Reproduzco en esta entrada del blog la ponencia presentada en las Jornadas contra la pobreza, organizadas por la Universidad de Castilla - La Mancha, los días 8 y 9 de noviembre, en las que participo en las sesiones dedicadas al derecho y la economía contra la pobreza, y remito a todas las personas interesadas a la lectura íntegra del texto.
Introducción.
Deseo agradecer,
en primer lugar, a la Universidad de Castilla-La Mancha, y quiero personalizar
el agradecimiento en la figura del profesor, y buen amigo, José Antonio Prieto,
la invitación formulada para participar en estas Jornadas contra la pobreza.
Es un placer
compartir mesa de trabajo con personas comprometidas en la lucha por la
justicia social y muy buenas conocedoras de la problemática de las personas que
tienen más dificultades para permanecer o incorporarse al mundo del trabajo,
así como también de las de aquellos que aun siendo trabajadores no alcanzan a salir
de la situación de pobreza por percibir unos ingresos que no les permiten evadir
dicha situación.
Estas jornadas
adquieren una particular relevancia a mi parecer porque guardan estrecha
relación con la celebración de día internacional de las Naciones Unidas para la
erradicación de la pobreza, el 17 de octubre, haciendo ya veinticinco años que se
acordó que este día sería el dedicado a recordar que debe existir un compromiso
de acción por parte de los Estados para luchar justamente contra la erradicación
de la pobreza, poner fin a la misma y avanzar, con medidas adecuadas para ello,
“hacia sociedades pacíficas e inclusivas”. Justamente, en la nota explicativa
oficial, publicada para recordar la celebración anual, se llama por las NU a
personas, comunidades, organizaciones y países, a llevar a cabo la celebración
“de las más diversas maneras, las más ricas y variadas, como por ejemplo:
revelando y compartiendo historias que muestran cómo se puede superar la
pobreza cuando las personas aúnan su esfuerzo con el objetivo de defender los
derechos de todos; organizando o participando en manifestaciones culturales
para celebrar el valor y la lucha diaria de los más pobres; e iniciando un
diálogo profundo sobre el modo de construir una sociedad que no deje a nadie
atrás”. Una celebración, la del 17 de octubre de cada año, que ha de servir
“para mostrar los sólidos vínculos de solidaridad que existen entre personas
que viven en situación de pobreza y personas de todos los ámbitos de la
sociedad, así como nuestro compromiso de trabajar individual y colectivamente
para superar la extrema pobreza y las violaciones de los derechos humanos”.
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La organización me
ha solicitado que aborde en mi intervención la problemática de la población
migrante en particular. La
preparación de una ponencia es siempre, o al menos así lo creo, un momento
ideal para llevar a cabo una doble tarea: por una parte, la actualización y
profundización de artículos sobre la misma temática que el autor ha presentado
con anterioridad; de otra, para leer aquellos artículos, documentos y otras
publicaciones que, por los motivos que fuere, vas guardando en una o varias carpetas
del ordenador a la espera de encontrar el tiempo necesario para su lectura con
la debida atención, siendo una conferencia el momento ideal para hacerlo.
Por ello, comparto ahora con todas
las personas interesadas, tanto las asistentes a las Jornadas como a quienes me
siguen a través de mi herramienta principal de trabajo en estos momentos, mi
blog, la actualización y revisión de anteriores trabajos publicados en el mismo,
en los que prestaré especial atención a los contenidos de carácter laboral que
afectan, e interesan, a la población migrante en su condición, mayoritaria en
España, de trabajadora[1].
Igualmente, actualizo y reviso todos los datos estadísticos disponibles hasta
el momento de dar por concluido este texto[2].
Pero antes de todo ello, cabe
prestar especial atención a las palabras del Papa Francisco sobre la
inmigración. No es por casualidad, en absoluto, que la organización de estas
jornadas haya fijado la fecha de inicio el día internacional de erradicación de
la pobreza y el día de clausura el 19 de noviembre en el que se celebrará la I
Jornada Mundial de los Pobres y para la que el Papa lanza un mensaje
contundente de no resignación[3],
en el que puede leerse que “Hoy en día, desafortunadamente, mientras emerge
cada vez más la riqueza descarada que se acumula en las manos de unos pocos
privilegiados, con frecuencia acompañada de la ilegalidad y la explotación
ofensiva de la dignidad humana, escandaliza la propagación de la pobreza en
grandes sectores de la sociedad entera. Ante este escenario, no se puede
permanecer inactivos, ni tampoco resignados. A la pobreza que inhibe el espíritu
de iniciativa de muchos jóvenes, impidiéndoles encontrar un trabajo; a la
pobreza que adormece el sentido de responsabilidad e induce a preferir la
delegación y la búsqueda de favoritismos; a la pobreza que envenena las fuentes
de la participación y reduce los espacios de la profesionalidad, humillando de
este modo el mérito de quien trabaja y produce; a todo esto se debe responder
con una nueva visión de la vida y de la sociedad”.
Como digo,
si una persona es merecedora de especial atención por su impacto en la vida
social es el Papa Francisco. En dos intervenciones públicas del año 2014 se
refirió de forma clara y directa a la problemática de la inmigración, poniendo
a la persona por delante de los intereses económicos. Es obligado entonces, en
atención al contenido de mi ponencia, hacer referencia a las mismas.
En el
discurso pronunciado el día 21 de noviembre, con ocasión del VII Congreso
Mundial de la pastoral de los migrantes, el Papa destacó los aspectos positivos
y también los negativos de las migraciones, poniendo de manifiesto la necesidad
de políticas de integración adecuadas en los países de acogida. La inmigración,
tal como se puso de relieve en dicho Congreso, es el resultado de múltiples
factores que en más de una ocasión se mezclan entre ellos: “las desigualdades,
la pobreza, el incremento demográfico, la creciente necesidad de empleo en
algunos sectores del mercado de trabajo, calamidades causadas por los cambios
climáticos, las guerras y las persecuciones, el deseo de las nuevas generaciones
de moverse para buscar nuevas oportunidades”. El Papa destacó los resultados
positivos para los países de acogida en términos de incremento de la producción
y del bienestar nacional, y para los países de origen por la recepción de
remesas económicas que alivian en muchos casos su difícil situación, pero no
dejó de reseñar otros aspectos mucho más conflictivos, como son en los primeros
las dificultades de integración (y más en épocas de crisis económica y social),
y en los segundos la pérdida de sus mejores profesionales, la desarticulación
de las familias por las ausencias prolongadas de uno de sus miembros y el
impacto de esas ausencias sobre los menores.
En segundo
lugar, el día 25 del mismo mes de noviembre, el Papa se dirigía en dos
importantes discursos al Parlamento Europeo y al Consejo de Europa. En ambos,
el mundo del trabajo y el de la inmigración merecieron atención específica,
aunque no es menos cierto que los dos discursos afectan en su totalidad a esos
mundos.
En el
discurso pronunciado en el Consejo de Europa, el Papa Francisco se refirió a
“los numerosos retos del mundo contemporáneo que precisan estudio y un
compromiso común, comenzando por la acogida de los emigrantes, que necesitan
antes que nada lo esencial para vivir, pero, sobre todo, que se les reconozca
su dignidad como personas”, para añadir después la mención al “grave problema
del trabajo, especialmente por los elevados niveles de desempleo juvenil que se
produce en muchos países - una verdadera hipoteca para el futuro -, pero también
por la cuestión de la dignidad del trabajo”.
En su
intervención en el Parlamento Europeo, el Papa insistió en la dignidad de las
personas trabajadoras y de los migrantes, y tuvo especial recuerdo para las
tragedias que son la pérdida de vida humanas en su intento de alcanzar una vida
mejor en otros lugares. Sobre el trabajo, efectuó unas manifestaciones que
pueden ser perfectamente acogidas por todo grupo político y toda organización
social con sensibilidad hacia el mundo laboral: “Es hora de favorecer las
políticas de empleo, pero es necesario sobre todo volver a dar dignidad al
trabajo, garantizando también las condiciones adecuadas para su desarrollo.
Esto implica, por un lado, buscar nuevos modos para conjugar la flexibilidad
del mercado con la necesaria estabilidad y seguridad de las perspectivas
laborales, indispensables para el desarrollo humano de los trabajadores; por
otro lado, significa favorecer un adecuado contexto social, que no apunte a la
explotación de las personas, sino a garantizar, a través del trabajo, la
posibilidad de construir una familia y de educar los hijos”.
Sobre la
cuestión migratoria, un fenómeno que no un problema, o al menos eso es lo que
he defendido, y sigo defendiendo, desde hace muchos años, el Papa puso el acento
en abordar la política migratoria, con inclusión del asilo, desde una
perspectiva europea y con la asunción de responsabilidades por parte de todos
los Estados miembros, algo que parece que cuesta mucho poner en práctica. En su
intervención, enfatizó que “no se puede tolerar que el mar Mediterráneo se
convierta en un gran cementerio. En las barcazas que llegan cotidianamente a
las costas europeas hay hombres y mujeres que necesitan acogida y ayuda”, para
inmediatamente lamentar que “la ausencia de un apoyo recíproco dentro de la
Unión Europea corre el riesgo de incentivar soluciones particularistas del
problema, que no tienen en cuenta la dignidad humana de los inmigrantes,
favoreciendo el trabajo esclavo y continuas tensiones sociales”, concluyendo
que “Europa será capaz de hacer frente a las problemáticas asociadas a la
inmigración si es capaz de proponer con claridad su propia identidad cultural y
poner en práctica legislaciones adecuadas que sean capaces de tutelar los
derechos de los ciudadanos europeos y de garantizar al mismo tiempo la acogida
a los inmigrantes; si es capaz de adoptar políticas correctas, valientes y
concretas que ayuden a los países de origen en su desarrollo sociopolítico y a
la superación de sus conflictos internos – causa principal de este fenómeno –,
en lugar de políticas de interés, que aumentan y alimentan estos conflictos. Es
necesario actuar sobre las causas y no solamente sobre los efectos”.
Sería muy
positivo que todos los Estados hicieran caso de esta petición, ¿no les parece?
[1] El trabajo no contiene enlaces que
permitan acudir a los documentos citados, al objeto de facilitar y hacer más
ágil su lectura. Me permito remitir, para encontrar dichos enlaces (con dos únicas
excepciones), a los artículos que he publicado en mi blog en los últimos doce
meses.
[2] Para un estudio mucho más
detallado y exhaustivo de la problemática laboral de los migrantes, remito a la
monografía del profesor Ferran Camas Roda, director de la Cátedra de
Inmigración, Derechos y Ciudadanía de la Universidad de Girona, Trabajo
decente e inmigrantes en España. Ed. Huygens, Barcelona, 2016
[3] “No amemos de palabras sino con
obras”. https://w2.vatican.va/content/francesco/es/messages/poveri/documents/papa-francesco_20170613_messaggio-i-giornatamondiale-poveri-2017.html
(documento consultado el 3 de noviembre de 2017).
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