miércoles, 18 de agosto de 2021

Una nota sobre la preocupación de la OIT por el empleo, y los derechos, de las mujeres.

 

La Organización Internacional del Trabajó publicó el 19 de julio un muy interesante informe sobre la problemática laboral femenina en la situación de crisis sanitaria que venimos sufriendo desde principios de 2020, cuyo título es claramente ilustrativo de cuáles han de ser las líneas de actuación: “Avanzar en la reconstrucción con más equidad: Los derechos de las mujeres al trabajo y en el trabajo, en el centro de la recuperación de la COVID-19   19 de julio de 2021”.  

La importancia del documento radica no solo en las propuestas que efectúa, que son continuación de las formuladas en informes y estudios anteriores, y obviamente teniendo en consideración el impacto de la crisis, sino muy especialmente en la constatación, con datos estadísticos tanto a escala internacional como de cada continente, sobre el empleo, y los derechos, de las mujeres, que vienen a demostrar, por si aún hubiera alguna duda al respecto, que la crisis está afectando más desfavorablemente al personal femenino, presente además en gran parte de los trabajos necesariamente presenciales, es decir de contacto con otras personas, calificados ahora de “esenciales” y que durante mucho tiempo han sido (y creo que lo siguen siendo, al menos en el ámbito de las relaciones de trabajo) muy poco valorados por gran parte de la sociedad.

Algunos datos que he extraído del informe, tras su atenta lectura, refuerzan las argumentaciones anteriores.

En primer lugar, que si bien la crisis ha afectado de manera muy contundente tanto a hombres como mujeres, con un impacto superior en 2019 y 2020 a la que se produjo durante la Gran Recesión, las consecuencias a corto plazo serán más impactantes para las mujeres, ya que en el año 2021 se prevé que haya 13 millones menos de mujeres empleadas que en 2019, mientras que el número de trabajadores se situará en los mismos niveles que en dicho años.

Más exactamente, los datos de la OIT son que en este año “la cifra de mujeres empleadas sea de 1.270 millones y que la de los hombres con un empleo alcance los 2.019 millones. Sólo el 43,2 por ciento de las mujeres que en todo el mundo tienen edad para trabajar estarán empleadas en 2021, frente al 68,6 por ciento de los hombres en la misma situación”, porcentajes que varían algo, a favor de las mujeres, en Europa y Asia Central (46,0 por ciento, frente al 60.8 masculino).  

De los datos cuantitativos, es decir del número de personas empleadas, hemos de pasar a los datos cualitativos, es decir las condiciones de trabajo. El Informe pone de manifiesto que las “brechas de género” siguen persistiendo y que incluso se han incrementado durante la crisis, consecuencia en buena parte de dónde se ubica en gran medida la población trabajadora femenina y los límites que ello supone para poder llevar a cabo su actividad a distancia.

Si bien durante la crisis la OIT calcula que el número de personas trabajadoras que pudieron trabajar de manera no presencial fue de 557 millones, el 17,4 por ciento del empleo mundial, el porcentaje del empleo femenino es varios puntos inferior, ya que “… aunque en muchos empleos de altos salarios se podría pasar al teletrabajo a tiempo completo, no ha sido éste el caso de las muchas mujeres que tienen salarios bajos y cuyos empleos, por ejemplo en el comercio minorista, las ventas y la hostelería, requieren una interacción física con clientes, consumidores o pacientes…”.

Preocupación por empleo, y las condiciones de trabajo, de las mujeres, que llevan una vez a la OIT a plantear, y pedir a los Estados miembros, que las políticas económicas y de empleo que se adopten lo sean “con perspectiva de género”, con especial atención a la adopción de medidas que fortalezcan la llamada “economía delcuidado”, a la que ha prestado especial atención en anteriores documento y que ha sintetizado de esta manera: “Hallar soluciones a la prestación de cuidados es esencial para que las mujeres gocen de igualdad de oportunidades en el mundo del trabajo. El trabajo de cuidados tiene lugar en diversos entornos y tanto en la economía formal como en la informal. Una parte de estos cuidados son prestados por el sector de los servicios de salud, que es esencialmente formal y público. Los servicios públicos de cuidado de niños y niñas, la educación de la primera infancia, los cuidados dirigidos a las personas con discapacidad y los cuidados de larga duración, así como el cuidado de las personas de edad, son otros de los ámbitos que integran la economía del cuidado”. 

Fortalecer esta línea de actuación es prioritaria para la OIT, que subraya sus efectivos positivos en la generación de trabajo decente, y aunque afecten particularmente a las mujeres también benefician a los hombres, De ahí que la OIT insista en que las consideraciones sobre igualdad de género “deben ser un componente intrínseco del diseño, la elaboración, la aplicación y los resultados de la totalidad de programas y estrategias, políticas, leyes y reglamentos implementados para responder a la pandemia de COVID-19 y recuperarnos de ella”, y que vuelva a recordar (ya lo había hecho en la Declaración del Centenario, 2019, y en el Plan de Acción, 2021) que hay que adoptar lo más rápidamente posible medidas en estos ámbitos:

“Invertir en la economía del cuidado. Los sectores de la salud, el trabajo social y la enseñanza son importantes generadores de empleo, especialmente para las mujeres, aportan resiliencia a las economías y a las sociedades y permiten a los trabajadores con responsabilidades familiares trabajar fuera de casa (o incluso desde casa).

Trabajar por el acceso universal a una protección social amplia, adecuada y sostenible para todos, a fin de reducir la actual brecha de género en la cobertura de la protección social…

Promover la igualdad de remuneración por un trabajo de igual valor.

Prevenir, afrontar y eliminar la violencia y el acoso.

Promover que haya más mujeres en los puestos de adopción de decisiones…

No son propuestas novedosas ciertamente, pero sí es aún más necesaria su puesta en práctica que en etapas anteriores a la crisis.

 

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