lunes, 5 de marzo de 2018

Empleo decente: un reto presente y de futuro (y II).



4. Decía en un momento anterior de mi exposición que el concepto de trabajo decente ha sido incluido, y con fuerza, entre los objetivos de la Agenda 2030 de la ONU para eldesarrollo sostenible, definida esta en su preámbulo como “un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad”, enfatizando que “Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible y las 169 metas que anunciamos hoy demuestran la magnitud de esta ambiciosa nueva Agenda universal. Con ellos se pretende retomar los Objetivos de Desarrollo del Milenio y conseguir lo que estos no lograron. También se pretende hacer realidad los derechos humanos de todas las personas y alcanzar la igualdad entre los géneros y el empoderamiento de todas las mujeres y niñas. Los Objetivos y las metas son de carácter integrado e indivisible y conjugan las tres dimensiones del desarrollo sostenible: económica, social y ambiental”.  

Con respecto al objetivo 8, el Informe antes citado de la OIT destaca que varias metas fijadas en el mismo tiene especial importancia por su relación con el respeto y cumplimiento de los principios y derechos fundamentales en el trabajo, básicamente los apartados 5 a 8, aun cuando también en varios de los restantes objetivos encontramos relación con tales principios y derechos, como por ejemplo el número 1 que está centrado en la reducción de la pobreza y en la garantía de una adecuada protección social. Repárese, pues, que la actividad de la OIT para la consecución de las metas fijadas en el objetivo 8 no se detienen únicamente en dicho texto, sino que se extienden a otras muchas, y que requerirá (obsérvese su relación con la gobernanza y el diálogo social), “disponer de un marco de instituciones, organizaciones, leyes y políticas, y de una cultura de diálogo social que permitan gobernar el mundo del trabajo y el funcionamiento de los mercados laborales”.

En efecto, la Agenda 2030 sobre desarrollo sostenible tiene como Objetivo 1 poner fin a la pobreza en todas sus formas en todo el mundo, fijándose como objetivos concreto “1.1 Para 2030, erradicar la pobreza extrema para todas las personas en el mundo, actualmente medida por un ingreso por persona inferior a 1,25 dólares de los Estados Unidos al día 1.2 Para 2030, reducir al menos a la mitad la proporción de hombres, mujeres y niños de todas las edades que viven en la pobreza en todas sus dimensiones con arreglo a las definiciones nacionales 1.3 Poner en práctica a nivel nacional sistemas y medidas apropiadas de protección social para todos, incluidos niveles mínimos, y, para 2030, lograr una amplia cobertura de los pobres y los vulnerables”. Por otra parte, su objetivo 8 es el de promover el crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo y el trabajo decente para todos, con mención expresa a “8.3 Promover políticas orientadas al desarrollo que apoyen las actividades productivas, la creación de empleo decente, el emprendimiento, la creatividad y la innovación, y alentar la oficialización y el crecimiento de las microempresas y las pequeñas y medianas empresas, entre otras cosas mediante el acceso a servicios financieros 8.5 Para 2030, lograr el empleo pleno y productivo y garantizar un trabajo decente para todos los hombres y mujeres, incluidos los jóvenes y las personas con discapacidad, y la igualdad de remuneración por trabajo de igual valor 8.8 Proteger los derechos laborales y promover un entorno de trabajo seguro y protegido para todos los trabajadores, incluidos los trabajadores migrantes, en particular las mujeres migrantes y las personas con empleos precarios”. Probablemente, lo dejo apuntado, el logro del trabajo decente para los trabajadores migrante sea uno de los retos más acuciante, tanto presente como de inmediato futuro.

La Memoriapresentada por el Director General en la Conferencia Internacional de 2016, con el título "La iniciativa para poner fin a la pobreza: la OIT y la Agenda 2030", perseguía tres objetivos específicos como bien se explicaba en su prefacio: “poner en conocimiento de los mandantes las repercusiones que la Agenda 2030 tiene con respecto al trabajo decente, y los desafíos que se han de afrontar; preconizar la participación plena y comprometida de los mandantes en la puesta en práctica de la Agenda; y obtener orientaciones de los mandantes sobre lo que la propia OIT debe hacer para apoyar esos esfuerzos”. Justamente, el Director General enfatizaba la importancia del Objetivo núm. 8 de la Agenda Sostenible y ponía de manifiesto, con acierto, que el logro del crecimiento económico sostenido, inclusivo y sostenible no será de ninguna manera automático, sino que “requerirá disponer de un marco de instituciones, organizaciones, leyes y políticas, y de una cultura de diálogo social que permitan gobernar el mundo del trabajo y el funcionamiento de los mercados laborales”, enfatizando además como entre los medios de cumplimiento del objetivo se hace expresa referencia a la aplicación del Pacto Mundial para el Empleo de la OIT aprobado en 2009 y en el que se proponen diversas medidas tendentes a “generar empleo, ampliar la protección social, respetar las normas laborales, promover el diálogo social y fomentar una globalización equitativa”. Igualmente, recordaba que en la Agenda hay otras amplias referencias a políticas que entran dentro del campo de actuación de la OIT, como por ejemplo “5.4 Reconocer y valorar los cuidados no remunerados y el trabajo doméstico no remunerado mediante la prestación de servicios públicos, la provisión de infraestructuras y la formulación de políticas de protección social, así como mediante la promoción de la responsabilidad compartida en el hogar y la familia, según proceda en cada país”. El Director General iba más lejos aún en la vinculación que establecía entre los objetivos de la Agenda y los de la OIT exponiendo que “De hecho, la idea de que la Agenda 2030 puede considerarse, casi a la letra, como una versión contemporánea del cometido de la OIT en pro de la justicia social está firmemente arraigada en la noción de que la Agenda atribuye un carácter prioritario y primordial a la erradicación de la pobreza y la lucha contra la desigualdad”.
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5. Es conveniente referirse ahora al “Informe inicial” elaborado por la Oficina Internacional delTrabajo de manera específica para la primera reunión de la Comisión de Expertas y Expertos creada con ocasión de la puesta en marcha de la Iniciativa sobre el Futuro del Trabajo, celebrada el 21 de septiembre del pasado año. El Informe repasa de manera general cuáles son las grandes tendencias e implicaciones para el futuro del trabajo, y en ellas centro ahora mi atención.

A) Se concentra en primer lugar en la globalización, que abarca “la internacionalización de la producción, las finanzas (incluidas las remesas), el comercio y  la migración”, siendo relevante destacar el importante estancamiento del comercio que se ha producido en los últimos años, y que desde luego no parece que vaya a mejorar si se confirma el proteccionismo comercial del gobierno estadounidense, y que tiene además especial impacto sobre el empleo a escala mundial, ya que una parte importante del mismo se concentra en las llamadas cadenas mundiales de suministro (ámbito de actividad en donde se opera la fragmentación de la producción en tareas y actividades), de tal manera que el Informe se plantea, y  no tiene respuesta concreta, que conforme se ralentiza el comercio “se desconoce si las cadenas mundiales de suministro y la fragmentación de la producción seguirá creciendo o si cambiará su naturaleza”.

B) Respecto a la tecnología, se destaca su impacto transformador sobre la naturaleza del trabajo, mucho más que en etapas históricas anteriores, poniendo de manifiesto la divergencia de tesis existentes sobre el impacto creador, neutro o destructor de la misma en términos de empleo, aunque de lo que no parece haber duda es de que afecta en gran medidas a las competencias y habilidades personales, y que provoca una polarización entre los niveles altos y  bajos de cualificación profesional de las personas trabajadoras, con un impacto igualmente importante sobre el crecimiento de las diferencias salariales. Para los autores del Informe, el impacto de la tecnología en el mundo del trabajo dependerá “de cómo se distribuyan los beneficios, dado el aumento de la desigualdad de los ingresos entre países y regiones, y de si la transición crea trabajo decente y de calidad”.

C) El Informe cita, no podría ser de otra, la demografía, el cambio demográfico, como uno de los retos y tendencias más relevantes, poniendo de manifiesto el diferente impacto que tiene en las diversas regiones mundiales según que en cada una de ella se produzca un incremento del número de personas jóvenes o de personas de edad avanzada, destacándose la gran diferencia entre países emergentes y en desarrollo, en los que sus dinámicas demográficas “han llevado a un aumento de la población joven que accede al mercado de trabajo”, mientras que en los países desarrollados el dato prevalente es el progresivo envejecimiento de la población y el incremento de la tasa de dependencia, ya que si en 1950 la proporción era de ocho mayores de 65 años por cada cien personas en edad de trabajar, la cifra ya era de doce en 2015, previéndose que puede llegar a dieciocho en 2030, y de ahí que se plantee el recurso de acudir a la migración para dar respuesta a la disminución de la fuerza laboral, sin olvidar el potencial de creación de empleo en sectores vinculados a las personas de edad, como son entre otros los de salud y los de cuidados de larga duración.

D) La importancia del cambio climático a efectos laborales es también enfatizada en el documento, insistiéndose en la importancia de reducir las emisiones y lograr una transición hacia una economía más ecológica que atenúe, por los menos, situaciones ya graves que se han producido como “el desplome de la pesca, la degradación del suelo, las migraciones forzosas, la contaminación de la atmósfera y de los acuíferos, y la pérdida de la diversidad”. No es especialmente optimista el Informe al abordar esta temática, poniendo de manifiesto que “La relación entre el desarrollo económico y el medio ambiente ha dado un giro: la degradación continua de nuestro entorno va camino de destruir empleos y medios de subsistencia, y son los grupos vulnerables quienes perciben sus efectos de modo más riguroso, entre ellos los desplazados de sus hogares como resultado de los desastres relacionados con el cambio climático, los pueblos indígenas y tribales y los pobres”.

Al igual que ocurrirá, mejor dicho, que ya está ocurriendo, con el cambio tecnológico por su impacto sobre el empleo, los nuevos empleos que puedan crearse en el marco de esta economía menos contaminante y más ecológica deberán adaptarse a tales cambios, con nuevas cualificaciones y perfiles de los puestos de trabajo, pero además también habrá que tomar en consideración la adaptación de los entornos y las prácticas de trabajo, así como también de los diseños de productos y su manufactura. En definitiva, habrá que adoptar medidas para que se produzca una “transición justa” entre un modelo y otro, que deberán prestar atención especial a las personas trabajadoras, ya que aquello implicará sin duda “desplazamientos entre unos sectores y otros, y cambios en las cualificaciones requeridas, tanto para las empresas como para los individuos”. En este punto, me permito recomendar la lectura de la obra colectiva del profesorado deDerecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la Universidad de León,dirigida por la profesora Beatriz Agra “Empleos verdes y prevención de riesgoslaborales”.

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6. El empleo decente, retos de presente y de futuro, es el título de mi intervención. Hay que cumplir con la obligación impuesta, eso sí de manera muy amable, por la organización de las jornadas, y unirlos en una sola reflexión que al mismo tiempo inevitablemente ha de integrar el pasado reciente (el mundo del trabajo no puede dividirse o estratificarse por fechas, separando completamente unos períodos de otros, porque todos tienen punto de conexión).

El hecho de poder dedicar menos tiempo a las explicaciones docentes de la parte histórica de la disciplina del Derecho del Trabajo, debido a los ajustes que todas las titulaciones académicas han llevado a cabo con ocasión de las sucesivas reformas de los planes de estudio, no ha impedido en modo alguno, al menos por lo que a mis explicaciones respecta, que haya seguido dedicando una parte de mi tiempo a explicar dicha historia y su conexión con el mundo laboral actual. En primer lugar, abordo la diversidad del mundo del trabajo actual, para poner de manifiesto cómo ha cambiado su composición a lo largo de los tiempos, básicamente desde el inicio de las modernas relaciones laborales, e inmediatamente me refiero a las diversas transiciones que se producen a la lo largo de la vida laboral de una persona, o más exactamente desde que pretende acceder a ella desde el ámbito educativo hasta su finalización por razón de la extinción contractual por acceso a la jubilación. No me olvido tampoco de introducir brevemente al alumnado en el concepto de aquello que vamos a estudiar durante el curso, el Derecho del Trabajo, cuáles son sus notas conceptuales mas relevantes y cuáles son las fuentes normativas de las que se alimenta para su aplicación e interpretación.

Llega inmediatamente después la explicación de cómo ha evolucionado el concepto de “trabajo” a lo largo de la historia, y las diferencias entre este término y el de “empleo”, aunque se trate de una distinción conceptual, ciertamente importante (pensemos por ejemplo en el trabajo doméstico no valorado estadísticamente como productivo, y el empleo doméstico que sí lo es en cuanto que llevado a cabo por una persona que tiene una relación contractual con su empleador), que queda muy difusa en el lenguaje habitual de las relaciones laborales.

Y, sin solución de continuidad, paso al análisis histórico, a la regulación del trabajo por el ordenamiento jurídico, con una idea clave inicial cual es que siempre existió un régimen de trabajo por cuenta ajena desde la esclavitud, pero que aquello que no existió hasta bien entrado el siglo XIX eraa un régimen jurídico laboral propiamente dicho, y si tenemos que hilar más fino deberíamos decir que tendremos que esperar a los primeros años del siglo XX para poder empezar a hablar con propiedad de relaciones laborales reguladas por un marco normativo propio.

En definitiva, durante mucho tiempo a lo largo de toda la historia no existieron las relaciones laborales, no existió el marco normativo laboral y de protección social tal como lo entendemos en la actualidad, pero sí hubo muchas, muchísimas, personas que pusieron su fuerza de trabajo a disposición de otras que se lucraron con su actividad. La explotación acelerada de gran parte de la población desplazada a las fábricas llevó a la organización del movimiento obrero y a la creación de organizaciones sindicales para la protección y defensa de los (entonces casi inexistentes) derechos de los trabajadores. Nuestros antepasados contemplarían hoy con orgullo cómo ha cambiado el mundo del trabajo y cómo la regulación de derechos en materia de tiempo de trabajo, por ejemplo, es considerado como el ADN de una parte importante (no toda, ni mucho menos) de la regulación laboral. Sin su lucha, en condiciones muy difíciles y que podía implicar penas de prisión, despidos fulminantes y aparición en “listas de trabajadores indeseables”, el mundo del trabajo muy probablemente no sería el que es en la actualidad. Aunque cada vez hay menos tiempo en las actividades docentes para explicar cuál es la historia del Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, nunca convendrá olvidar el pasado, aunque sólo sea para saber que el presente encuentra gran parte de su origen en aquel.

Hemos de comprender el presente. ¿Y cambiarlo? Sí, porque el mundo del trabajo es extraordinariamente dinámico y mucho más desde que la introducción de la tecnología (no utilizo la expresión “nuevas tecnologías” porque esta hace sonreír, y con razón, a los jóvenes nativos digitales) ha posibilitado cambios extraordinarios en las relaciones entre el tiempo, el lugar y la prestación de trabajo. Si para muestra vale un botón, fijémonos en los numerosos congresos y reuniones que se celebran bajo el título de cambiar, pensar o repensar el mundo del trabajo, en los que se debate, discute y analiza el entorno productivo, la capacitación y aptitudes profesionales, el talento necesario para llevar a buen puerto un proyecto, o la adaptación de las condiciones de trabajo a una cada vez mayor diversidad en el seno de la población trabajador. Cambiar el presente sí, y desde la certeza, datos estadísticos la avalan, de que sigue habiendo un elevado porcentaje de población que cada día, a través de las múltiples formas jurídicas existentes, por medio de vías regulares, irregulares o informales vende su fuerza de trabajo, presta sus servicios para otros sujetos, empleadores, ya sean personas físicas o jurídicas, que retribuyen aquella prestación. Cambiar el presente es conseguir que las condiciones laborales respondan al reto de una población trabajadora, y empresarial, que se inserta en una realidad económica cada vez más global y que condiciona las decisiones productivas que se adoptan, y en donde no sólo el salario sino otras condiciones laborales como por ejemplo la formación, la posibilidad de conciliar adecuadamente vida propia y vida laboral, el ser “escuchado” y participar en la organización de tu trabajo, son cada vez más importantes. Y en esta tarea, sigue siendo necesaria la participación de los sujetos colectivos, de los agentes sociales, en suma, de las organizaciones sindicales y empresariales para regular en cada sector aquello que sólo puede hacerse de forma general en el ámbito político internacional, europeo y estatal.

¿Mirar hacia el futuro, con propuestas de cambio? Sí, porque el mundo del trabajo debe atender a los retos antes apuntados y dar voz a todas las personas que tienen mucho que decir, en un marco de relaciones laborales que debería ser cada vez menos jerarquizado y más participativo, aunque sigan existiendo relaciones de trabajo subordinadas, que cada vez se combinarán más, que sea de forma voluntaria o involuntaria es otra cuestión, con proyectos emprendedores o de autoocupación puestos en marcha por jóvenes, y no tan jóvenes, que desean ser sujetos activos y no meramente pasivos de la vida económica y social. En este proceso, el Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social debe adaptarse, sin duda, para no perder sus señas de identidad, que no son otras que la protección y defensa de las personas más necesitadas de aquella y que siguen siendo muchas, muchos millones, en todo el planeta. Cobra importancia, cada vez mayor, el papel de las organizaciones internacionales y supraestatales, y cada vez es más necesaria la implicación de los agentes sociales a escala internacional.

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7. Efectuadas estas consideraciones sobre la importancia de la historia para entender, y cambiar, el presente, y mirar, con nuevas propuestas hacia el futuro, acerquémonos  ambos a partir de unas reflexiones efectuadas por mi parte con motivo de la participación en una jornada del 1 de mayo, en las que expuse aquello que aprendí de mi maestrosocial, Joan N. García-Nieto, jesuita, sociólogo especializado en las relaciones laborales, responsable de formación del sindicato Comisiones Obreras del Baix Llobregat, y militante del Partit Socialista Unificat de Catalunya (PSUC).

Mi maestro social nos enseñaba que la memoria histórica es algo fundamental en la conformación de las señas de identidad de un pueblo, y que, para ganar el presente, y el futuro, no se ha de olvidar el pasado. También nos enseñó, y quienes estamos en el ámbito educativo deberíamos aún ser más sensibles a sus reflexiones y pensamientos, que para transformar la realidad no basta solamente con ser idealista, sino que es necesario tener un profundo conocimiento de dicha realidad. Se planteaban en los años 80 y 90 del siglo XX una serie de cuestiones que siguen siendo hoy de rabiosa actualidad adaptadas al momento histórico que vivimos, y que también serán de decisiva importancia en el inmediato futuro.

A) El análisis con seriedad y rigurosidad de los cambios que se producen (añado yo ahora, ayer, hoy y mañana) en el mundo del trabajo, en la actividad productiva y en la composición de la fuerza de trabajo (manual e intelectual).

B) La denuncia de la explotación de los trabajadores en el ámbito de lo que entonces eran las “nuevas formas de organización del trabajo” (del taylorismo al fordismo y después al toyotismo”. En su libro, de 1975, “Tiempos modernos. El control capitalista y la respuesta obrera” explicaba con claridad como las (entonces) modernas técnicas de organización científica del trabajo de rostro más humano, menos agresivas, “no son sin embargo más que otras técnicas solapadas para el ejercicio del poder en la fábrica”). Hoy el poder no se ejerce sólo en la fábrica, sino en el seno de unas relaciones de trabajo mucho más diversificadas y fragmentadas, donde los conceptos de “tiempo de trabajo” y “centro de trabajo” son sustancialmente distintos en muchas ocasiones a los de hace pocos años. Joan ya se planteaba una temática que después alcanzaría mucha más importancia, cuál era la descentralización productiva (más adelante llamada externalización, outsourcing), y a buen seguro que ahora le preocuparían las relaciones de trabajo, el trabajo decente, en las cadenas mundiales de suministro a las que me referido con anterioridad.

C) Una mayor participación de todas las personas trabajadoras en las decisiones que les afectan en el mundo de la empresa. Igualmente, la necesidad de que los ciudadanos y aquellas tuvieran mucho que decir en las decisiones políticas y sociales que les afectaran. Hoy, en el ámbito político y social esa participación debería tener a corregir ese único objetivo que parecen perseguir algunas transformaciones económicas y comerciales, cuál es el de enriquecer abusiva y desmesuradamente al 1 % de la población, con un radical incremento de las desigualdades y el empobrecimiento de una parte importante de la población. 

D) Cómo afectaban las entonces denominadas “nuevas tecnologías” y su impacto en el mundo del trabajo. Hoy podemos hablar ya de la cuarta revolución industrial y de la necesidad de responder a los retos que plantea.

En las explicaciones de la parte histórica de las relaciones de trabajo les hablo, y explico, a mi alumnado sobre la primera revolución industrial, la del siglo XVIII, el nacimiento de la producción fabril y la aparición del movimiento obrero y las organizaciones sindicales, y me acerco después a la segunda, con la aparición de las cadenas de montaje, el surgimiento del taylorismo y del fordismo, donde la persona trabajadora era un mero engranaje más de la máquina, y las luchas por las mejoras condiciones de trabajo. No necesito hablarles de la tercera, porque ellos han nacido con la tecnología electrónica y digital, que es algo ya incorporado con plena normalidad a su vida cotidiana y con la que operan en sus estudios y en la vida laboral en la que muchos de ellos ya están integrados. Constato ahora que necesito actualizarme para no quedar fuera de la realidad en la que ya viven personas, no tan jóvenes, a las que imparto docencia en otros cursos, y analizar a fondo, para aprender primero y explicar después, el impacto en el mundo del trabajo de la llamada cuarta revolución industrial o industria 4.0, la que ha sido conceptuada y definida en los estudios realizados al efecto como la que utiliza la inteligencia artificial e información en tiempo real para aumentar la productividad y reducir los costos. Creo que el reto que tienen las organizaciones sindicales es no quedarse ancladas en una realidad productiva que está cambiando a pasos agigantados y ser sujetos activos del cambio, poniendo en el centro de la negociación con las organizaciones empresariales, con las empresas y los gobiernos, la puesta en marcha de las medidas adecuadas y necesarias para incentivar la adquisición del conocimiento necesario en una marco productivo donde la persona y la máquina trabajarán, de hecho ya es así, conjuntamente. Sólo aquellos países y aquellas empresas que sean conscientes de la necesaria implicación de personal muy cualificado en la actividad productiva podrán mirar al futuro con garantías de resultados positivos para toda la sociedad.

Llegados a este punto, me parece oportuno detenerme con brevedad en la realidad política y laboral española, para dejar constancia de la moción aprobada el 22 de febreropor el Pleno del Congreso de los Diputados, presentada por el grupoparlamentario socialista “sobre las medidas que piensa adoptar el Gobierno paraasegurar unas condiciones de trabajo dignas y de calidad en la economíadigital”. La moción fue aprobada con enmiendas incorporadas del grupo parlamentario confederal de Unidos Podemos-En Comú Podem-En Marea, y del Grupo Parlamentario Mixto (diputado Sr. Campuzano, PDCat)

La moción insta al gobierno a presentar una Estrategia integral, tras haber alcanzado un acuerdo en el marco del diálogo social puesto en marcha el mes de septiembre de 2017 (que marcha a ritmo muy lento, por decirlo de forma suave) y con la cooperación de las autonomías (no se olvide que son competentes en materia de ejecución de la legislación laboral y que tienen amplias competencias en materia de empleo) que permita una regulación que, de forma gradual en el tránsito de las formas económicas actuales a la que supone, y supondrá aún más a medio plazo, la economía digital, favorezca que el empleo que se cree sea de calidad (trabajo decente, digno y con derechos, añado por mi parte, por utilizar la terminología de la OIT, ampliamente citada en este texto), y que al mismo tiempo contribuya a “prevenir y mitigar sus riesgos”, cuales son el incremento de personas desempleadas por falta de adecuación a las cualificaciones y competencias requeridas, y el aumento del número de personas que no perciban rentas sustitutivas de la pérdida de su empleo (lo que nos lleva a otro debate de indudable importancia y que dejo aquí apuntado, cual es de la regulación de un  ingreso mínimo para toda persona que lo necesite, o bien yendo mucho más lejos una renta básica para todo ciudadano y no vinculada a su actividad laboral).

Dicha estrategia deberá evaluar y valorar el impacto del cambio tecnológico, y deberá hacerlo teniendo en consideración la diversidad de la población trabajadora y de la actividad productiva, así como de las diferentes realidades territoriales; es decir, una evaluación y valoración “con distinción de sexo, edad, formación, renta, hogares y territorio, para lo que elaborará una serie de indicadores de información, con el fin de determinar la brecha digital”.

E) La distribución, reorganización y reparto del trabajo. ¿Hemos avanzado en este punto desde que lo planteara Joan? ¿Combinamos adecuadamente la flexibilidad organizativa demandada por la parte empresarial y el interés por parte laboral de poder conciliar adecuadamente tiempos de vida y de trabajo? Queda mucho, mucho por hacer.

F) La búsqueda de modelos empresariales participativos y solidarios, aquello que ahora se llama la economía social y solidaria (entonces no se había puesto de moda aún el término “emprendimiento” y todo lo que parece llevar consigo, que no siempre es ese valor social y solidario de las empresas de la economía social). Joan apostaba por articular entre los poderes públicos, la iniciativa social y las organizaciones sindicales, políticas de empleo estable que incentivaran su contenido social, en la línea defendida por la OIT, “con una expansión cuantitativa y cualitativamente relevante de los sectores vinculados al tiempo libre, la educación y las actividades sociales y culturales, todas aquellas en suma que después pasaron a denominarse “nuevos yacimientos de empleo”.

G) La lucha contra todo tipo de exclusión y marginación, con especial atención a los problemas de los más excluidos, aquellos que quedan fuera de los circuitos ordinarios o regulares de la vida social y laboral. Hoy sigue siendo necesaria esta lucha, que no afecta sólo a las personas que están fuera del mercado de trabajo (con especial atención a la problemática de los jóvenes y de los mayores de 50 años), sino que también afecta a los “trabajadores pobres”, los que trabajan pero sus ingresos no les permiten salir de la pobreza. Era especial su preocupación por los jóvenes y las mujeres, por el incremento de las situaciones de economía irregular o sumergida y de pérdida de derechos de los trabajadores en tal situación. En la actualidad, su preocupación sería mayor si conociera, por ejemplo, la temática de la utilización del contrato a tiempo parcial, o la figura de los falsos autónomos. Joan se cuestionaba (fíjense la actualidad que sigue teniendo su reflexión) como evitar una sociedad dual “compuesta por una minoría de individuos con un trabajo estable y bien remunerado y cualificado, y el resto de la población activa condenada a trabajos precarios, eventuales, sumergidos o simplemente sin ningún trabajo”.

H) Cantidad sí, pero calidad del trabajo también, y atención a las nuevas realidades laborales en donde el trabajo asalariado muchas veces existe, pero está “oculto” en términos jurídicos.  Ya se apuntaban algunas preocupaciones en la obra de Joan que ahora se confirman. En efecto, enun estudio del Instituto Sindical de Estudios, de la Confederación Europea deSindicatos, sobre el mercado de trabajo en los países de la Unión Europea se pone de manifiesto que un análisis del desarrollo del mercado de trabajo, y de sus características sugiere que el debate sobre la calidad del trabajo “debe estar, como nunca lo ha estado antes, en el primer plano de la agenda política”, y que aquella “no debe solo prestar atención a (la mejora) de los sistemas educativos y de la oferta de trabajo, sino que debe prestar mucha atención a la calidad de los puestos de trabajo creados”. En estrecha relación con lo anterior, el documento enfatiza que las políticas tendentes a favorecer el mantenimiento de los trabajadores de edad avanzada en el mercado de trabajo deben prestar especial atención a que este mantenimiento “no se produzca simplemente porque los trabajadores no tienen otra alternativa legal o económica, sino porque son capaces de encontrar un empleo de calidad adecuado a sus cualificaciones, salud y necesidades económicas”. La calidad, más exactamente mala calidad, del empleo afecta en especial a los trabajadores pobres, y es muy interesante destacar el acento que pone el estudio en que dicho aumento afecta en especial a quienes no tienen la condición jurídica de asalariado, grupo que incluye “no sólo a los autónomos sino también a quienes están implicados en las nuevas formas de trabajo que están apareciendo en la economía digital”, algo que es calificado como “un particularmente alarmante desarrollo para el futuro del trabajo”.  

H) Abordar la situación difícil de los países del llamado tercer mundo. Hoy hablamos de la inmigración y más recientemente de los refugiados que huyen de las guerras y de la miseria en busca de una vida mejor para ellos y sus familias. Joan ya intuía la importancia que adquiriría el fenómeno migratorio, y estoy seguro que su defensa de todas las personas trabajadoras, con independencia de su origen o lugar de nacimiento, ha dejado huella (¡y que no la borren!), en el mundo político, sindical y eclesial.

I) En fin, nuevas formas de redistribución de la renta, que no podían pasar única y exclusivamente (¡y lo decía ya en el año 1989!), por la percepción de un salario, ante el menor número de personas que iban a percibirlo por el impacto del cambio tecnológico y del incremento del desempleo, apostando por la puesta en marcha de un salario ciudadano, como derecho de toda persona en razón de su participación en el proceso productivo. Joan nos hablaba del impacto de la segunda revolución industrial (no conoció la tercera) y de la necesidad de evitar de “socializar y repartir los costes económicos-sociales que esta implica en términos de empleo productivo”.

A modo de síntesis. ¿Cuáles eran, según Joan, los grandes problemas y retos del mundo del trabajo en la década de los noventa? Y debemos nosotros preguntarnos hoy ¿cuáles son ahora?

- El desempleo estructural de una parte importante de la población.

- Las mutaciones o cambios tecnológicos.

- Los cambios en las estructuras productivas, con transferencia de producción intensiva en mano de obra a países, en aquel entonces, con costes salariales muy inferiores a los de los países desarrollados.

- La importancia de la adquisición de conocimientos y cualificación profesional para poder estar en el mundo del trabajo, en condiciones dignas, en la fase de intensa transformación tecnológica, que en la actualidad es aún superior.

- Políticas educativas y formativas adecuadas para enfrentarse a los nuevos retos sociales y culturales, “desafío difícil el de la formación que necesita unas voluntades políticas y culturales renovadas. Desafío para los enseñantes, para las comunidades educativas y desde luego para los sindicatos, para todas las fuerzas sociales y para las diversas Administraciones”.

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7. Quiero terminar mi intervención “poniendo deberes” a todas las personas asistentes, y por supuesto también a todas las interesadas en la temática del empleo decente y del futuro del trabajo, y van a ser los mismos que los que la Oficina Internacional del Trabajo preparó para la segunda reunión de la comisiónmundial de expertas y expertos creada para debatir sobre aquel, y de esta forma se amplia considerablemente el abanico de personas que podrán exponer su parecer, ya que están abiertos los canales para hacerlas llegar a la OIT.

En esta reunión, celebrada del 15 al 17 de febrero, sus miembros se concentraron en seis ámbitos concretos, para cada uno de los cuales la Oficina ha elaborado unos documentos de síntesis en los que se plantean las cuestiones más relevantes de cada uno de ellos para debate. Los temas son los siguientes: “El papel del trabajo para losindividuos y las sociedades. Poner fin a la desigualdad generalizada de las mujeres en el mundo del trabajo. La tecnología al servicio del desarrollo social, económico y medioambiental. Gestionar el cambio durante cada fase de la transformación y la educación. Nuevos enfoques de crecimiento y desarrollo. La futura gobernanza del trabajo”.

En el primero de ellos, tras exponer que “La reconfiguración del momento, la forma y el lugar en que trabajamos augura promesas y peligros. Las implicaciones de estos cambios para las personas y la sociedad en el futuro del trabajo dependerán de nuestros valores y de nuestro compromiso con la justicia social, y de los marcos que ideemos para modelar ese futuro”, se formulan las siguientes preguntas:

“¿De qué manera propiciamos cambios para que el futuro del trabajo atienda la necesidad de flexibilidad de las empresas y la de equilibrio entre vida laboral y vida privada de los trabajadores? ¿Cómo se pueden aprovechar los beneficios de la productividad de las nuevas tecnologías para ir reduciendo el tiempo de trabajo, tanto en los países desarrollados como en los países en desarrollo?

En el contexto de rápida dispersión espacial del trabajo, ¿de qué modo se promueve una función significativa del trabajo en nuestras comunidades y nuestra sociedad?

¿Qué posibilidades ofrecen las nuevas tecnologías para anclar el trabajo a nivel local y crear un sentido de comunidad potencialmente nuevo?

¿Qué otras medidas deberíamos utilizar para valorar y cuantificar el trabajo con más precisión? ¿Qué políticas podrían adoptarse para valorar adecuadamente la totalidad del trabajo, tanto remunerado como no remunerado?

¿Serán suficientes los marcos de gobernanza existentes para que el futuro del trabajo sea seguro, inclusivo y equitativo?”.

Añado yo ahora: ¿Y saben quiénes obtendrán matrícula de honor? Aquellas personas cuyas respuestas, y su aplicación práctica, sirvan para construir una sociedad más inclusiva, justa y solidaria, y con las que caminemos hacia la desaparición de las desigualdades y discriminaciones. Como pueden comprobar, se pone el listón muy alto para la obtención de la matrícula, pero ¿no les parece que vale la pena intentarlo? Manos a la obra (= ordenador).

¡Ah! Me olvidaba de algo importante. Espero que no me califiquen en algún documento empresarial como un “activista doctrinal”, porque lo único que he pretendido poner de manifiesto en mi intervención es la importancia de la puesta en práctica de políticas y medidas, y del cumplimiento de las normas, que tienden a potenciar la justicia social y mejorar las condiciones de trabajo y empleo de la gran mayoría de la población. Si hago esta observación es por la sorpresa, no exenta de indignación, que me ha motivado la lectura del documento recientemente elaborado por el Círculo de Empresario, con la participación de destacados juristas, que lleva por título “La calidad del sistema jurídico como clave delcrecimiento económico y progreso social”, en el que se incluye un apartado dedicado al “problema del llamado activismo judicial”, en el que se efectúa una “llamada al orden” de aquellos jueces y tribunales que realizan, siempre según los autores del documento (fuertemente criticado, con la contundencia político-jurídica quele caracteriza, por el profesor Antonio Baylos en su blog) “interpretaciones que no se ajustan a la letra y el espíritu de las leyes”, siendo cuando menos curioso que quienes han redactado el documento se irrogue la sabiduría de conocer no sólo la letra sino también el espíritu de las leyes, y que descalifiquen a quienes no piensan, ni actúan, como ellos desearían. ¿Será acaso porque esos jueces y tribunales “indomables” tratan de aplicar las normas internacionales, europeas y española con la perspectiva de dar cumplimiento en todas sus actuaciones a los derechos y principios sociales enunciados en tales normas?

Muchas gracias. 

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