lunes, 23 de febrero de 2009

El valor de la libertad.

Hoy, 23 de febrero de 2009, a las 18 horas, momento en el que empiezo a escribir esta entrada del blog estoy sentado en mi despacho de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Barcelona, preparando los materiales docentes para la semana en curso.

Hace veintiocho años, el 23 de febrero de 1981, a esta misma hora, un, entonces, joven profesor ayudante estaba realizando tareas semejantes (con bastante menos conocimiento que ahora, pero probablemente con mucha mayor rapidez, y no menos ilusión) en la Facultad de Derecho de la Universidad de Barcelona.

Tras preparar unos materiales de trabajo fui a llevarlos al servicio de fotocopias para que pudieran ponerlos a disposición del alumnado en los días siguientes. Una radio informaba de que se había producido la entrada de guardias civiles en el Parlamento español y de que en breves momentos habría más información. Mientras tanto, en un aula de la Facultad cercana al citado servicio, el alumnado realizaba un examen parcial de una asignatura de la Licenciatura en derecho (Plan de estudios de 1953).

El susto fue monumental y llamé inmediatamente a una exprofesora del área de Derecho de Trabajo y de la Seguridad Social que, por razón de sus actividades profesionales, se había trasladado a vivir a Madrid. Recuerdo que me dijo que acababa de llegar a su casa y que no tenía conocimiento de qué pasaba. Encendió la televisión y me dijo que la programación era ordinaria. La preocupación fue creciendo cuando las radios informaban de los detalles de la ocupación del Parlamento, y cuando algunas de ellas emitían únicamente música.

Volví a mi casa muy preocupado, y cuando llegué, alrededor de las 20 horas, mi hijo Juan (recién cumplido un año) se había dormido plácidamente. Le dije a la persona que lo estaba cuidando, Loli, que se fuera a su casa y que ya hablaríamos al día siguiente cuando se supiera como evolucionaba la situación. Había quedado para celebrar una reunión por motivos de trabajo y pensé que debía ir, aun cuando la situación no incitaba precisamente a salir a la calle. Y en efecto, las calles estaban semidesiertas, y la sensación de caminar por Barcelona a las 20 h. 30 m. como si fueran las 4 de la madrugada era realmente agobiante. Celebramos rápidamente la reunión porque todos teníamos el miedo en el cuerpo, aunque la aparición de los presentadores de Radio Televisión Española (no recuerdo quien acompañaba a Iñaki Gabilondo) explicando qué había ocurrido me tranquilizó algo, no mucho, dado que los ocupantes de RTVE habían abandonado el edificio de Torre España.

El mensaje institucional del rey Juan Carlos I, con traje militar, proclamando la lealtad de la Corona al marco político constitucional y llamando a deponer cualquier actitud de oposición militar a la misma marcó un punto de inflexión en la preocupación que tenía (que teníamos la gran mayoría de ciudadanos españoles), aunque estaba ciertamente preocupado por la situación que se vivía en el Parlamento y por el estado físico de algunos parlamentarios. Dicho de forma clara y tajante: llegué a pensar que los golpistas iban a asesinar algunos de ellos, especialmente a los diputados del Partido Comunista, algo que afortunadamente no sucedió.

La noche fue transcurriendo lentamente, y la noticia de que los tanques habían “paseado” por las calles de Valencia incrementó un punto más la situación de intranquilidad, aunque las noticias que iban llegando, ahora ya tanto por las radios como por la propia televisión, permitían tener algo más de optimismo sobre el final del intento de golpe de estado.

La noche del 23 al 24 de febrero la pasé en vela delante del televisor. No les puedo explicar a los lectores y lectoras del blog con exactitud que llegué a pensar durante las horas pasadas delante del televisor y junto a la radio, pero sí me acuerdo de algunos pensamientos que tuve: ¿íbamos a volver a una dictadura militar? ¿Qué pasaría con todas las personas que se habían significado como demócratas desde la transición política? ¿Habría listas negras en la Universidad, para expulsar a quienes se habían destacado en la defensa de las tesis democráticas? ¿Cuál era el futuro que les esperaba a nuestros hijos, otra vez el del miedo y la represión que yo viví cuando era un joven estudiante en los años 70 en la UB? Y también pensé que, con más o menos miedo, había que seguir luchando, aunque fuera nuevamente en la clandestinidad, por la defensa del que aquella noche consideraba el valor más preciado y que estaba en riesgo de perder: la libertad.

Los primeros rayos de sol del día 24 aparecieron cuando ya las noticias que llegaban del Parlamento informaban de los intentos de pactos con los golpistas para que abandonaran el edificio y se rindieran a las fuerzas militares y de seguridad democráticas. Me vestí y marché hacia la Facultad. Allí, estábamos todos pendientes de cómo acabaría el conflicto, porque teníamos miedo de que sectores ultraderechistas quisieran imponer su ley ese día en la Universidad, y mucho más si el intento de golpe se prolongada en el tiempo. Afortunadamente, los golpistas desistieron de su intento y los parlamentarios pudieron salir poco a poco del Parlamento, la representación de la soberanía popular secuestrada durante muchas horas. El aula magna de la Facultad de Derecho estalló en un grito de alegría desbordada cuando se comunicó que los golpistas se habían rendido.

Volví a mediodía a mi casa, y poco después pude ver las imágenes que se habían podido grabar, por la pericia y sangre fría de los profesionales de televisión, de todo el golpe de estado. Una sensación de frío siberiano me atravesó todo el cuerpo, con la chulería barriobajera de los golpistas, pero me reconfortó extraordinariamente la actitud del vicepresidente del gobierno, el general Gutierrez Mellado, a la sazón vicepresidente primero del gobierno, con un porte firme plantando cara a quienes estaban mancillando el edificio de la soberanía popular. He sugerido en más de una ocasión a mis compañeros y compañeras de Derecho Constitucional que la primera sesión de explicación del marco político constitucional español la inicien con el pase de las imágenes del intento de golpe, y que luego siga un debate sobre lo que hubiera significado el triunfo de los golpistas y cómo hubiéramos vivido durante muchos años.

Acabo esta entrada cuando son las 18 h. 50 m. Veinticinco minutos antes, hace 28 años, los golpistas quisieron quitarnos la libertad, pero no lo consiguieron. Muchas gracias a todas las personas, conocidas o anónimas, que hicieron todo lo posible para que hoy podamos seguir saliendo a la calle y poder expresarnos en libertad. Y si en algo contribuí a ello, hoy se los ofrezco a todos aquellos alumnos y alumnas que pueden seguir escuchándome en clase cuando les explico el valor de la Constitución.

P.D. No hay enlaces en esta entrada, porque me he dejado guiar por mi memoria (que se resiente con la edad) y por la ilusión de transmitir aquello que sentí, y que nunca hubiera querido sentir, la tarde-noche del 23 de febrero de 1981.

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