lunes, 9 de febrero de 2009

Lost in translation (Crónica breve de una visita a Tokio)

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1. En muchos comentarios de la película “Lost in translation”, del ya lejano 2003, se pudo leer, tras valorar la excelente interpretación de Bill Murray y Scarlett Johansson, que a su éxito contribuyó la magia de Tokio y el encanto de su gente. Tuve oportunidad de ver la película poco después de su presentación oficial y les confieso que quedé maravillado, tanto por la calidad de la interpretación de los protagonistas como por el acercamiento a una ciudad de la que conocía muy poco, así como de sus habitantes, en aquel momento.

Tengo necesidad, y urgente, de volver a verla, tras haber comprobado en vivo y en directo que muchas de las sensaciones que tuvieron los protagonistas sobre la ciudad las he tenido yo también durante la pasada semana, en la que motivos (alegres) familiares me han llevado a visitar muchos de los lugares que aparecen en la película, y de sufrir el mismo desfase horario que Bill Murray, tanto durante mi estancia en Tokio como en las dos noches que ya llevo (durmiendo muy poco, por decir algo) en Barcelona a mi regreso.

2. Es una sensación auténticamente sorprendente el comprobar como la aglomeración de personas en el metro puede gestionarse por los propios usuarios de forma ordenada, y como el silencio es algo que no se debe sólo al sueño que tienen los usuarios sino también al respeto hacia los demás. No se utiliza el móvil en el metro, o más exactamente no se efectúan ni se reciben llamadas, pero sí compruebas que un gran número de personas están enviando y recibiendo mensajes a cualquier hora. Por cierto, mi experiencia en el metro de Tokio es la de una persona que, de no ser por mi hijo Ignacio, se hubiera encontrado con múltiples problemas para saber a dónde ir y cómo ir. Quizás haya que hacer un curso de postgrado para extranjeros para moverse por las múltiples líneas y distintas compañías, así como para entender todos los rótulos, incluidos los que están en inglés, pero la experiencia de moverse durante una semana bajo tierra y haciendo muchos kilómetros diarios me ha parecido apasionante para conocer mejor la realidad de la ciudad y de una pequeña parte de los 10 millones de habitantes que viven en la urbe (y cerca de treinta en la conurbación, según cifras oficiales). Y además, les aseguro que el examen de ese curso de postgrado sería ciertamente tan difícil, como dicen buena parte de los alumnos de la Facultad de Derecho de la UAB (y aunque ya con muchos años de distancia en el tiempo les puedo asegurar que compartí esa sensación cuando era estudiante), como un examen de Derecho Internacional Privado, aunque no sé si mis amigos de dicha disciplina, los profesores Josep Mª de Dios y Rafael Arenas, estarán de acuerdo con esta apreciación.

Que Tokio es una de las ciudades más caras del mundo no sólo es una frase contenida en numerosos estudios e informes de organizaciones turísticas o económicas, sino que me ha parecido literalmente cierto, y de ahí que nuestra presencia en restaurantes haya sido más que limitada, y que no vale aquella frase de “vamos a tomar un café para descansar un rato”, porque ese café, o los varios que se toman al día, te desequilibra el presupuesto, salvo que seas prudente y lo acabes tomando (¡quien me lo iba a decir¡) en la cadena “Starbucks Coffee”, cuyos precios todavía son accesibles para nuestro bolsillo. Y hay algo que sorprende mucho al turista, salvo que ya vayas preparado y ya tengas conocimiento de ello (y afortunadamente la lectura de la guía de Tokio durante buena parte del viaje de ida me puso sobre aviso), como es la imposibilidad de pagar con tarjeta en numerosos lugares, e incluso en aquellos tan turísticos como el mirador de la Torre de Tokio, así como los pocos cajeros en los que pueden obtener moneda del país. De todas formas, quizás ello no vaya tan mal para el turista, ya que te obliga a controlar con más detalle el gasto que efectúas, que probablemente se incrementaría si no tuvieras necesidad de hacer ese control.

Limpieza y educación. Me quedo con estas dos palabras para describir la ciudad y a las personas con las que tuve contacto. Sorprende muy positivamente ver qué limpia está la ciudad y las pocas papeleras (perfectamente separadas por materias para facilitar el reciclaje) que encuentras por las calles. Y es agradable el trato cortés y afable de las personas con las que tratas, aunque no entiendas absolutamente nada de lo que te dicen en muchas ocasiones, salvo por los gestos, el idioma ideal para entenderse entre personas que hablan diferentes idiomas (el inglés es utilizado en ámbitos turísticos, pero muy poco entre la mayor parte de la ciudadanía).

3. Los miles de kilómetros que separan Japón de España no han impedido obviamente que cada día estuviera atento a lo que ocurría aquí, muy especialmente a la situación económica y social, aunque la situación en Japón ya empieza también a ser preocupante y los medios de comunicación se hace eco de los problemas de Sony, Toyota y Panasonic, por citas tres empresas suficientemente significativas, y de sus previsiones de reducción de plantillas en Japón y en el resto de países en donde tienen centros de trabajo. En la distancia geográfica es donde compruebas muy directamente que la crisis económica tiene un alcance mundial del que no éramos conscientes hasta hace poco tiempo, aunque tengamos que adoptar soluciones en los ámbitos nacionales para enfrentarse a los problemas que aquella plantea. Probablemente el ejemplo de Nissan sea representativo de cómo combinar la negociación en claves política y empresarial a escala internacional, y creo que esa es la parte más importante de la visita que el presidente de la Generalitat efectuó recientemente a Japón, con la adopción de medidas en el ámbito local (políticas laborales, ayudas económicas a las reestructuraciones de la producción, etc.).

Una buena amiga, avezada parlamentaria en asuntos sociolaborales, me enviaba un correo poco después de la publicación de las cifras de empleo, desempleo y afiliación a la Seguridad Social el pasado día 3, en el que manifestaba su preocupación por los datos y me formulaba una seria de preguntas sobre cómo veo la situación y qué impacto puede tener para la cohesión social en España en general y para Cataluña en particular. No me atreví a contestarle inmediatamente porque quería estudiar con un poco más de detalle las cifras, cuyo análisis por lo que se refiere a la inmigración ya he incorporado al blog, pero ahora aprovecho esta entrada para afirmar con rotundidad que la lectura que se puede hacer del crecimiento del desempleo (198.830 personas el mes de enero y 1.065.876 en serie interanual) y de la caída de la afiliación a la Seguridad Social (349.569 con respecto a diciembre y 979.055 en serie interanual) no puede ser sino muy preocupante, y que urge cada vez más la adopción de medidas para aliviar (obsérvese bien que no dijo atajar) el problema, o más exactamente que sean operativas y efectivas las que ya se han tomado.

Pero además, le he de decir a mi amiga que las respuestas deben darse en todos los frentes: en el internacional, mediante la adopción de medidas coordinadas entre todos los países desarrollados, y con una atención especial al impacto que el plan de choque de la nueva administración estadounidense puede tener sobre la economía mundial; en el ámbito comunitario, con la aplicación efectiva del plan de recuperación aprobado en noviembre de 2008, y con una atención preferente a la adopción de medidas sociales que eviten las situaciones de conflictividad como las vividas en Inglaterra con respecto a la contratación de trabajadores extranjeros, porque el problema real es que dicha contratación no se efectúa con respeto de la normativa que es de aplicación a los trabajadores británicos, y ello me lleva pedir una vez la revisión de los criterios de aplicación de la Directiva sobre desplazamiento de trabajadores que ha efectuado el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas y que pueden seguir provocando esas situaciones de conflictividad; en el ámbito estatal, con la aplicación efectiva de medidas que permitan inyectar liquidez al sistema económico y de aquellas que garanticen la protección social a todas las personas afectadas por la crisis (no olvidemos que puede haber un número importante de personas que agoten sus prestaciones por desempleo en los próximos meses), así como también de medidas que reduzcan costes de contratación mediante una adecuada utilización de la técnica de las bonificaciones en las cuotas empresariales en la Seguridad Social; en el ámbito autonómico, haciendo uso efectivo de los instrumentos disponibles en vía estatutaria, señaladamente las políticas de formación, con especial atención a su dirección hacia aquellos sectores en los que puede preverse un incremento de las necesidad de ocupación en el futuro inmediato; en fin, y muy importante, la puesta en marcha en los ámbitos locales de las medidas de impulso económico y de empleo aprobadas recientemente, tanto para mejorar las realidades de nuestros pueblos y ciudades como para incrementar el volumen de personal ocupado, aunque sea por un período temporal.

Por cierto, en la sociedad más tecnológica, y en la capital del país, se puede comprobar la coexistencia de un nivel tecnológico muy importante en todos los ámbitos de actividad (no digo que haya que hacer un curso de posgrado, pero sí sería necesaria una sesión de aprendizaje para saber gestionar correctamente cómo usar los lavabos y WC) con un número importante de puestos de trabajo para los que se requiere, o al menos así me lo parece, escasa cualificación, como es el personal encargado de velar por el buen orden en el paso de semáforos, obras en construcción o acceso a instalaciones turísticas. Me parece que también tenemos que reflexionar en España sobre cómo combinar adecuadamente el encaje de esos puestos de trabajo de baja cualificación con la nueva sociedad del conocimiento a la que nos dirigimos a pasos acelerados.

4. Mi estancia en Tokio no me ha permitido tampoco participar en los debates habituales con una serie de amigos y amigas sobre los cambios que acaecen en los mercados de trabajo y en las políticas de formación, y uno de los planteados esta semana ha sido el de la importancia de unificar los subsistemas de formación profesional para, justamente, estar en mejores condiciones de responder, tanto desde el ámbito educativo como desde el laboral, a las necesidades formativas que se demandarán cada vez más. Coincido con la tesis de que debe avanzarse mucho más rápidamente de lo que se ha hecho hasta ahora, tanto en el ámbito estatal como en el autonómico, para ensamblar adecuadamente los subsistemas, y que no hay obstáculo jurídico alguno (me parece que de alcance político, y de reparto de poder, sí los hay) para pensar en un ministerio o consejería que se responsabilice del conjunto de la formación. Sé que esta tesis pondrá nerviosos a quienes velan por sus respectivas parcelas de poder en ámbitos educativos o laborales, pero si de verdad queremos conseguir que sean realidad aquello con lo que tan pomposamente nos llenamos la boca en muchas ocasiones, como es que la formación profesional es clave para el desarrollo de nuestra sociedad, me parece que debe apostarse fuertemente en este empeño.

5. Termino estos comentarios, escritos en fase de jet lag, porque me toca volver a la realidad ordinaria de preparación de clase, calificaciones, comentarios de pruebas de evaluación y reuniones varias para el inicio del segundo semestre del curso académico. Vuelvo cansado, pero muy contento por haber conocido una nueva realidad social y por haber disfrutado una vez más de mi hijo durante unos días, a la espera de saber dónde y cuándo nos volveremos a encontrar. Afortunadamente el regreso fue tranquilo y a poco de llegar ya podía disfrutar jugando con mi nieto.

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