1. Es objeto de
atención en esta entrada el último informe de la Organización Internacional delTrabajo “Perspectivas sociales y del empleo en el mundo – Tendencias 2020”,
hecho público el lunes 20 de enero y cuya presentación en España, con
referencias concretas al contenido que afecta a nuestro país, fue efectuado por
el director de la Oficina de la OIT en España Joaquín Nieto y que han sido muy
bien recogidas en los artículos publicados el mismo día 20 por las redactoras
Laura Olías (eldiario.es) y Raquel Pascual (Cinco Días/el País) en sus
artículos titulados “La OIT cifra en 64.500 millones de euros al año la pérdidaen la renta de los trabajadores en España desde 2009” y “El mercado laboralespañol no encuentra sitio para 5,4 millones de personas”
Un amplio resumenejecutivo del Informe se encuentra disponible en castellano, habiendo sido
publicado el texto íntegro en inglés. Al documento se acompañan en la páginaweb dos vídeos que ilustran sobre su contenido más destacado, junto con una
amplia síntesis de aquel y las declaraciones del Director General Guy Rider,
quien afirmó que “Para millones de personas
comunes es cada vez más difícil construir vidas mejores basadas en sus trabajos..
La persistencia y la amplitud de la exclusión y de las desigualdades
relacionadas con el trabajo les impiden encontrar un trabajo decente y forjarse
un futuro mejor. Esta es una conclusión extremadamente preocupante que tiene
repercusiones graves y alarmantes para la cohesión social”.
2. Procedo en
primer lugar a efectuar un repaso de los contenidos más destacados a mi parecer
de los informes mundiales publicados desde 2014, para poder efectuar un
seguimiento, y comparación, de todas las temáticas abordadas desde entonces.
A) El 21 de
enero se hacía público el informe “Tendencias mundiales del empleo 2014”, con
un título, en forma de interrogante, muy claro y expresivo: “¿Hacia una
recuperación sin creación de empleo?”. El informe abunda y profundiza en la
preocupación manifestada en los de años anteriores sobre los escaso logros en
la lucha a escala mundial para reducir los niveles de desempleo, mejorar la
calidad del trabajo y adoptar medidas sociales que corrijan las cada vez más
creciente desigualdades poniendo de manifiesto en su presentación, a cargo del director del Instituto de
Estudios Laborales de la OIT Raymond Torres, que el sistema financiero “sigue
siendo el talón de Aquiles de la economía mundial”, y que muy pocos progresos
se han realizado “en la reducción de la pobreza y de las formas vulnerables de
empleo como el trabajo informal y la economía irregular”.
Las cifras
que facilita la OIT a escala mundial pueden parecer que están alejadas de las
realidades y problemas que sufren quienes se encuentran en difícil situación en
su parcela laboral, pero en modo alguno lo son cuando tratas de entender cuál
es la realidad que nos encontramos a escala global. Extraigo aquellas que más
me han llamado la atención: “Se calcula que en 2013 el número de personas
desempleadas se situó cerca de los 202 millones, un aumento de casi 5 millones
respecto del año anterior, lo que significa que el empleo está creciendo a un
ritmo más lento que la fuerza de trabajo…. En conjunto, el déficit mundial de
empleo generado relacionado con la crisis desde el inicio de ésta en 2008,
agregando a un número de por sí considerable de buscadores de empleo, sigue
aumentando. En 2013, el déficit ascendió a 62 millones de empleos, incluidos 32
millones de personas más que buscaban trabajo, 23 millones que se desalentaron
y habían dejado de buscar y 7 millones de personas económicamente inactivas que
optaron por no participar en el mercado de trabajo”. La situación de los
jóvenes es especialmente preocupante ya que cerca de 75,4 millones (entre 15 y
24 años) estuvieron desempleados durante el año anterior, un porcentaje del
13,1 %, “un valor tres veces superior al de la tasa de desempleo de los adultos”,
con un incremento del número de personas desempleadas de larga duración,
reducción de la tasa de participación en el marcado laboral con respecto a la
existente al inicio de la crisis, e incremento del número de personas que
tienen un empleo vulnerable, de tal manera que “el empleo por cuenta propia y
el desempeñado por trabajadores familiares auxiliares representa el 48 % del
total del empleo”.
Aunque haya
disminuido de forma notable desde principios del siglo XXI, y es una noticia de
la que sólo cabe felicitarse, el número de trabajadores pobres, es decir
aquellos que a pesar de tener un trabajo no pueden escapar de una situación de
pobreza, los datos siguen siendo muy preocupantes, y además el Informe pone de
relieve que la reducción parece haberse estancado, de tal manera que “Se
calcula que, en 2013, 375 millones de trabajadores (un 11.9 por ciento del
total de empleados) vivían con menos de 1,25 dólares de los Estados Unidos al
día y 839 millones (o 26.7 del total de empleados) con 2 dólares al día o
menos”.
Por todo
ello, la OIT apuesta por la aplicación de políticas macroeconómicas para la
creación de empleo y un incremento de los presupuestos destinados a las
políticas activas de empleo, al objeto tanto de incorporar más personas al
mercado de trabajo como de mejorar los niveles de calificación y competencias
de las personas en activo.
B) El día 19
de enero se hacía público el informe “Perspectivas laborales y sociales en el
mundo”, que en años anteriores se denominaba “Tendencias mundiales del empleo”.
Según la nota oficial de presentación del documento, este “contiene una
previsión de las tasas de desempleo a nivel mundial y examina los factores
subyacentes a estas tendencias, que comprenden la persistencia de las
desigualdades y la caída de la participación de los salarios. El informe
considera los motores del ascenso de la clase media en el mundo en desarrollo
así como el riesgo de conflictividad social, sobre todo en las regiones donde
el desempleo juvenil es alto. Analiza también los factores estructurales que
configuran el mundo del trabajo, como el envejecimiento de la población y la
evolución de las competencias solicitadas por los empleadores”.
Se trata de
un documento de mucho interés y al que todas las personas interesadas en la
temática de las relaciones laborales y sociales debemos prestar atención ya que
proporciona las grandes cifras y datos globales de cuál es el estado de la
cuestión, año a tras año, a escala internacional y europea, siendo de especial
importancia su seguimiento desde el inicio de la crisis en 2008. Una crisis que
no ha acabado para muchas personas, más allá de las cifras sobre creación de
empleo, habiendo afirmado el director general de la OIT, Guy Rider, en la
presentación del Informe, que “la crisis del empleo dista mucho de haber
terminado, de manera que no hay margen para la complacencia”, destacando del
Informe que seguirá incrementándose la desigualdad de ingresos, “con el 10 por
ciento más rico de la población que devengará entre 30 y 40 por ciento del
total de los ingresos, mientras que el 30 % más pobre ganará entre 2 y 7 por
ciento del total de ingresos”.
El Informe
sigue constatando la existencia de amplias brechas laborales y sociales
surgidas durante la crisis, siendo un reto de futuro, muy difícil de alcanzar
si no se adoptan las políticas adecuadas para ello, crear empleos en un número
suficiente no sólo para acoger a quienes se incorporan al mercado de trabajo
sino también para quienes quedaron fuera del mismo en años anteriores, cerca de
61 millones de personas desde 2008, por lo que para colmar aquello que la OIT
ha calificado, con expresión que ha hecho fortuna, “brecha de empleo”, se
calcula que será necesario crear a escala mundial 280 millones de nuevos
empleos en 2019. Pero los datos y las perspectivas con las que trabaja el
máximo foro mundial sociolaboral no son precisamente optimistas, ya que desde
el inicio de la crisis se han incorporado 31 millones de personas a la
situación de desempleo, en la que se encontraban en 2014 201 millones,
previéndose un incremento de 3 millones este año y de 8 millones durante los
cuatro siguientes. La cifra de trabajadores vulnerables (empleo vulnerable se
define por la OIT como la suma de los trabajadores por cuenta propia más los
trabajadores en negocios familiares) se cifra en 1400 millones en el mundo, con
un incremento de 27 millones desde 2012, y uno de cada catorce trabajadores
seguirá viviendo al finalizar este decenio “en condiciones de extrema pobreza”.
Otro dato
importante a destacar del informe es el incremento de las desigualdades en las
economías avanzadas, mientras que el avance en la corrección de estas en las
economías emergentes y en desarrollo se ha ralentizado considerablemente. Para
las economías avanzadas (no en todas ciertamente, pero España sí estaría en el
grupo de las afectadas), de las que se recuerda que “tradicionalmente las
desigualdades han sido muy inferiores a las de los países en desarrollo” se
dice ahora que las desigualdades en los ingresos han empeorado rápidamente después
de la crisis, y en algunos casos se están acercando a niveles registrados en
algunas economías emergentes”. Para intentar corregir las deficiencias
denunciadas en el Informe la OIT apuesta, una vez más como en anteriores
informes, por el impulso de la demanda agregada y la inversión empresarial, y
la reorientación de los sistemas crediticios para apoyar la economía real y con
especial atención a las pequeñas empresas, junto con políticas del mercado de
trabajo y fiscales bien diseñadas. Igualmente, “también hay que afrontar las
persistentes vulnerabilidades sociales vinculadas a la frágil recuperación
laboral, principalmente el elevado desempleo de los jóvenes, el desempleo de
larga duración y el abandono del mercado de trabajo, sobre todo entre las mujeres.
Para ello es preciso emprender reformas del mercado de trabajo inclusivas con
objeto de apoyar la participación, promover la calidad del empleo y actualizar
las calificaciones”. Tampoco se olvida
la OIT de la situación laboral y social de los jóvenes, con tasas de desempleo
que triplican a las de los adultos, con la necesidad de adoptar medidas
formativas y laborales que corrijan la situación actual.
C) Fiel a su
cita anual, el mes de enero se publicó el Informe de la OIT sobre “Perspectivas
sociales y de empleo en el mundo. Tendencias 2016”, que según puede leerse en
la página web “incluye una previsión de los niveles de desempleo en el mundo y
examina la situación en las economías desarrolladas, emergentes y en
desarrollo, con cifras y gráficos detallados. El informe presta particular
atención a la proporción de empleo vulnerable, así como a la magnitud de la
economía informal. Propone además orientaciones políticas para estimular las
oportunidades de trabajo decente en todo el mundo”. En su presentación, su director general Guy
Rider explicó que “La significativa desaceleración de las economías emergentes
junto a una drástica disminución de los precios de las materias primas tiene un
efecto negativo sobre el mundo del trabajo”, así como también que “Muchos
trabajadores y trabajadoras tienen que aceptar empleos mal remunerados, tanto
en las economías emergentes como en las en desarrollo y, cada vez más, en los
países desarrollados. A pesar de la disminución del número de desempleados en
algunos países de la Unión Europea y en Estados Unidos, demasiadas personas aún
no tienen trabajo. Es necesario emprender una acción urgente para estimular las
oportunidades de trabajo decente, o corremos el riesgo de que se intensifiquen
las tensiones sociales”. Para Raymond Torres, Director del Departamento de
Investigación de la OIT, “La inestabilidad del contexto económico asociada con
la volatilidad de los flujos de capital, la persistente disfunción de los
mercados financieros y la insuficiente demanda mundial, siguen afectando a las
empresas y desincentivan las inversiones y la creación de empleo”.
El Informe
de 2016 pone de manifiesto el impacto que ha
tenido el debilitamiento de la economía en el aumento del desempleo a
escala mundial, situando su origen en
factores que no son en modo alguno actuales sino que vienen de lejos, como el
descenso de la inversión de capital a largo plazo, el envejecimiento
demográfico, la creciente desigualdad y el debilitamiento de la productividad”,
de tal manera que en 2015 el número de personas desempleadas alcanzó los 197
millones, dado que implica no sólo el crecimiento en un millón del número de
desempleados con respecto a 2014, sino también, y mucho más relevante, de
veintisiete millones con respecto a los años anteriores al inicio de la crisis,
crecimiento que se ha concentrado en gran medida en los países emergentes y en
desarrollo, a diferencia de los avances operados en Estados Unidos y Europa, si
bien el Informe no olvida recordar que el sur de Europa, y por tanto en España,
“… a pesar de ciertas mejoras, las tasa de desempleo han seguido altas”. Las
perspectivas laborales no son precisamente halagüeñas de cara al futuro, antes
las cada vez más importantes incertidumbres económicas, y se vaticina un
crecimiento del desempleo en 2,3 millones este año y 1,1 más en 2017.
No sólo
preocupa el desempleo a la OIT, sino que también es motivo de atención la
fragilidad o vulnerabilidad del empleo que se crea, y por consiguiente la
calidad del trabajo debe ponerse en el punto de mira de las políticas de
empleo. Aquí no incluye la OIT todos los supuestos en los que puede observarse
tal fragilidad (estoy pensando en el trabajo temporal permanente, o en el
trabajo a tiempo parcial involuntario ante la falta de posibilidades de acceder
a un empleo a tiempo completo, aunque sí los califica de subempleo y con
especial impacto entre los jóvenes y las mujeres), sino que se refiere al
trabajo por cuenta propia (en bastantes ocasiones, además, una versión jurídica
del falso autónomo, ya que sus condiciones laborales le acercan en gran medida
a un trabajador por cuenta ajena) y al trabajo familiar no remunerado,
constatando que, a pesar de haberse
producido una ligera disminución desde el inicio de la crisis, todavía supone
el 46 % del empleo total en el mundo, o lo que es lo mismo más de 1.500
millones de personas, con porcentajes que alcanzan el 70 % en el Sur de Asia y
en el África Subsahariana.
Otros datos
no menos destacados del Informe, y ya se había alertado de ellos en años
anteriores sin haber recibido respuesta alguna por la mayor parte de dirigentes
de los países a los que iba dirigido, es la constatación de un crecimiento más
lento y por consiguiente, en cuanto que dicho crecimiento va de la mano con un
aumento de las desigualdades sociales, la menor posibilidad de acceso al nivel
de vida de la clase media en buena parte de los países emergentes y en
desarrollo, circunstancia que “puede alimentar el malestar social”. Además,
también en los países desarrollados se constata por el Informe que la alta tasa
de desempleo entre los hombres jóvenes “es, a menudo, un factor determinante,
en los movimientos políticos y sociales”.
Por cierto,
también se observa este malestar en los países desarrollados, y los datos
reunidos por la OIT ponen de manifiesto que hay motivo más que justificado para
ello, ante el importante aumento de la desigualdad de ingresos, de tal manera
que “mientras que los ingresos más altos continúan creciendo, el 40 por ciento
más pobre de los hogares se ha ido quedando atrás desde el inicio de la crisis
mundial”.
En fin, el
Informe de la OIT constata que el número de trabajadores en situación de
pobreza moderada o casi moderada se ha incrementado desde el año 2000
(entendiendo por tal situación quienes viven con un ingreso entre 1,90 y 5 $
diarios en términos de paridad de poder adquisitivo), dato que pone claramente
de manifiesto el deterioro de la remuneración de muchas personas trabajadoras.
En este punto, es necesario resaltar que la calidad de empleo, junto con la
cantidad, debe ser un elemento importante de atención para la mayor parte de
países, y no menos el desarrollo de un sistema de protección social adecuado
que cubra las necesidades de las personas afectadas por situaciones de pérdida
de empleo y de carencia de recursos. Por decirlo con las propias palabras del
documento, “hacer del trabajo decente un pilar central de la estrategia
política no sólo aliviaría la crisis del empleo y mejoraría las diferencias
sociales, sino que también contribuiría a poner al mundo económico en una senda
de crecimiento económico mejor y más sostenible”. Recuérdese aquí el dato
recogido en el Informe de 2015 sobre la falta de protección social de muchos
trabajadores en el mundo: solo el 5 % de los trabajadores vulnerables tienen acceso
a ellos, y el 40 % de los trabajadores asalariados no están protegidos.
Y en esta compleja
realidad económica y social, ¿qué hay que decir sobre la migración y su impacto
en los mercados de trabajo de los países de acogida, y más en estos momentos en
los que, en concreto en la Unión Europea, hay un intenso debate sobre cómo
afectara la mayor presencia de refugiados? Pues bien, el planteamiento de la
OIT destaca que la migración “es un mecanismo importante para equilibrar la
oferta y demanda de trabajo entre los países”, y que el flujo de refugiados
llegado a Europa hace del todo punto necesario “facilitar su entrada en el
mercado de trabajo lo más rápida y eficazmente posible”, enfatizando algo que
también ha sido destacado desde ámbitos económicos pero que cuesta mucho más de
asumir por buena parte de la población, cual es que “a largo plazo, la
afluencia de migrantes ayudará a suplir la escasez de habilidades en ciertas
áreas, así como a mitigar los riesgos asociados con el estancamiento secular”
D) El 12 de
enero fue publicado en la página web de la OIT su Informe “Perspectivas
sociales y de empleo en el mundo. Tendencias 2017”. El texto se acompaña de un
vídeo en el que algunos economistas de la OIT realizan una breve y muy gráfica
explicación de sus contenidos más destacados, junto con mapas y cuadros
interactivos en los que se puede consultar en qué países es más elevado el
desempleo, en cuáles tiene los trabajadores más posibilidades de encontrarse en
una situación de vulnerabilidad y en los que tienen asimismo más posibilidades
de vivir en situación de pobreza aun cuando realicen una actividad laboral.
En la
presentación del documento, el director general de la OIT Guy Rider afirmó que
“Estamos enfrentando un doble desafío: reparar los daños causados por la crisis
económica y social mundial y crear empleos de calidad para las decenas de
millones de personas que cada año se incorporan al mercado laboral”, y señaló
algunos de los problemas que analiza y examina el informe: “El crecimiento
económico sigue defraudando y es inferior al esperado, tanto en su nivel como
en su grado de inclusión. Esto dibuja un cuadro inquietante para la economía
mundial y su capacidad de crear empleos suficientes, mucho menos empleos de
calidad. La persistencia de un alto nivel de formas de empleo vulnerable,
asociada a una evidente falta de progresos en la calidad de los empleos – aún
en países donde las cifras agregadas están mejorando – es alarmante. Debemos
garantizar que las ganancias del crecimiento sean compartidas de manera
inclusiva”.
El informe
pone de manifiesto que el crecimiento económico a escala mundial sigue siendo
“decepcionante” por no poder dar debida respuesta a las necesidades de creación
de empleo, y de su calidad, para la población que ha quedado en situación de
desempleo y aquella que se incorpora anualmente al mercado de trabajo, de tal
manera que la cantidad y la calidad del empleo, y el reparto inclusivo del crecimiento,
siguen siendo retos importantes a los que la política debe dar respuesta si
quiere atender a las necesidades de la inmensa mayoría de ciudadanos y no sólo
a una inmensa minoría. Muy probablemente los cambios que se avecina en Estados
Unidos, las consecuencias del Brexit en el Reino Unido y los problemas de
varios países emergentes, llevan al informe a manifestar su preocupación por la
“elevada incertidumbre sobre la economía mundial”.
Al igual que
en informes anteriores el documento cuantifica las tasas de desempleo y las
necesidades de creación de empleos para evitar que se siga incrementando aquel,
poniendo de manifiesto que una sola décima de incremento (5,7 a 5,8 %) implica
3,4 millones más de personas desempleadas en todo el mundo, llegándose a la
cifra de 2011 millones de desempleados en 2017 si se mantiene las tendencias
actuales. Para la OIT es especialmente preocupante la situación de los países
emergentes, con particular atención a la situación de Brasil. Respecto a los
llamados países desarrollados, preocupa especialmente el incremento del
desempleo de larga duración o de muy larga duración, por las consecuencias que
dicha inactividad tiene sobre las reales posibilidades de reincorporación al
mundo laboral y su automática conversión en un desempleo estructural. Respecto
a los países en desarrollo, la preocupación no es tanto por la situación de
desempleo (aunque ciertamente no se olvide su importancia) sino por el
importante número de trabajadores que ocupan empleos de muy poca calidad,
siendo especialmente afectados los trabajadores autónomos, los trabajadores
familiares no remunerados y los llamados trabajadores pobres (working poors),
es decir aquellos que aun prestando una actividad laboral no disponen de
recursos económicos suficientes para salir de la situación de pobreza.
En efecto,
si la cantidad preocupa, aún más la calidad del empleo, dado que aquellos
trabajadores que se encuentran en situación de vulnerabilidad suelen ocupar
empleos más precarios, con consecuencias también sobre el grado de protección
social que puedan tener. No niega el informe que se han producido mejoras en
las tasas de personas sometidas a tales condiciones, pero sigue manifestando su
preocupación en cuanto que cerca del 42 % del empleo total en 2017, lo que
supone 1.400 millones de personas, tenga un elevado grado de vulnerabilidad, porcentaje
que se incrementa hasta el 50 % en los países emergentes, y a un 80 % en los
países en desarrollo, siendo las dos regiones más afectadas las de Asia
Meridional y África subsahariana.
En todos los
informes elaborados por la OIT hay una especial preocupación por los
trabajadores pobres y el ritmo de disminución de su número a escala mundial,
considerando en situación de pobreza moderada a quienes viven con menos de 3,10
dólares USA en paridad de poder adquisitivo. Pues bien, el Informe por una parte
muestra su satisfacción por el descenso del porcentaje de personas que se
encuentran en tal situación, que podrá reducirse hasta el 28,7 % en 2017, pero
por otra parte se preocupa por la desaceleración que se observa en la
reducción, e incluso se constata que están nuevamente aumentando en países en
desarrollo, a diferencia de lo ocurrido en países emergentes, previéndose que
en aquellos el número de personas trabajadoras pobres aumente en tres millones
anuales durante los dos próximos años.
El incremento
de las desigualdades provoca sin duda alguna un aumento del descontento social
y la posibilidad de conflictos sociales importantes. La tendencia, ya
constatada en informes de años anteriores, se reitera en el informe 2017, con
particular preocupación para las desigualdades por razón de género y el
incremento de las brechas (no únicamente la salarial) entre hombres y mujeres
en perjuicio de estas últimas, recordando en este punto el Informe Mundial
sobre los salarios 2016/17 en el que se constataba las diferencias existentes
“pese a las legislaciones en materia de remuneración equitativa adoptadas en
varios países”. La falta de empleo decente en buena parte de países en
desarrollo y en países emergentes incentiva el interés (forzado, no se olvide,
en la mayor parte de las ocasiones) en la emigración, poniendo de manifiesto el
informe que en el África subsahariana, América Latina y el Caribe, y África del
Norte, la proporción de personas dispuestas a desplazarse al extranjero es del
32, 30 y 27 % respectivamente.
En la última
parte del informe, se constata la necesidad de adoptar medidas que tiendan a
superar las limitaciones estructurales al crecimiento como a evitar, y
corregir, el incremento de las desigualdades, y se insiste, como en informes
anteriores, en apostar por estímulos al crecimiento que se incorporen en las
políticas macroeconómicas, un incremento de la inversión pública que podría
contribuir a la reducción del desempleo y “apaciguar los miedos de un
crecimiento reducido y, por lo mismos, incrementar la demanda de inversión”. No
se olvida el informe, aunque se trate sólo de una referencia colateral en el
marco más amplio del análisis de las tendencias mundiales del impacto que tiene
en desarrollo tecnológico sobre el crecimiento económico y los cambios en el
empleo y la organización de trabajo, anunciando que en el marco de la
iniciativa lanzada sobre el futuro del trabajo será objeto de especial atención
su implicación tanto en la cantidad como en la calidad del empleo.
E) El 22 de enero fue publicado el Informe de la
OIT “Perspectivas sociales y de empleo en el mundo. Tendencias 2018”. El texto se
acompaña de un vídeo en el que se muestran las previsiones sobre el mercado
laboral mundial en 2018, y también de un buscador de datos con varios apartados
específicos (Desempleo, Empleo, Empleo por sectores, Empleo vulnerable,
Empleadores, Asalariados, Fuerza de trabajo, Fuera de la fuerza de trabajo).
En la presentación del Informe, el Director General de la OIT, Guy Rider,
manifestó que “Aun cuando el desempleo mundial se ha estabilizado, los déficits
de trabajo decente siguen estando muy extendidos: la economía mundial todavía
no crea empleos suficientes. Es necesario desplegar esfuerzos adicionales a fin
de mejorar la calidad del empleo para las personas que trabajan y garantizar
que las ganancias del crecimiento sean distribuidas equitativamente”. En la
nota de prensa oficial de presentación, se pone de manifiesto que “A medida que
la economía mundial se recupera, la población activa continúa aumentando, y por
ello en 2018 el desempleo mundial debería mantenerse al mismo nivel del año
pasado”.
El informe, que al igual que los de años anteriores debe ser leído con
mucha atención por todas las personas interesadas en el estudio de los mercados
de trabajo y las relaciones laborales, tanto por la excelente información
facilitada a escala mundial como por las reflexiones y propuestas que quienes
lo han redactado formulan, consta de diversos capítulos (tras el resumen
ejecutivo): en primer lugar, se aborda
con carácter general el empleo mundial y las tendencias sociales, para
inmediatamente proceder a su análisis en las diversas zonas regionales (África,
América, Estados Árabes, Asia y Pacífico, Europa y Asia Central). Sigue a
continuación el estudio de las transformaciones estructurales y sus
implicaciones para la calidad futura del empleo, con subepígrafes dedicados a
las tendencias a largo plazo del empleo sectorial, la variación sectorial del
régimen de empleo y de las condiciones de trabajo, y los cambios previsto en
las condiciones de empleo debido a las tendencias sectoriales del empleo. Por
último, y no menos importante, el Informe aborda el examen del envejecimiento
de la población y los futuros retos que plantea para el mercado laboral.
El informe 2018 constata que el crecimiento económico a escala mundial ha
sido del 3.6 % en 2017, en cuatro décimas superior al del año anterior, debido
a la expansión operada en todos los países, tanto en los desarrollados como en
los emergentes y en desarrollo. No obstante este crecimiento, el número de
personas desempleadas no se reducirá, debido al incremento de las que se
incorporan al mundo del trabajo, calculándose que el desempleo seguirá
afectando a más de 192 millones de personas, con una previsión negativa de
incremento de 1,3 millones para 2019, dato que demuestra la importancia de
adopción de medidas que favorezcan la creación de empleo (estable y de calidad)
a escala internacional.
Además, el desempleo es sólo una de las caras negativas del mercado
laboral, ya que también lo es el empleo vulnerable (identificado por la OIT
como aquel que incluye a los trabajadores por cuenta propia y a los
trabajadores familiares auxiliares), que supone cerca del 40 % de la población
mundial trabajadora, es decir unos 1.400 millones de personas, con un
porcentaje altísimo en países en desarrollo (76 %) y no menos preocupante en los emergentes (46
%), con previsión negativa de incremento anual de 17 millones para 2018 y 2019.
Otra parte del rostro poco agraciado del mercado laboral es el de las
personas trabajadoras pobres, en el que sólo se ha producido un limitado
avance, en términos de reducción de quienes se encuentran en tal situación, en
el último año, y que al igual que ocurría con el empleo vulnerable, afecta
sobremanera a los países en desarrollo y a los emergentes. La reducción de la
pobreza laboral extrema, dato positivo, no va acompañada de la de la pobreza
laboral moderada, de tal manera que el Informe calcula que en 2017 cera de 430
millones de personas trabajadoras de países emergentes y en desarrollo vivían
con ingresos de entre 1,90 y 3,10 dólares estadounidenses.
El mundo del trabajo tiene grandes diferencias según la zona regional que
se tome en consideración, diferencias que también se refieren a los problemas
concretos que deben afrontar. Sirva como ejemplo que en los países
desarrollados la preocupación por el desempleo (siempre en términos agregados)
no debe ser un elemento central de los debates, ya que la tasa del 5,5 %
prevista para 2018 seria la más baja desde el inicio de la crisis económica y
social en 2007, además de ser el sexto año de descenso continuado, pero sí lo
deben ser otros relativos tanto a la cantidad como a la calidad del empleo,
como son “una tasa elevada de subutilización de la mano de obra, un amplio
porcentaje de trabajadores desanimados y
una creciente incidencia del empleo a tiempo parcial involuntario”, mientras
que, por poner un ejemplo con datos cuantitativos semejantes pero muy
diferentes problemáticas laborales, en los países en desarrollo, aun cuando la
tasa de desempleo sea, incluso, algo inferior, a la de los países desarrollados
(5, 3%), los auténticos problemas del mercado de trabajo serían “la
persistencia del empleo de mala calidad y de la pobreza laboral”.
¿Mercados de trabajo desiguales por razón de género y de edad? La
respuesta es afirmativa si hemos de hacer caso a los abundantes datos aportados
en el informe sobre la desigualdad experimentada por las mujeres y también por
las personas jóvenes menores de 25 años. Para las primeras, el llamado “déficit
de participación en el mercado laboral (siempre con datos agregados) es de 26
puntos con respecto a los hombres; participación, que no implica menor
desigualdad en el acceso efectivo al empleo o de estar ocupada en un sector de
actividad y en una categoría o grupo profesional de menor entidad que aquellos
en los que prestan servicios los varones. Para los jóvenes, su tasa de
desempleo está cercana al 13 %, es decir tres veces mas elevada que la de los
adultos, que es del 4.3 %. Un dato especialmente importante para comprender la
problemática de la inmigración, y que afecta de lleno a España, es la tasa de
desempleo de los jóvenes en la zona regional de África del Norte (Marruecos,
Argelia, Túnez, Libia, Egipto y Sudán), que alcanza el 30 %.
El
incremento de las desigualdades provoca sin duda alguna un aumento del
descontento social y la posibilidad de conflictos sociales importantes. La
tendencia, constatada en informes de años anteriores, ha experimentado un leve
descenso de un punto con respecto a 2017, si bien nuevamente debe destacarse
que las convulsiones políticas en África del Norte han provocado que el índice
de descontento social se haya elevado hasta el 26 % es decir cuatro puntos por
encima del global. Datos aportados en el informe sobre la situación del empleo y
desempleo según las diversas zonas regionales tomadas en consideración, auguran
a mi parecer que no decrecerá el número de migrantes de África del Norte y
también del África subsahariana hacia Europa, con España en el primer punto de
mira de muchos de ellos. En efecto, respecto a África del Norte, una de las
conclusiones del estudio es que “A nivel mundial, la región registra la tasa de
desempleo más alta debido a las grandes carencias de empleo para los jóvenes y
las mujeres, quienes están significativamente sobrerrepresentados entre los
desempleados”, y por lo que respecta al África subsahariana, “Más de uno de cada tres trabajadores vive en
condiciones de pobreza extrema, mientras que casi tres de cada cuatro
trabajadores ocupan un empleo vulnerable”.
Un amplio
capítulo del Informe está destinado a la transformación estructural que se está
operando en el trabajo, y por consiguiente también en el mercado laboral, y
cuáles son sus implicaciones para la calidad del trabajo, siempre planteada por
la OIT desde cómo facilitar a toda persona trabajadora un empleo digno y
decente. Hay una constatación generalizada de desplazamiento, o reasignación,
de trabajadores entre sectores productivos como consecuencia de diversos
factores económicos y sociales que afectan a nuestras sociedades, entre los que
se listan “los avances tecnológicos, la acumulación de capital, la
globalización, la tecnología y las políticas gubernamentales”, en el bien
entendido que el sector servicios seguirá experimentando incrementos (en los
países desarrollados supone el 75 % de la población trabajadora, y más concretamente un 41 % en los servicios
de mercado) y el sector de la agricultura mantendrá su tendencia descendente,
siendo en este sector muy importantes las diferencias porcentuales entre los
países en desarrollo (que ocupan al 70 % de su población trabajadora en la
agricultura), aquellos con rentas medias bajas (40 ), los de rentas medias
altas (16 %) y los países desarrollados ( 3%)
La llamada
“desindustrialización precoz”, es decir el menor crecimiento de la actividad
industrial en los países con menores ingresos con ocasión de la reasignación de
factores de producción, lleva a la OIT a ser prudente, y manifestar dudas, con
respecto al posible cambio positivo de la calidad del empleo en el tránsito del
sector agrícola al de servicios, ya que en estos últimos hay una buena gama de
empleo cuyas condiciones laborales son inferiores a los de la industria, en el
bien entendido que esta problemática también afecta a los países desarrollados
y puede provocar un incremento del empleo a tiempo parcial y el subempleo por
insuficiencia de horas de trabajo.
De ahí que
la OIT tenga un punto de preocupación a mi parecer incluso algo superior al
manifestado en Informes de años anteriores, al afirmar que “el rumbo previsto
de la transformación estructural parece tener escasas posibilidades de suscitar
mejoras generalizadas de las condiciones de trabajo”, que “la mejora de las condiciones
de trabajo depende de la capacidad de los trabajadores para encontrar empleos
con mejores condiciones de trabajo en los sectores a los que están pasando, lo
que no está garantizado en absoluto”, que un incremento de número de
trabajadores que pasen de la agricultura a los servicios no implica
necesariamente un descenso en la incidencia de la informalidad laboral, y
poniendo de manifiesto que “para obtener los resultados de la transformación
estructural en materia de trabajo decente primero se habrán de emprender
iniciativas políticas firmes que impulsen la formalización, el empleo de
calidad y la productividad en el sector de los servicios”. Así se explica más
detalladamente en el Informe 2018, cuando aborda la problemática de los países
desarrollados: “…ciertas pautas de cambio estructural pueden dar lugar a una mayor
proporción del empleo temporal y a tiempo parcial, la informalidad y los
empleos de baja productividad, y, como tales, requieren atención. Por ejemplo,
en muchos países desarrollados se está produciendo un desplazamiento del empleo
de la industria manufacturera a los servicios, donde el empleo a tiempo parcial
suele ser más importante y a menudo se contrata involuntariamente, debido a la
falta de oportunidades de empleo a tiempo completo y permanente. Al mismo
tiempo, el sector de los servicios se apoya cada vez más en nuevas formas de
empleo, como el trabajo compartido, el trabajo a llamada y el autoempleo
dependiente. Estas nuevas formas de empleo, aunque pueden ofrecer una mayor flexibilidad
y autonomía que los empleos manufactureros, también pueden estar relacionadas
con el empeoramiento de las condiciones de trabajo en general, ya que a menudo
se caracterizan por una mayor incidencia de las modalidades de trabajo no
convencionales, una mayor intensidad del trabajo, horarios de trabajo excesivos
y un acceso limitado o nulo a la protección social”.
El último
capítulo del Informe está dedicado al examen del envejecimiento de la población
y los futuros retos que plantea para el mercado laboral, constatándose que el
aumento de la esperanza de vida y la caída de la tasa de natalidad “han
desacelerado considerablemente el crecimiento de la población mundial; se prevé
que esta trayectoria continúe en los próximos decenios”, con el indudable
impacto sobre el aumento de la edad media de la población trabajadora
(actualmente es de 40 años) y sobre las partidas presupuestarias que serán
necesario destinar para cubrir las pensiones de jubilación, siendo especialmente importante (obsérvese
bien que no digo problemática) la situación en los países desarrollados, para
los que la OIT calcula que en 2030 “habrá cerca de cinco personas de 65 años o
más por cada diez personas en la fuerza de trabajo, un aumento con respecto a
las 3,5 de 2017”.
Los retos
que deberán abordarse en el futuro inmediato serán los de facilitar una pensión
digna a toda personas jubilada (el informe utiliza la expresión “mantener fuera
de la pobreza a la población jubilada), y adaptar las condiciones de trabajo a
una población cuya edad promedio se irá incrementando gradualmente (en la
terminología del informe se habla de “promover resultados en materia de trabajo
decente para una fuerza de trabajo en creciente envejecimiento y ayudar a los
trabajadores de edad a adaptarse a la transformación del mundo del trabajo”. En
la presentación del informe, el director interino del departamento de investigación
de la OIT, Sangheon Lee, puso de manifiesto que “Además del desafío que
representa un número creciente de jubilados para los sistemas de pensión, una
fuerza de trabajo cada más vieja también podría tener un impacto directo sobre
los mercados laborales. El envejecimiento podría mermar la productividad y
ralentizar los ajustes del mercado laboral después de las crisis
económicas”. En el informe se constatan
los retos con los que se enfrentan las personas trabajadoras de edad, y sus
respectivos países, en estos términos: “Garantizar un acceso adecuado a la
cobertura de las pensiones representa hoy en día un grave problema, que
probablemente se verá agravado de manera significativa a la luz del rápido
envejecimiento de la población descrito anteriormente. De hecho, en todo el
mundo, cerca de un tercio de todas las personas mayores de edad no tienen
derecho a una pensión (OIT, 2017h) y, entre las que sí la tienen, el 52% se
enfrentan a una cobertura insuficiente (OIT, 2014b). Además, sólo un poco más
de la mitad de las personas de edad por encima de la edad legal de jubilación
(51,5%) perciben una pensión de vejez (es decir, prestaciones periódicas en
metálico) y la proporción disminuye al 45,6% si se excluye a China”.
F) Hay que
referirse por fin al Informe “Perspectivas sociales y de empleo en el mundo.
Tendencias 2019”, publicado el 13 de febrero.
En el informe
2018 se planteaba la existencia de mercados de trabajo desiguales por razón de
género y de edad, con respuesta afirmativa si hemos de hacer caso a los
abundantes datos aportados en el informe sobre la desigualdad experimentada por
las mujeres y también por las personas jóvenes menores de 25 años. Para las
primeras, el llamado “déficit de participación en el mercado laboral (siempre
con datos agregados) es de 26 puntos con respecto a los hombres; participación,
que no implica menor desigualdad en el acceso efectivo al empleo o de estar
ocupada en un sector de actividad y en una categoría o grupo profesional de
menor entidad que aquellos en los que prestan servicios los varones. Para los
jóvenes, su tasa de desempleo está cercana al 13 %, es decir tres veces más
elevada que la de los adultos, que es del 4.3 %. Un dato especialmente
importante para comprender la problemática de la inmigración, y que afecta de
lleno a España, es la tasa de desempleo de los jóvenes en la zona regional de África
del Norte (Marruecos, Argelia, Túnez, Libia, Egipto y Sudán), que alcanza el 30
%...”
Con ocasión de la presentación del
Informe de este año, en la nota de prensa oficial de síntesis se destaca que
“el principal problema de los mercados de trabajo en el mundo es el empleo de
mala calidad. Millones de personas se ven obligadas a aceptar condiciones de
trabajo deficientes.
Los datos recientes recabados para
elaborar el informe Perspectivas sociales y del empleo en el mundo: Tendencias
2019 (WESO) indican que, en 2018, la
mayoría de los 3300 millones de personas empleadas en el mundo no gozaba de un
nivel suficiente de seguridad económica, bienestar material e igualdad de
oportunidades. Es más, el avance de la reducción del desempleo a nivel mundial
no se ve reflejado en una mejora de la calidad del trabajo.
Este informe publicado por la OIT alude
a la persistencia de diversos déficits de trabajo decente, y advierte de que,
al ritmo actual, la consecución del objetivo de trabajo decente para todos
establecido entre los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODES), concretamente
en el ODS 8, es inalcanzable para muchos países”.
A mi parecer, los contenidos más
destacados del Informe, por lo que respecta a la temática de la
igualdad/desigualdad salarial por razón de género son los siguientes:
“Persiste
una gran brecha entre los géneros en la participación laboral La tasa de
participación laboral femenina fue del 48 por ciento en 2018, muy inferior a la
masculina, que fue del 75 por ciento; vale decir que, en 2018, alrededor de
tres de cada cinco de los 3500 millones de integrantes de la fuerza de trabajo
mundial eran varones. La evolución hacia el cierre de la brecha de género en
las tasas de participación tuvo un lapso de rápida mejora que se prolongó hasta
2003 pero luego se estancó. Los alarmantes 27 puntos porcentuales de disparidad
registrados en 2018 en la participación laboral debieran impulsar medidas
políticas destinadas a mejorar la igualdad de género en los mercados de trabajo
del mundo y también a potenciar las capacidades de las personas”.
“Aparte de
las personas desempleadas, en 2018 hubo otros 140 millones de personas en la
categoría de «fuerza de trabajo potencial», un grupo clasificable como fuerza
de trabajo subutilizada. En este grupo de quienes buscan empleo pero no están
disponibles para incorporarse a un empleo, o que están disponibles pero no
buscan empleo, hay muchas más mujeres (85 millones) que hombres (55 millones).
En consecuencia, la correspondiente tasa de subutilización de la fuerza de
trabajo es más elevada en el caso de las mujeres –del 11,0 por ciento– que en
el de los hombres –del 7,1 por ciento–. Además, es mucho más probable que las
mujeres trabajen a tiempo parcial, aunque un importante porcentaje de ellas
afirma que preferiría trabajar más horas”.
“...pese a
que la desigualdad entre mujeres y hombres en el mercado laboral también es un
fenómeno mundial, cabe señalar que las mayores brechas se aprecian en los Estados
Árabes y las subregiones de África del Norte y Asia Meridional”.
“La mayoría
de los países presentan brechas salariales de género «ponderadas por factores»,
que oscilan entre el 10 y el 25 por ciento, lo cual indica que el mundo dista
mucho de hacer realidad el principio de una remuneración igual por un trabajo
de igual valor...”..
3. Paso a
continuación al análisis del Informe “Perspectivas sociales y de empleo en elmundo. Tendencias 2020”, destacando previamente algunas referencias concretas
referidas a España y que fueron objeto de explicación por Joaquín Nieto en la
presentación del documento y que han sido recogidas en los dos artículos
periodísticos antes citados.
A) En el artículode Laura Olías, se resalta que “Las rentas de los trabajadores pierden peso sobre la
riqueza a nivel mundial y España es uno de los países que más destaca en ello.
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) ha puesto este lunes el foco en
la "enorme" caída de las rentas del trabajo en España, en favor de
las del capital, respecto al Producto Interior Bruto: han pasado de suponer el
66,6% en 2009 al 61,2% en 2017. "Significa unos 64.500 millones de euros
que anualmente en vez de estar en manos de los trabajadores ya no lo
están", ha explicado Joaquín Nieto, director de la Organización
Internacional del Trabajo para España.
Una de las novedades de la edición del informe de la
OIT para este 2020, y donde se menciona a España, es el estudio de la pérdida
de participación de las rentas del trabajo sobre la riqueza. Con una
metodología desarrollada por la OIT, que incluye no solo los salarios de los
empleados sino también las rentas que obtienen los autónomos, el estudio señala
que "la proporción de la renta del trabajo –en contraposición a la
proporción de la renta nacional que va a parar a los poseedores del capital–
disminuyó a nivel mundial del 54% en 2004 al 51% en 2017".
En 2004, el dato en España era del 63,4%. "En
España la caída ha sido muy superior a la que se ha observado en todo el
mundo", ha subrayado Joaquín Nieto, que ha puesto el acento en el efecto
de la crisis económica. "Desde el año 2009 son cinco puntos menos, es una
cantidad inmensa", ha advertido el responsable de la OIT en España. En
euros, equivale a una disminución para las rentas de los trabajadores de
"64.500 millones de euros al año". "Eso representa una pérdida
también enorme desde el punto de vista de cada uno de los trabajadores: estamos
hablando de 3.200 euros al año por trabajador".
Nieto ha achacado este descenso a la crisis económica
y las medidas que se implementaron para superarla. "Al final todas las
políticas de austeridad de la crisis y la manera que ha habido de afrontarla
han tenido como resultado esa pérdida". La OIT subraya que, al contrario
que la media de la UE, España no ha logrado aún superar el nivel de empleo de
2007. No hay tantos trabajadores y sus salarios se ha devaluado en estos años,
con más precariedad en el empleo, lo que se traduce en total en un menor peso
de las rentas del trabajo sobre el PIB nacional”.
B) Por otra parte, en el artículo de Raquel Pascual se
destaca que “Estar desempleado no es la única circunstancia que evidencia las
disfunciones del mercado laboral. Hay otras situaciones, como tener un empleo
de menos horas de las deseadas (denominado subempleo) o directamente, haber
dejado de buscar un trabajo por puro desánimo, y dejar de pertenecer así a la
población activa.
Este es el mensaje que ha lanzado la Organización
Internacional del Trabajo (OIT) en su último informe de Perspectivas
sociales y del empleo en el mundo. Tendencias 2020 presentado hoy. En estas
proyecciones, este organismo internacional pone cifras a toda esta cantidad de
trabajadores para los que el mercado de trabajo no encuentra un sitio en
España.
Concretamente, a los 3,3 millones de desempleados la
OIT suma 1,2 millones de trabajadores, la mayoría mujeres, que aunque tienen un
empleo a tiempo parcial, les gustaría trabajar con jornada completa. Y, además,
otros 900.00 que no buscaban activamente empleo –y por tanto no cumplen los
requisitos para clasificarse como parados ni como activos– pero que aceptarían
un empleo si se lo ofrecieran.
Esto suma 5,4 millones de personas que están de una
forma u otra “subutilizadas” en el mercado de trabajo español (según la
terminología de la OIT). Esto equivale al 23% de la fuerza laboral en 2019,
cifra que es sustancialmente superior a la tasa de paro en España, que está en
el entorno del 14%, y que es el indicador que se utiliza para conocer la marcha
del empleo”.
4. El Informe se divide en tres grandes bloques. El
primero está dedicado al análisis de las tendencias sociales y de empleo con carácter
global; el segundo centra su atención en distintas regiones mundiales; el
tercero procede a la evaluación de la desigualdades existentes tomando en consideración
las rentas del trabajo. Se acompaña de un apéndice en el que se encuentran
recogidos datos de agrupaciones de países por región y nivel de ingresos, estimaciones
de la OIT basadas en modelos, estimación del desglose detallado del empleo en
el sector manufacturero, y tablas de indicadores del mercado laboral a nivel
mundial por grupo de ingresos de los países y por subregión.
El eje central del que parte el Informe es el de la
necesidad de analizar con “nuevo ojos” los problemas existentes en el mundo
laboral a escala mundial y de utilizar si fuera necesario un nuevo enfoque para
su examen; dicho con las propias palabras del documento “para hacer frente a
los problemas y las dificultades con que tropiezan las políticas es preciso
llevar a cabo una reflexión crítica sobre la idoneidad de nuestros métodos y
conceptos, e introducir innovaciones cuando sean necesarias”, y ya apunta una
duda o pregunta que será muy importante en el Informe, cuál es la del criterio
más adecuado para medir “el mal funcionamiento del mercado de trabajo”, interrogándose
ya sobre si la tasa de desempleo “es la medida más fiable”, con una respuesta
negativa, o como mínimo parcialmente negativa, por cuanto cada vez adquiere más
relevancia el análisis de la llamada subutilización de la fuerza de trabajo, es
decir del número de personas que desearían trabajar más horas, y de la población
inactiva que desea trabajar pero que por distintos motivos no está disponible
para ello. Repárese por ejemplo, y volviendo a España, que en los datos
publicados mensualmente sobre empleo y desempleo, hay una clara diferencia
cuantitativa entre el número total de demandantes de empleo y el de personas
desempleadas, que el mes de diciembre del pasado año alcanzaba la cifra de 1.113.486.
Una palabra, cada vez más presente en documentos
emanados de todas las instancias internacionales, tanto políticas como económicas
y sociales, adquiere una especial significación en el Informe 2020: desigualdad,
enlazada con el análisis más ajustado posible de todos los datos disponibles
para poder llevar a cabo propuestas de diseño de políticas “que posibiliten un
desarrollo sostenible y duradero”, observándose pues la estrecha sintonía entre
el eje central del Informe y las políticas que se han de poner en marcha para
alcanzar muchos de los objetivos de desarrollo sostenible 2030 de las Naciones
Unidas. Sin duda, o al menos así me lo parece, el examen y aprendizaje
permanente de cómo está cambiando el mundo laboral y de cómo incide este cambio
en la mejora o empeoramiento del número de personas afectadas por desigualdades
que pueden provocar incremento de la riqueza para unos pocos, y aumento de la
precariedad, pobreza y exclusión para muchos otros, es necesario para cualquier
persona que desee acercarse a fondo, y sin prejuicios, a las nuevas (aunque
algunas no lo sean tanto, ni mucho menos) realidades laborales.
5. El Informe pivota sobre cuatro grandes ejes, que en
el texto se denominan “mensajes que son desarrollados de forma detallada a lo
largo de sus tres grandes bloques.
A) En primer lugar, se plantea, y se apunta ya que es
muy probable que sea así, que la disminución del crecimiento económico
proyectado para el próximo futuro, ante las incertidumbres y riesgos a los que
se enfrenta la economía mundial y la falta de inclusión (también en la reunión de
Davos de este año se habla de que en la década recién iniciada “debemos crear
un crecimiento económico inclusivo para lograr un mundo socialmente equitativo
y ambientalmente sostenible”), “perjudiquen la capacidad de los países de
menores ingresos para reducir la pobreza y mejorar las condiciones de trabajo”.
Los datos recogidos en el informe constatan el
ensanchamiento de las diferencias entre los países de ingresos bajos con los de
ingresos medios-bajos y medios-altos, llamando, al mismo tiempo que reconociendo
las dificultades existentes para que ello sea posible, a la adopción de medidas
que posibiliten un mayor crecimiento en los primeros y que requerirían de “una
transformación estructural, una actualización tecnológica y una diversificación
para desplazar el empleo de las actividades de bajo valor añadido a las de
mayor valor añadido”, siendo para ello necesario avanzar en ese cambio que
requeriría una disminución de la población ocupada en el sector agrícola y que
en las dos pasadas décadas solo lo fue en un 6 %, estando actualmente en un 69
% de la población ocupada. Conclusión de todo ello es que el ritmo y el tipo de
crecimiento “no solo dificultan la reducción de la pobreza en los países de
bajos ingresos, sino que también obstaculizan las posibles mejoras en el
trabajo decente”.
B) En segundo lugar, y como ya he apuntado con anterioridad
me parece una de las aportaciones más destacadas con respecto a Informes de
años anteriores, el acceso al trabajo no puede tomar como punto de referencia solo
a las personas ocupadas y a quienes están desempleadas, sino que hay que
atender cada vez tanto a la cantidad como a la calidad del empleo (sobre este
último aspecto se incidirá especialmente en el tercer eje o mensaje), lo que
lleva a preguntarse por la importancia del trabajo a tiempo parcial, de quienes
trabajan de forma casi permanente con contratos temporales (y reconozco que
ello es casi una contradicción en sus propios términos), de quienes lo hacen en
la economía informal o irregular, y de quienes desean trabajar pero diversas
circunstancias, básicamente de índole familiar (y con un indudable sesgo de género
en detrimento de la población femenina) no se lo permiten.
Por ello, y aprovechando la mejora y actualización de
las bases de datos disponibles, la OIT
se plantea la importancia real de la subutilización de las personas en edad de
trabajar, es decir la que denomina “tasa de subutilización total de la fuerza de
trabajo”, constatándose que “tiende a acentuarse y supera ampliamente la de
desempleo”. Las cifras no engañan, ciertamente: hay 188 millones de desempleados
a escala mundial, mientras que hay 165 millones de personas ocupadas que desean
trabajar mas horas (por ejemplo, en la UE28 un 43,3 % de hombres y un 23,0 de
mujeres de 25 a 49 años trabajaban involuntariamente a tiempo parcial en 2018,
ascendiendo este porcentaje en España al 71,2 y 52,4 % respectivamente), y 120
millones con vinculo marginal al mercado laboral y falta actual de disponibilidad
pero con interés en encontrar vías que les permitan el acceso. Como el dato
total es de 470 millones de personas que “carecen de un acceso adecuado al trabajo
remunerado como tal o se les niega la oportunidad de trabajar el número de
horas deseado”, ello lleva a quienes han elaborado el Informe a concluir la
importancia, a los efectos de adopción de políticas adecuadas, de “una
comprensión y una medición más completas de la subutilización en el mercado
laboral, además de la medición tradicional de la tasa de desempleo”.
Por consiguiente, no sólo hay que pensar en cómo, y
actuar para, reducir la tasa de desempleo, un 5,4 % a escala mundial en 2019,
sino para que disminuya la tasa de subutilización total de la fuerza de trabajo,
cifrada en alrededor del 13 %. Sin olvidar, que las diferencias en los datos
son muy amplias cuando se desciende a los ámbitos regionales y se constata que
la disminución del desempleo en los últimos años ha sido consecuencia de las
mejoras operadas en países de ingresos altos (aunque con el hándicap de que muchos
de ellos en el sector servicios lo han sido “con poco valor medio añadido para
la mejora de la productividad”), no mejorando en países de ingresos medios y manteniéndose
un elevado porcentaje de trabajadores en la economía informal o irregular en
países de ingresos bajos, principalmente en el sector de la agricultura.
C) Es justamente sobre la calidad del empleo sobre la
que se centra el tercer eje o mensaje del Informe, que pone de manifiesto los
déficits que siguen existiendo en materia salarial y de otras condiciones de
trabajo que afectan tanto a los derechos individuales como colectivos de las
personas trabajadoras, así como en el ámbito de la protección social. Subrayando
también la importancia de tal problemática, desde su perspectiva específica y
que cada vez más tiende a converger en muchas ocasiones con el trabajo
asalariado por el carácter borroso y difuminado (voluntario o no ya es una cuestión
bien distinta) entre ambos, del trabajo autónomo o por cuenta propia.
Por ello, no de extrañar que el Informe siga reiterando
una tesis que ya ha sido expuesta en los de años anteriores, cual es que los déficits
del trabajo decente (según el art. 6 del Convenio 189 de la OIT sobre trabajadoras
y trabajadores domésticos, “Todo Miembro deberá adoptar medidas a fin de
asegurar que los trabajadores domésticos, como los demás trabajadores en
general, disfruten de condiciones de empleo equitativas y condiciones de
trabajo decente, así como, si residen en el hogar para el que trabajan, de
condiciones de vida decentes que respeten su privacidad”) son relevantes en la
economía informal, que “registra las tasas más altas de pobreza entre los
trabajadores y un elevado porcentaje de personas que trabajan por cuenta propia
o de trabajadores familiares auxiliares que carecen de la protección adecuada”,
un número de personas que alcanza una cifra de alrededor de 2.000 millones a escala
mundial, nada más ni nada menos que el 61 % de la fuerza de trabajo mundial,
cifrada en la actualidad en 3.300 millones.
La calidad del empleo pasa, en especial, por disponer
de un salario adecuado para llevar una vida digna, pero ello sigue siendo algo
no posible para un buen número de trabajadores, los llamados “working poors”,
que alcanzan la cifra de 630 millones, lo que supone un 19 % de la población
laboral, situándose tanto ellos como sus familias dentro de las llamadas pobreza
extrema o moderada, percibiendo menos de 3,20 dólares USA diarios “en términos
de paridad de poder adquisitivo”. Ciertamente, y lo apunta con mucha preocupación
el Informe, si no mejora la calidad del empleo, tanto del que se cree como del
ya existente, en los países de ingresos bajos, el ODS número 1, la erradicación
de la pobreza extrema en 2030 es ciertamente muy difícil de conseguir.
D) Constatado que siguen existiendo importantes diferencias,
que no son sino desigualdades, en el acceso al trabajo y en la calidad del
empleo, el cuarto eje o mensaje del Informe pone el acento en que tales
diferencias, la segmentación en suma de los mercados de trabajo, no se da solo
por regiones a escala mundial, sino que también existe a este nivel, y por
supuesto en cada Estado aunque con muy distintos grados de intensidad, entre las
zonas rurales y urbanas, por razón de sexo y también por edad, y se presta
especial atención a una realidad que parece mas visible con los nuevos datos
disponibles por la OIT sobre las rentas del trabajo para todos los trabajadores
(tanto por cuenta ajena como por autónomos), cual es que “la desigualdad de ingresos
es mucho mayor de lo que se pensaba”.
Y esas desigualdades no afectan sólo al acceso al
empleo sino también a su calidad cuando se dispone del mismo, y repárese como
dato especialmente significativo que existe una diferencia de 12 puntos entre
las regiones en que la subutilización de la fuerza de trabajo por insuficiencia
involuntaria de horas de trabajadas no sobrepasa el 1 % (América del Norte y
Europa Oriental) hasta llegar al 8 % (en América Latina y el Caribe) y al 13 %
(en los países de ingresos bajos).
Las desigualdades pueden estar incrementándose entre
zonas urbanas y rurales porque la mayor parte del empleo tecnológico y de alto
valor añadido se está creando en las primeras, y ello con especial importancia
en Asia y el Pacífico, con consecuencia de no menor importancia, tanto a escala regional como en
el seno de un propio Estado, para el incremento del fenómeno migratorio (al que
no es ajeno sin duda el cambio climático y la situación de violencia en algunos
Estados y que lleva a buena parte de su población a migrar, y el muy reciente ejemplo
del éxodo hondureño hacia México, con el deseo de llegar a Estados Unidos, así lo
pone claramente de manifiesto). El Informe subraya un dato de especial relevancia
para todo tipo de políticas (económicas, sociales, de vivienda, de seguridad…) que
ya se están instrumentándose o que deberán hacerlo en el inmediato futuro, cual
es que en países de ingresos medios-altos “se estima que dos tercios de la
población en edad de trabajar en 2019 vivirá en zonas urbanas, lo que supone un
aumento de más de 10 puntos porcentuales desde 2005”.
6. Las desigualdades no solo operan a escala
territorial sino que también se dan, como ya he apuntado, por razón de sexo y
edad, no teniendo poca importancia, ni mucho menos, en algunos países, y me
parece muy acertado que el Informe lo destaque, que “los estereotipos de género
que hacen hincapié en el papel de la mujer como principal cuidadora y en el del
hombre como principal sostén de la familia siguen profundamente arraigados en
algunas regiones”, así como también que estas diferencias negativas para las
mujeres se den también aun cuando su nivel de cualificación profesional sea
superior, siendo significativo, por ejemplo, que “En América Latina y el Caribe…
, por ejemplo, el nivel medio de estudios de las mujeres supera actualmente al
de los hombres, pero las mujeres de la subregión siguen ganando un 17 por
ciento menos por hora trabajada que los hombres”. La tasa global de
participación femenina en el mercado de trabajo es del 47 %, mientras que la
masculina es 27 puntos superior.
En el “InformeMundial sobre Salarios 2018/2019: Qué hay detrás de la brecha salarial degénero”, se aportan datos de mucho interés sobre las brechas salariales, que me
permito ahora recordar, así como se analizan las causas que las provocan.
A partir de
todos los datos disponibles, y utilizando diversas variables, que se explican
con detalle en el texto, se llega a la conclusión de que a escala mundial la
brecha salarial de género oscila entre el 16 y el 22 por ciento. En cuanto al examen y análisis de los factores
que se esconden detrás de la brecha salarial, y poniendo de relieve las
diferencias existentes entre países de ingreso alto y los ingreso bajo y
mediano, sí se constata un dato o patrón común a escala mundial, cuál es que a
medida que se pasa de los salarios por hora más bajos a los más elevados, “la
proporción de mujeres disminuye, en algunos casos de manera acusada”.
No parece, a
juzgar por los datos disponibles, que ni la educación ni otros atributos del
mercado de trabajo (formación, edad, sector profesional, ubicación geográfica),
tengan una importancia significativa en la brecha salarial con carácter global,
y además, con respecto al nivel de formación es un punto de referencia en los
países de ingreso alto que las mujeres tienden a tener mayor nivel educativo
que el de los hombres. Sí que adquieren
relevancia factores que el Informe sitúa dentro de “la parte no explicada” de
la brecha salarial, cuales son la infravaloración del trabajo femenino y el
impacto provocado por la maternidad.
Respecto al primer factor, los datos revelan que los salarios “tienden a
ser más bajos en las empresas que están muy feminizadas que en las empresas que
no lo están pero que guardan similitudes en cuanto a número de trabajadores,
sector económico, propiedad y tipo de convenio colectivo en vigor”; en cuanto
al segundo, que puede estar relacionado
con “con multitud de factores, incluidas las interrupciones o reducción del
tiempo de trabajo, el empleo en puestos de trabajo más fáciles de conciliar con
la vida familiar, que están peor pagados, o las decisiones de contratación o
promoción estereotipadas que penalizan las carreras de las mujeres con hijos”.
Si nos
fijamos ahora en la edad, el Informe 2020 manifiesta su preocupación por las
condiciones laborales en un caso y por el volumen de desempleo en otro de la
población joven, considerando como tal la de 15 a 24 años, situando el número
de NINIS o en terminología inglesa NEET, en 267 millones. Si hemos de prestar especial
importancia a la situación en África, y desde luego en España deberíamos hacerlo
aunque solo sea por la cercanía geográfica y por ser un territorio del que proviene
buena parte de la inmigración, no deberíamos sino estar totalmente de acuerdo
con la tesis del Informe de la necesidad de creación de un importante número de
puestos de trabajo y de oportunidades de trabajo decente como “uno de los problemas
más apremiantes que afronta esa región”, si bien no se olvida desde luego, y
los datos disponible en nuestro país avalan esa preocupación, por la situación
juvenil en Europa y Asia Central, haciéndolo desde la perspectiva de la temporalidad/precariedad
laboral (términos que no siempre van unidos, dejo apuntado), ya que “ la
calidad de los empleos disponibles para los trabajadores jóvenes se ha visto
afectada por la creciente incidencia del empleo temporal en esa región”.
6. Y por
fin, tal como destacó el director de la Oficina de la OIT en España Joaquín Nieto
en la presentación del Informe, y de lo que se hicieron eco destacado los
artículos periodísticos citados, el Informe pone de manifiesto algo verdaderamente
preocupante en términos de cohesión social, que es la disminución, o mejor dicho
que sigue manteniéndose la tendencia de disminución ya observada desde el inicio
de la crisis a finales de la primera década del siglo XXI, de la participación de
las rentas del trabajo en el Producto Interior Bruto (PIB) a escala mundial,
desde el 54 % en 2004 al 51 % en el último año con datos disponibles, 2017, con
un impacto más relevante e Europa y Asia Central y América. No es de menor
importancia la erosión del poder adquisitivo de los trabajadores autónomos cuyo
número se ha visto sensiblemente aumentado como consecuencia de la mayor
presencia gradual y progresiva de la economía de plataformas y la elusión de la
normativa labora del trabajo por cuenta ajena, algo que además de la disminución
global de ingresos se están traduciendo también en un incremento de la pérdida
de derechos laborales y de protección social, algo que ha sido objeto de mi
atención en anteriores entradas en las que he abordado la problemática del
trabajo (asalariado o autónomo) en la economía de plataformas de restauración y
de transporte.
La OIT, a
partir de todos los datos disponibles, enfatiza que “la proporción de ingresos
del trabajo ha disminuido más de lo que sugerían las estimaciones disponibles
anteriormente”, y que si bien las desigualdades de ingresos a escala mundial
han disminuido en los últimos quince años ello se ha debido fundamentalmente a
la mejora de la situación en China e India, por lo que “la desigualdad dentro de
los países se ha estancado durante el mismo período”, y que “la proporción
combinada de los ingresos que corresponden a las clases media y media-alta, que
anteriormente se pensaba que era similar en todos los países, es de hecho mucho
menor en los países de bajos ingresos, mientras que la proporción
correspondiente a la clase alta es mayor en estos mismos países”.
Buena
lectura.
No hay comentarios:
Publicar un comentario