sábado, 29 de septiembre de 2007

Los jóvenes y su acceso al mundo educativo y laboral.

1. Con carácter de introducción, cabe decir que el colectivo de los jóvenes (de 15 a 29 años, con diferencias en los ámbitos educativos y laborales entre los de 15 a 24 por una parte y los de 25 a 29 por otra) debe ser objeto de especial atención, y dentro del mismo básicamente el núcleo duro de quienes encuentran numerosas dificultades para poderse integrar en los dispositivos de inserción existentes. Parece obvio que las situaciones de crisis no afectan por igual a todos ellos, dado que no forman un bloque homogéneo y además deben enfrentarse a obligaciones y compromisos similares en la sociedad, pero con recursos y medios que siguen siendo desiguales. Los periódicos Informes realizados por el Instituto de la Juventud de España ponen de manifiesto las dificultades de buena parte de jóvenes para acceder a un trabajo y a un futuro laboral estable, así como para poder gozar de independencia económica, y en concreto para las personas más vulnerables se apuntaba que los fenómenos más comunes son el desempleo, la eventualidad e inestabilidad de los empleos, la precariedad laboral y los trabajos de economía sumergida, y que en los procesos de inserción laboral de buena parte de la juventud se alternan los períodos de trabajo regular o irregular con las situaciones de desempleo.

Es especialmente preocupante la sensación de inestabilidad con la que se encuentran muchos de ellos y que les impide planificar su futuro no sólo profesional sino muy especialmente personal, inestabilidad que se compensa o amortigua con la protección que sigue ofreciendo la unidad familiar. La red familiar ha atenuado la situación de precariedad laboral que afecta a buena parte de los jóvenes, constatándose en los estudios del INJUVE sobre las relaciones entre pobreza, familia y juventud, que una proporción importante de jóvenes, particularmente entre 25 y 29 años, convive con sus padres y que las nuevas formas de precariedad en el mercado de trabajo refuerzan las tendencias de dependencia familiar. En el documento comunitario que analizaré más adelante se muestra una preocupación especial por la pobreza infantil, que afecta al 19 % de los niños y jóvenes menores de 18 años, ya que el bienestar infantil tiene importantes repercusiones posteriores en la educación y el empleo.

La experiencia empírica demuestra que a mayor titulación académica se tiene mayores posibilidades de alcanzar la estabilidad en el empleo una vez obtenida la incorporación al mundo laboral, y de ahí que la mayor parte de países desarrollados hayan introducido importantes reformas en los sistemas educativos en los últimos años para mejorar tanto los niveles de escolarización como para reducir el número de jóvenes que abandonan los centros educativos sin haber obtenido titulación, y que la Unión Europea también se manifieste y trabaje en esta línea en las directrices para el empleo que elabora desde 1998. El incremento del número de jóvenes que continúan estudiando una vez finalizada la enseñanza obligatoria es cada vez más importante, debido entre otras razones a que la titulación sigue siendo un valor considerado relevante para poder acceder al mundo laboral.

La política de empleo debe concentrar, a mi parecer, sus esfuerzos sobre los grupos de jóvenes que tropiezan con particulares dificultades para obtener trabajo, por ejemplo aquellos que terminan la escolaridad con calificaciones insuficientes o sin calificaciones, las minorías étnicas, los incapacitados y los que residen en zonas de elevado desempleo, sin olvidar el necesario equilibrio para posibilitar la igualdad en el acceso al empleo de hombres y mujeres jóvenes, pues es difícil, con los datos disponibles, que la categoría de joven pueda definirse de forma no asexuada. Sin olvidar que buena parte de la problemática actual de la subocupación juvenil guarda relación con el funcionamiento general del mercado de trabajo.

2. La nueva Comunicación de la Comisión Europea sobre los jóvenes, que lleva por título “Fomentar la plena participación de los jóvenes en la educación, el empleo y la sociedad”, publicada el 5 de septiembre, asume la necesidad de poner en marcha una estrategia transversal en materia de juventud, con intervención de todos los públicos implicados en los ámbitos comunitarios, estatales, regionales y locales, y centra su análisis en las temáticas de la educación, el empleo y la más genérica de la sociedad. En el primer ámbito invita a los Estados miembros a que adopten las medidas adecuadas para reducir los índices de fracaso escolar y para acercar mucho más el mundo educativo y el laboral, y la preocupación de la UE no es errónea, ya que según los datos de que dispone uno de cada seis jóvenes de la UE abandona sus estudios prematuramente, y aún está lejos el objetivo global de reducir esa cifra a un 10 % el año 2010, y también que un 25 % de los adultos jóvenes (aquellos comprendidos entre los 25 y los 29 años) no han concluido el segundo ciclo de enseñanza secundaria. Con una apuesta clara por la formación permanente, al igual que en numerosos documentos que he tenido oportunidad de analizar en anteriores informes y comentarios, la Comisión llama a los jóvenes a prepararse para la inserción profesional y a formarse durante toda la vida, “en aras de su desarrollo personal y para que puedan adaptarse a unas circunstancias profesionales cambiantes”, con una especial toque de atención a la importancia del aprendizaje de lenguas extranjeras.

Al referirse al ámbito del empleo, la Comisión manifiesta su preocupación por el elevado porcentaje de jóvenes en situación de desempleo, que tienen una posibilidad de encontrarse en dicha situación que dobla a la de los trabajadores de mayor edad. No es menos preocupante que las deficiencias educativas, a las que me he referido con anterioridad, provoquen que muchos jóvenes no dispongan de las cualificaciones adecuadas para incorporarse al mercado laboral europeo, ya que este demanda cada vez más niveles medios o elevados de cualificación para los puestos de trabajo que se crean, y de ahí que se constate por la Comisión que “no es sorprendente que la tasa de desempleo de los jóvenes poco cualificados sea notablemente superior a la de los jóvenes con mayor nivel educativo”. Desde su ámbito de actuación, los poderes comunitarios llaman a una intervención más activa del Fondo Social Europeo para proporcionar a los jóvenes itinerarios de transición entre la enseñanza y el trabajo, así como también para centrarse más en la juventud en las políticas estructurales dirigidas a reducir las disparidades regionales. No se olvida tampoco la importancia de promover y fomentar el espíritu emprendedor entre la juventud, mediante la información adecuada, la adopción de incentivos financieros adecuados, y con la eliminación de cargas legales y administrativas innecesarias para poner en marcha un negocio.

Por fin, en el ámbito más global de la sociedad, la Comisión llama a la promoción de medidas que formen a ciudadanos jóvenes activos, que participen y se comprometan activamente en la sociedad, mediante implicación en la vida política, en actividades culturales o en tareas de voluntariado.

En definitiva, todos los jóvenes deben poder acceder a una educación de calidad y a puesto de trabajo, por cuenta propia o ajena, que reúna también unos estándares de calidad adecuados. Si se quiere que los jóvenes se integren profesionalmente y ejerzan una ciudadanía activa deben tener las oportunidades adecuadas para ello. En definitiva, y ojalá que este frase del documento se convierta en realidad, “todos los jóvenes y Europa en su conjunto deben tener la capacidad y la oportunidad de trabajar productivamente por el bienestar económico y social”.

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