La OIT destaca
que la importancia de la competitividad es un objetivo legítimo de cualquier
economía o empresa, pero que es necesario una política coordinada a escala
internacional para evitar, por ejemplo, “una espiral competitiva descendente de
los salarios y las condiciones de trabajo”, enfatizando con buen criterio el
documento que la “línea roja” de la competitividad ha de ser el respeto de los principio
y derechos fundamentales en el trabajo, recordando que la Declaración de 2008
establece que “la violación de esos principios y derechos fundamentales no puede
invocarse ni utilizarse en modo alguno como ventaja comparativa legítima y que
las normas del trabajo no deberían utilizarse con fines comerciales
proteccionistas” (¿recordamos Bangladesh, empresas del sector textil, por poner
un reciente y triste ejemplo práctico?), y que las diferencias salariales a
escala mundial, de las que se da debida cuenta el Informe, “contradicen la idea
de que las estrategias de competitividad pueden basarse principalmente en la
reducción del costo de los salarios”.
Por cierto, en
el debate actual sobre la importancia de los salarios mínimos y su impacto
sobre el empleo, lanzado en España por el Informe anual 2012 del Banco de España,
en el que llega a proponerse su supresión en determinados supuestos (“cabría
explorar la posibilidad de establecer nuevas fórmulas que permitieran, en casos
especiales, la desviación temporal respecto a las condiciones establecidas en
la negociación colectiva, o mecanismos excepcionales para evitar que el salario
mínimo actúe como una restricción para grupos específicos de trabajadores con
mayores dificultades para su empleabilidad”), no deja de ser significativo que
dos importantes países europeos, Alemania y Francia, con modelos laborales
diferentes, hayan llamado muy recientemente, en su aportación conjunta alConsejo europeo a celebrar los días 27 y 28 de este mes, a tomar en consideración
la dimensión social en la UE y la prevención de los desequilibrios sociales “como
un imperativo político y una necesidad económica”, con llamadas a la mejora de
los niveles educativos, al mantenimiento de un alto nivel de protección social,
y contemplando “la implementación de salarios mínimos, fijados en el ámbito
nacional, que garatizarían una tasa de empleo elevada y salarios equitativos”.
La OIT subraya
nuevamente la importancia del diálogo social para abordar esta compleja
cuestión y lograr una distribución equitativa de los costes y beneficios
derivados de la situación actual, y justamente dedica un informe monográfico al
diálogo social en esta Conferencia, en que plantea varios puntos a debate,
entre ellos la inclusión de más sectores, empresas y trabajadores en los
mecanismos de diálogo social, planteando esta dos preguntas: ¿Cómo hacer para
que el diálogo social sea más integrador, y para que los interlocutores
sociales en todos los niveles representen mejor a las empresas y a los trabajadores
vulnerables y no organizados? ¿Qué apoyo podría prestarse a los sistemas de administración
e inspección del trabajo a fin de facilitar la transición de la economía
informal a la economía formal y extender la protección de la legislación
laboral a los trabajadores vulnerables?
F) Por fin, el
Informe se detiene, con la lógica brevedad de un documento de carácter general
e introductorio y no monográfico, sobre la evolución de la producción y el
empleo, insistiendo nuevamente en la importancia del trabajo decente y
constatando que el clásico estereotipo del trabajador con un empleo permanente
a tiempo completo y condiciones regulares de trabajo “es ahora una realidad
cada vez menos frecuente”, con la realidad de muchos trabajadores, que
cuantifica en la mitad de la fuerza de trabajo mundial, que no trabajan a
tiempo completo para un mismo empleador, de tal manera que “el empleo
supuestamente atípico se ha convertido en el empleo típico y la norma ha pasado
a ser la excepción”. Estamos asistiendo cada vez más a la aparición de multitud
de diversas formas de empleo, a lo que la OIT añade otro elemento importante de
reflexión a escala mundial, cual es “la fragmentación del proceso productivo en
cadenas de producción cada vez más complejas y diseminadas en varios países o
regiones”. Todo ello sigue planteando nuevos retos a la OIT para seguir avanzando
en el fortalecimiento del trabajo decente a escala mundial en el marco de cada
vez nuevas realidades productivas donde la importancia de los Estados se sitúa
en muchas ocasiones al mismo nivel que las redes de producción a escala
internacional, y de ahí la importancia de una normativa internacional que
aporte respuestas a estas realidades.
3. Sobre la
situación del mercado de trabajo y de la población laboral en el ámbito
específico de la UE, un reciente Informe de Eurostat, elaborado por MartinTeichgraber, con los datos de 2012 es muy interesante para conocer cuál es la
situación de la UE en un momento en que varios países del centro y del norte de
Europa se encuentran en buena situación económica mientras que en varios del
sur la situación es especialmente preocupante por su negativo impacto sobre el
empleo y el importante número de personas desempleadas. Destaco algunos datos
generales que me han parecido de mayor interés:
A) La tasa de
empleo de la población de 15 a 64 años es del 64,2 %, y sigue siendo superior
entre los trabajadores varones (69,8 %) que entre las mujeres (58,6 %). Hay
importantes diferencias entre los Estados, ya que cinco, con los Países Bajos a
la cabeza, superan el 70 %, mientras que diez no pasan del 60 %, entre ellos
España (55,4 %); o lo que es lo mismo, España es el segundo Estado de la UE con
menor tasa de empleo, sólo por encima de Grecia, habiendo disminuido dicha tasa
en 2,3 puntos en un año. Si se usa para la UE el dato de la tasa de empleo de
la población de 20 a 64 años, que es también el utilizado en la Estrategia
Europa 2020, la tasa se incrementa lógicamente, hasta llegar al 68,4 %, si bien bastante lejos del
objetivo fijado del 75 % para 2.020.
B) El número de
personas con empleo en la UE es de 216,1 millones, mientras que el de quienes
se encuentran en situación de desempleo es de 25,1 millones, con un 44,4 % de
desempleo de larga duración y siendo España el que tiene una mayor tasa de
desempleo de la población de 15 a 24 años. De tal manera, si bien la fuerza de
trabajo se incrementó en la UE en 2012 en 1,1 millón, casi el mismo número (1
millón) fue el que disminuyo la población empleada, con un impacto muy superior
entre la población masculina con respecto a la femenina (0,8 y 0,2 millón,
respectivamente).
C) Otros datos
de relevancia para entender cómo está cambiando la fuerza de trabajo en el seno
de la UE son los siguientes:
a) El incremento
de la población empleada de mayor edad, de 55 a 64 años, que se incrementó 1,5
puntos en un año hasta alcanzar el 48,9 %.
b) El incremento
del trabajo a tiempo parcial, que ya alcanza el 19,2 %, con una diferencia muy
importante entre la población femenina y la masculina (32,1 y 8,4 %,
respectivamente).
c) La tasa de
temporalidad se sitúa en el 13,7 %, siendo España la que ocupa (a pesar del
importante descenso operado en los últimos años) el segundo lugar (23,6 %),
solo superada por Polonia.
C) El 70,1 % de
la población empleada trabaja en el sector de servicios, con mayor presencia
entre quienes prestan servicio para el mercado (39,6 %), que aquellos que lo
hacen básicamente en los ámbitos de las Administraciones Públicas, educación y
sanidad (30,5 %), mientras que la población del sector industrial supuso el
24,9 % del total, y la del sector primario sólo el 5 %, pero todos estos datos,
ciertamente, con importantes diferencias entre los 27 Estados miembros (a la
espera de saber cómo cambiarán con la incorporación de Croacia como 28º Estado
a partir del próximo 1 de julio).
D) La tasa de
asalarización es del 83,3 %, con una media semanal de duración de la jornada de
40,4 horas en trabajos a tiempo completo y de 20,2 en aquellos a tiempo parcial,
mientras que el porcentaje de trabajadores autónomos es del 15,2 %, con una
presencia significativa en el sector de
servicios orientados al mercado (46,1 %), en donde España ocupa la primera
posición en el ranking europeo con un elevado 57.6 %. Como elemento que pongo a
debate para reflexionar sobre la mayor o menor calidad del trabajo autónomo,
destaco el dato de que los cuatro países con mayor presencia de población autónoma
son Grecia, Italia, Portugal y Rumania, que no son precisamente los que tienen
un mejor y más equilibrado mercado de trabajo ¿verdad?
E) También son
interesantes y necesarios de destacar los datos relativos a la población trabajadora
extranjera, es decir tanto de los nacionales de un Estado de la UE que residen
en otro Estado miembro como de la población de terceros países, un total de
15,2 millones distribuidos entre 6,6 millones en el primer caso y 8,6 millones
en el segundo, siendo la tasa de empleo catorce puntos más elevada en el primer
grupo (67,7 y 53,7 %, respectivamente). Por el contrario, los datos de
desempleo demuestran una situación contraria, ya que el porcentaje de población
desempleada extracomunitaria es del 21,3 %, que se “reduce” al 12,5 % entre
ciudadanos de la UE, con el dato importante, y del que lógicamente se han hecho
eco gran parte de los medios de comunicación españoles, de que España ocupa la
primera posición en tasa de desempleo de población extracomunitaria, llegando
al 38,6 %.
Buena lectura de
los documentos.
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