1. El viernes 18 de junio
finalizó la primera parte de la 109ª Conferencia Internacional del Trabajo, que
se celebra por primera vez en su historia en formato virtual por la crisis
sanitaria que todavía nos afecta.
Durante más de diez días
se han llevado a cabo los trabajos de las Comisiones, se ha celebrado una
cumbre sobre el mundo del trabajo y se ha aprobado un “Llamamiento Mundial a laAcción”, en el que, tal como puede leerse en la nota de prensa en la que se da cuenta de
dicha aprobación “se esbozan medidas para crear una recuperación de la pandemia
centrada en las personas y evitar que las economías y las sociedades queden
marcadas a largo plazo”.
La propuesta de documento
había sido publicada como anexo a la Memoria presentada por el Director General
de la OIT. Guy Rider, a la CIT, y mereció mi atención, junto con un análisis
detallado del contenido de la Memoria, en la entrada “La COVID y el mundo del
trabajo. Notas a la Memoria del Director General de la OIT en la 109ª reunión
de la CIT”
En la citada Resolución
se enfatiza que la pandemia ha puesto de manifiesto “la interdependencia de
todos los miembros de la sociedad y de todos los países”, y que ha exacerbado
la pobreza y las desigualdades sociales, con especial afectación a las personas
más desfavorecidas y vulnerables, “en particular a las que trabajan en la economía
informal y en formas de trabajo inseguras”.
Especial preocupación muestra
el documento por la difícil situación de muchas mujeres, por estar sobrerrepresentadas
en los sectores más afectados (se subraya la importancia de que las estrategias
que se adopten tengan una clara perspectiva de género), y de muchos jóvenes
cuya educación, formación y empleo se ha visto gravemente perturbado por esta
crisis y con el impacto negativo que ello puede tener para su futuro.
Se llama a la acción concertada
de gobiernos, organizaciones empresariales y sindicales, y de la comunidad
internacional para evitar un deterioro y retroceso en los avances hacia los
objetivos de desarrollo sostenible (Agenda 2030 de las Naciones Unidas),
enfatizándose la importancia de garantizar el acceso a la vacunación a todas
las personas sin distinción, y se pide acelerar la aplicación de la Declaración
aprobada con ocasión del Centenario de la OIT (2019) “a través de medidas que
incremente su visibilidad y aumenten las inversiones”, debiendo ello
convertirse “en una prioridad esencial de las políticas públicas, la acción de
las empresas y la cooperación internacional”.
En la Resolución, y enlaza
plenamente, como no creo que pudiera ser de otra forma, con la Declaración del
Centenario, se incluyen propuestas para lograr un “crecimiento económico y
empleo inclusivos” (llamando, por ejemplo, a la adopción de medidas en sectores
que tienen un gran potencial para generar oportunidades de trabajo decente, tan
deseado por la OIT, como son “la economía del cuidado, la educación y el
desarrollo de infraestructuras”), con especial énfasis en una de las medidas
que los documentos de la OIT considera prioritaria para avanzar hacia el
trabajo decente, cual es la reducción de la informalidad laboral y acelerar el
tránsito hacia la economía formal, “en particular para la creación,
preservación y formalización de empresas y puestos de trabajo decentes,
prestando la debida atención a la economía rural”, y por ello se destaca la
defensa de la relación de trabajo, que ha de seguir siendo “pertinente como
medio para proporcionar seguridad y protección jurídica a todos los
trabajadores”.
Sigue siendo importante,
diría por mi parte que mucho más tras las crisis, la ratificación y posterior
aplicación efectiva de las normas internacionales del trabajo, y ello es
conveniente destacado en el documento, recordando que incluye “.. el respeto a
los principios y derechos fundamentales en el trabajo; un salario mínimo
adecuado establecido por ley o negociado; límites máximos al tiempo de trabajo
y la seguridad y salud en el trabajo, teniendo en cuenta los desafíos que
plantea la pandemia de COVID-19”.
En fin, no menos importante
es seguir avanzando en los objetivos marcados en la Recomendación 202 de
2012 sobre los pisos de protección social para todos los trabajadores, de tal manera
que durante la vida de una persona, y cuando lo necesite, “tenga acceso a una
seguridad básica del ingres y a la atención de salud esencial, reconociendo que
el derecho al disfrute del más alto nivel posible de salud física y mental es más
importante que nunca”.
Por último, querría
destacar la importancia que el documento concede a aquello que el santo y seña,
el ADN, de la OIT, que es el diálogo social. Este, tanto de carácter bipartito
como tripartito, ha jugado un papel importante para enfrentarse a la crisis, y
debe seguir siendo fundamental para facilitar el cumplimiento de los objetivos
marcados en la Declaración, “entre otras cosas mediante consultas de los
Gobiernos con los interlocutores sociales acerca de la elaboración y aplicación
de políticas y planes nacionales de recuperación que aborden la necesidad de
preservar y crear puestos de trabajo decentes, mantener la continuidad de las
actividades empresariales e invertir en sectores y ámbitos prioritarios, tanto
públicos como privados, a fin de propiciar una recuperación generadora de
empleo”.
Como estrategia
institucional de cara al inmediato futuro, se anuncia que la OIT colaborará con
otras instituciones multilaterales “con miras a organizar un gran foro de
políticas, cuyas modalidades deberá determinar el Consejo de Administración, como
medio para articular una respuesta global firme y coherente que ayude a los Estados
Miembros a poner en práctica estrategias de recuperación centradas en las personas
que sean inclusivas, sostenibles y resilientes, en particular mediante
iniciativas conjuntas y acuerdos institucionales reforzados entre las
organizaciones internacionales y regionales”.
2. Los días 17 y 18 de
junio se celebró la cumbre sobre el mundo del trabajo. Según se explica en una
nota oficial de prensa “… intervinieron líderes mundiales y representantes de organizaciones de
trabajadores y empleadores, así como de las Naciones Unidas. Entre ellos se
encontraban el Papa Francisco, el Presidente de la República de Corea, Moon
Jae-in, el Primer Ministro de Portugal, António Costa, el Presidente de Estados
Unidos, Joe Biden y el Presidente de la República Democrática del Congo, Félix
Tshisekedi. La Cumbre se centró en la necesidad de dar una respuesta global a
la crisis de la COVID-19 y en la acción necesaria para construir un futuro
laboral mejor”.
Especial importancia
tiene a mi parecer el mensaje enviado por el Papa Francisco el día 17 , siempre muy atento a los problemas sociales
y con especial atención a las personas más desfavorecidas y vulnerables.
Del contenido social de
sus documentos me he ocupado en anteriores ocasiones en este blog y en el de
Cristianismo y Justicia. Por ejemplo, “Pues no, el papa Francisco no se callóen Davos” (5 de febrero de 2018 ),
y “Fratelli Tutti (sobre la fraternidad y la amistad social). Algunos apuntessobre el rostro social de la nueva (y valiente) Encíclica del Papa Francisco”
(5 de octubre de 2020 .
Y el rostro social,
valiente, sin pelos en la lengua, del Papa Francisco, reaparece en este
mensaje, en el que además de alabar el esfuerzo realizado por la OIT en la búsqueda
de una sociedad más justa y solidaria a escala mundial, deja una serie de aportaciones
que sin duda deberían ser objeto de mucha atención, y en especial obviamente
por quienes más se preocupan de la situación de los colectivos más desfavorecidos,
pero sin olvidar el más que relevante papel y función que asumen las autoridades
políticas y las organizaciones sociales.
Por ello, reproduzco a
continuación varios fragmentos del mensaje. Son, evidentemente, los que
considero más relevantes, y animo a todas las personas interesadas a su lectura
íntegra o a ver el vídeo. Vale la pena.
“…Con las prisas de
volver a una mayor actividad económica al final de la amenaza del COVID-19,
evitemos las pasadas fijaciones en el beneficio, el aislacionismo y el
nacionalismo, el consumismo ciego y la negación de las claras evidencias que
apuntan a la discriminación de nuestros hermanos y hermanas “desechables” en
nuestra sociedad. Por el contrario, busquemos soluciones que nos ayuden a
construir un nuevo futuro del trabajo fundado en condiciones laborales decentes
y dignas, que provenga de una negociación colectiva, y que promueva el bien
común, una base que hará del trabajo un componente esencial de nuestro cuidado
de la sociedad y de la creación. En ese sentido, el trabajo es verdadera y
esencialmente humano. De esto se trata, que sea humano”.
“… Y una de las características del verdadero
diálogo es que quienes dialogan estén en el mismo nivel de derechos y deberes.
No uno que tenga menos derechos o más derechos dialoga con uno que no los
tiene. El mismo nivel de derechos y deberes garantiza así un diálogo serio…”.
“…debe garantizarse la
protección de los trabajadores y de los más vulnerables mediante el respeto de
sus derechos esenciales, incluido el derecho de la sindicalización. O sea, sindicarse
es un derecho. La crisis del COVID ya ha afectado a los más vulnerables y ellos
no deberían verse afectados negativamente por las medidas para acelerar una
recuperación que se centra únicamente en los marcadores económicos. O sea, aquí
hace también falta una reforma del modo económico, una reforma a fondo de la
economía…”.
“Mirando al futuro, es
fundamental que la Iglesia, y por tanto la acción de la Santa Sede con la
Organización Internacional del Trabajo, apoye medidas que corrijan situaciones
injustas o incorrectas que afectan a las relaciones laborales, haciéndolas
completamente subyugadas a la idea de “exclusión”, o violando los derechos
fundamentales de los trabajadores. Una amenaza la constituyen las teorías que
consideran el beneficio y el consumo como elementos independientes o como
variables autónomas de la vida económica, excluyendo a los trabajadores y
determinando su desequilibrado estándar de vida: «Hoy todo entra dentro del
juego de la competitividad y de la ley del más fuerte, donde el poderoso se
come al más débil. Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la
población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin
salida» (Evangelii gaudium, n. 53)”.
“… es necesario entender
correctamente el trabajo. El primer elemento para dicha comprensión nos llama a
focalizar la atención necesaria en todas las formas de trabajo, incluyendo las
formas de empleo no estándar. El trabajo va más allá de lo que tradicionalmente
se ha conocido como “empleo formal”, y el Programa de Trabajo Decente debe
incluir todas las formas de trabajo..”
“… el segundo elemento
para una correcta comprensión del trabajo: si el trabajo es una relación,
entonces tiene que incorporar la dimensión del cuidado, porque ninguna relación
puede sobrevivir sin cuidado. Aquí no nos referimos sólo al trabajo de
cuidados: la pandemia nos recuerda su importancia fundamental, que quizá
hayamos desatendido. El cuidado va más allá, debe ser una dimensión de todo
trabajo. Un trabajo que no cuida, que destruye la creación, que pone en peligro
la supervivencia de las generaciones futuras, no es respetuoso con la dignidad
de los trabajadores y no puede considerarse decente…”.
“… Además de una correcta
comprensión del trabajo, salir en mejores condiciones de la crisis actual
requerirá el desarrollo de una cultura de la solidaridad, para contrastar con
la cultura del descarte que está en la raíz de la desigualdad y que aflige al
mundo. Para lograr este objetivo, habrá que valorar la aportación de todas
aquellas culturas, como la indígena, la popular, que a menudo se consideran
marginales, pero que mantienen viva la práctica de la solidaridad, que «expresa
mucho más que algunos actos de generosidad esporádicos». Cada pueblo tiene su
cultura, y creo que es el momento de liberarnos definitivamente de la herencia
de la Ilustración, que llevaba la palabra cultura a un cierto tipo de formación
intelectual o de pertenencia social…”
“.. Los actores
establecidos pueden contar con el legado de su historia, que sigue siendo un
recurso de importancia fundamental, pero en esta fase histórica están llamados
a permanecer abiertos al dinamismo de la sociedad y a promover la aparición e
inclusión de actores menos tradicionales y más marginales, portadores de
impulsos alternativos e innovadores…”
“… A veces, al hablar de
propiedad privada olvidamos que es un derecho secundario, que depende de este
derecho primario, que es el destino universal de los bienes…”
“… Invito a los
sindicalistas y a los dirigentes de las asociaciones de trabajadores a que no
se dejen encerrar en una "camisa de fuerza", a que se enfoquen en las
situaciones concretas de los barrios y de las comunidades en las que actúan,
planteando al mismo tiempo cuestiones relacionadas con las políticas económicas
más amplias y las “macro-relaciones”. También en esta fase histórica, el
movimiento sindical enfrenta dos desafíos trascendentales: El primero es la
profecía, y está relacionada con la propia naturaleza de los sindicatos, su
vocación más genuina. Los sindicatos son una expresión del perfil profético de
la sociedad. Los sindicatos nacen y renacen cada vez que, como los profetas
bíblicos, dan voz a los que no la tienen, denuncian a los que “venderían al
pobre por un par de chancletas”, como dice el profeta (cf. Amós 2,6), desnudan
a los poderosos que pisotean los derechos de los trabajadores más vulnerables,
defienden la causa de los extranjeros, de los últimos y de los rechazados.
Claro, cuando un sindicato se corrompe, ya esto no lo puede hacer, y se
transforma en un estatus de pseudo patrones, también distanciados del pueblo.
El segundo desafío: la
innovación. Los profetas son centinelas que vigilan desde su puesto de
observación. También los sindicatos deben vigilar los muros de la ciudad del
trabajo, como un guardia que vigila y protege a los que están dentro de la
ciudad del trabajo, pero que también vigila y protege a los que están fuera de
los muros. Los sindicatos no cumplen su función esencial de innovación social
si vigilan sólo a los jubilados. Esto debe hacerse, pero es la mitad de vuestro
trabajo. Su vocación es también proteger a los que todavía no tienen derechos,
a los que están excluidos del trabajo y que también están excluidos de los
derechos y de la democracia…”.
Buena lectura.
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