El blog del Centro
de Estudios “Cristianismo y Justicia” publica mi artículo “Covid-19. Y de
repente, las y los “prescindibles” pasaron a ser imprescindibles”, en versióncastellana y catalana
Reproduzco en esta entrada el texto original
redactado en castellano.
1. Les confieso
que me cuesta ponerme delante del ordenador cada mañana, estos últimos días,
para intentar seguir con mi rutina laboral habitual, y que echo en falta
(¿quién no?) el decidir libremente si salgo a la calle simplemente a pasear,
hacer la compra, ir al gimnasio o desplazarme en los Ferrocarriles de la
Generalitat de Catalunya a la Universidad Autónoma de Barcelona y más
concretamente a mi Facultad de Derecho. Dudo mucho, y creo que los lectores y
lectoras compartirán mi punto de vista, que muy poco antes de la aprobación del
estado de alarma por el Consejo de Ministros el día 17 de marzo, y que la
Organización Mundial de la Salud declarara pandemia el brote de Covid-19, que
fuéramos consciente del cambio radical que iba a significar en nuestras vidas.
Ahora bien,
quienes también lo han sufrido, pero no tienen tiempo para pensar en su impacto
son quienes siguen trabajando en sus puestos de trabajo. No niego en absoluto,
Dios me libre, que también afecta y mucho a quienes han modificado por
obligación sus condiciones laborales y realizan su actividad por medio del
teletrabajo, y mucho más a quienes se les han suspendido los contratos de
trabajo por expedientes de regulación temporal de empleo (en muy poco tiempo
las siglas ERTE ha pasado a ser trending topic en los medios de comunicación y
las redes sociales)y están pendientes del abono de la prestación por desempleo
(vaya desde aquí mi más sincero agradecimiento al personal del Servicio Público
de Empleo Estatal por su encomiable trabajo en estos muy difíciles momentos)
para disponer de medios de subsistencia (no nos olvidemos por favor que hay
muchas personas en España aún que “viven económicamente al día”, y que los
informes de FOESSA lo recuerdan para los “olvidadizos”).
2. Y quiero
referirme ahora en este texto justamente a quienes siguen trabajando, a quienes
siguen desplazándose cada día en tren, autobús, metro o coche particular, a sus
centros de trabajo porque no hemos encontrado aún (por favor, que demostremos
ahora la importancia de la tecnología para mejorar la vida de las personas) la
posibilidad de realizar esos trabajos por medios “no humanos”. O sea, que
muchos trabajadores y trabajadoras que estudios sobre el futuro del trabajo
(¿habrá que rehacer esos estudios con lo que nos está cayendo encima ¿verdad?)
consideraban “prescindibles”, o cuando menos sustituibles en gran medida por
aplicaciones tecnológicas, han pasado a ser totalmente necesarias y necesarios
para el mantenimiento de una, por lo menos, mínima cohesión social en estos
momentos álgidos de la crisis. Y además, y aquí sí que han acertado las y los
“futurólogos del trabajo”, sí han cobrado muchísima mayor importancia que en
otros momentos las tareas, actividades, trabajos (remunerados o no, en
condiciones más o menos precarias, en situación regular o irregular de quienes
los llevan a cabo, de nacionalidad española o extranjera) de cuidado de quienes
más lo necesitan por su estado físico.
Y además, “cosas
de la vida”, algunos de esos trabajos y algunas (o muchas) de las personas que
los realizan no quedan protegidos por la normativa laboral, tanto por la
general como por la dictada en estos últimos días con carácter excepcional para
proteger a quienes se ven atrapados en situaciones de pérdida temporal de sus
empleos. Si les digo que me refiero al personal al servicio del hogar familiar,
y a quienes trabajan en situación
irregular, ya sean nacionales o extranjeros, y a quienes siguen trabajando por
pura necesidad de subsistencia como falsos autónomos –riders o en lenguaje
menos cool repartidores, recaderos o mensajeros de empresas de la llamada
economía de plataformas, cuando en realidad, déjenme que aparque las sutilezas
jurídicas para otros momentos, son trabajadores (y alguna trabajadora) por
cuenta ajena- seguro que se entiende mejor.
¿Y quiénes son
estas personas trabajadoras que ahora parecen imprescindibles? ¿Y, cuáles son
sus condiciones laborales en épocas de “normalidad? ¿Acaso están en los
primeros niveles de los rankings salariales? ¿Y la estabilidad laboral es la
nota predominante? Como verán, estoy siendo muy “preguntón”, pero es que de
tanto hablar con carácter general y global de los problemas ahora existentes
nos podemos olvidar de quienes están contribuyendo a que puedan ser lo menos
duros posibles.
En los
supermercados y tiendas de alimentación hay productos porque les llegan a
través del servicio de transporte, y también porque la actividad en el sector
de la agricultura, ganadería y pesca no ha parado y se sigue trabajando casi
con la “misma normalidad” que antes de la pandemia, en la mayor parte de las ocasiones
por personas extranjeras mayoritariamente extracomunitarias y que desearía,
pero me parece que es solo un piadoso deseo, que se encontraran tranquilas y
tranquilos por disponer de las debidas autorizaciones de residencia y de
trabajo. ¿Son jornadas largas la del sector del transporte? ¿Lo son las del
trabajo en invernaderos? Pues sí, no creo que nadie lo niegue, y tampoco los
salarios son para tirar cohetes.
A buen seguro que
hemos ido a comprar, porque los supermercados y tiendas de alimentación están
abiertas, y nos atienden cajeras cajeros que han de lidiar con el enfado,
preocupación y en más de una ocasión mala educación de quienes hacen la compra.
Supongo que en más de una ocasión, y puedo dar fe de que las personas de edad
avanzada (más de 65 años) lo hemos hecho, hemos ido a la farmacia para comprar
productos necesarios para mantener nuestra salud, y nos ha atendido el personal
farmacéutico que tiene ante sí la difícil tarea de atender, con medidas de
seguridad, a quienes están preocupados, muy preocupados, por sus problemas
físicos (y ahora psíquicos) o de su familiares con los que conviven. E incluso
pueden llevarlo a tu casa si tienes necesidad de ello.
Sigo viendo, desde
el balcón de un séptimo piso en el que vivo (afortunado que soy por poder salir
al balcón y respirar el aire ahora mucho menos contaminado que antes en
Barcelona por la radical disminución de la circulación viaria desde la
declaración del estado de alarma) a estos chicos (y alguna chica) que realizan
tareas de reparto y cuyas condiciones laborales (o de autónomo) dejan mucho que
desear por decirlo de forma suave. Muy probablemente, aunque sé que me dejo
llevar por el optimismo y por formar
parte de una Fundación que tiene por nombre “Utopía” y por asistir regularmente
al seminario del área social del Centro Cristianismo y Justicia en donde el
debate rico intelectualmente y humanamente solidario es lo habitual, una vez
hayamos recuperado la normalidad será el momento de regular claramente las
condiciones laborales de estos jóvenes y postjóvenes que se ha convertido en el
nuevo proletariado o jornaleros digitales del siglo XXI.
3. No me olvido,
desde luego, de ese personal sanitario que en un número no despreciable tiene
contrato tras contrato, por los más diversos y variados motivos, y que ahora es
considerado completamente imprescindible para atender a todas las personas
enfermas, y por consiguiente con riesgo innegable de contagio. ¡Quién nos iba a
decir además que aquel personal jubilado obligatoriamente a partir de los 65
años y que deseaba seguir trabajando pero no pudo, sería llamado (hasta 70
años) para incorporarse a las tareas sanitarias! Además, recordarán que se
hablaba de la “inflación” de estudiantes de medicina, y ahora resulta que
quienes se encuentran el último curso son llamados también, y se anuncia la
contratación inmediata de un buen número de ellos. No les voy a hablar de los
problemas jurídicos de la sanidad, y sí solo remitirles a aquellas entradas de
mi blog en las que explico los casos de quienes formalizaron en poco más de
cinco años más de doscientos contratos, mucho de ellos de muy corta duración.
¿Y el personal “de
cuidado”, es decir aquel que cuida y atiende las necesidades de las personas en
centros y residencias para mayores? Ahora sí parece que es totalmente
imprescindible, más allá de la difícil situación en que se encuentran también
por el contacto con las personas que, al menos hasta ahora, son las más
expuesta al virus. ¿Y el personal doméstico que, en caso de seguir en el hogar
en el que presta sus servicios como interno, está prácticamente confinado en su
habitación? ¿Y aquel personal doméstico que ya no trabaja, esperemos que
temporalmente, y que no tiene derecho a percibir prestaciones por desempleo
porque no está regulado en la normativa laboral y de Seguridad Social que les
es de aplicación?
No querría
olvidarme, y desde luego no lo haré, de otras personas que también son
imprescindibles en la situación actual, como las fuerzas de orden público y el
personal de los distintos ejércitos, que contribuyen al mantenimiento de ese
orden aun cuando haya personas (cada vez menos afortunadamente) que consideren
que las reglas aplicables a toda la ciudadanía para salir lo antes posible de
esta grave situación no van con ellas. Y cuando hagamos llamadas por estar
preocupados por los productos que pedimos online, o por tener problemas de
conectividad, no nos olvidemos del personal de los call centers que, causalidad
o no también han merecido mi atención jurídica por los problemas laborales
existentes en situación de normalidad.
4. Es muy difícil
la tarea de nuestros gobernantes, y desde luego no pienso solo en un ámbito
local, autonómico o estatal en España sino también en el europeo e
internacional, pero ahora es el momento de demostrar que la economía está al
servicio de las personas, y en especial de las más necesitadas, de las más
vulnerables. De la misma manera que quienes eran prescindibles (horrorosa
palabra referida a personas y que solo utilizo para dar más valor a su
contraria, imprescindibles) ahora se reconoce su trabajo (de momento con
palabras, y más adelante habrá que pasar, tanto en normas legales como en
acuerdos colectivos, a los hechos), también es el momento de prestar especial
atención a quienes se encuentran más desprotegidos. En esta tarea, y en el
éxito de la misma, se podrá comprobar si la solidaridad es algo más que una
palabra. Muchos ánimos y coraje en el empeño.
1 comentario:
Solo gracias por este escrito, o casi "solo gracias", porque Sr. Rojo, sus palabras reconfortan y dan esperanza, en tanto el lector ve expresado publicamente algo que sentimos, más o menos confusamente, y que en virtud de su sencilla expresión se nos presenta ordenado, claro, patente por necesario: los prescindibles son, hoy lo vemos pero siempre lo han sido, imprescindibles. Lo dicho, gracias.
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