viernes, 23 de julio de 2010

La creación de empleo en la sociedad europea: una respuesta necesaria para salir de la crisis (I).

Reproduzco en esta entrada del blog la ponencia presentada el 22 de julio en el curso de verano organizado por la Universidad del País Vasco con el título “Europa en el siglo XXI: ser o no ser”.

Introducción.

1. La tesis general de mi artículo es que las políticas de empleo deben apostar por la búsqueda del pleno empleo estable y de calidad, mediante la adecuada combinación de políticas activas de acceso al mercado de trabajo y de políticas de protección económica para las personas que se encuentran en situación de desempleo. Hay que prestar una atención especial, tanto en políticas “de cantidad” como “de calidad”, a los colectivos con más dificultades, como son las mujeres, los desempleados de larga duración, los jóvenes, los discapacitados, y buena parte de los inmigrantes incorporados, de forma regular o irregular, al mercado de trabajo. Se trata de dirigirse a un mercado de trabajo cada vez más diversificado y con instrumentos adecuados que permitan hacer frente a esa diversidad.

El proceso de globalización o mundialización ha tenido lugar de forma cada vez más rápida desde la década de los noventa del ya finalizado siglo XX; que han existido procesos económicos de carácter global en etapas históricas anteriores es algo bien sabido, pero el cambio que se ha acelerado en los últimos años, con el importante impacto de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC), ha alterado sustancialmente las reglas del juego que se aplicaban desde mediados de los años cincuenta del siglo XX en los países desarrollados, e igualmente ha tenido una trascendencia considerable sobre los países en desarrollo.

2. El marco normativo de las políticas de empleo debe atender a realidades políticas, económicas, jurídicas y sociales, que han cambiado sensiblemente en los últimos años con respecto a etapas históricas anteriores.

A) En España se ha producido el desarrollo del marco político constitucional y estatutario, con la transferencia de la gestión de las políticas activas de empleo desde el Estado a las Comunidades Autónomas (CC AA). Es decir, ha cambiado el mapa territorial del empleo y la gestión de las políticas se aproxima cada vez más a las realidades específicas de cada CC AA, sin merma obviamente de la intervención de los poderes públicos estatales en sus ámbitos (cada vez más reducidos) competenciales.

B) La incorporación de España a la Comunidad Europea a partir de 1986 implicó la adaptación gradual y paulatina de nuestro marco jurídico, con la obligación, a partir de la entrada en vigor del Tratado de Ámsterdam, en 1997, de adecuar nuestra política de empleo a las orientaciones generales de la política económica comunitaria, a la Estrategia Europea de Empleo y a las directrices anuales para el empleo. Más concretamente, hay que atender a las orientaciones comunitarias de la política de empleo que se dirigen a los Estados miembros. Los poderes públicos estatales deben mejorar las respuestas a las necesidades detectadas en el mercado laboral, y ello pasa, entre otras medidas, por fortalecer y mejorar, cuando fuere necesario, la capacidad de intermediación de los servicios de empleo, eliminar los obstáculos a la movilidad de los trabajadores en el ámbito comunitario, tener un mejor conocimiento de cuáles son las necesidades reales de los mercados de trabajo, y llevar a cabo una adecuada gestión de la migración económica.

C) La nueva realidad de la inmigración, de especial importancia en el mercado de trabajo español en la década que vamos a finalizar, es un elemento destacado de diferenciación respecto de nuestro marco de análisis de la realidad económica y social española con respecto a lo que ocurría, no ya hace veinte años sino también a finales del pasado siglo XX. Un reto importante, a mi parecer, es garantizar la integración regular y ordenada de los inmigrantes en el mercado de trabajo, y mucho más en la difícil situación económica y social actual. En efecto, la importancia de la inmigración sigue siendo muy significativa en el mercado de trabajo español, como característica diferenciadora de otros Estados de la UE. Sólo quiero dar ahora un dato que me parece de interés referido a la CC AA que acoge este curso: según el documento presentado el 4 de junio por el Servicio Vasco de Empleo en la IV edición de los “Diálogos del Servicio de Empleo de Cataluña”, con el título “Lanbide orientación: modelos y resultados”, de las 74.037 personas atenidas en el conjunto de la red (un 7,1 % de la población activa) “el 26 % de las personas que se acercaron a los servicios fueron inmigrantes” (en la actualidad ese porcentaje se sitúa ya en el 29 %), siendo los principales países de procedencia de las personas extranjeras los de Marruecos (17,9 %), Bolivia (10,6 %), Colombia (10,0 %) Ecuador (6,6 %), Argelia (5,6 %) y Rumania (5,5 %).

D) La coordinación de las políticas de empleo, tanto en su vertiente ascendente como descendente, se configura como una pieza central y necesaria para dar debida respuesta a los nuevos retos que se plantean en el mercado de trabajo, adquiriendo capital importancia el correcto y adecuado conocimiento de la realidad territorial en la que operan las diferentes políticas de empleo. Además, la mayor participación femenina en el mercado de trabajo, la mayor presencia ordenada de la inmigración y el mantenimiento en el mundo laboral de los trabajadores de edad madura (de 55 a 64 años) son requisitos obligados para poder alcanzar los objetivos fijados en las diferentes estrategias europeas elaboradas desde el año 2000.

4. Ha cambiado el trabajo en las últimas dos décadas. Efectúo esta afirmación porque creo que así ha ocurrido y porque es conveniente reflexionar en estos momentos sobre el trabajo y su futuro. Hay que debatir sobre cómo adaptar las políticas a los cambios en los conceptos de trabajo, empleo, actividad, formación o desempleo. También me parece obligado establecer mecanismos adecuados de articulación entre las políticas activas y pasivas de empleo, y dar respuestas socialmente adecuadas a la problemática del desempleo y a la precarización de las condiciones de trabajo, que en numerosas ocasiones son dos caras de la misma moneda, porque el debate sobre el trabajo y el empleo debe girar tanto sobre la cantidad de trabajo como, muy especialmente, sobre su calidad. Coincido con el documento del grupo de reflexión presidido por Felipe González sobre el futuro de la UE cuando enfatiza que Europa debe centrarse en la creación de crecimiento y empleo, pero “no cualquier tipo de empleo, sino el que se adapte a la sociedad del conocimiento, y no cualquier forma de crecimiento, sino el crecimiento que sea sostenible y definido no sólo por el PIB”. Debemos invertir en investigación, desarrollo tecnológico e innovación. El documento alerta sobre el hecho de que se prevé que en 2030 “Asia esté en la vanguardia de las novedades científicas y tecnológicas, produciendo bienes de alto valor capaces de transformar la producción y la calidad de vida en general”, y que el riesgo que corre la UE si no corrige las deficiencias estructurales de la mayor parte de su economía (“baja productividad, desempleo estructural, insuficiente flexibilidad del mercado laboral, capacidades desfasadas y débil crecimiento”) es “volverse una península occidental del continente asiático, cada vez más insignificante”.

Que han cambiado los conceptos y prácticas del trabajo, la actividad, la formación o el desempleo, también se constata con claridad en recientes documentos comunitarios, que ponen de manifiesto la necesidad de adecuarlos a los cambios que también operan en el escenario económico internacional. En esta línea, el Consejo Europeo de Empleo, Política Social, Sanidad y Consumidores (EPSCO), celebrado el 8 de junio, aprobó las conclusiones, basadas en una propuesta del Comité de Empleo, sobre “nuevas capacidades para nuevos empleos: el camino a seguir”. De dichas conclusiones me interesa destacar su referencia a los varios factores que están estimulando a largo plazo, según el Consejo, la demanda de capacidades distintas y de más alto nivel, e impulsando profundos cambios sectoriales y profesionales: “la mundialización y el comercio internacional, la adaptación al cambio climático -que exige efectuar la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono, que utilice más eficazmente los recursos y con una necesidad cada vez mayor de capacidades "verdes", la creciente importancia de la economía basada en el conocimiento, en particular de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y de las nanotecnologías, el envejecimiento de la población, la urbanización y el cambio de las estructuras sociales”.

4, Dar adecuadas respuestas a las nuevas realidades será cada vez más necesario ante la difícil situación económica y social en que nos encontramos, con una grave crisis del empleo, y el correlativo incremento del desempleo, desde 2008. Los datos facilitados por organismos y organizaciones internacionales dan debida cuenta de la gravedad de la situación vivida, y conviene recordar que la creación de empleo va con bastante retraso con relación a la recuperación económica (incipiente en algunos Estados de la UE). Por ejemplo, el Banco Central Europeo hace notar en su Boletín del mes de julio que “a finales de 2009 el empleo volvió a su nivel de mediados de 2006, lo que supuso una reversión de dos años de crecimiento”, con unas pérdida de empleo particularmente acentuada en el sector de la industria y de la construcción, y que la recesión de 2008 y 2009 “ha sido la más fuerte registrada en la zona euro desde la Segunda Guerra Mundial”. La crisis del empleo, y coincido con este planteamiento, ha afectado de manera diferente a la población trabajadora según su edad, situación contractual o nivel de cualificación, con especial impacto sobre jóvenes (menores de 25 años), los trabajadores temporales y las personas con bajo nivel de cualificación (escolares básicas o inferiores). Por su parte, en las Perspectivas de Empleo 2010 de la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) se enfatiza que “La economía mundial está saliendo de la peor crisis financiera y económica de los últimos cincuenta años; pero se requerirá tiempo y una fuerte voluntad política sanar las heridas del mercado laboral”. Por otra parte, y ante la escasez de recursos económicos para hacer frente a la crisis, la OCDE no cuestiona la conveniencia de que pudiera haber programas dirigidos al conjunto de la población trabajadora en abstracto, pero afirma que ahora toca ya, de manera indispensable, “centrarse en programas rentables así como identificar a los grupos menos favorecidos”.

También cabe destacar que uno de los documentos que más atención ha suscitado en la conferencia anual de 2010 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha sido el informe adjunto a la memoria del Director General dedicado a “Recuperación y crecimiento bajo el signo del trabajo decente”. En el texto se contienen lúcidas y sugerentes reflexiones sobre la difícil situación económica y social que padecen millones de personas en todo el planeta, desde su manifestación inicial (de especial interés para la situación actual de la UE) de que los primeros síntomas de recuperación se enfrentan “a una nueva fase de la crisis financiera, relacionada con la deuda soberana, que pone en peligro las perspectivas de crecimiento de algunos países, puede afectar a la economía mundial y vuelve a sembrar dudas sobre la estabilidad del sistema monetario y financiero internacional”. Una parte significativa del documento está dedicada a formular alternativas y propuestas para garantizar la recuperación y sentar las bases de una “globalización equitativa”, desde la manifestación previa de que el reto sigue siendo más empleo, estable y de calidad, es decir “aumentar la cantidad y calidad de las oportunidades de trabajo para todas las personas en edad de trabajar y que desean trabajar”. Se propone poner el acento en la gradualidad de las medidas que se adopten para ir suprimiendo las medidas de estímulo fiscal adoptadas durante la crisis, a fin de conseguir que tales medidas incrementen el consumo de los hogares, reactiven las inversiones empresariales y generan nuevos empleos y crecimiento económico. Como puede comprobarse, el debate planteado por la OIT es el mismo que existe en el seno de la UE, aunque en esta parece que ganan (de momento) los partidarios de las medidas radicales para reducir los déficits públicos, sin preocuparse en exceso por las consecuencias sociales sobre la mayor parte de la población. Por ello también es motivo de satisfacción la aprobación el último día de la Conferencia de una Resolución sobre las acciones a adoptar en el plano internacional en el ámbito del empleo y que recoge cinco reglas que todas las políticas económicas y sociales deberían tomar en consideración y aplicar para dar una respuesta eficaz a la crisis, a mi parecer: que todas las personas puedan gozar de un régimen mínimo de protección social; que exista una base económica y de empleo sólida; el pleno respeto en todos los países de los principios y derechos fundamentales en el trabajo; la potenciación del diálogo social como elemento central para garantizar una distribución justa tanto de los beneficios de la mejora de la productividad como de la carga de ajuste en momentos de crisis económica; en fin, la apuesta por empresas sostenibles para que pueda lograrse la mejora de la productividad y el crecimiento del empleo.

5. Último, pero no menos importante, es hacer referencia a las cifras de desempleo, detrás de las cuales, que nadie lo olvide, hay personas. Según los datos facilitados por Eurostat, el mes de mayo había 23.127.000 desempleados en la UE, siendo positivo el descenso de 37.000 desempleados con respecto al mes anterior pero mucho menos el incremento de 1.801.000 personas con respecto al mismo mes del año anterior (9,6 % y 8,9 %, respectivamente). Las diferencias entre Estados son muy significativas, yendo desde el 4,0 % de Austria al 20 % de Letonia (seguida por España con un 19,9 %). El desempleo masculino es del 9,7 y el femenino del 9,5 %, mientras que el paro de los jóvenes menores de 25 años es del 20,5 % (con el preocupante dato de desempleo español de un 40,5 %).

No hay comentarios: