento a los problemas sociales y con especial atención a las personas más desfavorecidas y vulnerables.  

Del contenido social de sus documentos me he ocupado en anteriores ocasiones en este blog y en el de Cristianismo y Justicia. Por ejemplo, “Pues no, el papa Francisco no se callóen Davos” (5 de febrero de 2018  ), y “Fratelli Tutti (sobre la fraternidad y la amistad social). Algunos apuntessobre el rostro social de la nueva (y valiente) Encíclica del Papa Francisco” (5 de octubre de 2020 .

Y el rostro social, valiente, sin pelos en la lengua, del Papa Francisco, reaparece en este mensaje, en el que además de alabar el esfuerzo realizado por la OIT en la búsqueda de una sociedad más justa y solidaria a escala mundial, deja una serie de aportaciones que sin duda deberían ser objeto de mucha atención, y en especial obviamente por quienes más se preocupan de la situación de los colectivos más desfavorecidos, pero sin olvidar el más que relevante papel y función que asumen las autoridades políticas y  las organizaciones sociales.

Por ello, reproduzco a continuación varios fragmentos del mensaje. Son, evidentemente, los que considero más relevantes, y animo a todas las personas interesadas a su lectura íntegra o a ver el vídeo. Vale la pena.

“…Con las prisas de volver a una mayor actividad económica al final de la amenaza del COVID-19, evitemos las pasadas fijaciones en el beneficio, el aislacionismo y el nacionalismo, el consumismo ciego y la negación de las claras evidencias que apuntan a la discriminación de nuestros hermanos y hermanas “desechables” en nuestra sociedad. Por el contrario, busquemos soluciones que nos ayuden a construir un nuevo futuro del trabajo fundado en condiciones laborales decentes y dignas, que provenga de una negociación colectiva, y que promueva el bien común, una base que hará del trabajo un componente esencial de nuestro cuidado de la sociedad y de la creación. En ese sentido, el trabajo es verdadera y esencialmente humano. De esto se trata, que sea humano”.

“…  Y una de las características del verdadero diálogo es que quienes dialogan estén en el mismo nivel de derechos y deberes. No uno que tenga menos derechos o más derechos dialoga con uno que no los tiene. El mismo nivel de derechos y deberes garantiza así un diálogo serio…”.

“…debe garantizarse la protección de los trabajadores y de los más vulnerables mediante el respeto de sus derechos esenciales, incluido el derecho de la sindicalización. O sea, sindicarse es un derecho. La crisis del COVID ya ha afectado a los más vulnerables y ellos no deberían verse afectados negativamente por las medidas para acelerar una recuperación que se centra únicamente en los marcadores económicos. O sea, aquí hace también falta una reforma del modo económico, una reforma a fondo de la economía…”.

“Mirando al futuro, es fundamental que la Iglesia, y por tanto la acción de la Santa Sede con la Organización Internacional del Trabajo, apoye medidas que corrijan situaciones injustas o incorrectas que afectan a las relaciones laborales, haciéndolas completamente subyugadas a la idea de “exclusión”, o violando los derechos fundamentales de los trabajadores. Una amenaza la constituyen las teorías que consideran el beneficio y el consumo como elementos independientes o como variables autónomas de la vida económica, excluyendo a los trabajadores y determinando su desequilibrado estándar de vida: «Hoy todo entra dentro del juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida» (Evangelii gaudium, n. 53)”.

“… es necesario entender correctamente el trabajo. El primer elemento para dicha comprensión nos llama a focalizar la atención necesaria en todas las formas de trabajo, incluyendo las formas de empleo no estándar. El trabajo va más allá de lo que tradicionalmente se ha conocido como “empleo formal”, y el Programa de Trabajo Decente debe incluir todas las formas de trabajo..”

“… el segundo elemento para una correcta comprensión del trabajo: si el trabajo es una relación, entonces tiene que incorporar la dimensión del cuidado, porque ninguna relación puede sobrevivir sin cuidado. Aquí no nos referimos sólo al trabajo de cuidados: la pandemia nos recuerda su importancia fundamental, que quizá hayamos desatendido. El cuidado va más allá, debe ser una dimensión de todo trabajo. Un trabajo que no cuida, que destruye la creación, que pone en peligro la supervivencia de las generaciones futuras, no es respetuoso con la dignidad de los trabajadores y no puede considerarse decente…”.

“… Además de una correcta comprensión del trabajo, salir en mejores condiciones de la crisis actual requerirá el desarrollo de una cultura de la solidaridad, para contrastar con la cultura del descarte que está en la raíz de la desigualdad y que aflige al mundo. Para lograr este objetivo, habrá que valorar la aportación de todas aquellas culturas, como la indígena, la popular, que a menudo se consideran marginales, pero que mantienen viva la práctica de la solidaridad, que «expresa mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos». Cada pueblo tiene su cultura, y creo que es el momento de liberarnos definitivamente de la herencia de la Ilustración, que llevaba la palabra cultura a un cierto tipo de formación intelectual o de pertenencia social…”

“.. Los actores establecidos pueden contar con el legado de su historia, que sigue siendo un recurso de importancia fundamental, pero en esta fase histórica están llamados a permanecer abiertos al dinamismo de la sociedad y a promover la aparición e inclusión de actores menos tradicionales y más marginales, portadores de impulsos alternativos e innovadores…”

“… A veces, al hablar de propiedad privada olvidamos que es un derecho secundario, que depende de este derecho primario, que es el destino universal de los bienes…”

“… Invito a los sindicalistas y a los dirigentes de las asociaciones de trabajadores a que no se dejen encerrar en una "camisa de fuerza", a que se enfoquen en las situaciones concretas de los barrios y de las comunidades en las que actúan, planteando al mismo tiempo cuestiones relacionadas con las políticas económicas más amplias y las “macro-relaciones”. También en esta fase histórica, el movimiento sindical enfrenta dos desafíos trascendentales: El primero es la profecía, y está relacionada con la propia naturaleza de los sindicatos, su vocación más genuina. Los sindicatos son una expresión del perfil profético de la sociedad. Los sindicatos nacen y renacen cada vez que, como los profetas bíblicos, dan voz a los que no la tienen, denuncian a los que “venderían al pobre por un par de chancletas”, como dice el profeta (cf. Amós 2,6), desnudan a los poderosos que pisotean los derechos de los trabajadores más vulnerables, defienden la causa de los extranjeros, de los últimos y de los rechazados. Claro, cuando un sindicato se corrompe, ya esto no lo puede hacer, y se transforma en un estatus de pseudo patrones, también distanciados del pueblo.

El segundo desafío: la innovación. Los profetas son centinelas que vigilan desde su puesto de observación. También los sindicatos deben vigilar los muros de la ciudad del trabajo, como un guardia que vigila y protege a los que están dentro de la ciudad del trabajo, pero que también vigila y protege a los que están fuera de los muros. Los sindicatos no cumplen su función esencial de innovación social si vigilan sólo a los jubilados. Esto debe hacerse, pero es la mitad de vuestro trabajo. Su vocación es también proteger a los que todavía no tienen derechos, a los que están excluidos del trabajo y que también están excluidos de los derechos y de la democracia…”.  

Buena lectura.

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