domingo, 3 de enero de 2010

Encrucijada 2009-2010.

1. Este es el título de la reflexión de año nuevo que acaba de publicar Cristianisme i Justícia (disponible en castellano y catalán), y cuya lectura recomiendo encarecidamente, no ya sólo porque formo parte del Centro prácticamente desde su creación en los inicios de los ochenta, algo de lo que me enorgullezco, sino muy especialmente por la seriedad y rigurosidad del documento, una constante por cierto en la gran mayoría de los que se han elaborado y publicado en sus 30 años de vida (también ha habido algunos que no han respondido del todo a las expectativas, o más exactamente a las mías, pero eso ocurre en cualquier organización cuando, además, el listón se coloca en un nivel alto de exigencia intelectual que ha de ser compatible con la claridad expositiva). Durante los años que asumí la responsabilidad del área social puedo dar fe (nunca mejor empleada esta palabra) del esfuerzo de los miembros de la dirección del Centro para elaborar un texto que recogiera de forma concisa, rigurosa, clara y directa, aquello que había sido objeto de mayor atención en el año que terminaba y lo que podía ser importante para el nuevo año, y siempre desde los ejes de actuación recogidos en su marco jurídico fundacional.

Tomo los datos (aunque todavía, afortunadamente, bastaría de manera parcial con mi memoria, prefiero ir a fuentes más seguras) de la página web de CiJ. Es un Centro de Estudios promovido por la Compañía de Jesús, creado el 1981, con el interés de ser una respuesta a las líneas del Vaticano II, y a sus concreciones a la Congregación General 32 de los jesuitas, la cual señalaba a sus miembros como tarea prioritaria "el servicio de la fe y la promoción de la justicia". Sus objetivos son la reflexión de la fe desde la práctica por la justicia, participación a la dinámica social hacia un mundo más humano, mediante el diálogo interdisciplinario y el análisis de la función de la fe dentro esta dinámica social, y diálogo crítico con la cultura desde una opción clara por la causa de los pobres. El trabajo se realiza mediante investigación, reflexión interdisciplinaria y seminarios internos, y la difusión mediante cursos, mesas redondas, conferencias, publicaciones de cuadernos y libros y página web.

2. Para “abrir boca”, la reflexión se inicia con varias preguntas claras y directas, que tratan sobre las cuestiones económicas, políticas y sociales que se plantean en este mundo convulso en el que vivimos (algunos mucho mejor que otros, esto lo añado yo de mi propia cosecha aunque en todo el escrito se intuye claramente la misma reflexión), que tratan sobre el desempleo, la inmigración, la justicia, el terrorismo, los derechos de los pueblos, los derechos humanos, la vida o la justicia.

Cada pregunta merecería un comentario monográfico para tratar de dar una respuesta lo más rigurosa posible, aunque el punto de partida de dichas respuestas sea claro y evidente a mi parecer: hay que corregir todo aquello que es injusto y hay que adoptar medidas adecuadas para hacerlo. En fin, de mis limitados conocimientos sobre algunas de los interrogantes planteados, me animo a responder, por ejemplo, que el número de personas desempleadas puede reducirse si se mantienen durante el tiempo necesario las medidas de estimulo económico y se adoptan medidas laborales que pongan el acento en pactos en el seno de las empresas que apuesten por medidas preventivas y de formación del personal antes que por la simple (aunque debamos reconocer que en algunos casos también sea necesaria) supresión de puestos de trabajo; que en materia de extranjería la nueva ley recientemente aprobada deberá pasar la prueba del algodón por lo que respecta al impacto de sus medidas más restrictivas de derechos en los ámbitos de reagrupación familiar o de internamiento de los extranjeros que se encuentran en situación irregular, pero que al mismo tiempo deberían reforzarse las medidas de control para evitar la explotación de la mano de obra extranjera (nunca está de más recordar el efecto perverso que tiene sobre la cohesión social de una sociedad la situación de irregularidad laboral si afecta a una parte importante de la población, ya sea extranjera o autóctona); o que el poder judicial tiene serios retos de cara al próximo futuro, pero que no debe olvidarse que en cualquier conflicto que llega ante los juzgados y tribunales hay muchos otros sujetos implicados (no olvidemos a los profesionales de la abogacía) que también deben hacer sus deberes para conseguir que la justicia, sea de verdad, igual para todos.

Por cierto, en la lista de preguntas falta una a mi parecer muy importante: ¿Cuándo adoptaremos las medidas oportunas para abordar de frente y directamente la mejora del sistema educativo? ¿Cuándo asumiremos toda la sociedad y muy especialmente quienes formamos partes del mundo educativo que este es uno de los retos más importantes con los que se enfrenta España desde hace mucho tiempo y al que aún no hemos sabido dar respuesta adecuada? ¿Puede contribuir el tan anunciado “Pacto para la educación” a ello?

3. El núcleo central de la reflexión se centra en una cuestión de indudable importancia: ahora que parece que hay señales, destellos, luces o brotes de recuperación de la difícil situación económica y social vivida y sufrida (por muchos más que por algunos) en los últimos dos años, dicha hipotética recuperación, se preguntan los redactores del documento, ¿significará una vuelta a los vicios que la crearon o una reforma a fondo del sistema? ¿Volveremos a unas estructuras “de pecado” (doctrina social de la Iglesia dixit) que han posibilitado durante mucho tiempo “el fraude, las trampas corruptas y el enriquecimiento al margen del sistema productivo”, y que el bienestar de una parte minoritaria de la sociedad (básicamente la occidental) haya ido acompañado “de un índice mundial perverso de desnutrición, de hambre, de muerte, de desatención sanitaria, de corrupción y violencia” sufrido por buena parte de la población de países en vías de desarrollo (y también, aunque de forma más minoritaria, por una parte de la ciudadanía de países desarrollados)?

Me permito recordar aquí que la Organización Internacional del Trabajo ya puso de manifiesto hace varios meses que el impacto de la crisis sobre la población trabajadora, en especial de los países en desarrollo, es verdaderamente preocupante, y afecta en especial a mujeres, trabajadores migrantes y jóvenes, y en el ámbito de la actividad productiva a los sectores orientados a la exportación, de los que la OIT recuerda que en dichos países son los principales proveedores de empleos formales, y de ahí que manifieste su preocupación por la expansión de la crisis y sus efectos sobre el empleo, ya que las crisis financieras que hemos vivido con anterioridad pusieron de manifiesto que el mercado de trabajo tarda entre cuatro y cinco años para recuperarse con normalidad después de una crisis económica; de ahí también que la actual crisis no solo vaya a provocar pérdidas de empleo, sino que también aumentará “la proporción de empleo informal y de trabajadores pobres, lo que agravará los desafíos existentes”, algo que puede ser especialmente preocupante si, teniendo además en consideración que las medidas de protección social son inexistentes en numerosos países, se cumpliera la dramática previsión que se efectúa en el documento de que, de no prestarse especial atención en las medidas que se adopten a la perspectiva de desarrollo – y partiendo de la base de que la crisis actual no la puede resolver un solo país con receta clásicas del Fondo Monetario Internacional sino que tiene un alcance mundial y que, no se olvide además, tiene su epicentro en los países desarrollados – “entre un 40 y un 50 % de hombres y mujeres de todo el mundo no podrán ganar lo suficiente para superar, ellos y sus familias, el umbral de pobreza de dos dólares de los Estados Unidos al día en 2009”. Por ello, entre las medidas propuestas se contempla, además del fortalecimiento de los derechos fundamentales de los trabajadores y de la potenciación del diálogo social, un incremento general de los niveles salariales que sea congruente con los aumentos de productividad (cuestión que a mi parecer debe tratarse de forma muy ajustada al terreno y en función de cuál sea la situación económica de cada Estado y/o de cada sector productivo, e incluso de cada empresa) y garantizar el poder adquisitivo del salario mínimo “para que éste sirva como punto de referencia de todos los salarios”

4. Y como CiJ es una permanente fuente de incordio intelectual desde sus orígenes para los poderes públicos (¡pero bienvenidas sean reflexiones como estas que ayudan, a quien las lee, a estar siempre con los pies en la tierra¡) y un permanente acicate de reflexión para todos aquellos que participamos en sus actividades, el actual equipo de dirección formula preguntas que traslada a toda la ciudadanía para que, al tratar de responderlas y poner los medios adecuados para ello, no caigamos en la ingenuidad de pensar que algunos retoques son suficientes para “restaurar la normalidad”, porque dicha normalidad ha sido la causante de los males que afligen a buena parte de nuestra sociedad, ya que “cambiar algo para que nada cambie” sería el mejor regalo para unos pocos y una nueva manifestación de desprecio hacia las necesidades de gran parte de la población. Por cierto, las cuestiones formuladas en el documento son no nuevas en muchos casos, ya que las situaciones que han dado pie a las mismas se producen desde hace mucho tiempo, pero la virulencia de la crisis vivida en los dos últimos años las hacen especialmente relevantes en el momento presente.

Les confieso que me gustaría tener respuestas claras y directas a cada una de las planteadas, y que no las tengo en muchas de ellas, pero sí puedo asegurar, desde el ámbito de mis conocimientos profesionales jurídicos, que es posible adoptar medidas legales que vayan en la línea de algunas de las preguntas formuladas. Tal como escribí recientemente en otra entrada del blog, “hace algunos años, no muchos, hubiera sido impensable encontrar en un documento comunitario políticamente tan relevante como son las conclusiones del Consejo europeo referencias a la conveniencia de fijar unos límites en cuanto a la remuneración percibida por los gestores de las entidades financieras. Probablemente los escándalos acaecidos durante los dos últimos años, y la constatación por parte de los poderes públicos del daño, no sólo económico, que las actuaciones de algunos de esos gestores han provocado, han llevado a una petición, aunque sea prudente y limitada, de poner orden en la política salarial de los altos ejecutivos. Con prudencia política, pero con la convicción por mi parte de que se trata de una llamada a la adopción de decisiones jurídicas importantes, el Consejo pide la fijación de “principios sanos de remuneración”, con una llamada al sector financiero a que adopte las medidas oportunas lo más rápidamente posible, y con un mensaje de ánimo a los gobiernos de los Estados para “considerar, sin demora, opciones a corto plazo disponible”.

Fijémonos también en propuestas de la OIT como la de imponer un precio a las emisiones de CO2 y utilizar los ingreso que se originen para reducir los impuestos del trabajo, calculándose que “aumentaría el empleo en un 0.5 % para 2014, lo cual equivaldría a generar más de 14,3 millones de nuevos empleos para la economía mundial”. Sin embargo, la OIT también pone de manifiesto la necesidad de adoptar medidas adecuadas para facilitar estos nuevos empleos, ya que no se crearán automáticamente sino que requerirán de la adopción de medidas políticas y acuerdos sociales para facilitar el tránsito de unos sectores y actividades a otros, siendo muy importante el dato recogido en el estudio, y que demuestra la complejidad de las medidas que deben adoptarse en el próximo futuro, de que “casi el 38 % de todos los empleos se encuentran en sectores que producen altas emisiones de carbono”.

Y si también hay que abordar el cambio climático, bueno será leer con calma y tranquilidad el reciente mensaje de Benedicto XVI para la celebración de la XLIII jornada mundial de la paz, del que reproduzco unos de sus párrafos más significativos:

“Sin entrar en la cuestión de soluciones técnicas específicas, la Iglesia, «experta en humanidad», se preocupa de llamar la atención con energía sobre la relación entre el Creador, el ser humano y la creación. En 1990, Juan Pablo II habló de «crisis ecológica» y, destacando que ésta tiene un carácter predominantemente ético, hizo notar «la urgente necesidad moral de una nueva solidaridad». Este llamamiento se hace hoy todavía más apremiante ante las crecientes manifestaciones de una crisis, que sería irresponsable no tomar en seria consideración. ¿Cómo permanecer indiferentes ante los problemas que se derivan de fenómenos como el cambio climático, la desertificación, el deterioro y la pérdida de productividad de amplias zonas agrícolas, la contaminación de los ríos y de las capas acuíferas, la pérdida de la biodiversidad, el aumento de sucesos naturales extremos, la deforestación de las áreas ecuatoriales y tropicales? ¿Cómo descuidar el creciente fenómeno de los llamados «prófugos ambientales», personas que deben abandonar el ambiente en que viven —y con frecuencia también sus bienes— a causa de su deterioro, para afrontar los peligros y las incógnitas de un desplazamiento forzado? ¿Cómo no reaccionar ante los conflictos actuales, y ante otros potenciales, relacionados con el acceso a los recursos naturales? Todas éstas son cuestiones que tienen una repercusión profunda en el ejercicio de los derechos humanos como, por ejemplo, el derecho a la vida, a la alimentación, a la salud y al desarrollo”.

5. Concluyo, poniendo deberes (deformación profesional) a los lectores y lectoras del blog: primero la lectura de las 10 cuestiones planteadas que ahora reproduzco, y después un tiempo prudencial de pensamiento para abordar cómo podemos dar respuestas que contribuyan a que el año 2010, son las palabras de cierre de la reflexión de año nuevo, “con esfuerzo y constancia colectivos, sea el año del cambio real de sentido hacia una humanidad más justa y fraternal”.

“1. Como hay un sueldo legal mínimo para los trabajadores, ¿llegaremos a legalizar un sueldo máximo para los directivos, altos funcionarios y responsables de la economía financiera?
2. ¿Será posible una legislación mundial sobre los derechos y deberes del mundo productivo, económico y financiero, de forma que tengan unos mínimos de obligado cumplimiento que hagan disminuir las diferencias y la competencia basada en los bajos costes sociales?
3. ¿Se articulará una nueva estructura organizativa en Naciones Unidas para que se convierta en un ámbito realmente democrático y no sometido al derecho, legal pero injusto, de veto por parte de las potencias que ganaron la Segunda Guerra Mundial
(1939-1945)?
4. ¿Se irán destruyendo los proteccionismos por parte de los grandes estados que imposibilitan a los países del Tercer Mundo vender en igualdad de oportunidades sus producciones, en especial las agrícolas?
5. ¿Se legislará en contra de todo tipo de contratos blindados que acaban derivando en prácticas de explotación, contrarias a la equidad, la transparencia y la competencia legal?
6. ¿Se trabajará en contra de la permanencia y continuidad de los paraísos fiscales, donde todo tipo de dinero negro y fraudulento encuentra refugio y protección, a costa de la transparencia y la legalidad que son vehículos insustituibles del bien común?
7. Las inversiones en salud y en superación de las enfermedades del
Tercer y Cuarto Mundo, y las inversiones para garantizar los mínimos de alimentación y de agua para toda la humanidad, ¿serán similares a las que hoy se destinan a los gastos militares o a las que se han hecho para asegurar la continuidad de muchos grandes bancos y entidades financieras?
8. La igualdad real en responsabilidades, tareas y sueldos entre los hombres y las mujeres, ¿irá ganando terreno tanto en las leyes como en la práctica y las mentalidades?
9. Si realmente se quiere combatir y castigar a los regímenes dictatoriales que conculcan los derechos humanos, ¿se aplicará esta política a todos los países o sólo a aquellos que ni tienen petróleo, ni pueden dejar de comprar productos nuestros o hacernos chantaje con problemas de pesca o migraciones? ¿Nos pondremos fuertes sólo ante los más pobres de los dictadores?
10. Los «responsables de la tierra» ¿continuarán siendo tan irresponsables ante la grave enfermedad de nuestro planeta?”

1 comentario:

L. Puig dijo...

Eduardo, por los comentarios a la "Encrucijada" que haces, y que llevan más allá la reflexión!!

Es importante que vayamos entre todos/as haciendo hincapié en cómo conseguir propuestas realistas para que 'algo cambie' hacia un mundo más justo, más humano...

Gracias por tu colaboración que de tantas maneras haces en CiJ!
Llorenç