1. El Consejo de
Ministros celebrado el 8 de marzo aprobó el Plan Anual de Política de Empleo(PAPE) para 2019, habiendo sido publicado el texto en el Boletín Oficial del
Estado del día 15. Con carácter previo, fue informado por la Conferencia
sectorial de empleo y relaciones laborales el 21 de febrero, y por el Consejo
General del Sistema Nacional de Empleo el día 28.
El PAPE anual ha
merecido mi atención en anteriores entradas del blog desde 2013, a las que me
permito remitir a las personas interesadas en el estudio y seguimiento de la
política de empleo en España.
Por otra parte, el
Instituto Nacional de Estadística (INE) publicaba el día 22 de este mes lasvariables de submuestra de la Encuesta de Población Activa (EPA) 2018. Tal como
se explica en la nota metodológica que acompaña al documento, “Una de las
novedades introducidas en los cambios metodológicos de la Encuesta de Población
Activa (EPA) en 2005 fue la utilización de una submuestra de la Encuesta, distribuida
a lo largo de todo el año, con el fin de proporcionar información sobre
variables de carácter estructural en media anual. Este sistema de encuesta
extendida a una submuestra para cubrir una serie de variables adicionales a las
investigadas cada trimestre, se denomina sistema de submuestra y las variables
adicionales estructurales obtenidas, variables de submuestra”.
En el PAPE 2019,
así como en el acuerdo del Consejo de Ministro por el que se procede a su
aprobación, disponemos de una muy amplia información (por ello me he permitido
calificarlo de “macrodatos) de la realidad del mercado de trabajo en España,
tras el obligado recordatorio previo de que el PAPE se aprueba anualmente de
acuerdo a lo dispuesto en el art. 11.2 de la Ley de Empleo (“Los Planes Anuales
de Política de Empleo se elaborarán por el Ministerio de Empleo y Seguridad
Social, teniendo en cuenta las previsiones formuladas por las comunidades
autónomas y el Servicio Público de Empleo Estatal en el seno de la Conferencia
Sectorial de Empleo y Asuntos Laborales, se informarán por el Consejo General
del Sistema Nacional de Empleo, regulado en el artículo 8.b), y se aprobarán
por el Consejo de Ministros. Además, en la elaboración de los Planes Anuales de
Política de Empleo, se consultará a los Consejos del Trabajo Autónomo y de Fomento
de la Economía Social, en relación con las actuaciones de promoción del trabajo
autónomo y de la economía social”), siendo conveniente también recordar, y así
se hace tanto en el acuerdo del Consejo de Ministros como en el propio texto,
que se marcan unos objetivos y para alcanzarlos se contemplan los servicios y
programas de políticas activas de empleo (PAE) e intermediación laboral “que
van a llevar a cabo las Comunidades Autónomas en el ejercicio de sus
competencias de ejecución de las políticas
activas y el Servicio Público de Empleo estatal en ejecución de la reserva de
crédito establecida en su presupuesto de gastos”.
En cambio, en la variable
de submuestra del INE tenemos información sobre aspectos muy concretos de
nuestro mercado de trabajo (de ahí la mención a “microdatos”) que ayudan mucho,
sin duda, a completar, por una parte, y a entender mucho mejor, por otra, los
datos globales disponibles.
2. ¿En que
conviene fijarse a mi parecer, al leer el (muy extenso) PAPE 2019?
En primer lugar, en
su obligada conexión con la Estrategia Española de Activación para el Empleo
(EEAE) 2017- 2020, que recordemos que establece tres tipos de objetivos,
complementarios entre sí: los claves, conceptuados como aquellos que “resumen la
finalidad última de los servicios
públicos de empleo”; los “estratégicos o prioritarios”, a los que se
cataloga como los que “adquieren especial relevancia en un momento determinado,
sobre los cuales se tiene que focalizar el esfuerzo durante un tiempo”; en fin,
los “estructurales, de naturaleza estable”, que se apoyan en los seis ejes de
activación para el empleo fijados en el art. 10 de la Ley de Empleo
(orientación, formación, oportunidades de empleo, igualdad de oportunidades en
el acceso al empleo, emprendimiento, y mejora del marco institucional), objetivos
que deben ser atendidos por los servicios
públicos de empleo (SPE) “en su funcionamiento ordinario mediante
servicios sostenidos a lo largo del tiempo”. Tanto los objetivos claves como
los prioritarios o estratégicos son concretados anualmente en el PAPE, que
recoge también los indicadores a utilizar para conocer el grado de consecución
de aquellos, tanto en el ámbito estatal como en los autonómicos, enfatizándose
en el de 2019 que su gran novedad “es la simplificación y racionalización del
número de indicadores, fruto del trabajo conjunto realizado con las Comunidades
Autónomas”.
“La segunda parte
del documento aprobado el 15 de diciembre entra ya de forma concreta en la
explicación de los “principios de actuación y objetivos” de la nueva EEAE, aun
cuando, como ya he indicado con anterioridad, tiene muchos puntos de conexión
con la anterior, explicándose en la parte introductoria del RD que persigue ir
más allá de la anterior, y poner el centro de las actuaciones en “en
desarrollar y poner a disposición de todos los agentes del Sistema Nacional de
Empleo nuevas herramientas, infraestructuras y sistemas de información, y en
mejorar los ya existentes, de forma que la utilización de medios comunes y el
intercambio de experiencias y buenas prácticas constituyan los mejores vectores
para la modernización del Sistema”.
También se explica
en la misma introducción que el texto incorpora “las recomendaciones que se
derivaron de la primera evaluación de los factores que inciden en el desempeño
de los Servicios Públicos de Empleo, realizada en 2016 en el marco de la Red
Europea de Servicios Públicos de Empleo (Red SPE-UE), y resulta coherente con
la Agenda de Cambio que impulsa esta misma Red Europea para los siguientes
ciclos de evaluación”, y que igualmente “concede especial relevancia a la
planificación, evaluación y seguimiento de las políticas de activación para el
empleo en base a resultados, una de las líneas de actuación prioritarias
expresamente acordadas en la Conferencia de Presidentes del 17 de enero de
2017”.
El marco general
de la Estrategia lleva a que la concreción de los programas y medidas a adoptar
para abordar cómo dar respuesta a los objetivos clave, estratégicos o
prioritarios, y estructurales, se deja a los planes anuales, por lo que habrá
que esperar al PAPE 2017 y 2018 para conocer la concreción de las medidas que
se adopten al respecto, si bien todas las medidas deberán ir destinadas a
mejorar los niveles formativos y el impulso de la activación e inserción de
aquellos que sean demandantes de empleo, con una manifestación genérica, que
dudo que alguien pueda cuestionar (cuestión distinta, y con respuesta negativa
a mi parecer, es que las reformas laborales instrumentadas en los últimos años,
hayan favorecido esta tesis), cual es que “para ganar la batalla de la
competitividad es imprescindible poder contar con todo el talento disponible, y
para ello se necesita contar con más trabajadores, que sean más productivos y
que estén más motivados”.
Tras la
explicación de cuáles son los principios de actuación, poniendo la nueva
Estrategia especial énfasis en la orientación a resultados y en el tratamiento
individualizado de las situaciones de cada demandante de empleo, así como
también (en cumplimiento de los acuerdos adoptados en la Conferencia Sectorial
de Empleo y Asuntos Laborales de 18 de septiembre, para dar respuesta a las
cuestiones jurídicas suscitadas por la sentencia del TC sobre las competencias
autonómicas en relación con el plan PREPARA) “de coordinación entre las
políticas activas, la protección económica frente al desempleo y otras
prestaciones públicas de protección social, como aspectos complementarios de la
misma política de integración social”, se define cuál es la finalidad y cuáles
son los objetivos, definiendo aquella como “los esfuerzos que realizan los
distintos agentes del Sistema Nacional de Empleo para mejorar su eficacia y
eficiencia en la consecución de unos objetivos comunes para las políticas de
activación, de conformidad con los principios indicados anteriormente”, y
entendiendo por cada objetivo “una finalidad a alcanzar o una línea de
actuación a desarrollar en el ámbito de las políticas activas de empleo”.
Como novedad con
respecto a la Estrategia anterior, se fijan unos objetivos clave, de carácter
general, cuales son la reducción del desempleo, la reducción de los períodos de
desempleo por una mayor activación de quienes se encuentran en tal situación,
una mejora de la participación de los SPE en la cobertura de vacantes, y una
mejora de la satisfacción de los usuarios de los servicios prestados por estos.
Respecto a los
objetivos estratégicos, un total de seis, destaco la importancia de abordar la
problemática de los jóvenes a través del programa de Garantía Juvenil, la
especial atención concedida a la activación de los desempleados de larga
duración y los mayores de 55 años, la necesidad de adecuar la oferta formativa
a las necesidades de un mercado de trabajo cada vez más cambiante, y la
igualmente necesidad de tomar en consideración las dimensiones sectorial y
local en las políticas de activación, estableciendo para ello “marcos de
colaboración con empleadores, interlocutores sociales y otros agentes públicos
y privados”.
En fin, sobre los
objetivos estructurales son aquellos que se agrupan en los seis ejes de las
políticas de activación para el empleo recogidos en el art. 10 de la Ley de
Empleo, destacando, tal como se explica en el texto la incorporación al eje
núm. 1, orientación, “el objetivo de mejora de la satisfacción de los usuarios
de los servicios públicos de empleo, demandantes y empleadores, siguiendo la
recomendación que la Red Europea de Servicios Públicos de Empleo hizo tras su
evaluación del Sistema Nacional de Empleo en el año 2016”.
3. Regreso al PAPE
2019. En segundo término, cabe destacar su análisis de la situación actual del
mercado de trabajo, básicamente elaborado a partir de los datos de la EPA del
cuarto trimestre de 2018, de la afiliación a la Seguridad Social y de las contrataciones
efectuadas, que considera que esta evolucionando positivamente, tesis por
cierto que coincide con la del diario económico Financial Times en un artículopublicado el 20 de marzo y en el que explica que España “lidera el crecimiento
de la eurozona”, y que a pesar de que sigue teniendo déficits importantes en
materia de empleo y de desempleo, su economía está creciendo a un ritmo
elevado.
Un dato
especialmente relevante que se destaca en el PAPE a partir de los de la EPA es
que se ha recuperado casi el 100 % del empleo indefinido durante la crisis, y
que la tasa de ocupación haya experimentado un crecimiento de 9,7 puntos desde
el momento más duro de la crisis (primer trimestre de 2013, 58,8 %) al cuarto
trimestre de 2018 (en fase de recuperación, 67,7 %). El incremento del número
de contrataciones y el descenso continuado de la tasa de desempleo se subrayan,
evidentemente, como datos positivos, si bien no conviene olvidar, a fin de no
caer en un desmesurado optimismo, el elevado volumen de contratación temporal
de corta o muy corta duración que sigue habiendo en España, y en la difícil
situación de un buen número de jóvenes que desean acceder, o permanecer, en el
mercado de trabajo.
Por ello,
justamente sobre los jóvenes el gobierno aprobó en diciembre de 2018 el Plan de
Choque por el Empleo Joven 2019-2011, del que ahora se recuerda en el PAPE sus
contenidos más relevantes (“1. Buscar la mejora de la competitividad y el valor
añadido de la estructura productiva española con el objetivo de alcanzar
niveles de crecimiento económico que permitan generar una oferta sustancial de
empleo, estable o flexible, sobre la base del desarrollo de sectores de futuro
y con alto valor añadido. 2. Fortalecer el compromiso con la formación integral
y con la cualificación de las personas jóvenes, que impulse su promoción
individual, colectiva y profesional, que se apoye en el sistema educativo y en
el entorno laboral como elementos fundamentales para su integración social,
dotando de competencias profesionales a aquellos jóvenes con escasa
cualificación, ocupándose de los jóvenes del entorno rural y potenciado y
reforzando el Plan 2019 de los Servicios Públicos de Empleo como puerta de
entrada al mercado de trabajo y a la vida activa. 3. Desarrollar iniciativas de
retorno a la escuela, de apoyo a la formación en competencias estratégicas, a
la formación profesional dual, al empleo con derechos, al emprendimiento de los
jóvenes, al fomento de la participación sindical de las personas jóvenes y del
asociacionismo empresarial”), así como sus objetivos cuantitativos a alcanzar y
las cincuentas medidas a poner en marcha para alcanzarlos para, sintéticamente hablando,
“recuperar la calidad del empleo, luchar contra la brecha de género en el
empleo y reducir el desempleo juvenil”.
En tercer lugar,
el anuncio de la puesta en marcha próximamente de un plan de empleo específico
para personas desempleadas de larga duración y mayores de 45 años, colectivos
que ciertamente han mejorado su situación en los últimos años pero que aún
tienen déficits importantes (de desempleo y empleo) que hay que intentar
subsanar.
4. Los objetivos “claves”
marcados para 2019, y que guardan relación directa con las políticas comunitarias
plasmadas en las orientaciones generales de política de empleo para cada Estado
miembros, son las siguientes: “reducir el desempleo; aumentar la activación y
reducción de los períodos de desempleo; mejorar la participación de los
servicios públicos de empleo en la cobertura de vacantes; mejorar el grado de
satisfacción de los empleadores y demandantes con los servicios prestados por
los Servicios Públicos de Empleo”.
Los objetivos “estratégico
o prioritarios” son, en síntesis, los siguientes: Promover y potenciar la
activación y mejora de la empleabilidad de jóvenes menores de 30 años; potenciar
el empleo como principal instrumento de inclusión social; promover una oferta
formativa dirigida a las necesidades del mercado laboral; mejorar el desempeño
(= modernización) de los SPE; en fin, y especialmente importante a mi parecer, “abordar
las políticas de activación desde una perspectiva holística que tenga en cuenta
sus dimensiones sectorial y local, y estableciendo marcos de colaboración con
empleadores, interlocutores sociales y otros agentes públicos y privados”.
Los objetivos estructurales
son los ya recogidos en la EEAE y en la Ley de Empleo, y me he referido a elloscon anterioridad. Una síntesis de todos ellos la realicé en mi comentario de la
EEAE en estos términos: “Como digo, el primer eje es el de orientación, siendo
uno de los objetivos instrumentales incorporados al mismo el de orientación y
acompañamiento de itinerarios individualizados personalizados. El segundo es el
de formación, al objeto de mejorar la competitividad de las empresas y la
empleabilidad de los trabajadores, destacando a mi parecer el objetivo
instrumental de “promover la formación vinculada a contratación y obtención de
experiencia laboral”. Las oportunidades de empleo es el tercer objetivo estructural,
con atención especial para los colectivos desfavorecidos, la dimensión local de
la política de empleo y la promoción de la activación de quienes perciben
prestaciones por desempleo, llamándose una vez más a “la vinculación de las
políticas activas y pasivas”.
El eje cuarto está
dedicado a la igualdad de oportunidades en el acceso al empleo, con especial
énfasis en las medidas que favorezcan la conciliación de la vida familiar y
laboral. El reto del emprendimiento está recogido como quinto objetivo
(recordemos que el art. 10 de la LE dispone al respecto que comprende “las
actividades dirigidas a fomentar la iniciativa empresarial, el trabajo autónomo
y la economía social, así como las encaminadas a la generación de empleo,
actividad empresarial y dinamización e impulso del desarrollo económico
local”), incluyéndose en el mismo como objetivo estructural, como especial
novedad que demuestra la importancia que está adquiriendo en el mundo laboral,
no sólo la promoción del empleo autónomo, sino también “las nuevas
oportunidades laborales que ofrecen la economía digital y las distintas
fórmulas de la economía social y de la economía colaborativa”. Cuáles sean esas
fórmulas es cuestión que dejo para otras entradas del blog sobre la distinción
entre el verdadero trabajo por cuenta propia y el mal llamado autoempleo que
existe en la mal llamada economía colaborativa que (no) practican algunas
importantes empresas que se autoproclaman incluidas en esta realidad económica
productiva, y creo que la sentencia dictada por el Tribunal de Justicia de la
Unión Europea, en el caso UBER, que concluye que su actividad se ubica en el
sector del transporte, debe servirnos como punto de referencia.
Por fin, el eje
sexto está dedicado a la mejora del marco institucional, de carácter
transversal y por tanto de afectación a todos los cinco anteriores, destacando
a mi parecer uno de sus objetivos instrumentales novedosos, cuál es el de
“evaluación del desempeño y desarrollo de una Agenda de Cambio en base a sus
resultados”.
5. El PAPE 2019,
al igual que los anteriores, incluye un apartado específico dedicado a explicar
los criterios de su elaboración, del que destaco su explicación de que “contiene
el conjunto de los servicios y programas que cada Comunidad Autónoma llevará a
cabo, comprendiendo tanto los que establezca libremente, ajustándose a la
realidad de las personas trabajadoras y del tejido productivo de su ámbito
territorial, como los servicios y programas de ámbito estatal que son de
aplicación en todo el Estado, con independencia del ámbito territorial en el
que vivan las personas destinatarias de las mismas”, y que “En un contexto de
colaboración entre los Servicios Públicos de Empleo, las Comunidades Autónomas
han podido optar por realizar servicios y programas propios, con cargo a los
fondos distribuidos por el Servicio Público de Empleo Estatal en la Conferencia
Sectorial de Empleo y Asuntos Laborales. Por otro lado, de acuerdo con lo
previsto en el texto refundido de la Ley de Empleo, el Plan 2019 recoge también
la información correspondiente a los servicios y programas de políticas activas
de empleo e intermediación laboral que las Comunidades Autónomas prevean
realizar con recursos económicos propios”.
En total el SEPE y
las CCAA han propuesto un total de 637 servicios y programas para los seis
ejes, todos ellos referenciados en anexo. De manera desagregada, y remitiendo a
las personas interesadas a dicho anexo, cabe decir que el eje 1, orientación,
dispondrá de 106 servicios y programas (13 comunes y 93 propios autonómicos); el eje 2 , formación, un total de 166 (17
comunes y 149 propios); el eje 3, oportunidades de empleo, 164 (6 comunes y 158
propios); el eje 4, igualdad de
oportunidades en el acceso al empleo, 29 (5 comunes y 24 propios), el eje 5,
emprendimiento, 108 (11 comunes y 97 propios); en fin, el eje 6 , mejora del
marco institucional del SNE, 64 (8 comunes y 56 propios).
La prórroga
presupuestaria, al haber sido aceptadas las enmiendas a la totalidad del Proyecto
de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2018, mantiene las partidas
del año anterior, siendo de cerca de 5.800 millones de euros, con más de 2.126
millones para las CC AA. En fin, al abordar el apartado de evaluación, se
destaca que “por primera vez, la descripción de indicadores es conceptual y
detallada y se establecen las ponderaciones de los objetivos a efecto de que
las Comunidades Autónomas dispongan de la información necesaria y con la mayor
antelación posible para hacer un adecuado seguimiento del cumplimiento de sus
objetivos”, y la selección de 22 indicadores principales: uno para cada uno de
los objetivos clave, uno para cada uno de los objetivos estratégicos, y doce indicadores
para el conjunto de los objetivos estructurales, todos ellos recogidos y
explicados en el anexo V.
6. De los “macrodatos”
a los “microdatos”. De las grandes cifras del PAPE 2019 a las más concretas de
algunas cuestiones de especial interés para el conocimiento real de nuestro
mercado de trabajo, aportada por el INE en su variable de submuestra de la EPA
2018.
¿Cuáles son los
contenidos que creo más relevante destacar?
En primer lugar,
el muy importante número de personas trabajadoras que prestan sus servicios en
empresas de hasta 10 trabajadores, y también de 11 a 50 (7.338.800 y 3.792.200,
respectivamente), dato que destaco porque en las primeras no hay representantes
del personal salvo que así lo decidan los trabajadores y trabajadoras en las
empresas de 6 a 10, y en las segundas puede haber únicamente delegados de
personal (uno de 11 a 30 y tres de 31 a 49) . El dato que se destaca en la
variable de la EPA 2018 es lógicamente el incremento de personas ocupadas en
este año con respecto al anterior, un total de 502.900, siendo digno de mención
que las que ocupan de 50 a 249 trabajadores,
es decir aquellas en las que ya hay, mejor dicho puede haber,
representación unitaria vía comité de empresa, han aumentado su porcentaje al
15 % del total, frente al 14 % en 2017, así como también el ligero descenso de
las que ocupan hasta 10 trabajadores, que han bajado del 38,7 % al 38 %.
En segundo
término, que la gran mayoría de personas ocupadas son trabajadores subordinados,
es decir que tienen un superior que les dicta las órdenes e instrucciones para
el ejercicio de su actividad laboral. En efecto, si al 69,1 % que el INE califica
como “empleado con jefe y sin subordinados”, le sumamos los encargados y mandos intermedios (que sí tienen
subordinados a su cargo, pero a la vez ellos dependen de sus superiores) se
supera el 80 % del total de la población ocupada, siendo relevante destacar que
la presencia femenina es muy superior (más de 13 puntos) en el grupo estricto
de trabajadores con jefe y sin subordinados, mientras que por el contrario es
inferior entre encargados y mandos intermedios, así como también entre
directores de empresa y profesionales independientes.
¿Qué impacto, qué
presencia tienen las empresas de trabajo temporal, en nuestro mercado de
trabajo? Refiriéndonos únicamente al volumen de contratación efectuada
(recordemos que la reforma laboral de 2012 ha ampliado considerablemente su
ámbito de actuación) los datos demuestran un ligero crecimiento con respecto a
2017, pasando del 3,4 al 3,9 % (626.500) del total de personas contratadas. Por
otra parte, la capacidad de intermediación de los SPE sigue con niveles muy
bajos, aun cuando no podemos olvidar que tales servicios se dirigen al conjunto
de la población; 344.700 asalariados obtuvieron su empleo a través de la
intermediación del servicio público, un 2,1 % sobre el total, mínimamente superior
al 2 % de 2017.
7. No parece que
el teletrabajo aumente su presencia en la vida laboral española, a pesar de los
intereses de numerosos trabajadores y también de algunas empresas y de las
Administraciones Públicas, si hemos de hacer caso a los datos de la submuestra,
ya que “El 91,5% de los ocupados no trabajó ningún día en su domicilio
particular. Un 4,3% trabajó en casa más de la mitad de sus días laborables y un
3,2% lo hizo ocasionalmente”.
La distribución
irregular de la jornada de trabajo sí es una realidad perfectamente constatable
para buena parte de la población laboral en España, tanto por lo que respecta
al trabajo en sábados y domingos, como en horarios nocturnos, sin que en la submuestra
se disponga de datos sobre el trabajo a turnos, algo que también sería
ciertamente muy interesante. Un 36, 4 % de las personas ocupadas trabajo cómo mínimo
un sábado al mes en 2018, y un porcentaje algo menor, pero también muy significativo,
el 22,2 % lo hizo en domingo. Inferior, pero no desdeñable, es el número de
personas ocupadas que trabajaron en jornada nocturna, el 12,5 %, en el bien entendido
que sólo fue el 6.1 % el que tuvo dicha jornada los días en que trabajo. Nuevo
elemento para la reflexión sobre el mercado de trabajo y las políticas de
conciliación es que el porcentaje de trabajadores varones que trabajaron en
jornada nocturna fue superior en casi siete puntos al de las mujeres (16,2 y
9,4 %, respectivamente).
Y si no quieeas
caldo, dos tazas. Sigamos con los (necesarios) debates sobre las políticas de
conciliación de la vida familiar y laboral, porque de no cambiar mucho las cosas,
ya no a corto sino a medio plazo seguiremos encontrándonos con datos como los
que facilita la submuestra respecto a las personas que trabajaron a tiempo
parcial por la necesidad de atender a familiares en situación de dependencia,
un total de 358.200, con un espectacular incremento del 28,8 % respecto a 2017,
siendo la inmensa mayoría mujeres (344.800), respondiendo el 56,8 % de ellas
que la razón de su decisión fue “que no hay servicios adecuados para la
atención a personas dependientes (niños, adultos, enfermos, personas con
discapacidad, etc.) o que no pueden costearlos”.
La importancia de
la contratación temporal en España no radica sólo en como afecta a la
inseguridad laboral de una importante parte de la población ocupada, sino
también en su impacto sobre el número de personas que salen de la población ocupada
una vez que finaliza su (primer, segundo, tercero...) contrato y se convierten
en población desempleada… a la espera de volver a entrar en el circuito de la
ocupación. Los datos de la submuestra son significativos al respecto: de los
3.479.100 parados de media em 2018, 3.144.000 habían trabajador anteriormente,
y de estas 1.677.600 (53, 4%) se incorporaban al desempleo por la finalización de
su contrato, un porcentaje sensiblemente superior al de quienes vieron extinguida
su relación laboral por extinción del contrato por causas objetivas (individual
o colectivo) o disciplinario (10, 9%, si bien destaca el incremento de 0,6 puntos
con respecto a 2017).
Que la mayor y
mejor formación es algo que contribuye a tener mejores expectativas de acceder
y permanecer en el mercado de trabajo sigue comprobándose con los datos del
informe del INE, que además subraya un dato que merece especial atención y que
permite comprender mejor la preocupación existente en el mundo empresarial y
académico sobre el futuro, cuales que casi el 60 % de la población ocupada tiene
“formación general y habilidades personales”, es decir se trata de personas que
“a lo sumo han alcanzado la enseñanza secundaria obligatoria o el bachillerato”.
No resulta por ello extraño, y en el informe se encuentran los datos
detallados, que “El nivel de formación alcanzado y el sector de estudios de
esta formación son factores determinantes de las tasas de actividad y empleo de
la población, tanto de su cuantía como de la distancia entre la tasa masculina
y la femenina”, siendo la población formada en TICs la que presenta mayor tasa
de actividad (88,06 %), mientras que la más baja es justamente la de quienes
acreditan una formación general y habilidades personales, un 47,16 %, siendo también
las primeras las que presentan una mayor tasa de empleo (79,88 %), y las
segundas la menor (37,63 %), siendo también en estas últimas donde la tasa de
desempleo es la más elevada (20,21 %).
7. Concluyo. Buena
lectura de los macrodatos y microdatos, y esperemos que buenas decisiones de
los poderes públicos, y de los agentes sociales, para abordar los retos de
nuestro mercado de trabajo. ¡Ah! Y esperar y desear que se hable de ello en los
debates que se lleven a cabo en el período electoral previo a las elecciones de
28 de abril. No sé si soy muy optimista, pero por ilusión que no quede.
1 comentario:
LO IMPORTANTE COMO DICE EL AUTOR ES QUE SE HAN CONTEMPLADO OTROS ESTANDARES, SE HA SIMPLIFICADO LA EVALUACION DE LOS EJES PARA QUE LA MEDICION SEA MAS PROBABLE, ASI QUE ESPEREMOS QUE LAS COSAS MEJOREN.
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