domingo, 13 de enero de 2008

Una nota sobre la participación en la empresa.

Puede definirse la participación con carácter general como aquel sistema de relaciones sociales que se funda en la intervención de todas las personas o grupos sociales en la adopción de aquellas decisiones que afectan a los mismos directa o indirectamente, y es obvio que tal definición permite encajar en su seno las diferentes modalidades participativas, de mayor o menor grado o intensidad, de carácter laboral, pues parece evidente que la participación en la empresa puede definirse más concretamente como el conjunto de medios de que disponen los trabajadores para influir en las decisiones que adopta la empresa para la que trabajan, influencia que debería implicar la limitación de las prerrogativas de la dirección y traducirse por una modificación de la toma de decisiones a los diferentes niveles de la empresa para incluir ahí a los trabajadores.

La información y consulta son los vías a través de las cuales se instrumenta mayoritariamente la intervención de los representantes de los trabajadores, y de los propios trabajadores, en el seno de las empresas, con algunas ampliaciones en materia de codecisión pero, salvo el caso alemán en el ámbito comunitario, referidas preferentemente a asuntos sociales y no a los de contenido económico o de impacto sobre el empleo. Términos, los de información y consulta, que pueden ser entendidos e interpretados de múltiples formas, si bien parece más correcto acudir a la definición que de los mismos daban ya hace un cierto tiempo los mismos agentes sociales europeos en un dictamen sobre nuevas tecnologías pero con validez, a mi parecer, para el conjunto de las relaciones laborales. De tal forma, se definía la información como “proporcionar, en el respectivo nivel de su empresa, a los trabajadores y/o sus representantes, los detalles de los cambios mencionados que comprendan con toda claridad las elecciones efectuadas por la empresa y sus consecuencias para el personal”, mientras que la consulta (a los trabajadores y/o sus representantes en el respectivo nivel de su empresa) “significa recoger todas las posibles opiniones y sugerencias en torno a las consecuencias de los cambios para el personal, en especial por lo que al empleo y las condiciones de trabajo se requiere”.

La participación es positiva, ya que está constatado empíricamente que la información y consulta de los trabajadores, al garantizar la existencia de una mano de obra cualificada y motivada, puede considerarse un factor de productividad; además, los objetivos de la adaptabilidad al cambio serán más fáciles de conseguir si se logra un equilibrio entre las necesidades de las diversas partes interesadas, tanto dentro como fuera de la empresa. El buen uso de los instrumentos participativos refuerza la competitividad y cohesión social, además de contribuir a la eficacia y aceptación social de las reestructuraciones económicas. Esta tesis ha sido también acogida por el Comité Económico y Social europeo, al mantener que “la información y consulta de los trabajadores y sus representantes son una contribución importante para la aceptación de los procesos de cambio por parte de los trabajadores y sus representantes. Así se estimula la capacidad de innovación de los trabajadores y se refuerza la competitividad de la empresa”. Una participación adecuada, en suma, puede ayudar a contribuir de forma positiva a preparar el cambio, garantizar que las reestructuraciones se efectúen en un contexto socialmente aceptable y conceder al objetivo empleo la preponderancia que requiere en el contexto actual.

Por último, debemos señalar que la información y la consulta deben considerarse prioridades políticas en el ámbito comunitario, en un contexto de competitividad europea donde los procesos de reestructuración se han impuesto como un tema de actualidad y en donde prima la llamada economía basada en el saber. Información y consulta que deben formar parte de una nueva organización del trabajo en la que se amplíe el contenido de las tareas a realizar y en donde se valoren las cualificaciones, a fin de contribuir simultáneamente al crecimiento de la productividad y a la calidad de los empleos. Las reestructuraciones requieren ineludiblemente diálogo social, y en una sociedad cada vez más tecnificada una manifestación clara del derecho a la información, como se demanda desde foros sindicales, es que los trabajadores y sus sindicatos tengan derecho a acceder a las redes de información y comunicación en línea en todos los lugares de trabajo.

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