1. El documento elaborado por la Comisión y que paso a analizar a continuación es una buena síntesis de las principales cuestiones abordadas, de forma mucho más exhaustiva, en el Informe anual sobre empleo, informe que ha alcanzado ya su decimonovena edición y que constituye un punto indudable de referencia para el estudio de los cambios que se operan en el mercado de trabajo comunitario. Junto a las consideraciones y análisis general, anualmente se presta atención específica a varios asuntos, habiendo merecido atención este año el enfoque del trabajo basado en los ciclos de la vida laboral, la flexiseguridad y la evolución de la participación del trabajo en la renta nacional bruta.
2. Una valoración positiva debe merecer el crecimiento del empleo en todos los Estados miembros, con un incremento global superior a los cuatro millones, la cifra más elevada desde el año 2000. Igualmente se ha incrementado la productividad en comparación con el año anterior y de forma más rápida que nuestro punto habitual de referencia, los Estados Unidos. En efecto, en otro reciente documento de la Comisión Europea dedicado al balance de la economía comunitaria durante el año 2007, se demuestra que el crecimiento de la productividad durante el pasado año fue del 1,5 % para toda la UE y del 1,4 % para la zona euro, frente al crecimiento inferior del 0’9 % en los EE. UU, si bien la propia Comisión alerta sobre las dudas respecto al crecimiento futuro de la productividad, dado que buena parte del experimentado en el año 2006 se ha debido a la mejora registrada en el sector privado de un solo país, la República Federal de Alemania, y de ahí que se siga insistiendo en la adopción de medidas estructurales que apuesten por la inversión en investigación y desarrollo, que potencien la innovación y el cambio tecnológico, y que faciliten el buen funcionamiento del mercado interior.
3. Si tomamos como punto de referencia los objetivos que la Estrategia de Lisboa se marcó para alcanzar en el año 2010 podemos afirmar que se ha avanzado en el camino hacia lograr el 70 % como tasa de empleo general, el 60 % como tasa de empleo femenina y el 50 % para los trabajadores de edad avanzada. Los datos comunitarios de 2006 nos demuestran que es posible lograr el objetivo de la tasa de empleo femenina, que ya se sitúa en el 57,1 %, mientras que parecen más difícil de lograr los de la tasa general, ahora situada en un 64,3 %, y los del porcentaje de personas de 55 a 64 años en el mercado de trabajo, que se encuentra actualmente en el 43,5 %, si bien debe valorarse de forma muy positiva el crecimiento del empleo de las personas maduras en más de siete puntos porcentuales sobre el año 2000.
Por cierto, y estos son dos datos que debe destacarse a mi parecer en este último apartado, el crecimiento del empleo femenino justifica una buena parte del incremento global, y este se ha producido sin que se observe una degradación de las condiciones de trabajo o una pérdida de la centralidad del empleo asalariado y a tiempo completo, ya que los datos estadísticos ponen de manifiesto que el crecimiento del empleo de las personas de edad madura se ha producido en buena parte “en sectores con una cualificación relativamente alta y exigencias elevadas de conocimiento especializados, así como con una prevalencia de las ocupaciones más intelectuales en detrimento de actividades de tipo más manual”.
4. No obstante, aunque los datos generales del mercado de trabajo deben valorarse de forma positiva, la Comisión llama la atención sobre las importantes diferencias existentes entre los diferentes Estados miembros, que pueden ser hasta de 22 puntos si comparamos a Polonia (55 % de tasa general de empleo) con Dinamarca (77 %).
El mercado de trabajo europeo sigue teniendo problemas que resolver y que difieren poco de los observados en años anteriores, destacando la importancia de responder adecuadamente al reto del desempleo juvenil, que se sitúa en un 17 % en el espacio comunitario y que pone sobre la mesa la necesidad de adoptar medidas adecuadas para facilitar su integración laboral, porque los datos estadísticos de incorporación al mundo laboral y de tasas de desempleo sitúan a la Europa comunitaria en una clara posición de desventaja con respecto a otros países industrializados como EE. UU, Canadá y Japón. Como no podría ser de otra forma a mi parecer, por la importancia que han adquirido las políticas de formación a lo largo de toda la vida en el debate político comunitario, la Comunicación llama la atención y enfatiza la necesidad de que todos los estados aborden el fracaso escolar desde las fases tempranas de la vida educativa, con programas que familiaricen a los jóvenes con el mundo laboral, y con la preparación “para una vida de aprendizaje permanente de modo que puedan adaptar sus cualificaciones a lo largo de sus vidas laborales”.
5. Estas son las cuestiones más relevantes que aborda el documento comunitario desde la perspectiva de los cambios en el empleo con respecto al año anterior y siempre tomando como punto de referencia el momento inicial de adopción de objetivos por la Estrategia de Lisboa (2000, con concreción en 2001) y el momento de llegada (2010). Ahora bien, el informe no olvida analizar el debate sobre la flexiguridad y también sobre la importancia de la formación profesional continua como un componente importante de la misma, en cuanto que su buen y adecuado funcionamiento puede favorecer tanto la movilidad profesional interna y externa como el aseguramiento de las trayectorias profesionales de los trabajadores, destacando la importancia de una intervención adecuada de los poderes públicos en la regulación de la formación porque se constatan deficiencias en la inversión en este ámbito por parte del mercado, y de ahí que se apueste por dicha intervención pública en cuanto que puede contribuir “a reducir la falta de formación continua a iniciativa de la empresa y, en determinadas circunstancias, a mejorar la igualdad de acceso a la formación de todos los trabajadores.
6. Por último, el documento comunitario aborda cómo ha evolucionado la participación de la renta del trabajo en la renta nacional bruta, y de la amplia información y análisis de los datos que efectúa, cabe destacar a mi parecer los siguientes resultados: en primer lugar, que la participación de las rentas del trabajo en la renta nacional bruta se sitúa en la actualidad por debajo de los niveles alcanzados en los años sesenta del siglo XX, y que el cambio tecnológico “ha sido la fuerza motriz” que más ha contribuido a ese cambio, pero al mismo tiempo se destaca cómo está cambiando el mundo del trabajo y cómo ello impacta sobre la distribución de la renta, dado que “la participación asignada a los trabajadores cualificado se ha incrementado de forma progresiva desde los años ochenta, mientras que la asignada a los trabajadores sin cualificación disminuyó gradualmente”, y de ahí que se siga alertando sobre la necesidad de facilitar una adaptación de los trabajadores en empleos de baja cualificación a otros de mayor nivel, y para ello el papel de la formación es fundamental, so pena de que sigan trabajando en sectores y actividades que van a seguir sufriendo lo que el documento comunitario califica de “impacto negativo del aumento de capital y del progreso tecnológico”.
Los documentos comunitarios nunca pueden dejarnos indiferentes, porque todos los datos que aportan contribuyen a enriquecer el debate sobre la cantidad y la calidad de empleo. Qué se esté más o menos de acuerdo con las propuestas que formulan, ya es “harina de otro costal”.
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