viernes, 24 de octubre de 2008

Responsabilidad social empresarial y colectivos desfavorecidos (I).

Reproduzco en esta nueva entrada del blog la primera parte de la ponencia presentada en el día de ayer, y redactada con el profesor Ricardo Esteban Legarreta, en el marco de las “I jornadas universitarias internacionales de análisis jurídico de la responsabilidad social de las empresas: perspectivas laboral y financiera”, celebradas en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona y organizadas por el grupo de estudios jurídicos sobre responsabilidad social empresarial.


1. Introducción.

Con nuestra aportación deseamos contribuir al debate abierto de cómo integrar la Responsabilidad Social Empresarial (RSE) en el ámbito de las relaciones laborales, y con especial atención a la problemática de los denominados colectivos desfavorecidos. Se trata de una materia que ya se acoge en las propuestas electorales de los partidos políticos, y valgan aquí sólo a título de ejemplo alguna referencia a las presentadas por las dos fuerzas políticas estatales más significativas. Para el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), hay que incorporar requisitos en términos de RSE, y de acuerdo con lo dispuesto en la legislación de contratos del sector público, “en la ejecución de los contratos de la Administración”. Por parte del Partido Popular (PP) se propone primar a las empresas socialmente responsables en la contratación con el sector público y se proponen, en la ponencia económica aprobada en su último congreso, la adopción de medidas de fomento de empleo para las personas con discapacidad y la promoción de “programas integrales destinados a la inserción sociolaboral de las personas en riesgo o en situación de exclusión social, a través de itinerarios personalizados”.

2. El carácter más o menos moderno de las políticas de RSE.

¿Es algo nuevo en el panorama económico y social la RSE, aceptando ahora a título de punto de referencia la definición recogida en el Libro Verde de 2001 de la Unión Europea? Nos atrevemos a defender que no, salvo quizás en el apartado de la protección medioambiental que deben integrar las políticas de RSE, y coincidimos con la Organización Internacional del Trabajo cuando manifiesta que sus orígenes se remontan a los reformadores sociales europeos de los siglos XVIII y XIX, poniendo como modelo a Robert Owen y su fábrica modelo de New Lamark.

Afirmamos igualmente que la RSE tiene muchos puntos en común con el concepto de empresa, y su razón de ser, en la doctrina social de la Iglesia, así como también con el de economía social de mercado acuñado en Europa a partir de mediados de los años cincuenta del siglo XX, sin olvidar su engarce con los debates habidos en los años setenta sobre la necesidad, y obligatoriedad jurídica en algunos países, de que las empresas presentaran balance sociales de toda su actividad, y con aquellos que se suscitaron a partir de las propuestas y reivindicaciones sindicales de democratización de la empresa, de ir más exactamente hacia una empresa de rostro humano.

Si prestamos atención a la doctrina social de la Iglesia, estamos en condiciones de afirmar que su concepto de empresa sería ciertamente responsable: aquella que busca alcanzar unos objetivos económicos y sociales basados en el respeto de la dignidad humana, el destino universal de los bienes, la solidaridad, subsidiariedad, bien común y justicia social. Vale la misma afirmación para encajar la RSE dentro de un concepto comúnmente aceptado de economía social de mercado: aquella que tiene como razón de ser conjugar un elevado crecimiento económico, una inflación reducida, un nivel bajo de desempleo y condiciones laborales justas para las personas trabajadoras, mediante la puesta en marcha de políticas públicas que garanticen la competitividad empresarial y un sistema de bienestar social que cubra las necesidades de la población.

Por consiguiente, la RSE no es algo nuevo, ni mucho menos, pero sí es cierto que ha adquirido una considerable importancia en los últimos años, y de ahí que la OIT valore que la importancia otorgada al papel de la empresa en los últimos años ha dado lugar “a una verdadera industria de la RSE y a numerosos y variados análisis y comentarios sobre el tema”. Sirva aquí como punto de referencia más cercano en el tiempo, pero anterior al inicio del debate y análisis propiamente dicho sobre la RSE en Europa, la cumbre mundial sobre el desarrollo social que tuvo lugar en Copenhague en 1995, y en la que se abordó ya la dimensión social del desarrollo sostenible, en el que juega un rol de primera importancia la empresa, y se llegó a la conclusión de que debe consistir en ““promover la integración social fomentando sociedades estables, justas y seguras, y que estén basadas en la promoción y protección de todos los derechos humanos, así como en la no discriminación, la tolerancia, el respeto de la diversidad, la igualdad de oportunidades, la seguridad y la participación de todas las personas, incluidos los grupos y las personas desfavorecidas y vulnerables”. En España, desde el ámbito parlamentario, la subcomisión creada para el estudio de la RSE destacaba en su informe final que la RSE tiene estrechos vínculos con la economía social y también con el enfoque fundacional de las Cajas de Ahorro, y que antes de que apareciera el concepto de RSE en nuestro país “se han ido dando iniciativas que han buscado un desarrollo empresarial con objetivos sociales amplios”, mientras que los agentes sociales ponían de manifiesto en su acuerdo de finales de diciembre de 2007 sobre esta materia que la RSE no es nueva y que debe resaltarse “lo que las empresas vienen realizando en este ámbito desde hace tiempo y que debería ser reconocido como contribuciones en el ámbito de la responsabilidad social”. Desde el ámbito sindical de la Comunidad Autónoma de Cataluña se ha destacado igualmente que el concepto de RSE, que implica tanto a las empresas como a las administraciones públicas y organizaciones de la sociedad civil, no es nuevo ni mucho menos para el movimiento sindical, ya que históricamente “el sindicalismo de todas las tradiciones ha defendido que la empresa, como unidad económica, tiene necesariamente una dimensión social, un conjunto de vínculos e intercambios con la sociedad en la que vive”.

Aunque la RSE ha adquirido bastante relevancia en los últimos tiempos, todavía queda mucho por hacer para que sea asumida tanto por los poderes públicos como, muy especialmente, por el mundo empresarial y del trabajo, aún cuando pueda parecernos algo exagerada la afirmación del director de la Cátedra Javier Benjumea de Ética, José Luis Fernández, de que “la RSE es una oportunidad de oro para poner a la empresa a la altura de los tiempos. Sin embargo, la gente que pasa por las escuelas de negocios no ha oído hablar nunca de este concepto”. Por parte sindical, la puesta en marcha de cursos de introducción a la RSE demuestra la importancia que esta materia está empezando a adquirir en el mundo del trabajo, siendo uno de los objetivos del curso “analizar el papel que desempeñan las iniciativas voluntarias de empresas, las regulaciones de la actividad económica y las políticas públicas para que las empresas contribuyan con mayor eficacia a los objetivos de crecimiento económico, desarrollo social y protección del medioambiente”.

Por fin, queremos desearle larga vida a la RSE si ello significa que adquieren mayor importancia las empresas sostenibles o sociales, aquellas que apuestan por una organización del trabajo que satisfaga tanto los intereses de la sociedad (económicos y medioambientales) como de su trabajadores; o dicho de otra forma, bienvenida sea la RSE si sirve para fortalecer y potenciar a empresas que “ven a las personas como una fuente de ventajas competitivas y tratan a sus empleados como activos y agentes del cambio”. Sólo de esta forma podrán desvanecerse los temores manifestados por el prestigioso diario económico Financial Times el día 31 de diciembre de 2007 de caída radical de la importancia de la RSE en la nueva situación de crisis económica, y podrá ser algo más que una mera moda que sólo tiene razón ser en situación de bonanza económica. Y quizás también algún día Muhammad Yumus, fundador del Banco Grameen, pueda revisar su actual punto de vista sobre la RSE, de la que cree que no se trata de una fuerza que pueda conllevar cambios positivos en los líderes empresariales, ni el mecanismo o herramienta que permita resolver al menos algunos de los problemas sociales actualmente existentes en buena parte de nuestra sociedad.

No hay comentarios: