1. Hoy y mañana se celebra la nueva reunión del G-20, en la ciudad norteamericana de Pittsburg. Me propongo, en esta nueva entrada del blog, examinar y comentar algunos documentos internacionales que ponen el acento, ciertamente con diferente intensidad, en la importancia de que la variable “empleo” sea valorada especialmente por los dirigentes políticos en cualquier política que se adopte para encarar los restos de la crisis económica y social en la que todavía vivimos, y de la que costará salir en el terreno de las relaciones de trabajo durante varios años si no se toman medidas apropiadas para hacer de la creación de empleo un eje central de cualquier decisión.
Una crisis que, volvamos a repetirlo, tiene carácter mundial y que según el prestigioso economista Josep Stiglitz es probablemente la más profunda y prolongada que ha habido desde la gran depresión de los años treinta del pasado siglo XX. En una conferencia pronunciada el pasado mes de marzo, Stiglitz reflexionaba de forma sugerente sobre la relación entre crisis mundial, protección social y empleo, poniendo de manifiesto que la crisis afecta a todos los países, y por tanto aquí también se incluyen los países en desarrollo. A su parecer “durante cierto tiempo se creyó en el mito de que la crisis surgida en los Estados Unidos quedaría circunscrita a este país, por lo que no llegaría ni a Europa ni a los países en desarrollo. Ya es indudable que no es así. La globalización ha unido a toda la economía mundial y no puede darse un desplome del país más rico del mundo sin que tenga repercusiones en todos los demás”. Tras poner de manifiesto que el incremento de las desigualdades sociales se ha incrementado en los últimos 30 años y que se ha producido un trasvase de recursos de los podres a los ricos, “de quienes gastarían el dinero a quienes no necesitan gastarlo”, y que ello ha contribuido de forma decisiva a un descenso de la demanda agregada, Stiglitz exponía de forma clara y gráfica cuál es la naturaleza del problema al que nos enfrentamos: “Los trabajadores de la economía mundial poseen las mismas cualificaciones que antes de la crisis y tampoco han cambiado las máquinas ni los recursos materiales. El problema es que hay un fallo de organización, otro de coordinación y otro macroeconómico. Somos incapaces de poner a producir esos recursos humanos y materiales, lo cual deja claramente de manifiesto la importancia de la política económica y de la organización productiva. No son nuestros recursos lo que ha desaparecido, sino la forma en que los organizamos para crear empleos y crear valor. El reto que tenemos ante nosotros es tratar de crear la demanda agregada que los ponga de nuevo en funcionamiento”.
2. En el ámbito comunitario deseo referirme en primer lugar a la reciente declaración adoptada por los Jefes de Estado y de Gobierno el pasado 17 de septiembre para su presentación a la cumbre del G-20, en la que demandan conceder prioridad al empleo en las políticas de recuperación, de saneamiento de las finanzas públicas y de reformas estructurales que se lleven a cabo; o dicho de otra forma, el empleo y la cohesión social deben adoptar un papel central en cualquier programa que se adopte, en sintonía con el Pacto Mundial para el Empleo aprobado en junio de este año por la Conferencia Internacional del Trabajo y al que ya me he referido en otras entradas del blog. A fin de evitar la exclusión permanente del mercado laboral de un número importante de trabajadores, y los consiguientes costes económicos y sociales que ello puede generar, los Jefes de Estado y de Gobierno piden que se conceda especial atención a “i) el mantenimiento del empleo, la creación de nuevos puestos de trabajo y el fomento de la movilidad; ii) la mejora de las cualificaciones y su adecuación a las necesidades del mercado laboral; iii) el incremento del acceso al empleo. También resulta necesario reforzar la capacidad de adaptación de los trabajadores a las cambiantes exigencias del mercado y prepararlos para se beneficien de las nuevas inversiones en los sectores de las energías no contaminantes, la salud y las infraestructuras”.
Si fijamos nuestra atención en la Unión Europea, hemos de decir que las propuestas formuladas para la cumbre del G-20 son también plenamente válidas para el ámbito comunitario. El reciente Informe sobre las previsiones intermedias para este año pone de relieve que podemos ser moderadamente optimistas a corto plazo sobre la situación económica, y que la recuperación tiene mucho ver que con las medidas incentivadoras que se han aplicado y que se seguirán aplicando en los próximos meses. Pero la Comisión Europea alerta de algo que, no por ser ya sabido no deja de ser importante: “queda todavía por llegar el impacto completo de la crisis en los mercados laborales y en las finanzas públicas, y el ajuste de los mercados inmobiliarios sigue frenando las inversiones en el sector de la construcción de varios países. La recuperación puede, pues, resultar volátil y situarse por debajo de lo previsto”.
Si la recuperación en el ámbito de la creación de empleo no avanza en la UE tan rápidamente como todos deseamos, no mejorarán las cifras de reducción del empleo y del incremento de desempleo. Los datos más recientes facilitados por Eurostat sobre la población activa europea en el segundo trimestre de este año (222,7 millones en la Europa de los 27 y 145,6 millones en la zona euro) constatan la gravedad de la situación: en la zona euro el número de personas con empleo ha disminuido en 702.000 con respecto al primer trimestre (0,7 %), y en la Europa de los 27 el descenso ha sido de 1.443.000 personas (0,6 %), afectando dicha disminución a todos los sectores de actividad con excepción de la administración pública, salud y educación. Si se comparan los datos con el mismo trimestre del año 2.008, el empleo ha disminuido en un 1,8 % en la zona euro y en un 1,9 % en la EU-27.
3. En el ámbito internacional me refiero en primer lugar a las “Perspectivas sobre Empleo 2009” de la OCDE, hechas públicas el pasado 16 de septiembre.
A) Para la OCDE el panorama del empleo a corto plazo es “desalentador”, ya que las proyecciones de su recuperación van por detrás de la recuperación económica, previéndose un incremento de la tasa de desempleo durante el próximo año, que podría acercarse “a un nuevo máximo de la posguerra de 10 % (57 millones de desempleados) en la segunda mitad del año”. La OCDE alerta sobre el grave riesgo de que gran parte de este fuerte aumento en el desempleo se vuelva estructural en naturaleza, porque las personas desempleadas se mantengan en dicha situación durante un largo período de tiempo o simplemente porque caigan en el desánimo y abandonen la fuerza de trabajo.
B) ¿Qué hacer para evitar una degradación del empleo y para reforzar los mecanismos de cohesión social? En primer lugar, disponer de medidas de protección social adecuadas, tanto de cobertura de desempleo como de asistencia social, ampliando su ámbito de aplicación a personas que tienen dificultades para acceder a las mismas (por falta de cotización, por situación administrativa irregular, etc). Pero, como organismo económico que es, la OCDE alerta sobre el posible impacto negativo de una protección “excesiva” y defiende que “esas medidas deben diseñarse de manera cautelosa para reducir al mínimo los efectos desfavorables en los incentivos al trabajo, que podrían prolongar el periodo de cesantía”. De todas formas, el propio documento pone de manifiesto que el aumento del gasto en políticas de protección en particular, y de políticas activas de mercado de trabajo en general, ha sido modesto si se compara con el conjunto de recursos abocados por los poderes públicos en los paquetes de estímulo fiscal, y enfatiza que “aunque las solicitudes de más gasto público en las políticas del mercado laboral deben tener en cuenta que las finanzas públicas enfrentan limitaciones crecientes en muchos países por la acumulación real y proyectada de deuda pública, pueden justificarse por motivos de rentabilidad”.
C) Dados los cambios en el mercado de trabajo y en las estructuras productivas, y la ineludible necesidad de mejorar los niveles de formación de las personas trabajadoras, ya estén ocupadas o en situación de desempleo, la OCDE aconseja poner el acento en primer lugar en las políticas de formación y capacitación que permitan acceder a un empleo después, antes que en aquellas que concedan prioridad al acceso directo al empleo, en especial para quienes sufran riesgo de desempleo de larga duración. La OCDE justifica esta tesis por los ajustes estructurales que se están produciendo a escala internacional en el ámbito económico, y subraya que “las medidas para fomentar la adquisición de habilidades y la capacitación pueden tener una función importante al asegurar que los trabajadores estén bien preparados con los conocimientos adecuados para los trabajos que surjan”. De ahí que se apueste porque las ayudas básicas para la búsqueda de empleo deban mantenerse durante la situación de crisis, “pero quizá se requiera dar mayor importancia a la capacitación, a los subsidios por contratación y a la experiencia laboral subsidiada para asegurar que más personas menos favorecidas que buscan trabajo no se desconecten del mercado laboral”.
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