4. Decía en un
momento anterior de mi exposición que el concepto de trabajo decente ha sido
incluido, y con fuerza, entre los objetivos de la Agenda 2030 de la ONU para eldesarrollo sostenible, definida esta en su preámbulo como “un plan de acción en
favor de las personas, el planeta y la prosperidad”, enfatizando que “Los 17
Objetivos de Desarrollo Sostenible y las 169 metas que anunciamos hoy
demuestran la magnitud de esta ambiciosa nueva Agenda universal. Con ellos se
pretende retomar los Objetivos de Desarrollo del Milenio y conseguir lo que estos
no lograron. También se pretende hacer realidad los derechos humanos de todas
las personas y alcanzar la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de todas
las mujeres y niñas. Los Objetivos y las metas son de carácter integrado e indivisible
y conjugan las tres dimensiones del desarrollo sostenible: económica, social y
ambiental”.
Con respecto al
objetivo 8, el Informe antes citado de la OIT destaca que varias metas fijadas
en el mismo tiene especial importancia por su relación con el respeto y
cumplimiento de los principios y derechos fundamentales en el trabajo,
básicamente los apartados 5 a 8, aun cuando también en varios de los restantes
objetivos encontramos relación con tales principios y derechos, como por
ejemplo el número 1 que está centrado en la reducción de la pobreza y en la
garantía de una adecuada protección social. Repárese, pues, que la actividad de
la OIT para la consecución de las metas fijadas en el objetivo 8 no se detienen
únicamente en dicho texto, sino que se extienden a otras muchas, y que
requerirá (obsérvese su relación con la gobernanza y el diálogo social),
“disponer de un marco de instituciones, organizaciones, leyes y políticas, y de
una cultura de diálogo social que permitan gobernar el mundo del trabajo y el
funcionamiento de los mercados laborales”.
En efecto, la Agenda
2030 sobre desarrollo sostenible tiene como Objetivo 1 poner fin a la pobreza
en todas sus formas en todo el mundo, fijándose como objetivos concreto “1.1
Para 2030, erradicar la pobreza extrema para todas las personas en el mundo,
actualmente medida por un ingreso por persona inferior a 1,25 dólares de los Estados
Unidos al día 1.2 Para 2030, reducir al menos a la mitad la proporción de
hombres, mujeres y niños de todas las edades que viven en la pobreza en todas
sus dimensiones con arreglo a las definiciones nacionales 1.3 Poner en práctica
a nivel nacional sistemas y medidas apropiadas de protección social para todos,
incluidos niveles mínimos, y, para 2030, lograr una amplia cobertura de los
pobres y los vulnerables”. Por otra parte, su objetivo 8 es el de promover el
crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y
productivo y el trabajo decente para todos, con mención expresa a “8.3 Promover
políticas orientadas al desarrollo que apoyen las actividades productivas, la
creación de empleo decente, el emprendimiento, la creatividad y la innovación,
y alentar la oficialización y el crecimiento de las microempresas y las
pequeñas y medianas empresas, entre otras cosas mediante el acceso a servicios
financieros 8.5 Para 2030, lograr el empleo pleno y productivo y garantizar un
trabajo decente para todos los hombres y mujeres, incluidos los jóvenes y las
personas con discapacidad, y la igualdad de remuneración por trabajo de igual
valor 8.8 Proteger los derechos laborales y promover un entorno de trabajo
seguro y protegido para todos los trabajadores, incluidos los trabajadores
migrantes, en particular las mujeres migrantes y las personas con empleos
precarios”. Probablemente, lo dejo apuntado, el logro del trabajo decente para
los trabajadores migrante sea uno de los retos más acuciante, tanto presente
como de inmediato futuro.
La Memoriapresentada por el Director General en la Conferencia Internacional de 2016, con el título "La iniciativa para poner fin a la pobreza: la OIT y la Agenda 2030", perseguía
tres objetivos específicos como bien se explicaba en su prefacio: “poner en
conocimiento de los mandantes las repercusiones que la Agenda 2030 tiene con
respecto al trabajo decente, y los desafíos que se han de afrontar; preconizar
la participación plena y comprometida de los mandantes en la puesta en práctica
de la Agenda; y obtener orientaciones de los mandantes sobre lo que la propia
OIT debe hacer para apoyar esos esfuerzos”. Justamente, el Director General
enfatizaba la importancia del Objetivo núm. 8 de la Agenda Sostenible y ponía de
manifiesto, con acierto, que el logro del crecimiento económico sostenido,
inclusivo y sostenible no será de ninguna manera automático, sino que
“requerirá disponer de un marco de instituciones, organizaciones, leyes y
políticas, y de una cultura de diálogo social que permitan gobernar el mundo
del trabajo y el funcionamiento de los mercados laborales”, enfatizando además
como entre los medios de cumplimiento del objetivo se hace expresa referencia a
la aplicación del Pacto Mundial para el Empleo de la OIT aprobado en 2009 y en
el que se proponen diversas medidas tendentes a “generar empleo, ampliar la
protección social, respetar las normas laborales, promover el diálogo social y
fomentar una globalización equitativa”. Igualmente, recordaba que en la Agenda
hay otras amplias referencias a políticas que entran dentro del campo de
actuación de la OIT, como por ejemplo “5.4 Reconocer y valorar los cuidados no
remunerados y el trabajo doméstico no remunerado mediante la prestación de
servicios públicos, la provisión de infraestructuras y la formulación de
políticas de protección social, así como mediante la promoción de la
responsabilidad compartida en el hogar y la familia, según proceda en cada
país”. El Director General iba más lejos aún en la vinculación que establecía entre
los objetivos de la Agenda y los de la OIT exponiendo que “De hecho, la idea de
que la Agenda 2030 puede considerarse, casi a la letra, como una versión
contemporánea del cometido de la OIT en pro de la justicia social está
firmemente arraigada en la noción de que la Agenda atribuye un carácter
prioritario y primordial a la erradicación de la pobreza y la lucha contra la
desigualdad”.
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5. Es conveniente
referirse ahora al “Informe inicial” elaborado por la Oficina Internacional delTrabajo de manera específica para la primera reunión de la Comisión de Expertas
y Expertos creada con ocasión de la puesta en marcha de la Iniciativa sobre el
Futuro del Trabajo, celebrada el 21 de septiembre del pasado año. El Informe repasa
de manera general cuáles son las grandes tendencias e implicaciones para el
futuro del trabajo, y en ellas centro ahora mi atención.
A) Se concentra en
primer lugar en la globalización, que abarca “la internacionalización de la
producción, las finanzas (incluidas las remesas), el comercio y la migración”, siendo relevante destacar el
importante estancamiento del comercio que se ha producido en los últimos años,
y que desde luego no parece que vaya a mejorar si se confirma el proteccionismo
comercial del gobierno estadounidense, y que tiene además especial impacto
sobre el empleo a escala mundial, ya que una parte importante del mismo se
concentra en las llamadas cadenas mundiales de suministro (ámbito de actividad
en donde se opera la fragmentación de la producción en tareas y actividades),
de tal manera que el Informe se plantea, y
no tiene respuesta concreta, que conforme se ralentiza el comercio “se
desconoce si las cadenas mundiales de suministro y la fragmentación de la
producción seguirá creciendo o si cambiará su naturaleza”.
B) Respecto a la
tecnología, se destaca su impacto transformador sobre la naturaleza del
trabajo, mucho más que en etapas históricas anteriores, poniendo de manifiesto
la divergencia de tesis existentes sobre el impacto creador, neutro o
destructor de la misma en términos de empleo, aunque de lo que no parece haber
duda es de que afecta en gran medidas a las competencias y habilidades
personales, y que provoca una polarización entre los niveles altos y bajos de cualificación profesional de las
personas trabajadoras, con un impacto igualmente importante sobre el
crecimiento de las diferencias salariales. Para los autores del Informe, el
impacto de la tecnología en el mundo del trabajo dependerá “de cómo se
distribuyan los beneficios, dado el aumento de la desigualdad de los ingresos
entre países y regiones, y de si la transición crea trabajo decente y de
calidad”.
C) El Informe
cita, no podría ser de otra, la demografía, el cambio demográfico, como uno de
los retos y tendencias más relevantes, poniendo de manifiesto el diferente
impacto que tiene en las diversas regiones mundiales según que en cada una de
ella se produzca un incremento del número de personas jóvenes o de personas de
edad avanzada, destacándose la gran diferencia entre países emergentes y en
desarrollo, en los que sus dinámicas demográficas “han llevado a un aumento de
la población joven que accede al mercado de trabajo”, mientras que en los
países desarrollados el dato prevalente es el progresivo envejecimiento de la
población y el incremento de la tasa de dependencia, ya que si en 1950 la
proporción era de ocho mayores de 65 años por cada cien personas en edad de
trabajar, la cifra ya era de doce en 2015, previéndose que puede llegar a
dieciocho en 2030, y de ahí que se plantee el recurso de acudir a la migración
para dar respuesta a la disminución de la fuerza laboral, sin olvidar el
potencial de creación de empleo en sectores vinculados a las personas de edad,
como son entre otros los de salud y los de cuidados de larga duración.
D) La importancia
del cambio climático a efectos laborales es también enfatizada en el documento,
insistiéndose en la importancia de reducir las emisiones y lograr una
transición hacia una economía más ecológica que atenúe, por los menos,
situaciones ya graves que se han producido como “el desplome de la pesca, la
degradación del suelo, las migraciones forzosas, la contaminación de la
atmósfera y de los acuíferos, y la pérdida de la diversidad”. No es
especialmente optimista el Informe al abordar esta temática, poniendo de
manifiesto que “La relación entre el desarrollo económico y el medio ambiente
ha dado un giro: la degradación continua de nuestro entorno va camino de
destruir empleos y medios de subsistencia, y son los grupos vulnerables quienes
perciben sus efectos de modo más riguroso, entre ellos los desplazados de sus
hogares como resultado de los desastres relacionados con el cambio climático,
los pueblos indígenas y tribales y los pobres”.
Al igual que
ocurrirá, mejor dicho, que ya está ocurriendo, con el cambio tecnológico por su
impacto sobre el empleo, los nuevos empleos que puedan crearse en el marco de
esta economía menos contaminante y más ecológica deberán adaptarse a tales
cambios, con nuevas cualificaciones y perfiles de los puestos de trabajo, pero
además también habrá que tomar en consideración la adaptación de los entornos y
las prácticas de trabajo, así como también de los diseños de productos y su
manufactura. En definitiva, habrá que adoptar medidas para que se produzca una
“transición justa” entre un modelo y otro, que deberán prestar atención
especial a las personas trabajadoras, ya que aquello implicará sin duda
“desplazamientos entre unos sectores y otros, y cambios en las cualificaciones
requeridas, tanto para las empresas como para los individuos”. En este punto,
me permito recomendar la lectura de la obra colectiva del profesorado deDerecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de León,dirigida por la profesora Beatriz Agra “Empleos verdes y prevención de riesgoslaborales”.
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6. El empleo
decente, retos de presente y de futuro, es el título de mi intervención. Hay que
cumplir con la obligación impuesta, eso sí de manera muy amable, por la
organización de las jornadas, y unirlos en una sola reflexión que al mismo
tiempo inevitablemente ha de integrar el pasado reciente (el mundo del trabajo
no puede dividirse o estratificarse por fechas, separando completamente unos
períodos de otros, porque todos tienen punto de conexión).
El hecho de poder
dedicar menos tiempo a las explicaciones docentes de la parte histórica de la
disciplina del Derecho del Trabajo, debido a los ajustes que todas las
titulaciones académicas han llevado a cabo con ocasión de las sucesivas
reformas de los planes de estudio, no ha impedido en modo alguno, al menos por
lo que a mis explicaciones respecta, que haya seguido dedicando una parte de mi
tiempo a explicar dicha historia y su conexión con el mundo laboral actual. En
primer lugar, abordo la diversidad del mundo del trabajo actual, para poner de
manifiesto cómo ha cambiado su composición a lo largo de los tiempos,
básicamente desde el inicio de las modernas relaciones laborales, e
inmediatamente me refiero a las diversas transiciones que se producen a la lo
largo de la vida laboral de una persona, o más exactamente desde que pretende
acceder a ella desde el ámbito educativo hasta su finalización por razón de la
extinción contractual por acceso a la jubilación. No me olvido tampoco de
introducir brevemente al alumnado en el concepto de aquello que vamos a
estudiar durante el curso, el Derecho del Trabajo, cuáles son sus notas
conceptuales mas relevantes y cuáles son las fuentes normativas de las que se
alimenta para su aplicación e interpretación.
Llega
inmediatamente después la explicación de cómo ha evolucionado el concepto de
“trabajo” a lo largo de la historia, y las diferencias entre este término y el
de “empleo”, aunque se trate de una distinción conceptual, ciertamente
importante (pensemos por ejemplo en el trabajo doméstico no valorado estadísticamente
como productivo, y el empleo doméstico que sí lo es en cuanto que llevado a
cabo por una persona que tiene una relación contractual con su empleador), que
queda muy difusa en el lenguaje habitual de las relaciones laborales.
Y, sin solución de
continuidad, paso al análisis histórico, a la regulación del trabajo por el
ordenamiento jurídico, con una idea clave inicial cual es que siempre existió
un régimen de trabajo por cuenta ajena desde la esclavitud, pero que aquello
que no existió hasta bien entrado el siglo XIX eraa un régimen jurídico laboral
propiamente dicho, y si tenemos que hilar más fino deberíamos decir que
tendremos que esperar a los primeros años del siglo XX para poder empezar a
hablar con propiedad de relaciones laborales reguladas por un marco normativo
propio.
En definitiva, durante mucho tiempo a lo largo de toda la historia no existieron
las relaciones laborales, no existió el marco normativo laboral y de protección
social tal como lo entendemos en la actualidad, pero sí hubo muchas,
muchísimas, personas que pusieron su fuerza de trabajo a disposición de otras
que se lucraron con su actividad. La explotación acelerada de gran parte de la
población desplazada a las fábricas llevó a la organización del movimiento
obrero y a la creación de organizaciones sindicales para la protección y
defensa de los (entonces casi inexistentes) derechos de los trabajadores.
Nuestros antepasados contemplarían hoy con orgullo cómo ha cambiado el mundo
del trabajo y cómo la regulación de derechos en materia de tiempo de trabajo,
por ejemplo, es considerado como el ADN de una parte importante (no toda, ni
mucho menos) de la regulación laboral. Sin su lucha, en condiciones muy
difíciles y que podía implicar penas de prisión, despidos fulminantes y
aparición en “listas de trabajadores indeseables”, el mundo del trabajo muy
probablemente no sería el que es en la actualidad. Aunque cada vez hay menos
tiempo en las actividades docentes para explicar cuál es la historia del
Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, nunca convendrá olvidar el
pasado, aunque sólo sea para saber que el presente encuentra gran parte de su
origen en aquel.
Hemos de
comprender el presente. ¿Y cambiarlo? Sí, porque el mundo del trabajo es
extraordinariamente dinámico y mucho más desde que la introducción de la
tecnología (no utilizo la expresión “nuevas tecnologías” porque esta hace
sonreír, y con razón, a los jóvenes nativos digitales) ha posibilitado cambios
extraordinarios en las relaciones entre el tiempo, el lugar y la prestación de
trabajo. Si para muestra vale un botón, fijémonos en los numerosos congresos y
reuniones que se celebran bajo el título de cambiar, pensar o repensar el mundo
del trabajo, en los que se debate, discute y analiza el entorno productivo, la capacitación
y aptitudes profesionales, el talento necesario para llevar a buen puerto un
proyecto, o la adaptación de las condiciones de trabajo a una cada vez mayor
diversidad en el seno de la población trabajador. Cambiar el presente sí, y
desde la certeza, datos estadísticos la avalan, de que sigue habiendo un
elevado porcentaje de población que cada día, a través de las múltiples formas
jurídicas existentes, por medio de vías regulares, irregulares o informales
vende su fuerza de trabajo, presta sus servicios para otros sujetos,
empleadores, ya sean personas físicas o jurídicas, que retribuyen aquella
prestación. Cambiar el presente es conseguir que las condiciones laborales
respondan al reto de una población trabajadora, y empresarial, que se inserta en
una realidad económica cada vez más global y que condiciona las decisiones
productivas que se adoptan, y en donde no sólo el salario sino otras
condiciones laborales como por ejemplo la formación, la posibilidad de
conciliar adecuadamente vida propia y vida laboral, el ser “escuchado” y
participar en la organización de tu trabajo, son cada vez más importantes. Y en
esta tarea, sigue siendo necesaria la participación de los sujetos colectivos,
de los agentes sociales, en suma, de las organizaciones sindicales y
empresariales para regular en cada sector aquello que sólo puede hacerse de
forma general en el ámbito político internacional, europeo y estatal.
¿Mirar hacia el
futuro, con propuestas de cambio? Sí, porque el mundo del trabajo debe atender
a los retos antes apuntados y dar voz a todas las personas que tienen mucho que
decir, en un marco de relaciones laborales que debería ser cada vez menos
jerarquizado y más participativo, aunque sigan existiendo relaciones de trabajo
subordinadas, que cada vez se combinarán más, que sea de forma voluntaria o
involuntaria es otra cuestión, con proyectos emprendedores o de autoocupación
puestos en marcha por jóvenes, y no tan jóvenes, que desean ser sujetos activos
y no meramente pasivos de la vida económica y social. En este proceso, el
Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social debe adaptarse, sin duda, para no
perder sus señas de identidad, que no son otras que la protección y defensa de
las personas más necesitadas de aquella y que siguen siendo muchas, muchos millones,
en todo el planeta. Cobra importancia, cada vez mayor, el papel de las
organizaciones internacionales y supraestatales, y cada vez es más necesaria la
implicación de los agentes sociales a escala internacional.
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7. Efectuadas
estas consideraciones sobre la importancia de la historia para entender, y
cambiar, el presente, y mirar, con nuevas propuestas hacia el futuro,
acerquémonos ambos a partir de unas
reflexiones efectuadas por mi parte con motivo de la participación en una
jornada del 1 de mayo, en las que expuse aquello que aprendí de mi maestrosocial, Joan N. García-Nieto, jesuita, sociólogo especializado en las
relaciones laborales, responsable de formación del sindicato Comisiones Obreras
del Baix Llobregat, y militante del Partit Socialista Unificat de Catalunya
(PSUC).
Mi maestro social nos
enseñaba que la memoria histórica es algo fundamental en la conformación de las
señas de identidad de un pueblo, y que, para ganar el presente, y el futuro, no
se ha de olvidar el pasado. También nos enseñó, y quienes estamos en el ámbito
educativo deberíamos aún ser más sensibles a sus reflexiones y pensamientos,
que para transformar la realidad no basta solamente con ser idealista, sino que
es necesario tener un profundo conocimiento de dicha realidad. Se planteaban en
los años 80 y 90 del siglo XX una serie de cuestiones que siguen siendo hoy de
rabiosa actualidad adaptadas al momento histórico que vivimos, y que también
serán de decisiva importancia en el inmediato futuro.
A) El análisis con
seriedad y rigurosidad de los cambios que se producen (añado yo ahora, ayer,
hoy y mañana) en el mundo del trabajo, en la actividad productiva y en la
composición de la fuerza de trabajo (manual e intelectual).
B) La denuncia de
la explotación de los trabajadores en el ámbito de lo que entonces eran las
“nuevas formas de organización del trabajo” (del taylorismo al fordismo y
después al toyotismo”. En su libro, de 1975, “Tiempos modernos. El control
capitalista y la respuesta obrera” explicaba con claridad como las (entonces)
modernas técnicas de organización científica del trabajo de rostro más humano,
menos agresivas, “no son sin embargo más que otras técnicas solapadas para el
ejercicio del poder en la fábrica”). Hoy el poder no se ejerce sólo en la
fábrica, sino en el seno de unas relaciones de trabajo mucho más diversificadas
y fragmentadas, donde los conceptos de “tiempo de trabajo” y “centro de
trabajo” son sustancialmente distintos en muchas ocasiones a los de hace pocos
años. Joan ya se planteaba una temática que después alcanzaría mucha más
importancia, cuál era la descentralización productiva (más adelante llamada
externalización, outsourcing), y a buen seguro que ahora le preocuparían las
relaciones de trabajo, el trabajo decente, en las cadenas mundiales de
suministro a las que me referido con anterioridad.
C) Una mayor
participación de todas las personas trabajadoras en las decisiones que les
afectan en el mundo de la empresa. Igualmente, la necesidad de que los ciudadanos
y aquellas tuvieran mucho que decir en las decisiones políticas y sociales que
les afectaran. Hoy, en el ámbito político y social esa participación debería
tener a corregir ese único objetivo que parecen perseguir algunas
transformaciones económicas y comerciales, cuál es el de enriquecer abusiva y
desmesuradamente al 1 % de la población, con un radical incremento de las
desigualdades y el empobrecimiento de una parte importante de la
población.
D) Cómo afectaban
las entonces denominadas “nuevas tecnologías” y su impacto en el mundo del
trabajo. Hoy podemos hablar ya de la cuarta revolución industrial y de la
necesidad de responder a los retos que plantea.
En las
explicaciones de la parte histórica de las relaciones de trabajo les hablo, y
explico, a mi alumnado sobre la primera revolución industrial, la del siglo
XVIII, el nacimiento de la producción fabril y la aparición del movimiento
obrero y las organizaciones sindicales, y me acerco después a la segunda, con
la aparición de las cadenas de montaje, el surgimiento del taylorismo y del
fordismo, donde la persona trabajadora era un mero engranaje más de la máquina,
y las luchas por las mejoras condiciones de trabajo. No necesito hablarles de
la tercera, porque ellos han nacido con la tecnología electrónica y digital,
que es algo ya incorporado con plena normalidad a su vida cotidiana y con la
que operan en sus estudios y en la vida laboral en la que muchos de ellos ya
están integrados. Constato ahora que necesito actualizarme para no quedar fuera
de la realidad en la que ya viven personas, no tan jóvenes, a las que imparto
docencia en otros cursos, y analizar a fondo, para aprender primero y explicar
después, el impacto en el mundo del trabajo de la llamada cuarta revolución
industrial o industria 4.0, la que ha sido conceptuada y definida en los
estudios realizados al efecto como la que utiliza la inteligencia artificial e
información en tiempo real para aumentar la productividad y reducir los costos.
Creo que el reto que tienen las organizaciones sindicales es no quedarse
ancladas en una realidad productiva que está cambiando a pasos agigantados y
ser sujetos activos del cambio, poniendo en el centro de la negociación con las
organizaciones empresariales, con las empresas y los gobiernos, la puesta en
marcha de las medidas adecuadas y necesarias para incentivar la adquisición del
conocimiento necesario en una marco productivo donde la persona y la máquina
trabajarán, de hecho ya es así, conjuntamente. Sólo aquellos países y aquellas
empresas que sean conscientes de la necesaria implicación de personal muy
cualificado en la actividad productiva podrán mirar al futuro con garantías de
resultados positivos para toda la sociedad.
Llegados a este
punto, me parece oportuno detenerme con brevedad en la realidad política y
laboral española, para dejar constancia de la moción aprobada el 22 de febreropor el Pleno del Congreso de los Diputados, presentada por el grupoparlamentario socialista “sobre las medidas que piensa adoptar el Gobierno paraasegurar unas condiciones de trabajo dignas y de calidad en la economíadigital”. La moción fue aprobada con enmiendas incorporadas del grupo
parlamentario confederal de Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea, y del Grupo
Parlamentario Mixto (diputado Sr. Campuzano, PDCat)
La moción insta al
gobierno a presentar una Estrategia integral, tras haber alcanzado un acuerdo
en el marco del diálogo social puesto en marcha el mes de septiembre de 2017
(que marcha a ritmo muy lento, por decirlo de forma suave) y con la cooperación
de las autonomías (no se olvide que son competentes en materia de ejecución de
la legislación laboral y que tienen amplias competencias en materia de empleo)
que permita una regulación que, de forma gradual en el tránsito de las formas
económicas actuales a la que supone, y supondrá aún más a medio plazo, la
economía digital, favorezca que el empleo que se cree sea de calidad (trabajo
decente, digno y con derechos, añado por mi parte, por utilizar la terminología
de la OIT, ampliamente citada en este texto), y que al mismo tiempo contribuya
a “prevenir y mitigar sus riesgos”, cuales son el incremento de personas
desempleadas por falta de adecuación a las cualificaciones y competencias
requeridas, y el aumento del número de personas que no perciban rentas
sustitutivas de la pérdida de su empleo (lo que nos lleva a otro debate de
indudable importancia y que dejo aquí apuntado, cual es de la regulación de
un ingreso mínimo para toda persona que
lo necesite, o bien yendo mucho más lejos una renta básica para todo ciudadano
y no vinculada a su actividad laboral).
Dicha estrategia
deberá evaluar y valorar el impacto del cambio tecnológico, y deberá hacerlo
teniendo en consideración la diversidad de la población trabajadora y de la
actividad productiva, así como de las diferentes realidades territoriales; es
decir, una evaluación y valoración “con distinción de sexo, edad, formación,
renta, hogares y territorio, para lo que elaborará una serie de indicadores de
información, con el fin de determinar la brecha digital”.
E) La
distribución, reorganización y reparto del trabajo. ¿Hemos avanzado en este
punto desde que lo planteara Joan? ¿Combinamos adecuadamente la flexibilidad
organizativa demandada por la parte empresarial y el interés por parte laboral
de poder conciliar adecuadamente tiempos de vida y de trabajo? Queda mucho,
mucho por hacer.
F) La búsqueda de
modelos empresariales participativos y solidarios, aquello que ahora se llama
la economía social y solidaria (entonces no se había puesto de moda aún el término
“emprendimiento” y todo lo que parece llevar consigo, que no siempre es ese
valor social y solidario de las empresas de la economía social). Joan apostaba
por articular entre los poderes públicos, la iniciativa social y las
organizaciones sindicales, políticas de empleo estable que incentivaran su
contenido social, en la línea defendida por la OIT, “con una expansión
cuantitativa y cualitativamente relevante de los sectores vinculados al tiempo
libre, la educación y las actividades sociales y culturales, todas aquellas en
suma que después pasaron a denominarse “nuevos yacimientos de empleo”.
G) La lucha contra
todo tipo de exclusión y marginación, con especial atención a los problemas de
los más excluidos, aquellos que quedan fuera de los circuitos ordinarios o
regulares de la vida social y laboral. Hoy sigue siendo necesaria esta lucha,
que no afecta sólo a las personas que están fuera del mercado de trabajo (con
especial atención a la problemática de los jóvenes y de los mayores de 50
años), sino que también afecta a los “trabajadores pobres”, los que trabajan
pero sus ingresos no les permiten salir de la pobreza. Era especial su
preocupación por los jóvenes y las mujeres, por el incremento de las
situaciones de economía irregular o sumergida y de pérdida de derechos de los
trabajadores en tal situación. En la actualidad, su preocupación sería mayor si
conociera, por ejemplo, la temática de la utilización del contrato a tiempo
parcial, o la figura de los falsos autónomos. Joan se cuestionaba (fíjense la
actualidad que sigue teniendo su reflexión) como evitar una sociedad dual
“compuesta por una minoría de individuos con un trabajo estable y bien
remunerado y cualificado, y el resto de la población activa condenada a
trabajos precarios, eventuales, sumergidos o simplemente sin ningún trabajo”.
H) Cantidad sí,
pero calidad del trabajo también, y atención a las nuevas realidades laborales
en donde el trabajo asalariado muchas veces existe, pero está “oculto” en
términos jurídicos. Ya se apuntaban
algunas preocupaciones en la obra de Joan que ahora se confirman. En efecto, enun estudio del Instituto Sindical de Estudios, de la Confederación Europea deSindicatos, sobre el mercado de trabajo en los países de la Unión Europea se
pone de manifiesto que un análisis del desarrollo del mercado de trabajo, y de
sus características sugiere que el debate sobre la calidad del trabajo “debe
estar, como nunca lo ha estado antes, en el primer plano de la agenda
política”, y que aquella “no debe solo prestar atención a (la mejora) de los
sistemas educativos y de la oferta de trabajo, sino que debe prestar mucha
atención a la calidad de los puestos de trabajo creados”. En estrecha relación
con lo anterior, el documento enfatiza que las políticas tendentes a favorecer
el mantenimiento de los trabajadores de edad avanzada en el mercado de trabajo
deben prestar especial atención a que este mantenimiento “no se produzca
simplemente porque los trabajadores no tienen otra alternativa legal o
económica, sino porque son capaces de encontrar un empleo de calidad adecuado a
sus cualificaciones, salud y necesidades económicas”. La calidad, más
exactamente mala calidad, del empleo afecta en especial a los trabajadores
pobres, y es muy interesante destacar el acento que pone el estudio en que
dicho aumento afecta en especial a quienes no tienen la condición jurídica de
asalariado, grupo que incluye “no sólo a los autónomos sino también a quienes
están implicados en las nuevas formas de trabajo que están apareciendo en la
economía digital”, algo que es calificado como “un particularmente alarmante
desarrollo para el futuro del trabajo”.
H) Abordar la
situación difícil de los países del llamado tercer mundo. Hoy hablamos de la
inmigración y más recientemente de los refugiados que huyen de las guerras y de
la miseria en busca de una vida mejor para ellos y sus familias. Joan ya intuía
la importancia que adquiriría el fenómeno migratorio, y estoy seguro que su
defensa de todas las personas trabajadoras, con independencia de su origen o
lugar de nacimiento, ha dejado huella (¡y que no la borren!), en el mundo
político, sindical y eclesial.
I) En fin, nuevas
formas de redistribución de la renta, que no podían pasar única y
exclusivamente (¡y lo decía ya en el año 1989!), por la percepción de un salario,
ante el menor número de personas que iban a percibirlo por el impacto del
cambio tecnológico y del incremento del desempleo, apostando por la puesta en
marcha de un salario ciudadano, como derecho de toda persona en razón de su
participación en el proceso productivo. Joan nos hablaba del impacto de la
segunda revolución industrial (no conoció la tercera) y de la necesidad de
evitar de “socializar y repartir los costes económicos-sociales que esta
implica en términos de empleo productivo”.
A modo de síntesis.
¿Cuáles eran, según Joan, los grandes problemas y retos del mundo del trabajo
en la década de los noventa? Y debemos nosotros preguntarnos hoy ¿cuáles son
ahora?
- El desempleo
estructural de una parte importante de la población.
- Las mutaciones o
cambios tecnológicos.
- Los cambios en
las estructuras productivas, con transferencia de producción intensiva en mano
de obra a países, en aquel entonces, con costes salariales muy inferiores a los
de los países desarrollados.
- La importancia
de la adquisición de conocimientos y cualificación profesional para poder estar
en el mundo del trabajo, en condiciones dignas, en la fase de intensa
transformación tecnológica, que en la actualidad es aún superior.
- Políticas
educativas y formativas adecuadas para enfrentarse a los nuevos retos sociales
y culturales, “desafío difícil el de la formación que necesita unas voluntades
políticas y culturales renovadas. Desafío para los enseñantes, para las
comunidades educativas y desde luego para los sindicatos, para todas las
fuerzas sociales y para las diversas Administraciones”.
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7. Quiero terminar
mi intervención “poniendo deberes” a todas las personas asistentes, y por
supuesto también a todas las interesadas en la temática del empleo decente y
del futuro del trabajo, y van a ser los mismos que los que la Oficina
Internacional del Trabajo preparó para la segunda reunión de la comisiónmundial de expertas y expertos creada para debatir sobre aquel, y de esta forma se amplia
considerablemente el abanico de personas que podrán exponer su parecer, ya que están
abiertos los canales para hacerlas llegar a la OIT.
En esta reunión,
celebrada del 15 al 17 de febrero, sus miembros se concentraron en seis ámbitos
concretos, para cada uno de los cuales la Oficina ha elaborado unos documentos
de síntesis en los que se plantean las cuestiones más relevantes de cada uno de
ellos para debate. Los temas son los siguientes: “El papel del trabajo para losindividuos y las sociedades. Poner fin a la desigualdad generalizada de las
mujeres en el mundo del trabajo. La tecnología al servicio del desarrollo
social, económico y medioambiental. Gestionar el cambio durante cada fase de la
transformación y la educación. Nuevos enfoques de crecimiento y desarrollo. La
futura gobernanza del trabajo”.
En el primero de
ellos, tras exponer que “La reconfiguración del momento, la forma y el lugar en
que trabajamos augura promesas y peligros. Las implicaciones de estos cambios
para las personas y la sociedad en el futuro del trabajo dependerán de nuestros
valores y de nuestro compromiso con la justicia social, y de los marcos que
ideemos para modelar ese futuro”, se formulan las siguientes preguntas:
“¿De qué manera
propiciamos cambios para que el futuro del trabajo atienda la necesidad de
flexibilidad de las empresas y la de equilibrio entre vida laboral y vida
privada de los trabajadores? ¿Cómo se pueden aprovechar los beneficios de la
productividad de las nuevas tecnologías para ir reduciendo el tiempo de
trabajo, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo?
En el contexto de
rápida dispersión espacial del trabajo, ¿de qué modo se promueve una función
significativa del trabajo en nuestras comunidades y nuestra sociedad?
¿Qué posibilidades
ofrecen las nuevas tecnologías para anclar el trabajo a nivel local y crear un
sentido de comunidad potencialmente nuevo?
¿Qué otras medidas
deberíamos utilizar para valorar y cuantificar el trabajo con más precisión?
¿Qué políticas podrían adoptarse para valorar adecuadamente la totalidad del
trabajo, tanto remunerado como no remunerado?
¿Serán suficientes
los marcos de gobernanza existentes para que el futuro del trabajo sea seguro,
inclusivo y equitativo?”.
Añado yo ahora: ¿Y
saben quiénes obtendrán matrícula de honor? Aquellas personas cuyas respuestas,
y su aplicación práctica, sirvan para construir una sociedad más inclusiva,
justa y solidaria, y con las que caminemos hacia la desaparición de las
desigualdades y discriminaciones. Como pueden comprobar, se pone el listón muy
alto para la obtención de la matrícula, pero ¿no les parece que vale la pena
intentarlo? Manos a la obra (= ordenador).
¡Ah! Me olvidaba
de algo importante. Espero que no me califiquen en algún documento empresarial
como un “activista doctrinal”, porque lo único que he pretendido poner de
manifiesto en mi intervención es la importancia de la puesta en práctica de
políticas y medidas, y del cumplimiento de las normas, que tienden a potenciar
la justicia social y mejorar las condiciones de trabajo y empleo de la gran
mayoría de la población. Si hago esta observación es por la sorpresa, no exenta
de indignación, que me ha motivado la lectura del documento recientemente
elaborado por el Círculo de Empresario, con la participación de destacados juristas,
que lleva por título “La calidad del sistema jurídico como clave delcrecimiento económico y progreso social”, en el que se incluye un apartado dedicado
al “problema del llamado activismo judicial”, en el que se efectúa una “llamada
al orden” de aquellos jueces y tribunales que realizan, siempre según los autores
del documento (fuertemente criticado, con la contundencia político-jurídica quele caracteriza, por el profesor Antonio Baylos en su blog) “interpretaciones que
no se ajustan a la letra y el espíritu de las leyes”, siendo cuando menos curioso
que quienes han redactado el documento se irrogue la sabiduría de conocer no sólo
la letra sino también el espíritu de las leyes, y que descalifiquen a quienes no
piensan, ni actúan, como ellos desearían. ¿Será acaso porque esos jueces y tribunales
“indomables” tratan de aplicar las normas internacionales, europeas y española con
la perspectiva de dar cumplimiento en todas sus actuaciones a los derechos y principios
sociales enunciados en tales normas?
Muchas
gracias.
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